¿Hay una “epidemia de Sida” en África?

Millones de personas en África están al borde de la muerte a causa del impresionante e imparable avance del sida según los expertos oficiales y lo que repiten -sin pedir prueba alguna de tal afirmación- la gran mayoría de los medios de comunicación de masas del mundo. Pero, si eso es así, ¿dónde están las pruebas? ¿Quién ha efectuado esos cálculos? ¿Sobre qué base? Nadie responde a tan simples preguntas…

A mediados de los años 80 numerosos medios de comunicación se hicieron eco -asumiéndolos- de vaticinios tremendamente alarmistas sobre las consecuencias del imparable desarrollo del SIDA en el mundo. Así, llegó a decirse: «En pocos años el SIDA matará en los países del occidente industrializado a más personas que todas las demás enfermedades e infecciones juntas» (Der Spiegel, 1985, n° 39). ¡Y qué decir sobre África’: «La mortal enfermedad SIDA está ahora tan fuera de todo control en el África negra que hay condenadas naciones enteras al punto de que quedarán dentro de los próximos diez años vastas áreas de tierra ahora poblada sin una sola persona viviente«(Sunday Express, 23 nov. 1986).

El paso del tiempo ha demostrado de forma inapelable que en los países occidentales industrializados no se han cumplido esas catastróficas predicciones hechas hace quince años.Es más, en Occidente el número de nuevas personas «infectadas por el VIH» disminuye año a año desde 1984y el de nuevos «casos de SIDA» se reduce constantemente desde 1994.

Cambio de situación que, sin embargo, no la explican las campañas de prevención ni la administración de los tan promocionados «cócteles». De hecho -y según datos oficiales-, el número de «infectados por el VIH» empezó a bajar tres años antes de que se lanzase la primera «campaña de prevención». Y poca disminución del número de «transmisiones del VIH» debe haber habido debido a un mayor uso del condón pues, por ejemplo, según los fabricantes germanos de preservativos el número de condones per capita utilizados al año ha aumentado tan sólo de 2 en 1980 a 2,3 en 1995. Por otra parte, el cambio de hábitos de conducta sexual es muy lento, como confirman las prostitutas al informar a los sociólogos de que muchos de sus clientes pagan más dinero para no usar preservativo… aunque al parecer no se atreven a responder lo mismo cuando quienes les interrogan son «especialistas del VIH/SIDA».

En definitiva, el número de «nuevos casos de SIDA» alcanzó en Europa su punto álgido en 1994 y ello porque en 1993 se introdujeron tres enfermedades más en la definición de «caso de SIDA». Luego en realidad ya había empezado a disminuir en 1993, tres años antes de que se recetasen los «cócteles».

Y en cuanto a África es obvio que el paso del tiempo ha demostrado también de forma inapelable que tampoco se han cumplido las catastróficas predicciones de hace quince años. La diferencia estriba en que en este caso de nuevo se están relanzando en los últimos tiempos tremebundos pronósticos, aunque trasladando los centros neurálgicos de la supuesta «epidemia de SIDA en África» desde Uganda, Costa de Marfil, Senegal, Tanzania o Zaire… al sur, hacia Namibia, Mozambique, Zimbawe y, sobre todo, Sudáfrica y Botswana.

¿POR QUÉ ESE EMPEÑO EN HACER CREER QUE HAY UNA «TERRIBLE EPIDEMIA DE SIDA EN ÁFRICA»?

La pista la podemos encontrar en el artículo que en 1989 publicaba la revista mensual del Consejo Médico de Alemania titulado Confusión acumulativa (Deutsches Árzteblatt, 1989, 86, vol. 17) en el que ya se explicaba que presentar los «casos de SIDA» de manera acumulativa -es decir, añadiendo los nuevos «casos de SIDA» diagnosticados en el último año a los registrados en los años anteriores- es una práctica excepcional en Medicina. “A nadie se le ocurre -decía aquel texto- sumar las cifras de casos de paperas, tuberculosis o escarlatina desde el día en que se aprobó la ley sobre epidemias«. Y concluía apuntando la posible razón de que en el caso del sida se estuviera haciendo: «Grandes cifras atraen grandes cantidades de dinero público» Dicho de otra manera: la mejor manera de lograr que los estados y los organismos internacionales inviertan grandes cantidades de dinero es que crean que ya hay o se podría declarar una epidemia gigantesca de consecuencias trágicas.

