Por Jhon Barros
Son capturadas recién nacidas en la cuenca del Orinoco, donde los traficantes las llevan en cajas de manzanas hasta Leticia para ingresar a Perú. De allí parten a Estados Unidos, Europa o Asia para convertirse en mascotas. Esta tortuga acaba de ser ratificada como una nueva especie para la ciencia.
2020/04/13
Su raro aspecto físico le ha jugado en contra a la tortuga matamata de la Orinoquia. Foto: Fernando Trujillo.
Bajo el silencio y misticismo de los ríos, pantanos y ciénagas pequeñas de los bosques tropicales de Colombia, Perú, Brasil, Bolivia, Ecuador y las Guayanas, permanece sumergida y casi que inmóvil una tortuga cabezona con nariz alargada y puntiaguda y un caparazón repleto de montículos triangulares y algas, un escudo impenetrable pintado con los tonos marrones y naranjas característicos de la hojarasca.
Su parecido con una hoja seca le permite camuflarse con facilidad. Solo queda en evidencia cuando el brillo de la luna llena se proyecta en sus pequeños ojos, incrustados en una cabeza grisácea, ancha, aplanada y con forma de triángulo. Es amante de la soledad, pareciera que estuviera sonriendo y hace movimientos lentos y pasmados en las noches, características con las que hace honor a su nombre.
Se trata de la tortuga matamata o caripatúa, un reptil depredador y carnívoro que en edad adulta alcanza hasta el metro de longitud y el cual emite gases hediondos con la intención de alejar a cualquier visitante no deseado. Solo caza de noche y únicamente sale de su refugio acuático en épocas de sequía, entre octubre y diciembre, para enterrar sus huevos en las doradas playas de arena o barrancos de las orillas de los ríos.
Debido a su raro aspecto, la matamata es comercializada ilegalmente en varios países de Asia, Europa y Norte América. Foto: Fernando Trujillo.
Esta carismática tortuga aprovecha su camuflaje para alimentarse. Sin mayor esfuerzo físico, solo espera a que los peces y pequeños animales invertebrados transiten desprevenidos cerca de su inamovible cuerpo. Ni siquiera tiene que mover sus cuatro extremidades cortas y débiles: solo abre su boca y succiona con fuerza el agua, una corriente inversa con la que ingiere de tajo a sus víctimas. No las mastica, se las traga de inmediato.
En Colombia, la solitaria matamata ha sido vista en los cuerpos de agua de departamentos como Amazonas, Arauca, Caquetá, Casanare, Guainía, Guaviare, Meta, Putumayo, Vaupés y Vichada. Hace parte de la dieta de las comunidades indígenas, habitantes de la manigua que, a través de su sabiduría ancestral y conocimiento cosmológico, pueden diferenciarlas de las hojas de los bosques. También la utilizan como insumo medicinal, teoría que no ha sido comprobada científicamente.
Las matamata recién nacidas son capturadas en la Orinoquia. Foto: Fernando Trujillo.
Sucumbe por el tráfico
Por lo exótica y rara, la tortuga matamata es bastante apetecida en los mercados internacionales, en especial en Estados Unidos y varios países de Asia y Europa, sitios donde la tienen como mascota. En páginas de internet de ciudades como Hong Kong, un reptil pequeño, es decir neonato, puede costar más o menos 70 dólares.
Desde 2015, la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Sur de la Amazonia (Corpoamazonia) empezó a realizar varios decomisos de matamata en el aeropuerto de Leticia, animales que pretendían ser transportados a Perú. Fernando Trujillo, director científico de la Fundación Omacha, recuerda que en este entonces la Interpol se puso en contacto con la organización por un cargamento de tortugas en Miami, Estados Unidos, proveniente de la Amazonia.
“Eran 456 tortugas pequeñas. Con Corpoamazonia empezamos a ver cómo repatriábamos las tortugas, pero no fue posible. Al año, cerca de 1.000 tortugas fueron capturadas en Leticia, lo que nos llevó a hacer unos estudios genéticos con el Instituto Humboldt y la Universidad de los Andes, caracterización que nos permitió concluir que estos reptiles no eran de la cuenca del Amazonas sino del Orinoco”, informó Trujillo.
La matamata del Orinoco acaba de ser ratificada como una nueva especie para la ciencia. Foto: Fernando Trujillo.
Luego de varias investigaciones, el grupo de expertos concluyó que en Perú es legal exportar tortugas debido a un acuerdo que les permite a las comunidades ribereñas, en especial las que habitan en la Reserva Nacional Pacaya Samiria, hacer proyectos de rancheo de tortugas para venderlas como mascotas y así tener ingresos económicos.
“Concluímos que esas matamata no son producto de rancheo de las comunidades locales, sino que detrás de eso hay un lavado de tráfico de fauna ilegal que inicia en el Orinoco colombiano y culmina en Perú. Publicamos un artículo científico para prender las alertas, lo que nos ha permitido hacer tres grandes operativos de decomiso en los últimos años, como el registrado en 2019 en Bogotá: miles de tortugas incautadas en el aeropuerto El Dorado que, luego de hacerles estudios genéticos, fueron liberadas en el Meta”, anota Trujillo.
La matamata es una tortuga acuática que solo sale de los cuerpos de agua para poner sus huevos en los barrancos durante la época de sequía. Foto: Jorge E. García Melo.
