“Alrededor del 97 por ciento de las 50.000 hectáreas de humedales que existían en la sabana de Bogotá a principios de este siglo, ya desaparecieron. En la actualidad, los pocos humedales presentan altos niveles de contaminación y fragmentación, por lo cual la tingua pico verde desapareció del humedal La Florida”, revela el documento.

El cóndor de los Andes ha mermado su población por la deforestación y la cacería. Foto: Parque Jaime Duque.

El loro orejiamarillo se distribuye en las tres cordilleras de Colombia y en el noroccidente de Ecuador, por lo que se considera casi endémica del país. Construye sus nidos en las palmas de cera, otra especie bastante afectada por ser la materia prima de los ramos de Semana Santa. 

Está clasificada en peligro de extinción debido a su pequeña población de individuos maduros. Ha sufrido una considerable pérdida y fragmentación del hábitat, entre 90 y 93 por ciento de los bosques montanos en Colombia. La mortalidad acelerada de la palma de cera tiene al loro orejiamarillo en jaque.

Por su parte, 50 especies hacen parte de la convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora (CITES), como el cóndor andino, halcón peregrino y loro orejiamarillo.

22 especies son usadas por la comunidad para fines alimenticios, como pavas, patos de la familia Anatidae y el pato aguja. Otras son capturadas para convertirse en mascotas, como loras, pericos, canarios y turpiales. El cóndor andino es objeto de cacería, supuestamente por representar algún peligro para los animales domésticos.

Los pericos son capturados para ser vendidos como mascotas. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Los de cuatro patas

Recorridos libres por caminos, senderos y trochas, observación de huellas, heces, madrigueras y marcas, y una revisión literaria, permitió concluir que en la cuenca del río Bogotá hacen presencia 76 especies de mamíferos de 28 familias y 12 órdenes, es decir 16 por ciento de las reportadas para Colombia. 

Los órdenes con mayor número de registros corresponden a roedores (32,9 por ciento), murciélagos (21,1 por ciento), carnívoros (18,4 por ciento) y marsupiales (7,9 por ciento).

Los murciélagos son unos de los mamíferos más representativos en la cuenca del río Bogotá. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

En este listado aparecen animales como el venado cola blanca, zorro perruno, tigrillo, perro de monte, comadreja, cusumbo, oso andino, murciélagos, armadillo, fara, zarigüeya, ratones, musaraña, conejo de monte, tapir, perezoso, hormiguero, mono aullador, mono nocturno, curí, borugo, ñeque, puerco espín y ardilla.

Cachipay y La Mesa, municipios de la cuenca baja, obtuvieron la mayor cantidad de observaciones, zonas que aún cuentan con grandes extensiones de bosque húmedo subandino que ofrecen alimento y refugio a los mamíferos.

20 especies de mamíferos se alimentan de frutas, 12 son omnívoras y 11 carnívoras. El grupo de los frugívoros está conformado por murciélagos y roedores, animales claves en la dispersión de semillas en lugares degradados. 

La musaraña de Thomas ha sido registrada en el humedal La Conejera. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

 “65,7 por ciento de los mamíferos terrestres y voladores presenta hábitos nocturnos. En la cuenca del río Bogotá, el hábito más común en los mamíferos es el terrestre, con 52 por ciento, mientras que 40 por ciento presenta hábitos arbóreos. La mayoría son animales solitarios; el único momento en el que un individuo tolera la presencia de otro es durante la reproducción”.

El bosque denso, los bosques fragmentados y la vegetación secundaria, fueron los sitios donde más se registró la presencia de mamíferos, además de algunas zonas abiertas con presencia de cultivos.

El ratón patinegro, la musaraña, el ratón de campo y el puerco espín, son las cuatro especies de mamíferos endémicos de la cuenca del río Bogotá. Por su parte, sólo el murciélago ceniciento fue identificado como la única especie con comportamiento migratorio en la zona.

El oso de anteojos o andino hace presencia en las zonas más altas de la cuenca. Foto: zoológico Santa Cruz.

