Las inexistentes variantes del SARS-CoV-2
Llevamos explicando desde marzo de 2020 que nadie ha demostrado científicamente la existencia del SARS-CoV-2 y durante el año y medio transcurrido desde entonces hemos aportado pruebas y argumentos rigurosos que así lo indican. Es más, hemos publicado una extensa y esclarecedora entrevista con el prestigioso biólogo alemán Stefan Lanka y un resumen detallado de sus investigaciones en las que explica que toda la Virología se basa en un error de interpretación, que no existen virus patógenos infecciosos, que es pues imposible que el famoso coronavirus exista y, por tanto, que no pueden existir «variantes» causadas por supuestas mutaciones; ni del coronavirus del que tanto se habla ni de ningún otro virus. Analicémoslo.
Oficialmente se afirma que el virus SARS-CoV-2 al que se achaca la Covid-19 ha mutado mucho en poco tiempo aunque habría solo cuatro variantes «preocupantes» bautizadas como Delta, Alfa, Gamma y Beta (las cuatro primeras letras del alfabeto griego). La primera es hoy la más común en muchos países y se considera el doble de contagiosa que las otras además de ser capaz de causar una enfermedad más grave. Argumento gratuito que ha permitido grandilocuentes titulares y numerosos artículos sensacionalistas a los grandes diarios y revistas del mundo y muchas horas de televisión a las cadenas generalistas que, gracias a ello, pudieron volver a atizar el miedo en la sociedad -a veces más bien pánico- aunque se ha aplacado hoy bastante porque mucha gente está ya harta de noticias falsas y medidas disparatadas y contradictorias. Y eso que ahora se advierte que la variante Delta puede contagiar también a los vacunados (¿por qué están tan callados los que decían que las vacunas inmunizan?), la Gamma y Beta reducir la efectividad de los tratamientos al generar el organismo menos anticuerpos y la variante Alfa trasmitirse con mayor facilidad siendo igualmente mayor el riesgo de hospitalización y muerte.
Esta es la situación, dominada una vez más por una cobertura intencionadamente catastrófica que vuelve a alimentar y extender el miedo. Ahora bien, ¿se están utilizando las «variantes» para justificar el evidente fracaso de las mal llamadas «vacunas Covid»? Porque en Israel, uno de los países con más vacunados, los «expertos» comienzan a decir que probablemente se necesite ¡una cuarta dosis! Y eso que la decisión de poner a algunas personas en Estados Unidos una tercera dosis ya llevó a dos altos cargos de la FDA estadounidense a dimitir y publicar en The Lancet un artículo contrario a ello (puede leerlo en https://www.thelancet.com/journals/lancet/article /PIIS0140-6736(21)02046-8/fulltext) que no debe haber sentado muy bien a dos de los principales impulsores de esta farsa: Neil Ferguson -responsable de los encierros a escala mundial- y Anthony Fauci, Director de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos.
En junio de este año la BBC británica ya emitió un reportaje en el que se preguntaba irónicamente si iban a seguir apareciendo constantemente variantes «cada vez más peligrosas» (https://www.bbc.com/mundo/noticias-57453051). El reportero de salud y ciencia de la famosa cadena, James Gallagher, decía en él con sorna: «En su primera variante el nuevo coronavirus consiguió iniciar una pandemia devastadora pero ahora está aprendiendo el trabajo». Y en el mismo tono jocoso se expresaba la viróloga del Imperial College Wendy Barclay al hablar de ello: «Se instalan y luego se lo pasan genial». El investigador de la Universidad de Oxford, Aris Katzourakis, califica por su parte de «tontería» intentar poner siquiera límite al número de posibles variantes: «Puede haber fácilmente más saltos en la trasmisión durante los próximos dos años».
Ahora bien, ¿de qué hablan exactamente científicos y periodistas cuando utilizan el término «variantes»? ¿Cómo se supone que se detectan y se establece dónde aparecen y a quiénes afectan? Más aún: ¿tiene sentido hablar de «variantes» víricas cuando la propia existencia de virus infecciosos está hoy en entredicho aunque nadie quiera hablar en público de ello?
¿A QUÉ LLAMAN «VARIANTES» LOS VIRÓLOGOS?
Comencemos explicando qué entiende por «variante» un virólogo. Los investigadores españoles Gamero de Luna y Gamero Estévez enviaron recientemente una carta al Director de la revista Medicina de Familia (https://www.elsevieres/es-revista-medicina-familia-semergen-40-avance- resumen-mutaciones-variantes-cepas-sars-cov-2-S1138359321000320) en la que hablan precisamente de la confusión que reina actualmente entre los propios especialistas sobre términos como «variante», «mutación» o «cepa», algo que ya comentaron en 2012 en un artículo anterior publicado en Nature Public Health Emergency Collection (puede leerlo en https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3535543/). En él advierten asimismo de la «confusión total» que provoca el hecho de que se utilicen incluso diferentes criterios para denominar a una misma familia de virus, lo que se suma a la circunstancia de que las tecnologías y procedimientos de secuenciación se han abaratado y eso hace que cada vez sean más numerosas las comunicaciones a las bases de datos dificultando así el proceso de consenso.
Pues bien, en lo que se refiere al tema que nos ocupa los autores dicen: «Desafortunadamente no existe una definición universalmente aceptada para los términos «cepa», «variante»y «aislado» en la comunidad virológica. La mayoría de los virólogos simplemente copia de otros el uso de esos términos».