El modus operandi de esta red de tráfico inicia en los caños y cuerpos de agua pequeños de la Orinoquia, donde las tortugas son capturadas con escasos días de vida. Los captores las camuflan en cajas de manzanas con algunos peces, esto con el fin de despistar a las autoridades policivas. Son transportadas en avión de Puerto Carreño a Villavicencio, donde algunas siguen por tierra hasta Bogotá.
En la capital del país, las cajas con las matamata ingresan a aviones de carga y salen rumbo hacia Leticia. Cuando los cargamentos logran burlar los controles de las autoridades, los traficantes cruzan la frontera con Perú, país donde aprovechan la legalidad de la actividad para llevarlas a Estados Unidos o varios países de Asia y Europa para convertirse en mascotas.
“Hace tres semanas se hizo otro decomiso de 1.000 tortugas en Leticia, lo que demuestra que este tráfico es bastante recurrente. Los personajes que están liderando esta actividad ilegal no han sido sancionados. Simplemente se hace el decomiso cuando se encuentran las cajas abandonadas con las tortugas en hacinamiento. Estamos siendo testigos de ese tráfico de la Orinoquia hacia la Amazonia y Perú, un trabajo que necesita de mucha información para identificar a los diferentes tentáculos”, anota el experto.
Por medio de pruebas genéticas, expertos lograron identificar que las tortugas matamata del Orinoco son de una especie distinta a las de la Amazonia. Foto: Beiker Castañeda.
Para Trujillo, la logística de este tráfico internacional de fauna es bastante compleja, la cual inicia con lograr identificar a las matamata en su hábitat natural, sitios donde permanecen camufladas bajo el agua.
“La matamata pone entre 14 y 16 huevos por postura en caños bastante alejados, no como las charapas, a las que vemos fácilmente en las playas con más de 60 huevos. La logística para capturar más de 1.000 tortugas requiere de un esfuerzo enorme, además no sabemos cuántos cargamentos han logrado coronar y pasar a Perú. Las fronteras entre ambos países son amplias”.
El experto tiene la teoría de que es más fácil capturar y conseguir matamatas en la Orinoquia que en la Amazonia. “Aún hay muchas preguntas en el aire. Lo que sí está demostrado es que contamos con una gran mafia organizada de tortugas, el animal silvestre más traficado en Colombia, el segundo país con mayor diversidad de tortugas en América Latina. Contamos con 32 especies, de las cuales cinco son marinas y 27 continentales”.
Encontrar una matamata en su hábitat natural no es sencillo. Se camuflan perfectamente por su parecido con las hojas de los bosques. Foto: Fernando Trujillo.
Más de 5.000 decomisadas
Luis Fernando Cueva, director territorial de Corpoamazonia en Amazonas, afirmó que desde 2015 se han incautado 5.456 tortugas matamata en cuatro operativos, la gran mayoría en el aeropuerto de Leticia y procedentes de la Orinoquia.
“De este total, 4.094 tortugas del Orinoco fueron decomisadas en Leticia. Las demás, es decir cerca de 1.359, fueron incautadas en el aeropuerto El Dorado de Bogotá”, complementó Cueva.
Según el directivo, por ahora no se han podido identificar las principales cabezas de este tráfico de fauna internacional. Corpoamazonia ha abierto dos procesos sancionatorios, pero solo contra empleados que trabajan en las empresas de carga en el momento de los decomisos.
“Con el fin de poder llegar al fondo de este tráfico, actualmente adelantamos una coordinación con la Dijin de la Policía Nacional y la Fiscalía General de Nación desde Bogotá. Tenemos la hipótesis de que esta red inicia en varios zoocriaderos de tortugas matamata en la Orinoquia colombiana, los cuales podrían tener contacto o conexiones con un zoocriadero en Iquitos (Perú) con permiso de exportación. Estamos organizando la cadena criminal para hacer la investigación correspondiente”.
Los traficantes capturan a las matamata recién salidas de los huevos. Foto: Esther Marín.
Lo que sí han arrojado las investigaciones policivas y ambientales, es que los meses de marzo y abril son los preferidos por los traficantes para hacer los cargamentos de matamatas. Además, todas las tortugas son capturadas recién nacidas, con tamaños que no superan los cuatro centímetros de largo.
“El último decomiso fue el 6 de marzo de este año, un cargamento de 1.882 tortugas. Todos los reptiles eran neonatos, la gran mayoría con pequeños cordones umbilicales que les permiten guardar alimento entre 15 y 18 días. Esto facilita que los animales puedan sobrevivir mientras son transportados”, indicó Cueva.
El directivo de Corpoamazonia también ha evidenciado que esta red de tráfico está puliendo sus mecanismos. “Las cajas de manzana chilenas que utilizan para transportar las tortugas tienen dos compartimentos para burlar a las autoridades. En la parte superior meten alevines o peces ornamentales, una actividad permitida, y debajo están bastante camufladas y hacinadas las matamata. En Leticia contamos con un perro experto en olfatear fauna silvestre”.
Cueva ha identificado dos principales puntos de mercado internacional, los cuales parten desde Perú. Uno va hacia Estados Unidos y el otro a Asia, a países como Japón y China. “Es un negocio ilegal bastante lucrativo. Un animal de estos puede costar entre 100 y 300 dólares. El último decomiso, 1.882 tortugas camufladas en solo tres cajas, podría llegar a costar hasta 600 millones de pesos” (132.955 €).