La zona muerta. Todos sabemos que las criaturas acuáticas necesitan oxígeno para respirar, unos lo toman directamente del aire y otros necesitan este gas diluido en el agua para poder sobrevivir. Cuando se encuentra en bajas concentraciones se le llama hipoxia, la biodiversidad del enclave se ve mermada. Pero si desaparece por completo se conoce como anoxia, entonces perece todo bicho viviente. El área se convierte así en una zona muerta. La eutrofización, como también se denomina este fenómeno, se ve favorecida por el aporte de nutrientes, especialmente de nitrógeno y fósforo, y en ello tienen mucho que ver las actividades humanas.

En los lagos ocurre más deprisa cuanta menos agua poseen. Las poblaciones aledañas vertían en ellos las aguas residuales, el fondo se quedaba sin oxígeno.

Es lo que ha ocurrido en el golfo de México o en el Mar Menor, donde el exceso de nitratos y fosfatos generados por la agricultura intensiva hace que aumente desproporcionadamente la cantidad de materia orgánica que de forma natural hubiera ido a parar al agua. Tanto que la situación acaba volviéndose insostenible.

Según los expertos del servicio Geológico de Estados Unidos, en el golfo de México en 2019 se vertieron 156.000 toneladas de nitratos y otras 25.000 de fósforo.

Las lluvias torrenciales ocasionan un problema añadido en las desembocaduras de los ríos. Los nutrientes son arrastrados por el agua dulce.

Con tanto nutriente disuelto en las aguas marinas o dulces se dispara el número de fitoplancton y de algas que forman una capa tan densa que la luz no puede penetrar para que realicen la fotosíntesis, lo que a las que no les da la luz perecen, se van al fondo y se descomponen. Al pudrirse agotan el oxígeno y perece todo animal que esté en esa zona, que también al morirse se hunden y se pudren, con lo que agravan el problema.

La eutrofización es el proceso de contaminación más importante de las aguas en lagos, balsas, ríos, embalses, etc. Este proceso está provocado por el exceso de nutrientes en el agua, principalmente nitrógeno y fósforo, procedentes mayoritariamente de la actividad del hombre.

En la actualidad (2017) la zona muerta más grande del planeta se encuentra en el mar Arábigo. Con más de 100.000 Km2, ocupa casi por completo el golfo de Omán. Le sigue otra situada en el mar Báltico que, tal como recoge un estudio del Baltic Nest Institute,  publicado en la revista PNAS, ha pasado de medir nos 5.000 Km2 a casi 70.0000 en los últimos años. (R. Muy 467/100-107)

Una vez más aquí se puede aplicar la principal solución que arrastra a la mayoría de problemas, el exceso de población que tantas veces he abordado. Si hay menos gente que alimentar habrá menos campos que cultivar. Si hay menos agricultores por ende se precisará utilizar menos fertilizantes que ya no llegarán a los cursos fluviales.

Como la situación es muy grave, y mientras la población disminuye lentamente, lo que se debería hacer, es construir un gran número de bombas que suministren oxígeno en grandes cantidades, y mediante difusores colocados en el fondo dejar escapar el aire de las bombas. Por supuesto utilizando energías renovables para hacer funcionar los motores de los compresores. Al mismo tiempo se debe limpiar las zonas de conflicto extrayendo el exceso de algas, tanto del fondo como de la superficie. Una vez comprobado que hay oxígeno en el agua a distintos niveles, se procederá a restaurar la biología.

16/10/2020