La farsa de la Covid-19, Fraudes y falsedades en el ámbito médico

Las mascarillas no son eficaces y además son peligrosas para la salud

¿Sabía que España es el único estado europeo que obliga a sus ciudadanos a llevar mascarilla por la calle? En la mayoría solo se recomienda utilizarlas -aunque haya algunos países, como Alemania, en los que sus ciudadanos siguen los consejos y se las ponen masivamente- mientras en otros lo que se recomienda es lo contrario: no usarlas. En cualquier caso lo importante es saber si las mascarillas de todo tipo que hoy se comercializan sirven realmente para algo o son un auténtico sinsentido porque no protegen y encima perjudican la salud, muy especialmente en el caso de los niños. Analicémoslo en detalle.

Vamos a ser claros desde el principio: las mascarillas que se usan en todo el mundo para el SARS- CoV-2 no protegen a quienes las llevan, aunque sirven para evitar que la mayor parte -no todas- de las partículas procedentes de las fosas nasales y la boca de quien tiene fiebre, habla muy cerca, tose o estornuda lleguen a otros. Ponérsela pues para evitar el contagio propio es inútil. Tanto como ponérsela si se está sano y no se tose o estornuda. Obligar a ponérselas pues a cientos de millones de personas es una imposición arbitraria y carente de sentido que no se justifica médicamente. Además las mascarillas -todas- son peligrosas; pueden perjudicar la salud -a veces de forma grave- como numerosos estudios demuestran.

En España las aprobadas son de tres tipos:

-Las higiénicas: recomendadas para las personas sanas, niños incluidos.

-Las quirúrgicas, para las personas enfermas.

-Los equipos de protección individual o EPt. para «personas en contacto directo con el virus» lo que incluye tanto a las que tienen síntomas» como a las «asintomáticas positivas». Es decir, se da por hecho que todo «asintomático» que da positivo a una PCR puede contagiar a otros aunque no esté enfermo.

Tiene el documento oficial en;

https://www.mscbs.gob.es/profesionales/saludPublica/ccayes/alertasActual/nCov/documentos/030520_GUIA_COMPRA_MASCARILLAS.pdf).

¿Y es así? ¿Puede alguien sin síntomas de enfermedad contagiar a alguien? Jamás se había aceptado antes esa posibilidad pero las reglas para el SARS-CoV-2 son -inexplicablemente- distintas que para los demás patógenos. Y no se trata de una posición científicamente fundamentada como lo demuestra que en todos los documentos y declaraciones sobre contagio se habla de que «es posible» o de «presunta transmisión». Nadie osa afirmarlo sin más para no verse el día de mañana en problemas.

Como muestra un botón: el pasado 5 de marzo se publicó en New England Journal of Medicine un artículo en el que se decía: «Fue imposible determinar si la trasmisión viral se debió al contacto de los casos secundarios con el caso índice (asintomático) o al contacto con algún otro infectado de la comunidad que tenía síntomas» (https://www.nejm.org/doi/pdf/10.W56 /NEJMc2001468?artic!e Tools=true).

Cabe añadir que las mascarillas higiénicas no se consideran «producto sanitario», se recomienda no utilizarlas más de cuatro horas seguidas y se indica que su “respirabilidad‘ es inferior a 60 Pa/cm2. ¿Y qué significa eso? La «respirabilidad» es la fuerza que hay que hacer para que nos llegue el aire y no todas cumplen los criterios adecuados. La respirabilidad de las mascarillas que se venden en la web iberomed por ejemplo es de 77 Pa/cm2 y eso sobrepasa lo recomendado. Las quirúrgicas sí son producto sanitario pero al igual que las higiénicas solo protegen a quienes están alrededor cuando quien la lleva habla, tose o estornuda y tampoco se recomiendan más de cuatro horas. Los EPI en cambio -las denominadas FFP1. FFP12 v FFP13- sí protegen a quienes las usan.

EPI en cambio -las denominadas FFP1, FFP12 y FFP13- sí protegen a quienes las usan.