Luego, a fin de no aumentar más la confusión, renuncian a proponer nuevos términos pero hacen algunas aclaraciones muy significativas. Dicen por ejemplo: “Un virus, una cepa, una variante o un aislado siempre se refieren a poblaciones, no a entidades físicas individuales, por lo que sus descripciones se basan en propiedades medias». Y añaden: «Así, por ejemplo, la secuencia de un aislado es una secuencia de consenso de la población de genomas presentes en ¡a muestra analizada». Dicho de otro modo: no hay virus individuales sino unos fragmentos de información genética diferentes entre sí de forma que, ¡por consenso!, se establece una secuencia media y se presenta como tal o cual virus.
Más adelante los autores comentan: “Van Regenmorte! definió una variante de virus como un aislado o un conjunto de aislamientos cuyas secuencias genómicas (decididas por consenso) difieren de las de un virus de referencia; es decir, el término variante a menudo equivale a mutante».
Posteriormente, hablando de los filovirus -que según las clasificaciones oficiales pertenecen al mismo reino, grupo y dominio que los coronavirus-, los autores establecen esta definición: «Una variante de filovirus natural es un filovirus natural que difiere en su secuencia de consenso genómico de la de un filovirus de referencia en más o menos un 10%». Para poner en perspectiva esta definición conviene recordar que esa es precisamente la diferencia entre el genoma de un humano y el de un cerdo o un gato. Y recordemos que nuestra diferencia genómica con un gorila es inferior al 3% y con un chimpancé del 1%. Es decir, para los virólogos son solo «ligeramente diferentes» dos variantes de un mismo virus cuando en realidad difieren ¡tanto como nuestro genoma difiere del de un cerdo o un gato!
Los medios de comunicación se limitan a explicar al público que las «variantes» se producen cuando en un organismo infectado, los virus al reproducirse cometen «errores de copia» (lo que técnicamente se denomina «mutación») y cambia su código genético. Y cuando se producen muchas «mutaciones» se considera que se está ante otra «cepa» del virus. El SARS-CoV-2 sería pues una «cepa» de la familia de los coronavirus. Y si los cambios son pocos entonces se habla de «variantes». En el caso del SARS-CoV-2 se estima de hecho que hay ya miles de «variantes» circulando aunque solo unas pocas se consideran «de interés» -se han bautizado como Eta, Iota, Kappa, Lambda y Mu– y otras «preocupantes» (las cuatro que hemos mencionado al comienzo de este artículo (para más detalles sobre estas «variantes» y otras calificadas de «notables» puede consultar https://es. wikipedia.org/wiki/Variantes_de_SARS-CoV-2).
¿CÓMO SE DISTINGUEN LAS «VARIANTES»?
En suma, una vez más nos encontramos con una enorme confusión y declaraciones contradictorias. Por una parte, documentos oficiales de instituciones estadounidenses reconocen que la PCR que se utiliza para establecer si alguien está o no infectado por el SARS-CoV-2 no distingue entre variantes y que la única forma de hacerlo es secuenciando el genoma una vez detectado el virus en cuestión.
En la página de Preguntas Frecuentes sobre la variante Delta del Departamento de Estado de Servicios de Salud estadounidense (https://www.dshs.state.tx.us/coronavirus/variant-faqs.aspx) puede leerse por ejemplo lo siguiente:
Pregunta: «¿Cómo puedo saber si tengo la variante Delta? ¿Informan los laboratorios al estado? Respuesta: «Es posible que esa información no este disponible fácilmente. Las pruebas virales que se utilizan para determinar si una persona tiene Covid-19 no están diseñadas para decirte qué variante está causando la infección. La detección de la variante Delta u otras variantes requiere un tipo especial de prueba llamada secuenciación genómica. Debido a! volumen de casos de Covid-19 no se realiza la secuenciación en todas las muestras virales. Sin embargo, debido a que la variante Delta representa ahora la mayoría de los casos de Covid-19 en Estados Unidos existe una gran probabilidad de que un resultado positivo de la prueba indique una infección con la variante Delta”.
Vamos a repetirlo para que no haya duda: «Las pruebas virales que se utilizan para determinar si una persona tiene Covid-19 no están diseñadas para decir qué variante está causando la infección».
Y no se trata de una declaración aislada. El blog de la Asociación Americana del Pulmón (American Lung Association) explica en un artículo titulado Todo ¡o que necesita saber sobre la variante Delta {https://www.lung.org/blog/covid-19-delta-variant) lo siguiente: «Las pruebas habituales de Covid-19 no detectan qué variante está involucrada en el caso de un paciente; esa información no cambia el enfoque de la atención o la terapia. La identificación de la variante requiere secuenciación genómica, un proceso separado de las pruebas regulares que no todos ¡os laboratorios pueden hacer».
Dejando por ahora de lado que hemos demostrado en artículos anteriores la inutilidad de la PCR para detectar el SARS-CoV-2 lo que acabamos de decir descalifica absolutamente todo lo que nos cuentan sobre la incidencia de las variantes, su distribución, su mayor o menor peligrosidad… En suma, todos los datos que utilizan para insistir en el uso de mascarillas o para justificar nuevas dosis de vacunas porque todo ello se basa -como dice claramente lo antes citado- en una «probabilidad» ¿Y cómo se calcula esa probabilidad sin medios para distinguir entre variantes? La respuesta es que se calcula de forma estadística. Es decir, se secuencia un porcentaje de las PCR que dan «positivo» y se extrapola el resultado. ¿Y qué porcentaje de PCR positivas se secuencia? No lo sabemos con certeza y es probable que en cada país se sigan protocolos diferentes. En cualquier caso, no se trata de datos fehacientes por países o regiones sino de suposiciones basadas en estadísticas con porcentajes que muchos expertos consideran insuficientes y, por tanto, cuestionables.