En suma, a quienes les conviene que se crea en la existencia de una supuesta «epidemia mundial de SIDA» es precisamente a los «especialistas del SIDA» y a quienes hoy hacen negocio con ello: una quincena de grandes laboratorios que suministran presuntos fármacos «anti-VIH» y otros medicamentos supuestamente «preventivos» así como algunas «asociaciones anti-SIDA», periodistas «especializados» en el tema, etc.

Sólo que como ya es imposible seguir hablando de epidemia de SIDA en Occidente y no fructificaron los esfuerzos para «crear» una epidemia asiática aprovechando la X Conferencia Internacional sobre SIDA celebrada en Japón en 1996, la baza actual se reduce a insistir en la «epidemia africana» a la espera de que la próxima XIV Conferencia en Barcelona del 2002 permita lanzar la idea de la «epidemia latinoamericana».

Un grave problema, pues, para quienes viven de ello porque en cuanto no se puedan manejar grandes cifras de «infectados por el VIH» y de «casos de SIDA» dejarán de afluir las grandes cantidades de dinero destinado, irónicamente, a «terminar con el SIDA». El miedo es, pues, el combustible que hace marchar el tren de la muerte llamado SIDA. Además, ¿de qué serían especialistas los «especialistas de SIDA» si se acabase con el «SIDA»? ¿En qué trabajarían?

Además, la supuesta «epidemia africana» tiene la ventaja de poder ser presentada como «heterosexual» lo que permite seguir manteniendo la hipótesis constantemente repetida y nunca demostrada de la supuesta «transmisión sexual del VIH».

PORQUE, ¿QUÉ ES UN «CASO DE SIDA» EN ÁFRICA?

El lector debe saber que la definición de «caso de SIDA» ha cambiado varias veces a través del tiempo y del espacio. En Occidente, desde 1981 el SIDA se diagnosticó primero -por razones clínicas- en relación con dos enfermedades (Neumonía por Pneumocystis Carinii y Sarcoma de Kaposi) y luego en relación a doce ya que en 1983 se sumaron diez enfermedades más. Posteriormente, en 1985 se introdujeron los «tests de anticuerpos al VIH» y se añadieron seis enfermedades más, en 1987 otras ocho enfermedades y en 1993 otras tres. O sea que-simplificando-, en la mayor parte de Occidente para que una persona sea diagnosticada un «caso de SIDA» hace falta que su sangre dé positivo a dos o más «tests VIH» y que además desarrolle alguna de las 29 enfermedades (tuberculosis, candidiasis, linfoma, toxoplasmosis, herpes simple, neumonía, demencia…) que hoy están incluidas bajo la denominación SIDA. Además, en Estados Unidos también se puede diagnosticar «caso de SIDA» -desde 1993- a toda persona «cuyo recuento de linfocitos T4 dé por debajo de 200«. Y eso aunque el test utilizado resulte negativo y no tengan sintomatología alguna.

LOS TESTS VIH

Pero hablemos sobre los «tests VIH». Porque sobre ellos es importante resaltar lo siguiente:

–    El resultado -positivo, negativo o indeterminado- se obtiene aplicando criterios muy distintos: no son los mismos en cada país, hay diferencias de criterio entre los laboratorios y a veces el resultado depende del tipo de test que se use.

–    Mientras que el Western Blotes presentado como el test más fiable y confirmatorio en la mayoría de los países está prohibido para diagnóstico desde 1992 en Inglaterra y País de Gales por considerarlo poco fiable.

–    No son cualitativos o específicos (si tienen o no se tienen unos determinados anticuerpos) sino cuantitativos o inespecíficos (se tiene más o menos cantidad del mismo tipo de anticuerpos).