Todo ello siempre que se utilicen correctamente, algo que casi nadie hace ya que la gente en general no se las ajusta bien, las toca constantemente para subírselas o bajárselas sin lavarse las manos, las dejan en cualquier sitio, las llevan colgadas de la oreja, la muñeca o pegadas a la ropa, las meten en bolsos o bolsillos sin protección… El propio ministro Salvador Illa tuvo que soportar en el Parlamento que un diputado le explicara cómo guardar la mascarilla al ver que no sabía hacerlo correctamente.

Es todo bastante grotesco. De hecho hoy la mayoría de la gente no utiliza ninguno de los tres tipos citados sino mascarillas caseras de los más variados materiales -sobre todo de tela lavable- que solo sirven para filtrar polvo o bacterias, no virus. Y no hablemos ya de la inutilidad de los gorros con plástico transparente frontal abierto o de las gafas de buceo…

Es importante recalcar asimismo que, a pesar de lo que dice la guía del ministerio muchos profesionales entienden que recomendar a alguien el uso de una mascarilla es un «acto médico» y por tanto la norma que obliga a llevarla a toda la población es ilegal y además viola el derecho al consentimiento informado del paciente al que debería comunicársele por escrito y éste firmarlo.

Por otra parte, el ministerio ya no habla de «contactos de riesgo» sino de «contactos estrechos», dato relevante porque aún hay quien cree que puede contagiarse cruzándose brevemente con alguien en la calle o el supermercado. El propio ministerio aclara que eso solo puede pasar si se trata de alguien que cuida a un enfermo o está en el mismo lugar que él a menos de dos metros y durante más de 15 minutos (en otros documentos oficiales se habla de media hora e incluso de una hora).

LAS MASCARILLAS NO SIRVEN DE NADA

Como el lector no tiene por qué creernos sin más vamos a dar algunos datos que apoyan lo que decimos:

1) La inmensa mayoría de quienes se han infectado llevaba mascarilla. Se reconoce en un estudio de los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) de Estados Unidos publicado el pasado 11 de septiembre.

2) Las mascarillas no filtran partículas de tamaño inferior a 200 nanómetros (0,2 micras) y el tamaño estándar de un coronavirus es de 100 nanómetros. Lo ha constatado un reciente estudio realizado en Corea del Sur.

3) La eficacia de las mascarillas la ponen en duda hasta organismos de prestigio. El Ministerio de Salud de Japón reconoce lo siguiente: «La eficacia de usar mascarilla para evitar contagiarse del virus es limitada. En espacios confinados y mal ventilados puede ayudar a evitar las gotas emitidas por alguien, pero a! aire libre no es eficiente«. El servicio de salud de Reino Unido dice por su parte que «las mascarillas juegan un papel muy importante en los hospitales, pero hay muy poca evidencia de su beneficio para el público en general«, el Ministerio Federal de Salud alemán dijo que «no hay pruebas suficientes para demostrar que el uso de una mascarilla quirúrgica reduzca significativamente el riesgo de una persona sana de infectarse mientras la usa» y los CDC estadounidenses «no recomiendan que las personas sanas usen mascarilla para protegerse de enfermedades respiratorias, incluida la Covid-19«.

4) Las mascarillas quirúrgicas y las de algodón no evitan que los virus salgan. Toser con o sin esas mascarillas delante de unas placas de cultivo para virus es indiferente ya que no hay diferencias significativas. Lo llamativo es que además, hay más contaminación en la parte externa de las mascarillas que en la interna porque el usuario la toca contantemente. Su ineficacia la ha demostrado un reciente estudio.

5) Los virus traspasan fácilmente tanto las mascarillas quirúrgicas como la N95 equivalente a la FFP2 europea. Lo demostraron dos estudios publicados en 2008.

6) Las mascarillas médicas de dos y tres capas dejan pasar el 97% de las partículas virales. Lo comprobó un estudio australiano realizado en 2015 en varios cientos de trabajadores sanitarios.

7) La OMS solo recomienda usar mascarillas a quienes cuidan enfermos o tienen síntomas. Es clara y rotunda en su propia web: «No se ha demostrado que el uso de mascarillas (tanto médicas como de otros tipos) en un entorno comunitario por personas sanas evite la trasmisión de virus respiratorios incluido el de la Covid-19«.