De las 76 especies de mamíferos, 15 cuentan con algún grado de amenaza, como vulnerables, casi amenazadas y en peligro, como el tigrillo, oso andino, pacarana, mono nocturno y puerco espín.

Para el mono nocturno, la mayor amenaza es la destrucción del hábitat para realizar cultivos. Esta especie también es capturada para hacer investigaciones médicas. En el mundo, hay menos de 1.000 individuos maduros. 

El tigrillo es una especie en estado vulnerable por la caza indiscriminada del pasado para la comercialización de su piel. Sin embargo, hoy en día siguen cazándolo por ser considerado un depredador de especies domésticas y también merma su población por la deforestación.

En las zonas de climas cálidos hace presencia el tigrillo. Foto: Mauricio Sánchez.

El oso andino, endémico de los Andes tropicales, es la única especie existente de oso en América del Sur, categorizado como vulnerable por la reducción considerable del bosque y la cacería como retaliación de los campesinos por atacar al ganado. Por su parte, el tapir, que se distribuye por los Andes de Colombia hasta el extremo norte del Perú, está clasificado en peligro de extinción.

Una de las especies que hacía mayor presencia en la cuenca del río Bogotá era la nutria neotropical, la cual migró hacia otros territorios debido a la contaminación del río y sus lagunas, ya que se quedó sin su principal alimentación: los peces y cangrejos.

Este mamífero, catalogado como vulnerable, fue captado en 2018 por las cámaras trampa de la Fundación Omacha y la CAR cerca a la desembocadura del río Bogotá, en inmediaciones del municipio de Ricaurte.

La nutria neotropical abundaba en varios territorios de la cuenca. Hoy poco se ha dejado ver. Foto: Fernando Trujillo.

El mundo anfibio

En la cuenca del río Bogotá hay potencialmente un total de 55 especies de anfibios, distribuidas en tres órdenes y 12 familias, como la rana arlequín, sapo, rana de cristal, rana marsupial, rana sabanera, salamandra y cecilia, principalmente en sitios como La Mesa, Anapoima, Viotá, Tocaima y Agua de Dios.

Estos anfibios son insectívoros, con gran apetito por los artrópodos. El sapo gigante es la única especie omnívora, la cual se alimenta de pequeños vertebrados. 29 especies de anfibios son endémicos de la cuenca del río, de los cuales 21 corresponden a la familia de los craugastóridos y seis a la de los dendrobátidos.

La rana sabanera habita en varios humedales de la cuenca media y baja del río Bogotá. Foto: Parque Jaime Duque.

La gran mayoría de estos anfibios prefiere hábitats como los bosques densos. Algunos presentan tolerancia a la perturbación antrópica y viven en gran variedad de hábitats, incluyendo zonas de uso agrícola y áreas urbanas.

Nueve especies de anfibios están en la categoría de vulnerable a la extinción, dos en peligro y siete críticamente amenazados. “Muchas de sus poblaciones están experimentando declives poblacionales por la destrucción, alteración y fragmentación de los los hábitats, al igual que la llegada de especies introducidas, el cambio climático, la radiación ultravioleta y los contaminantes químicos”, afirma el POMCA.

La rana toro es una especie exótica introducida que tiene en peligro a los otros anfibios. Foto: Pixabay.

La rana toro es el más claro ejemplo de introducción de especies, la cual llegó a Colombia en la década de los 80 promocionada por el SENA y otras instituciones en proyectos de ranicultura. “La dieta de esta rana está compuesta por varias especies de anfibios y reptiles autóctonos. Además, es responsable de la dispersión de enfermedades como el hongo Batrachochytrium dendrobatidis, uno de los responsables de muchas extinciones y disminuciones poblacionales de anfibios”.

Otra especie introducida es la trucha arcoiris, reportada en varios afluentes y embalses de la cuenca del río Bogotá, la cual disminuye la riqueza de fauna nativa y altera la producción primaria y los ciclos de los nutrientes.