Un informe de Justicia Alimentaria detalla los impactos de la producción cárnica en la salud de los humanos y las consecuencias ambientales que tiene el sistema intensivo.

Un carnicero llena una bolsa con productos frescos. Patricia de Melo Moreira / AFP

Madrid. Actualizado: 20/10/2020 09:25

Alejandro Tena

Filetes, chuletas, hamburguesas, costillares, embutido… La lista de la compra está marcada por los productos cárnicos y sus derivados, que son consumidos de manera excesiva por la población. Así lo revela un informe reciente de Justicia Alimentaria que acredita que la ciudadanía española sobrepasa los límites de consumo cárnico aconsejados por las autoridades sanitarias. Esto tiene unas consecuencias directas en la salud de la población, pero también en el medio ambiente. Tanto es así, que anualmente mueren 34.000 personas en España por enfermedades relacionadas con el consumo excesivo de alimentos cárnicos.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial para la Salud (OMS), la recomendación media de consumo de carne semanal es de 325 gramos por persona y 125 gramos en el caso de las denominadas carnes rojas. Frente a ello, España multiplica por cuatro la media semanal de carne y por diez si nos referimos a la carne roja. Respecto a las citadas carnes procesadas –aquellas que son transformadas a través de la salazón, el curado, el ahumado u otros procesos para mejorar su sabor o su conservación–, España multiplica por ocho la cantidad semanal aconsejada.

La dieta basada en el exceso de carne conlleva que el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares se vea incrementado en un 50,4%. Lo mismo ocurre con la diabetes y el cáncer colorrectal, cuyo riesgo de ser diagnosticados se eleva un 22,8% y un 21,6% respectivamente. El problema, según el estudio, tiene que ver con «tres componentes críticos» presentes en los productos cárnicos y sus derivados: «grasas insalubres, sal y productos cancerígenos». Este tridente aparece en todo tipo de carnes, pero en especial en las rojas y las procesadas.

Consumir carne en exceso significa que ocupa el lugar de otra cosa en nuestra dieta. Es decir, comer este tipo de alimentos supone no comer otros que son necesarios. Concretamente, las legumbres, las verduras y la fruta, tres grupos alimentarios que, tal y como explica la publicación, terminan siendo desplazados en la dieta diaria. «Los grupos de alimentos desterrados de nuestro cuerpo por culpa de la carne son altamente beneficiosos para nuestra salud. Justamente por eso, la mayor parte de ellos forman parte de la base nutricional de las dietas ideales y se anima a su consumo casi ilimitado. Este tipo de alimentos contienen múltiples componentes protectores de la salud: fibra dietética, antioxidantes, esteroles, ciertas vitaminas y minerales y ácidos grasos poliinsaturados, entre otros».

La publicación desmiente el tópico de las carencias proteínicas que se le atribuyen a las dietas vegetarianas y veganas. Las legumbres, según los datos aportados, podrían aportar componentes nutritivos y sustituir a la carne. Buen ejemplo de ello son las lentejas, que poseen un 24% de proteínas frente al 20% que puede tener un filete de ternera. No sólo disponen de efectos beneficiosos para la salud, sino que este tipo de alimentos no tiene grasas saturadas ni azúcares. Así, el aporte nutricional de 100 gramos de legumbres cuatro veces por semana se asocia con una disminución del 14% de los riesgos a padecer enfermedades isquémicas de corazón y del 9% en el caso del cáncer colorrectal.

No en vano, los datos científicos recogidos por el estudio revelan que no hace falta tornar hacia una dieta vegetariana o vegana para mejorar la salud. Así, una reducción moderada de 40 gramos de carne al día podría suponer un descenso del 30% de los riesgos de muerte asociados.

La industrialización de la carne y sus impactos ambientales

La dieta carnívora que impera en España se sustenta en un sistema productivo industrializado y basada, sobre todo, en el porcino. Tanto es así, que el Estado produce 4 millones de toneladas de carne de cerdo al año y exporta al exterior la mitad, lo que le convierte en el tercer criador del mundo, por detrás de países mucho más grandes como Estados Unidos o China. El ritmo de industrialización del sector cárnico es tal que, de los 5 millones de puercos producidos en los años sesenta del siglo XX, se han pasado a los más de 30 millones anuales. Algo similar ocurre con el bovino, que ha pasado de los 4 millones de ejemplares a los 6,5 millones al año durante el mismo periodo de tiempo; y con la producción avícola, cuya carne ha pasado de los 2 kg per cápita al año a los más de 30 kg.

Este sistema ganadero tiene unas consecuencias medioambientales importantes.  Se trata, junto con la agricultura, del segundo sector que más emisiones de gases de efecto invernadero genera al año en España, sólo por detrás del Transporte, según los datos del Ministerio para la Transición Ecológica. La contaminación ganadera, que en los últimos diez años ha incrementado un 27%, se debe sobre todo a la producción porcina, responsable del 46% de los gases emitidos en las granjas y mataderos. Le siguen el vacuno, con el 20% de las emisiones, la producción general de lácteos, a la que se le atribuye el 16% del total del CO2 de la ganadería, y la producción de aves, responsable de 3%, según las estadísticas de Greenpeace. Las cifras, en cualquier caso, podrían ser superiores si se incluyeran los datos de contaminación durante el transporte, ya que un tercio de los artículos que son transportados por carretera son alimentos.

Pero las consecuencias ambientales no se quedan en los gases liberados a la atmósfera. Mantener la cadena de producción cárnica requiere de una ingente cantidad de piensos para engordar a los animales que luego son sacrificados en los mataderos. De esta forma, el impacto ambiental se exporta a terceros países y lo hace en forma de deforestación de masas boscosas para la plantación de monocultivos que terminarán siendo el alimento de millones de cerdos, vacas y aves en Europa. «De hecho, somos el primer importador de materias primas europeo para pienso, uno de cada tres kilogramos de cereal que importa Europa lo importa el Estado español y es, básicamente, para su industria cárnica», destaca  la publicación de Justicia Alimentaria.

En otras palabras, España necesita más del doble de los cereales que puede producir para poder satisfacer las necesidades alimentarias del ganado. Es por ello que cada año llegan al territorio estatal 5 millones de toneladas de cereal y 14 millones de toneladas de soja desde el exterior. De esta forma, la economía española contribuye a que cerca del 75% de la superficie agraria mundial esté destinada a la alimentación y la crianza de animales.

Otro de los impactos tiene que ver con la contaminación de las aguas. La industria porcina es, quizá, la que más contribuye a esta realidad. Quizá debido a que en España ya hay más cerdos que personas. La producción intensiva de estos animales genera una gran cantidad de purines y residuos que terminan contaminando ríos y acuíferos, sea en forma de vertidos ilegales o en forma de filtraciones de nitrocompuestos que pueden derivar en enfermedades graves para los seres humanos. En el año 2015 se generaron 61 millones de metros cúbicos de purines en España, según Food & Water Europe. Para que el lector se haga una idea, esto es equivalente a más de 23 estadios de fútbol llenos hasta arriba de heces líquidas.

 

https://www.publico.es/sociedad/consumo-carne-espana-cuatro-veces-superior-recomendaciones-sanitarias-ecologicas.html

2/10/2021