Territorio reptil

66 especies de reptiles, distribuidas en tres órdenes y 17 familias, habitan en la cuenca del río Bogotá, como babillas, basilisco, lagartija, iguana, camaleón, serpiente ciega, boa, serpiente sabanera, coral y tortugas como la charapa.

La cuenca baja vuelve a ser el mayor emporio de estos animales, con registros en municipios como Anapoima, La Mesa, Agua de Dios, Tocaima y Viotá. “24 especies son carnívoras, 23 insectívoras, una es herbívora y una omnívora. 37 son de hábitos diurnos, horas en las que realizan la termorregulación, forrajeo y actividades de apareamiento”.

La serpiente sabanera ha logrado sobrevivir en los humedales y varios municipios de la cuenca del río Bogotá. Foto: Parque Jaime Duque.

La mayoría de reptiles es terrestre, como lagartos y serpientes. La hojarasca, troncos caídos y agujeros les sirven como refugio o sitios de apareamiento. En el Libro rojo de los reptiles de Colombia aparecen animales como el lagarto Anolis inderenae en la categoría de peligro crítico de extinción, debido a la transformación total de su hábitat hacia áreas potrerizadas y los pequeños fragmentos de bosque.

La lagartija anadia de Bogotá (Anadia bogotensis) está en la categoría de vulnerable, mientras que el caimán, la iguana y la boa constrictor, están incluidas en el apéndice II de la CITES por presentar algunas amenazas.

Las tortugas charapas abundan en los territorios de clima cálido del río Bogotá. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Sobreviven peces

Por medio de encuestas con pescadores de la cuenca hidrográfica y algunos muestreos, Huitaca evidenció 23 especies de peces en la cuenca del río, agrupados en ocho familias y seis órdenes, como el pez capitán de la sabana, guapucha, carpa común, trucha de manantial, trucha fario, pez millón y trucha arcoíris.

“Muchas especies de peces han sido introducidas con fines productivos. Tal es el caso de la carpa común y la trucha arcoiris, que a pesar de su importancia como modelos productivos, han sido responsables de la pérdida de biodiversidad por competencia  y degradación de hábitats”, anota el estudio.

El pez capitán es una especie endémica de la cuenca del río Bogotá. Foto: Universidad Manuela Beltrán.

Sin embargo, una especie de gran importancia para Colombia ha sobrevivido: el pez capitán de la sabana, el bagre de mayor tamaño de aguas frías continentales y dieta principal de los pobladores de la región.

Pero las actividades antrópicas han llevado a altas disminuciones en las poblaciones de este pez, por lo cual está listado como una especie casi amenazada. La presencia de invasoras como la trucha, la contaminación de las aguas por los agroquímicos y pesticidas y la reintroducción a otros embalses y cuerpos hídricos, son sus mayores verdugos.

“Esta especie es de vital importancia, ya que además de ser endémica constituye una fuente de alimento para comunidades establecidas en el altiplano y una fuente de ingresos. Esta condición de amenaza se debe a la contaminación de fuentes hídricas, las construcciones, agricultura y la pesca indiscriminada en toda la región andina”, concluye el POMCA del río Bogotá.

El capitán de la sabana está altamente amenazado por la mano del hombre. Foto: Universidad Manuela Beltrán.

El verde de la cuenca

En la cuenca del río Bogotá, el ecosistema de páramo está presente en Guacheneque (justo en su nacimiento), los páramos de Guerrero, Altiplano Cundiboyacense, Chingaza, Rabanal-Río Bogotá, Sumapaz y Cruz Verde, al igual que en zonas de la laguna de Guatavita, laguna Verde y los cerros Mogua, Santuario Astorga y Peñas Blancas.

Aunque este ecosistema se caracteriza por la abundancia de lagunas y espesos colchones de musgos, la vegetación dominante es el frailejón de los géneros espeletia, espeletiopsis, libanothamnus y paramiflos, acompañado por otras plantas como cardos, carditos, helechos, árnicas, apios de monte, cachitos, orquídeas y valerianas.