Terminamos este apartado indicando que el Centro de Control de Enfermedades Europeo (ECDC) no se pronuncia claramente sobre el uso obligatorio de mascarillas pero sí advierte que «algunos grupos de población (por ejemplo, niños) y personas con enfermedades respiratorias crónicas no toleran bien las mascarillas faciales»

DAÑOS Y PELIGROS DE LAS MASCARILLAS

En suma, la eficacia de las mascarillas es muy escasa y encima tiene riesgos de los que las autoridades hablan poco o nada; y es que está constatado que el uso continuado de mascarillas provoca hipoxia y aumenta las pulsaciones. La hipoxia provoca a su vez una disminución de Na/K/ATPasa por endocitosis incrementando la concentración de moléculas de Ca2+ y provocando pérdida de iones y moléculas de energía, ATP. Esto es lo que puede leerse en un trabajo reciente: «Nuestro estudio reveló una disminución de la saturación de oxígeno así como de las pulsaciones arteriales (Sp02) y un ligero aumento en la frecuencia del pulso en comparación con los valores preoperatorios. En todos los grupos de cirujanos»

Así se pronuncia el estudio que referenciamos a continuación: «Proporcionamos evidencias de que la hipoxia disminuye la actividad de Na, K, ATPasa en AEC al desencadenar su endocitosis a través de la ROS mitocondrial y la fosforilación mediada por PKC-zeta de la subunidad alfa (1) de Na, K, ATPasa».

La endocitosis provoca a su vez la degradación de moléculas de glucosa disminuyendo el nivel de energía celular del organismo. Así se recoge en el estudio que igualmente referenciamos: «Una familia de transportadores de glucosa facilitadores, GLUT, es responsable del transporte de glucosa desde la sangre a las células. Los 14 GLUT diferentes varían en su expresión de tejido y parámetros de transporte intrínsecos, como el número de rotación. Aquí discutimos la contribución de la endocitosis de dos de ellos, GLUT1 y GLUT4, a la regulación del transporte de glucosa«.

La hipoxia hace caer el pH intracelular haciendo que los transportadores de membrana expulsen iones de lactato e hidrógeno al exterior de la célula provocando ello la formación de ácido láctico.

En suma, tiene lugar una cadena de efectos que desemboca en pérdida de energía celular y de oxígeno en sangre provocando un debilitamiento continuado y la atenuación de los sentidos así como deficiencia de la respuesta inmune.

A lo dicho cabe añadir que el uso prolongado de una mascarilla puede llevar a una inhalación excesiva de dióxido de carbono (CO2) que provoque mareos, pérdida de consciencia y hasta la muerte. Así lo comprobó un estudio japonés hecho hace ya 31 años: «Los hallazgos muestran excesivo dióxido de carbono (CO2) que provoque mareos, pérdida de consciencia y hasta la muerte. Así lo comprobó un estudio japonés hecho hace ya 31 años: «Los hallazgos muestran que la causa de la muerte al respirar altas concentraciones de C02 no es la hipoxia sino el envenenamiento por CO2«.

Agregaremos que un reciente estudio finalizado en Alemania podría tener consecuencias legales imprevisibles incluyendo demandas por parte de millones de personas. La directora del trabajo, Daniela Prousa, afirma que «el hecho de que el 60% de las personas hayan experimentado graves consecuencias psicosociales, como una participación muy reducida debido a los esfuerzos por evitar las mascarillas, el aislamiento social, la reducción del autocuidado que agrava problemas de salud como trastornos de estrés postraumático, herpes y migrañas superó las expectativas del examinador» Prousa añade que la mascarilla puede allanar el camino a fuertes reacciones de estrés pisco-vegetativo.

Por su parte, la psicóloga Kassel Antje Ottmers declara en un informe que “muchos psicólogos han notado cambios en la experiencia subjetiva de sus pacientes, en su percepción de la identidad y un aumento de claustrofobias, traumas provocados por la coerción y sentimientos de impotencia que han dado lugar a autolesiones masivas y depresión» (el artículo puede consultarse en https://corona-transition.org/der-maskenzwang-ist-verantwortlich-fur-schwere-psychische-schaden- und-die).

