¿Qué causó el Síndrome Tóxico que se achacó a un aceite de colza desnaturalizado?

El 1 de mayo se cumplieron cuarenta años de la primera víctima mortal del Síndrome Tóxico que según el Tribunal Supremo causó un aceite de colza desnaturalizado, inaudita sentencia teniendo en cuenta que muchos de los afectados negaron rotundamente haberlo consumido. Aquel vergonzoso suceso llevó a la muerte en España a más de mil personas, causó problemas de salud a unas 20.000 y se cerró con una decisión judicial que nunca se sostuvo y aun así se convirtió en «la verdad oficial». Hemos explicado ya en profundidad que muchas de las convicciones y creencias sociales se basan en ideas y conceptos que arraigan en nosotros porque se nos han inculcado -desde el mismo momento de nacer- sin que hayamos sido conscientes de ello pero es que además eso está pasando a diario y pocas personas parecen entenderlo. Pues bien, como el caso del Síndrome Tóxico es un buen ejemplo de cómo se puede imponer una verdad por disparatada que sea vamos a hablar de él ahora que vivimos una situación de manipulación similar con la Covid-19.

En la primavera de 1981 hubo en España una intoxicación masiva de origen desconocido que terminó provocando unas 1.100 muertes y dañó gravemente a unas 20.000 personas siendo bautizada al desconocerse la causa como Síndrome Tóxico. En un primer momento los síntomas se consideraron los propios de una enfermedad pulmonar intersticial -tos, fiebre, condensación pulmonar, insuficiencia respiratoria e hipertensión pulmonar- pero pronto se detectaron tromboembolismos, calambres y dolores musculares intensos y, finalmente, neuropatías, graves daños en el hígado y esclerodermia que afectaba a los pulmones pero también al tracto gastrointestinal, a los riñones y al corazón. Así que si bien se creyó inicialmente que podía tratarse de una «neumonía atípica» pronto se admitió que la causa tenía que ser un tóxico y su búsqueda empezó a toda prisa porque el 1 de mayo moría su primera víctima -un niño de tan solo 8 años- y los hospitales se colapsaron en solo unos días ante la gran cantidad de afectados lo que llevó a la conclusión de que el origen del problema debía ser algo que consumieron. Se descubriría así que lo único que habían ingerido todos eran ensaladas, la investigación se centró en ellas y los análisis detectaron que muchos habían ingerido un aceite de colza destinado a uso industrial y no al consumo humano que había sido desnaturalizado con anilinas y después tratado con anilidas y se comercializó sobre todo en mercados ambulantes. Y como la presión social ante la magnitud de la tragedia era tan alta las autoridades, sin hacer siquiera estudios con animales para comprobar la posible toxicidad de ese aceite adulterado, ni realizar un mínimo estudio epidemiológico, señaló como responsables de la intoxicación masiva a quienes lo comercializaron deteniéndose a 38 personas a primeros de julio.

En aquella época el aceite de colza no estaba autorizado para consumo alimenticio en España -a excepción de las islas Canarias donde se comercializaba legalmente- y para evitar que se vendiese en la península se obligaba a los importadores a añadirle un colorante -desnaturalizarlo- así que quien lo importó de Francia lo destiló a alta temperatura para eliminar el colorante y poder venderlo sin problemas. Y todo indica que, fraude aparte, ese aceite de colza no era tóxico como se decidió hacer creer. Distintos médicos, biólogos, bioquímicos, farmacéuticos y expertos de otras disciplinas aseguraron tras analizarlo que el Síndrome Tóxico no pudo causarlo ese aceite de colza desnaturalizado y así se lo hicieron saber a los abogados de las víctimas, a los jueces y a muchos periodistas, algunos de los cuales terminaron escribiendo numerosos artículos y libros contándolo.

«ENTERRANDO» LA VERDAD

Obviamente sin éxito ya que la verdad se ocultó mediante un proceso judicial interminable que hizo que el sumario del caso tuviera decenas de miles de páginas, método ideal para difuminar la importancia de algunos informes y testimonios y poder «enterrarlos» entre miles de papeles sin interés. Y es que la cuestión era en realidad muy simple: si miles de afectados aseguraban que ellos no habían tomado ese aceite la causa tenía que ser otra. Afectados a los que una vez se decidió culpar al aceite se les vino a decir:«¿Que usted no tomó el aceite de colza que la Justicia ha determinado como responsable del Síndrome Tóxico? Pues entonces usted padece otra cosa y no tiene derecho a la indemnización que va a darse a los afectados por el síndrome. Así que usted verá: ¿acepta haber tomado el aceite y cobrar la indemnización o niega haberlo hecho y se queda sin ella buscando otra causa para su enfermedad?» ¿El lector qué hubiera hecho? ¿Enfrentarse en soledad al sistema o pasar por el aro? Pues eso..