–    Los anticuerpos que detectan son en realidad autoanticuerpos que todos tenemos en grado mayor o menor.

–    Todas las personas darían positivo si no se realizase una operación que no se hace en ningún otro test de anticuerpos: diluir el suero testado (en unas 400 partes de disolvente en el ELISA y en unas 50 partes en el Western Blot).

– En 1996 ya habían sido documentadas 67 enfermedades (hemofilia, hepatitis, malaria, problemas renales, gripe, herpes simple, enfermedades autoinmunes, lepra, infecciones virales agudas…) y condiciones (embarazo, vacunas de hepatitis, gripe o tétanos, transplantes, transfusiones, calentar las muestras, tener altos niveles de grasa o de Iípidos en la sangre, sexo anal receptivo, una docena de tipos de anticuerpos naturales y autoanticuerpos, recepción de gammaglobulinas o inmunoglobulinas y -especialmente interesante tratándose de África– «sangre pegajosa como tienen los africanos»,) que pueden producir» falsos positivos«.

– Y lo más importante: ninguno de los tests que se utilizan ha sido validado. Precisamente efectuar los experimentos necesarios para comprobar la validez de los tests del VIH fue lo acordado en la reunión celebrada por los sectores oficialistas y críticos los días 3 y 4 de julio en Johannesburgo bajo los auspicios del presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki (ver los números de julio y agosto de esta revista).

En suma, por los motivos que hemos resumido y mientras no se sepan las conclusiones de la verificación que está en marcha, debería ser prohibida cautelarmente la aplicación de estos mal llamados «tests del SIDA».

LOS «CASOS DE SIDA» EN ÁFRICA

Conocidos los equívocos que producen los llamados tests del SIDA analicemos ahora los equívocos que provocan las distintas definiciones de lo que es un «caso de SIDA». Porque resulta que en África y en el llamado Tercer Mundo se utiliza casi siempre una definición totalmente distinta a la que impera en Occidente y que fue adoptada en octubre de 1985 durante la reunión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) celebrada en Bangui, capital de la República Centroafricana.

¿Y qué es un «caso de SIDA» para esos países? Pues en el caso de los adultos se basa en considerar tres signos mayores inespecíficos (pérdida de peso superior al diez por ciento, diarrea crónica durante más de un mes y fiebre intermitente o constante por más de un mes), seis signos menores aún más inespecíficos (tos por más de un mes, picazón generalizada, herpes zoster recurrente, candidiasis orofaringeal, herpes simple crónica progresiva y extendida, y linfadenopatía generalizada) y dos enfermedades (sarcoma de Kaposi y meningitis por criptococo).

Es decir, que un adulto puede ser considerado «caso de SIDA» en África:

–    Si presenta por lo menos dos signos mayores y al menos un signo menor en ausencia de cualquier criterio de exclusión (cáncer, malnutrición severa u otras causas reconocidas), o

–    Si tiene sarcoma de Kaposi generalizado o meningitis por criptococo.

En cuanto a los niños, la única diferencia importante es que se considera un signo menor la «infección confirmada por VIH de la madre»… aunque nadie detalla cómo «se confirma la infección por VIH de la madre».

En definitiva, hay que decir claramente que si un médico diagnosticase en Occidente a alguien como «caso de SIDA» con tales criterios probablemente sería llevado a juicio y expulsado del Colegio de Médicos. Sin embargo, en África es lo establecido por la OMS. Además, distintos países han aplicado versiones y adaptaciones aún más laxas o amplias de esta «definición de Bangui».

¿POR QUÉ TENDRÍAN QUE SER AHORA CIERTOS LOS PRONÓSTICOS ACTUALES?

Bueno, pues en realidad -excepto imaginariamente en muchos medios de comunicación- ni siquiera con esta «metodología» tan sui géneris que permite «reubatizar» casos de malaria, tuberculosis, lepra y otras enfermedades endémicas como «casos de SIDA» se ha podido «crear» una epidemia de SIDA en África.