N95: LA MASCARILLA MÁS PELIGROSA

El conocido Dr. Russell Blaylock, neurocirujano de la Universidad Médica de Carolina del Sur (EE.UU), publicó recientemente un artículo del que se han hecho eco numerosos medios de todo el mundo en el que asevera: «Las máscaras faciales plantean riesgos serios para la gente sana. Hace que los virus exhalados no puedan escapar, se concentren en las fosas nasales, entren en los nervios olfativos y lleguen hasta el cerebro» Concretamente al área que se ocupa de la memoria. Y añade que la mascarilla N95es aún más peligrosa que la quirúrgica si se usa durante horas como hacen muchos trabajadores. Puede reducir la oxigenación en sangre hasta en un 20% y hacer perder la consciencia, algo que ya ha causado accidentes automovilísticos.

Son además, según afirma, riesgos que aumentan exponencialmente en personas con enfermedad pulmonar obstructiva crónica, enfisema, fibrosis pulmonar y cáncer de pulmón o que se hayan sometido a cirugía pulmonar. De hecho la hipoxia se ha relacionado con el cáncer, la arteriesclerosis y, en general, con todas las enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares. Y Blaylock agrega que deteriora el sistema inmune al inhibir la producción de los linfocitos T que combaten los virus haciendo a uno más vulnerable a las infecciones.

Eso desde un punto convencional, ya que según el inmunólogo suizo Alfred Hássig y el médico alemán Heinrich Kremer los linfocitos T no combaten microbios porque su misión es la de reciclar y renovar las células que perdemos cada día. Y si es así la pérdida de linfocitos T provocaría un estrés celular que podría llegar a ser muy grave y, en casos extremos, mortal.

DAÑOS NEUROLÓGICOS

La neuróloga Margaret Griesz-Brisson -directora de la London Neurology & Pain CUnic y miembro de la Academia Americana de Neurología y de la Federación Europea de Sociedades Neuroiógicas– ha trabajado como forense en Gran Bretaña, Noruega, Alemania, Suiza y Estados Unidos y explica lo siguiente sobre la hipoxia cerebral: «Si falta oxígeno hay células nerviosas -sobre todo en el hipocampo- que no sobreviven más de tres minutos. Sus síntomas agudos son dolor de cabeza, somnolencia, mareos, problemas de concentración y tiempos de reacción lentos. En otras palabras, limitaciones en el funcionamiento cognitivo«. Pues bien, asevera que llevar mascarilla mucho tiempo implica someterse a una privación de oxígeno crónica a la que el cuerpo intenta adaptarse y los síntomas desaparecen ¡pero el daño continúa! «Sabemos que las enfermedades neurodegenerativas avanzan de años a décadas. Eso significa que si olvidas tu número de teléfono hoy la degradación del cerebro comenzó hace 20 o 30 años. Bueno, pues puedes creer que te has acostumbrado a la máscara y a tu propio aire exhalado pero los procesos degenerativos en el cerebro continuarán produciéndose«. Y añade: «Las células nerviosas no se dividen y si el gobierno no nos permite volver a respirar oxígeno en unos meses las células nerviosas perdidas no se recuperarán. Lo que se fue, se fue«. Tras lo cual diría: «Yo no uso mascarilla. Necesito que mi cerebro piense. Quiero atender a mis pacientes con la cabeza y la mente claras, no bajo narcosis por dióxido de carbono«.

En suma, es evidente que lo que la vigente ley de riesgos laborales (20) está haciendo no es proteger a los trabajadores al obligarles a llevar mascarillas -en particular la N95- durante horas -incluso realizando trabajos de gran esfuerzo físico- sino atentar contra su salud.

LOS MOTIVOS NO SON MÉDICOS

¿Cree aún el lector tras lo que hemos explicado que se justifica el uso obligatorio de mascarillas, especialmente entre los niños y las personas sanas? ¿De verdad cree que se trata de medidas sanitarias médicamente justificadas y no de carácter exclusivamente político? Porque a estas alturas son muchas las personas que ya tienen claro que el objetivo de las autoridades con ellas no es proteger a la población. Lo que se pretende es: –Generar miedo. Las mascarillas hacen visible el miedo, lo escenifican, permiten visualizarlo allá donde uno vaya, lo trasmiten en el trato diario, lo convierten en una imagen clara y nítida que envía un mensaje inmediato a todo el que contempla una figura humana irreconocible, un rostro oculto que se acerca y te mira mientras estás ingresado en un hospital y te hace preguntar si se trata de alguien que te teme y se protege o de alguien que quiere protegerte porque tiene miedo de trasmitirte algo maligno. El miedo es irracional y las mascarillas lo perpetúan y multiplican de forma emocional v descontrolada.