El proceso judicial lo inició la Audiencia Nacional en 1987, se celebró en el auditorio de la Casa de Campo de Madrid durante 15 meses y desfilaron ante el tribunal unos 1.500 testigos y 200 peritos. Y como había que calmar la ira de los miles de afectados se pidió para los detenidos un castigo ejemplarizante solicitando el fiscal penas que sumaban entre 10.000 y 100.000 años de cárcel. Obviamente se trató de un mero ardid para calmar a la indignada sociedad ya que al final solo 13 de los 38 detenidos fueron condenados y a penas de entre seis meses y 20 años de prisión. La decisión judicial causó el lógico pasmo y ante la presión de algunos medios de comunicación y de políticos que decidieron aprovechar la situación cuando el caso lo revisó el Tribunal Supremo éste -en la sentencia que dictó el 28 de abril de 1992- aumentó considerablemente algunas de las condenas.

A muchas personas todo esto les parecerá algo muy «antiguo» y carente de interés actual pero en España hay aún miles de afectados y de hecho en 2012 existe en los presupuestos generales del estado una partida de 27,5 millones para atenderlos (incapacidad o invalidez, orfandad, ayudas de carácter social, reinserción, ayuda económica familiar, ayuda domiciliaria en tareas domésticas, gastos protésicos y farmacéuticos…).

VOCES DISCREPANTES

El caso es que en los once años transcurridos desde la aparición del problema hasta la sentencia del Supremo hubo varios expertos que realizaron investigaciones demostrando que el aceite de colza no fue el causante del Síndrome Tóxico. La hipótesis alternativa más consistente la presentaría el doctor Antonio Muro, director del madrileño Hospital del Rey en el momento de la intoxicación masiva, al que se despediría por discrepar de la versión oficial. Fue el primero en asegurar públicamente a los pocos días de conocerse la primera víctima que la enfermedad era digestiva y no pulmonar y que el aceite no podía ser la causa sino algún otro ingrediente de las ensaladas. Y su argumentación era de puro sentido común ya que en el informe que dio a conocer en julio de 1981 preguntaba retóricamente: « ¿Si es consumido por todos los miembros de una familia por qué unos enferman y otros no?¿Si las garrafas de aceite se han llenado el mismo día del mismo tanque por qué unos se intoxican y otros no? ¿Cómo es posible que haya familias con afectados que no han consumido nunca estos aceites? ¿Cómo puede ser que se intoxiquen unos miembros de una familia mientras que los demás miembros continúan tomando el aceite y no sufran ninguna intoxicación?»

De hecho el doctor Muro había experimentado con 40 ratones a los que administró por vía digestiva muestras de diez garrafas de aceite confiscadas (4 ratones por muestra) y a las 24 horas (periodo de latencia) estaban perfectamente y así siguieron hasta que fueron sacrificados a los tres meses. Es más, procrearon y sus descendientes no padecieron ninguna anomalía detectable. Y no hay duda porque las muestras de aceite se las solicitó directamente el 8 de junio de 1981 al Dr. Borregón, director entonces del Centro Nacional de Nutrición y Alimentación de Majadahonda, habiendo comprobado ya al día siguiente que todos tenían composiciones distintas y por tanto distintos orígenes por lo que hubiese sido muy extraño que todos fueran tóxicos. No solo nadie le hizo caso sino que, como hemos adelantado, fue despedido por oponerse a la versión oficial lo que no impidió que siguiera investigando por su cuenta hallando de forma casual el 11 de julio en una zona agrícola un pesticida organofosforado que a su juicio podía haber sido el causante de la enfermedad. Sería así como, tras hablar con las familias, Muro llegaría a la conclusión de que la causa no había sido el aceite sino una partida de tomates de la población alménense de Roquetas de Mar que se había tratado con ese organofosforado.

Dos años después -en 1983- la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) emitiría un comunicado en el que diría sobre los supuestos efectos adversos del aceite de colza incautado: «La administración de muchas muestras de aceite a babuinos, monos, cobayas y hamsters han dado resultados negativos».

El 2 de diciembre de 1984 Diario 16 recogería unas declaraciones del catedrático de Medicina Legal de la Universidad de Sevilla, Luís Frontela, quien manifestaría textualmente: «Los ratones a los que se les suministró aceite ‘tóxico’ lo único que han hecho es engordar. Añadiendo más adelante: «No existe la más mínima base científica para atribuir al consumo de aceite de colza desnaturalizado mediante anilinas la causa directa del Síndrome Tóxico«.