Y  es que según los datos más fiables -los del Weekly Epidemiológica! Record (WER), que recoge el número de «casos de SIDA» (no de «muertos de SIDA») de los que se ha informado a la OMS- el número en toda África -cuya población es de unos 650 millones de personas- es de 794.444 (nov, 1999).

Y  como habrá quien argumente que no todos los «casos de SIDA» son registrados, podríamos multiplicar esa cifra por dos, por tres, por cuatro, quizás hasta por diez. Pero absolutamente nada permite seguir afirmando que «dos millones de africanos mueren cada año de SIDA«. Como tampoco parece que nada pueda justificar que la OMS añada «casos no registrados» de forma creciente de manera que el número de «casos estimados» represente ya más del 97% de los «casos totales». Eso es demagogia.

Porque según esos mismos informes WER de la OMS, el continente africano en su conjunto ha generado entre 1991 y 1999 una cantidad bastante estable de «casos de SIDA» que oscila entre 60.000 y 90.000 al año. Si tomamos como cifra promedio la de 75.000 y tenemos en cuenta que la población de África es de unos 650 millones, es obvio que sólo el 0,011% de la población africana sufre -y quizá muere- de SIDA al año.

En suma, teniendo en cuenta la definición en África de «caso de SIDA», el hecho de que existan 29 enfermedades incluidas en la definición oficial y 67 causas de reacción cruzada en los «tests del SIDA» es imposible poder distinguir entre quienes han muerto por SIDA y quienes fallecieron por causa de esas mismas enfermedades sin estar infectados. Luego, ¿cómo va alguien a poder cuantificar los casos de «muerte por SIDA», máxime cuando en los últimos 20 años la población de África ha aumentado en más de 200 millones de habitantes?

¿INFECTADOS POR VIH?

En cuanto a la «VIH-seropositividad», las afirmaciones de que una quinta parte, una cuarta, una tercera e incluso la mitad o más de distintas naciones de África está «infectada por el VIH«se basan en suposiciones tendenciosas e indemostrables.

Por ejemplo, la afirmación de que «un 20% de la población sudafricana es portadora del VIH» se basa en extrapolaciones realizadas a partir de aplicar un único «test VIH» tipo Elisa a unas 15.000 embarazadas al año. Pero en Occidente los Elisa son considerados tests poco fiables. Las propias instrucciones que acompañan el kit de los laboratorios Abbot advierten que puede dar falsos positivos «debido a anteriores embarazos» (y en África el promedio pasa de cinco hijos por mujer) e informan de algo decisivo: «Por ahora no hay ningún estándar reconocido para establecer la presencia y ausencia de anticuerpos al VIH-1 en sangre humana«.

Por otra parte, al hacer el recuento se hace gratuitamente la extrapolación de que el porcentaje de resultados positivos que se obtiene en embarazadas es aplicable a las no embarazadas, se contabiliza que existe un seropositivo por cada seropositiva y se da por sentado que todo bebé nacido de madre seropositiva es seropositivo.

Lo singular es que esta inflación de «casos estimados» por parte de la OMS se vuelve en contra de sus propios consejos de obtener financiación para administrar «cócteles» a los «VIH-seropositivos». Porque tomando por cierta su cifra, resulta que «24,5 millones de africanos infectados por el VIH” no medicados generan unos 75.000 «pacientes de SIDA» al año (es decir, un «caso de SIDA» por cada 326 «VIH-positivos») mientras que en Estados Unidos «900.000 VIH-positivos», abundantemente medicados, generan unos 45.000 «casos de SIDA» (es decir, un «caso de SIDA» por cada 20 «VIH-positivos»). Cifras según las cuales el tratamiento oficial contra el «VIH/SIDA» multiplica por más de 16 veces la posibilidad de desarrollar el SIDA. Sin comentarios.

Resumiendo, la actual predicción de que en África o en partes de África «un cuarto de la población o la mitad de los jóvenes que tiene 15 años morirá en la próxima década» tiene la misma probabilidad de cumplirse que los vaticinios hechos hace quince años: ninguna.