Conseguir la sumisión. Las mascarillas dejan claro quién manda y quién obedece. Materializa la obediencia incluso para aquellos que han buscado un certificado médico que les exima porque también se han sometido a la autoridad que tiene la potestad de liberarte de la máscara.

Reforzar el dogma de que estamos ante una pandemia. El mero hecho de llevar mascarilla y ver cómo otros la llevan contribuye a interiorizar la idea del miedo a una infección, al contagio, al contacto, a la posibilidad de que el mal se extienda. Refuerza la creencia de que existe un peligroso virus que es la causa de todo y que nadie asuma que puede haber otra causa.

Asegura un gigantesco negocio. La convicción de que la única manera de salir de esta situación es encontrar un fármaco o una vacuna ha sido introducida de forma reiterada en las mentes de la población que la ha asumido acríticamente. Y al negocio de los test, las mascarillas, los termómetros, los guantes, los geles y otros muchos productos se unirá el de las vacunas y fármacos. Por inútiles e ineficaces que sean cientos de millones de personas accederán para así intentar superar el miedo que se les ha inculcado.

Incomunicación, segregación y deshumanización. Ignoramos si ya se están haciendo estudios sociológicos sobre la falsa pandemia y sus consecuencias pero, es evidente que las mascarillas contribuyen a incomunicar o dificultar enormemente la comunicación así como a segregar, apartar y discriminar como apestados a quienes no las usan contribuyendo más a la deshumanización de la sociedad.

¿CRIMEN DE LESA HUMANIDAD?

Terminamos recordando que la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre del Código Penal establece en su artículo 174.1 lo siguiente: «Comete tortura la autoridad o funcionario público que, abusando de su cargo y con el fin de obtener una confesión o información de cualquier persona o castigarla por cualquier hecho que haya cometido o que se sospecha que ha cometido o por cualquier razón basada en algún tipo de discriminación, la sometiere a condiciones o procedimientos que por su naturaleza duración u otras circunstancias le supongan sufrimientos físicos o mentales, la supresión o disminución de sus facultades de conocimiento, discernimiento o decisión o que, de cualquier otro modo, atenten contra su integridad moral«.

Y añade en el artículo 173: «El que infligiera a otra persona un trato degradante menoscabando su integridad moral será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años. Con la misma pena serán castigados los que, en el ámbito de cualquier relación laboral o funcionarial y prevaliéndose de su relación de superioridad, realicen contra otro de forma reiterada actos hostiles o humillantes que sin llegar a constituir trato degradante supongan grave acoso contra la víctima».

Pues bien, recordemos lo que la OMS dice sobre el uso de las mascarillas y lo que agrega en cuanto a los niños: «No es recomendable que los niños se pongan la mascarilla mientras practican deportes o actividades físicas como correr, saltar o jugar en el patio de recreo«. Sin embargo basta asomarse hoy a los patios de recreo de colegios e institutos para comprobar que en España se les obliga a llevar mascarilla no solo en clases y pasillos -en muchos casos tomando medidas duras y humillantes contra quienes se destapan la nariz unos segundos- sino durante el recreo e incluso en las clases de gimnasia. Se trata de una decisión irracional, ilegal, acientífica, no justificada médicamente y socialmente nauseabunda. Es más, si no se ataja cuanto antes podemos empezar a ver en breve situaciones dramáticas. Ya han muerto dos niños en China mientras hacían deporte con mascarilla y se asegura que otros dos en Alemania. ¿Hasta cuándo va a soportar la sociedad tamaña aberración?

Jesús García Blanca

Fuente; Revista Discovery Salud. Número 242 – Noviembre 2020

7/05/2022