Sumapaz, el páramo más grande del mundo, hace parte de la cuenca del río Bogotá. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Entre los árboles y arbustos típicos del páramo están romeros, chilcos, uvos de monte, mortiños, sietecueros, encenillos y chites. Las aves emblemáticas son el cóndor de los Andes y el águila de páramo.

“El pisoteo del ganado, las quemas y la eliminación de la vegetación natural causan la compactación de estos suelos y la desaparición de los colchones de musgo, y por ende el agua de los páramos”, indica el POMCA.

Los suelos del bosque alto andino están cubiertos por musgos. En el sotobosque hay aráceas con hojas en forma acorazonada, cordoncillos, silvo, manos de oso, quinas, dulumocos y uvitos de monte, mientras que el techo del bosque lo forman las copas de los arrayanes, dragos, amarrabollos, zarros, chagualos, sietecueros y varias especies de palmas.

Los quiches decoran las zonas paramunas y del bosque alto andino. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Allí habitan los osos de anteojos, guaguas lobas o capoteras, venados, armadillos, perros de monte y zorros, al igual que insectos como la mariposa espejito, polillas nocturnas, abejas, avispas, escarabajos y maría palitos. 

Este ecosistema predomina en sitios como la reserva forestal El Choque, la laguna de Pedro Palo, los cerros orientales, los cerros Entrenubes, La Conejera, Suba y las Mercedes, el nacimiento del río Subachoque, embalse de Neusa, cerro Manjuí, embalse del Sisga, Sesquilé, embalse San Rafael, embalse Tominé, cuchilla de Peñas Blancas y la vereda Llano Grande en Tabio.

Zonas como la laguna Peña Negra, los ríos Bahamón, Apulo, Lindo, Calandaima y Curí, la cuchilla de Peñas Blancas y de Subía, la reserva forestal Peñas Blancas y el cerro Manjuí, son gobernadas por el bosque andino, el reino por excelencia de las bromelias y orquídeas. 

Los bosques alto andinos hacen presencia en la laguna de Pedro Palo, ubicada en Tena. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Se ubica entre los 2.800 y los 3.200 metros sobre el nivel del mar, con árboles de más de 12 metros como chilco, mora, tomate de árbol, lulo, helecho, nogal, yarumo negro, sietecueros, palma boba, curubo, borrachero, aliso, trompeto, roble, pegamosco, gaque, mano de oso, sangregado, arrayán, olivo y chilco.

En las zonas más calurosas de la cuenca, el ecosistema predominante es el bosque seco tropical, bioma que pasa por una larga estación seca y que no sobrevive en más de un millón de hectáreas en todo el país.

La vegetación del bosque seco se caracteriza por estar adaptada al déficit de agua, por lo cual cuenta con estrategias como la pérdida de hojas durante la época de sequía. Sus árboles presentan modificaciones físicas como cortezas de troncos lisas y presencia de aguijones o espinas.

Agua de Dios es uno de los municipios con mayor cantidad de bosque seco tropical. Foto: Jhon Barros.

Para el caso específico de la cuenca del río Bogotá, este bioma cubre apenas 55.134 hectáreas, es decir 9,3 por ciento de toda el área. Está presente en forma de relictos en municipios como Anolaima, Agua de Dios, Anapoima, Cachipay, El Colegio, Girardot, La Mesa, Apulo, Ricaurte, San Antonio del Tequendama, Tena y Tocaima.

Entre las especies más representativas están el cedro, mata ratón, caracolí, diomate, jobo, guanábano, vainilla, palma real, totumo, gualanday, roble amarillo, ocobo, ceiba, balso, palo de la cruz, papaya, yarumo, caucho, chaparro, orejero, siete cueros, arrayán, guadua y guásimo.

El bosque seco le brinda hogar y alimento a la taira, armadillo, ñeque, venado soche, ocelotes, mapache, chucha, zorro, rana flecha, caimán agujo, nutria de río, zarigüeya lanuda y numerosas especies de mariposas, anfibios y reptiles.

https://sostenibilidad.semana.com/actualidad/articulo/un-emporio-de-biodiversidad-oculto-entre-la-contaminacion/51101

5/12/2020