Como tampoco tienen base alguna los prejuicios sexuales que persisten en los blancos -a fin de poder explicar «tan altos porcentajes de transmisión heterosexual del VIH»- respecto de la supuesta orgía permanente a que se entregarían los negros. Según estudios de la multinacional de preservativos Durex, ni la promiscuidad ni el número de relaciones con la misma pareja son mayores en los países africanos. Por el contrario, el primer lugar lo ocupan los Estados Unidos, seguidos de Francia, Rusia, Australia y Alemania.

¿Y LOS «HUÉRFANOS DEL SIDA»?

Éste es, probablemente, el aspecto más desconcertante de todo lo relacionado con el VIH/SIDA.

Naturalmente, las cifras y las fotos que circulan al respecto le dejan a uno sin palabras. Pero…

Un informe de la OMS de mayo de 1991 lleva por título «El cuidado y el apoyo a niños de padres infectados por el VIH«. En él, en la página dos, aparece esta reveladora nota: «El contenido de este documento restringido no puede ser divulgado a otras personas que aquellas a las que ha sido originariamente dirigido. No puede ser distribuido ni reproducido en forma alguna y no puede ser referenciado como bibliografía ni citado«. ¿Y cuál es la causa de este secretismo? El mismo informe lo aclara: «Hay confusión sobre lo que se quiere decir con el término huérfano«. Y prosigue: «Los estudios proyectivos realizados por la OMS y los estudios realizados por otras instituciones utilizan criterios distintos. UNICEF define un huérfano como un niño cuya madre ha muerto, (pero) la OMS define un huérfano como un niño que ha perdido ambos padres o sólo la madre«.

Lo importante es que «perdido» no significa «muerto» y menos aún «muerto de SIDA» sino simplemente «ausente». Por eso el informe de la OMS añade este párrafo esclarecedor: «Uno de los aspectos embarazosos es el grado en que la ausencia de un padre es la norma en una determinada sociedad». Y llega a reconocer que hay estudios en los que «no se hace ninguna distinción sobre la causa de la orfandad, la cual en algunas áreas incluye los efectos de la guerra». Por esto afirma: «Es necesaria la estandarización de las definiciones de ‘huérfano’y de ‘huérfano del SIDA’ a fin de poder valorar con precisión la naturaleza del problema«.

El Dr. Malegapuru Makgoba, presidente del Consejo de Investigación Médica de Sudáfrica, reconoció el 4 de julio: «No tenemos ninguna cifra real acerca de los ‘casos de SIDA’ ni de los ‘muertos de SIDA’«. Con mucha mayor razón podría haber añadido «ni de la cantidad de personas ‘infectadas por el VIH’ni de los menores de 15 años llamados ‘huérfanos del SIDA»‘.

«¿DE DÓNDE PROVIENEN ESTAS CIFRAS? ¿LO SABE USTED? ¡YO NO!»

Así contestó el presidente sudafricano Thabo Mbeki a un periodista que le recriminaba «perder el tiempo impulsando un debate sobre el SIDA mientras el VIH infecta 1.500 personas cada día en Sudáfrica«. Y es la pregunta que, antes de reproducirlas en un medio de comunicación, habría que hacer a cualquier «especialista del SIDA» -en particular a los de la OMS y UNAIDS- que se permita lanzar este tipo de cifras apocalípticas.

El Dr. Charles Geshekter, profesor de Historia de África en la californiana Universidad de Chico (EE.UU.), recorrió 1.500 kilómetros durante 5 días en busca de “la epidemia de SIDA que azota Sudáfrica«. Fue a Hlabisa, la zona más afectada de KwaZulu-Natal, la provincia más afectada del país más afectado, Sudáfrica, del continente más afectado, África, por las «cepas de VIH» más virulentas del mundo, según cuentan los «especialistas del VIH/SIDA». Estuvo, pues, en el epicentro de la «epidemia mundial de SIDA». Visitó dos hospitales y numerosas clínicas, y ni una sola vez los médicos y enfermeras utilizaron la palabra SIDA. Habló con numerosas personas y la mayoría de ellas habían perdido un familiar en los últimos dos años pero ni una sola vez le dijeron que la causa de muerte había sido el SIDA sino tuberculosis, malaria, hepatitis, hambre…

Yo mismo tuve la experiencia de ir el jueves 6 de julio con un grupo de miembros del Foro Asesor sobre SIDA del Presidente Mbeki, primero a una clínica de atención primaria y luego al Hospital Universitario de Southern África (MEDUNSA), que dirige el profesor Sam Mhlongo, por ahora el único médico sudafricano públicamente crítico.