Ese mismo año la revista Cambio 16 se haría eco del trabajo de un biólogo cuyo nombre prefirió no citar en un artículo titulado Un producto de Bayer envenenó a España en el que éste diría: «En los laboratorios de la Fundación Jiménez Díaz hicimos pruebas con grupos de diez ratas de quinientos gramos cada una a las que les dábamos tres miligramos de aceite de colza de todas las formas imaginables (frito, en ensalada, crudo, etcétera) y ninguna de las cobayas reprodujo el síndrome. Simplemente, engordaban». La revista afirmaba en ese mismo número que en el Instituto Nacional de Toxicología y en el Centro de Nutrición y Alimentación de Majadahonda (Madrid) se había llegado en experimentos similares a la misma conclusión. Además se hacía eco de una declaración del epidemiólogo Francisco Javier Martínez -contratado junto a la también epidemióloga María Jesús Clavera por el Plan Nacional del Síndrome Tóxico- que decía: «Hemos podido comprobar que el tóxico no fue el aceite ya que sólo tres de cada mil personas que consumieron la colza supuestamente envenenada han resultado afectadas».

EL GOBIERNO LO SABÍA

¿Por qué el gobierno se empeñó entonces en culpar a ese aceite de la intoxicación? Porque es evidente que sabía que no fue la causa. Lo demuestra -entre otras muchas cosas- que solo ocho meses después de aparecer el primer caso un médico militar, el teniente coronel Luís Sánchez- Monje Montero, envió al Dr. Luís Valenciano -entonces Director General de Salud Pública- un informe en el que afirmaba que el origen era «un veneno que bloquea la colinesterasa»; veneno que más adelante identificaría como «un compuesto organofosforado». Es más, desarrolló un protocolo de tratamiento con el que había curado a varios afectados y lo publicó en la revista Tribuna Médica. ¿El resultado? Fue completamente ignorado

Los despropósitos de este caso fueron tantos que se han escrito varios libros de denuncia. Veamos otros ejemplos: Enrique Martínez de Genique, Secretario de Estado para el Consumo, elaboró un mapa que demostraba que las rutas de distribución del aceite y las poblaciones de afectados no coincidían ¡y fue fulminantemente cesado! Gastón Vettorazi, representante de la CMS experto en pesticidas, manifestaría en una entrevista -que fue grabada por un periodista de Cambio-16- su convencimiento de que las anilinas o anilidas no pudieron provocar el Síndrome Tóxico y existían datos objetivos para que la QMS investigara el pesticida organofosforado Nemacur pero en cuanto apareció publicada -en diciembre de 1984- negó haber dicho la frase con la que la revista tituló la entrevista: «No hay datos para asegurar que el aceite de colza provocó el síndrome tóxico».

Poco después el propio director de la revista, José Oneto, sería cesado tras publicar en portada este titular: «Un producto Bayer envenenó España. Según la revista habían tenido acceso a informes confidenciales de los servicios secretos y el responsable habría sido F. M., agricultor de Roquetas de Mar que confesó haber empleado varios bidones de cinco litros de Nemacur-pesticida organofosforado de Bayer- para exterminar una plaga de fusarios, hongos que afectan a las raíces y estaban a punto de arruinar su cosecha de tomates. «Fue una mala cosecha -contaría F. M. a Cambio 76-. En un invernadero de dos hectáreas sólo logré salvar ochenta y un mil quilos de tomates, de la variedad Lucy que vendí entre doce y dos pesetas el kilo y se destinaron en su integridad al mercado nacional’.

Agregaremos que una de las personas que más investigó el asunto y llegó igualmente a la conclusión de que el causante fue un pesticida organofosforado de la casa Bayer fue el conocido periodista español Andreas Faber-Kaiser quien recibió todo tipo de presiones para que dejara de indagar y aun así no cejó hasta publicar el resultado de su trabajo en una magnífica obra titulada Pacto de Silencio que vería la luz en 1988. Poco después se le detectaría una grave infección que se achacó al Sida y antes de morir manifestó estar convencido de que había sido infectado adrede. Lo dio a conocer en el n° 56 de la revista Más Allá de la Ciencia – correspondiente a octubre de 1993- que entonces dirigía el director de Discovery DSALUD, José Antonio Campoy.

El también periodista español de investigación Ricardo Cid cuenta en el prólogo que escribió ese mismo año -1988- para el libro El Montaje del Síndrome Tóxico que el Centro Superior de Información de la Defensa (CESID) -dependiente directamente de Presidencia del Gobierno- dedicó durante casi un año un equipo a investigar el caso afirmando: «Su resultado, contenido en un informe de siete folios elevado al máximo responsable del CESID, general Emilio Alonso Manglano, fue preocupante: la tesis del aceite no se sostenía; por el contrario, existían datos que apuntaban hacia un ensayo de guerra química como detonante de la epidemia. Pero este gravísimo informe nunca vio la luz. Ni siquiera en el juicio».