El hospital atiende a una población de cuatro millones de personas de las que sólo unas 100.000 son blancas (y raramente van a este hospital público porque tienen más salud y porque van a centros privados) y está situado en una zona pobre. A este hospital es al que la clínica envía los casos serios o que no puede solucionar de cualquier tipo de enfermedad y de dicha clínica dependen tres millones de personas, incluidos todos los habitantes de Soweto.

Pues bien, hablamos primero con varias enfermeras de la clínica y después con varios médicos del hospital, y nos contaron -entre otras muchas cosas- que no hay manera clínica de poder distinguir entre un tuberculoso y un tuberculoso «VIH-infectado» o entre un paciente de cualquiera de las 29 enfermedades metidas bajo la etiqueta SIDA y otro de la misma enfermedad con VIH/SIDA (es un único test tipo Elisa lo que marca la diferencia). Bueno, pues los profesionales de Urgencias se han manchado repetidas veces con sangre, sobre todo los fines de semana porque hay mucha violencia en esta zona, sin que nadie haya resultado infectado. Asimismo, nos explicaron que el número de enfermedades de transmisión sexual se mantiene desde hace unos años en torno al 8%. Asimismo, nos dijeron que el número de mujeres diagnosticadas como «seropositivas» había aumentado ligeramente y que muchas de ellas no volvían porque al saberlo se suicidaban…

Acabadas las visitas, el Dr. Mhlongo nos invitó a visitar el «pabellón de SIDA». Fuimos. ¡Y no había ni un solo paciente! Tomé tres fotos.

Si en el África negra en general hay un aumento en el número de enfermos y de muertos en los últimos tiempos, dejar de lado la hipótesis «VIH/SIDA» permite ver otros factores que pueden explicar lo que ocurre. Por ejemplo, en el caso de Sudáfrica, hay factores claros que influyen como:

–    El acceso al sistema sanitario desde el fin del apartheid (en 1994) de millones de negros que antes estaban excluidos no sólo de la sanidad sino incluso del censo.

–    El hecho de que las estadísticas de 1990 excluían todas las muertes ocurridas en los «homelands TBVC» negros.

–    Los accidentes y la violencia. Según declaración expresa del propio Departamento de Estadísticas de Sudáfrica el 11 de julio, estos dos factores y el anterior explican que los muertos menores de 50 años se hayan casi doblado entre 1990 y 1999, siendo gratuito atribuir el hecho al «VIH/SIDA».

–    La inmigración de numerosos africanos pobres procedentes de países cercanos (por ejemplo, sólo de Mozambique llegan unas 350.000 personas cada año).

–    El uso masivo desde 1984 de productos químicos desechados en Occidente y que, por acuerdo monopolítico especial de la industria química con el gobierno Afrikaner blanco de entonces, se empezaron a aplicar profusamente en la agricultura e industrias sudafricanas

–    El creciente número de muertos por infecciones hospitalarias debido al aumento de la resistencia microbiana.

–    El aumento del consumo de drogas.

–    El creciente número de partos por cesárea aplicada a mujeres negras que -por primera vez- van al hospital a dar a luz.

–    La falta de comida, agua corriente, colectores de residuos…; es decir, todo lo que el presidente Mbeki resume con la palabra «pobreza».

Y probablemente haya más factores. Lo importante es que esta forma de aproximarse a la realidad evita verse atrapados en el engranaje sin salida del SIDA y que, sobre todo, abre vías efectivas y relativamente económicas de acción… y de curación.

https://youtu.be/cevRXssu2gI

Lluís Botinas

Fuente; Revista Discovery Salud. Número 21 – Octubre 2000

1/03/2023