Ya en 2016 el médico Julián Granado publicó el libro La inocencia del aceite y al hablar de su obra diría en una entrevista concedida al diario La Vanguardia-. «El aceite de colza era de mala calidad, sí: fraudulento pero incapaz de ocasionar la monstruosa intoxicación. Eso es comprobable». Y en una aseveración muy osada añadiría: «Los tratados internacionales prohibían investigar en armas químicas, se encargaban investigaciones encubiertas a una farmacéutica y con la inminente entrada de España en la OTAN no interesaba a nadie airear un escape de organofosforados en la base americana de Torrejón de Ardoz (…) Al Gobierno de la UCD no le tembló el pulso para prestarse a esta maniobra y culpar a la inocente colza; y tampoco los sucesivos gobiernos socialistas se desdijeron de la infame versión oficial».

Quizás se trate de la obra más especulativa pero lo cierto es que hay suficiente documentación para inferir que el llamado Síndrome Tóxico lo causó un pesticida organofosforado -u otro tóxico no descubierto- pero no el aceite de colza. Basta dedicar tiempo a ello para comprobarlo leyendo al menos los libros que lo explican (véase el recuadro adjunto).

¿PUDO SER OTRO TÓXICO?

¿Y pudo ser otro tóxico? Así lo creen algunas personas que postulan que la causa también pudo ser una intoxicación por aflatoxinas -micotoxinas producidas por hongos del género Aspergillus– que habrían contaminado algunos de los olivos con cuyas aceitunas se hizo esa partida de aceite. Los hongos del Aspergillus son muy comunes y solo producen aflatoxinas en gran cantidad cuando el producto infectado se almacena y tanto la temperatura como la humedad son muy altas. Nos referimos a cereales como el maíz, el sorgo, el mijo, el arroz o el trigo, a oleaginosas como las aceitunas, la soja o el girasol, a especias como el chile, la pimienta negra, el coriandro o la cúrcuma y a frutos secos como los cacahuetes o las nueces, entre otros alimentos. Pues bien, una alta exposición a aflatoxinas puede provocar en casos graves disfunciones digestivas, hemorragias, edemas, hígado graso, hepatitis, cirrosis, cáncer de hígado, necrosis y síndromes de Reye y Kwashiorkor, entre otros problemas. Su tesis pues no parece descartable sin más. De hecho a lo largo de la historia ha habido numerosos casos de intoxicación alimentaria por aflatoxinas destacando entre las más graves las de India en 1974 y Kenia en 2004 además de otras en zonas rurales de Zaire, Senegal y Gambia.

El peligro de las aflatoxinas es tan alto que el investigador Rolando Carrillo publicó en 2009 un tratado micológico titulado Micotoxinas; ei veneno más potente de la naturaleza en el que dice: «Las aflatoxinas son hepatotóxicas, cancerígenas y teratogénicas y es la sustancia biológica con mayor potencia carcinogénica, mutagénica e inmunosupresora tanto en los animales como en el hombre”.

Hasta aquí el resumen de lo sucedido hace 40 años. Como el lector habrá comprobado uno puede especular sobre qué causó el llamado Síndrome Tóxico aunque todo indica que fue un organofosforado ya que se trata de un plaguicida que -al igual que los carbamatos- una vez en nuestro organismo inhibe la colinesterasa plasmática y de los glóbulos rojos evitando la degradación de la acetilcolina que se acumula en las sinapsis afectando al sistema nervioso. Está constatado que puede producir dolor de cabeza, contracción de las pupilas, visión borrosa, babeo, dolor de estómago, incremento del sudor, diarrea, opresión pectoral y dificultad respiratoria, sibilancia, debilidad -especialmente de los músculos proximales, craneales y respiratorios-, hipoxia, bradicardia, hipotensión, convulsiones, excitabilidad, pancreatitis, arritmias, bloqueo cardíaco, neuropatía axonal, déficit cognitivo, parkinson, letargía y coma además de deprimir las células T.

Y ahora analice lo que se nos cuenta sobre la Covid-19 y a poco que piense en ello se dará cuenta de la cantidad de incongruencias, contradicciones, exageraciones y falacias del relato oficial. Sencillamente, carece de la más mínima lógica y a pesar de ello se acepta acríticamente porque la mayoría de las personas ha perdido ya la capacidad de pensar.

Francisco San Martín

https://www.dsalud.com/reportaje/que-causo-el-sindrome-toxico-que-se-achaco-a-un-aceite-de-colza-desnaturalizado/

Fuente; Revista Discovery Salud. Número 248 – Mayo 2021

16/04/2022