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Un equipo del Instituto de Investigación Infantil Murdoch de Melbourne (Australia) asegura que la alergia al cacahuete -una de las más peligrosas- se resuelve de forma natural combinando inmunoterapia con la ingesta durante varios meses de unas conocidas cepas bacterianas utilizadas en la fabricación del yogur, la leche fermentada y pasteurizada y el queso semiduro: el Lactobacillus rhamnosus. Así lo han constatado tras proporcionárselas durante dieciocho meses a 28 niños con alergia confirmada y constatar que 23 dejaron de ser alérgicos al finalizar el tratamiento. Hasta ahora se había constatado solo que equilibra la microflora intestinal considerándose por ello un probiótico útil en el tratamiento de diversas enfermedades.

Entre un 4% y un 8% de los niños sufren alergias alimentarias que la mayoría supera en la edad adulta esperando simplemente a que su organismo se habitúe siendo ocho los alimentos responsables de más del 90% de los casos: la leche, los huevos, la soja, el trigo, los cacahuetes, los frutos secos -nueces, avellanas, almendras, anacardos y pistachos-, la carne de vaca, los pescados y los mariscos. Todos ellos pueden dar lugar a reacciones más o menos graves, incluida una anafilaxia que en casos extremos puede llevar a la muerte; algo que ocurre especialmente en el caso de los cacahuetes. Y lo malo es que se trata de una alergia que hasta este momento se considera sin cura por lo que quienes la sufren deben controlar con extremo cuidado una posible ingesta durante toda la vida, algo engorroso ya que los cacahuetes se añaden -absurdamente- a muchos alimentos.

La primera reacción alérgica al cacahuete suele desarrollarse entre los 14 y 24 meses de edad y tener lugar en el hogar siendo los principales síntomas la aparición de picor, urticaria, angioedema, sarpullido, tos, disnea, sibilancia, opresión en la garganta, congestión nasal, estornudos, rinitis, asma, dolor abdominal, bajada de la presión arterial, hinchazón facial, paro cardiaco y asfixia. Y es más común de lo que se cree, pues se calcula que afecta a un 1,5% de la población.

Cuando la reacción alérgica es aguda, lo que se hace es administrar rápidamente adrenalina, hormona neurotransmisora también llamada epinefrina -concretamente una catecolamina que producen las glándulas suprarrenales a partir de los aminoácidos fenilalanina y tirosina- que incrementa la frecuencia cardíaca, contrae los vasos sanguíneos, dilata los conductos de aire y participa en la reacción de lucha o huida del sistema nervioso simpático. De hecho las personas alérgicas al cacahuete suelen llevar encima siempre un dispositivo de autoinyección para poder administrársela al menor síntoma ya que el retraso puede agravar su estado. En cualquier caso es solo una primera medida ya que lo indicado es que sea llevado de inmediato a un centro médico en el que se le pueda controlar a fin de administrarle un tratamiento adicional si fuera necesario.

De hecho, en el 30% de las reacciones anafilácticas la reacción se vuelve a producir en las primeras 8 horas. Medidas que no siempre se tienen en cuenta: según un estudio coordinado por S. H. Sicherer sobre 101 familias con niños alérgicos a alimentos -titulado Use assessment of self- administered epinephrine among food-allergic children and pediatricians (Evaluación del uso de epinefrina autoadministrada entre niños con alergias alimentarias y pediatras) se publicó en 2000 en Pediatrics- sólo el 71% llevaba un dispositivo de epinefrina autoinyectable, en el 10% de los casos la epinefrina había caducado y sólo el 32% de ellos sabía usarlo correctamente.

UN TRATAMIENTO ESPERANZADOR

Como el lector podrá suponer ante el claro peligro de esta alergia concreta, hace décadas que se llevan a cabo investigaciones para intentar evitarla o minimizar sus síntomas, habiéndose probado ya varias hierbas, fármacos, terapias anti- inmunoglobulinas E (IgE) e incluso, vacunas basadas en genes proteicos del cacahuete. Sin demasiado éxito desafortunadamente. Hasta ahora la estrategia más prometedora era la inmunoterapia oral, método que consiste en hacer ingerir al alérgico proteína de cacahuete subiendo la cantidad de manera gradual para tratar de aumentar la tolerancia del organismo a ella, pero lo cierto es que el método no funciona demasiado bien.

Hasta ahora, porque como hemos adelantado, un equipo del Instituto de Investigación Infantil Murdoch de Melbourne (Australia) dirigido por la inmunóloga, alergóloga, pediatra y directora del Departamento de Alergia e Inmunología de ese centro, la doctora Mimi L. K. Tang, decidió apostar por una nueva vía de tratamiento: combinar la inmunoterapia oral con la administración de una cepa de Lactobacillus rhamnosus -la CGMCC 1.3724, desarrollada por Cristiano Darimont, David Philippe, Catalina Mace y Fabrizio Arigoni para Nestec S.A-. Investigación que finalmente efectuó y cuyos resultados ha publicado en 2015 en Journal of Allergy and Clinical Inmunology con el título Administration of a probiotic with peanut oral immunotherapy: A randomized trial (Administración de un probiótico con inmunoterapia oral. Un ensayo randomizado). Hablamos de un estudio aleatorizado, a doble ciego y controlado con placebo sobre 56 niños con alergia diagnosticada al cacahuete, a la mitad de los cuales se le sometió al tratamiento recibiendo los demás un placebo. Tratamiento que simplemente consistió en combinar la inmunoterapia oral descrita con la ingesta diaria del Lactobacillus rhamnosus CGMCC 1.3724 durante 18 meses. Concretamente cinco gramos diarios de ese probiótico en forma de polvo liofilizado -mezclado en agua o leche- lo que, por cierto, equivale a la cantidad de probióticos que hay ¡en 20 kilos de yogur! En cuanto a la inmunoterapia oral con cacahuete se les dio al principio una dosis muy pequeña que fue aumentándose cada dos semanas hasta llegar a la dosis de mantenimiento: 2 gramos diarios.

¿El resultado? Que 23 de los 28 niños -el 82,1%- tratados con esa cepa de Lactobacillus rhamnosus y uno de los tratados solo con placebo fueron al final capaces de incluir cacahuetes en su dieta sin sufrir reacciones alérgicas. Al menos durante las 5 semanas en las que se siguió su evolución.

La doctora Tang está convencida de que puede ser pues un tratamiento eficaz para la alergia al cacahuete y quizás -está por demostrar- para otras alergias alimentarias. «La combinación de la inmunoterapia oral y el probiótico -afirmó al dar a conocer los resultados- ha demostrado ser un tratamiento seguro y eficaz para la alergia al cacahuete; ahora bien, es importante advertir que este tratamiento sólo debe seguirse bajo estrecha supervisión médica ya que se dan cacahuetes a niños alérgicos a ellos y pueden pues presentarse reacciones adversas. En cualquier caso la probabilidad de éxito es alta: entendemos que al menos siete de cada nueve niños que reciban la terapia conjunta se beneficiarán de ella. Parece que hemos sido capaces de modificar la respuesta alérgica y hacer que el sistema inmune responda de forma protectora y no de forma nociva».

Como era de esperar ante resultados tan esperanzadores el equipo australiano está preparando ya un ensayo mayor y multicéntrico si bien de solo 14 semanas.

LACTOBACILLUS RHAMNOSUS

El Lactobacillus rhamnosus es un tipo de bacteria que se aisló por primera vez en 1983 en el tracto intestinal de una persona sana habiéndose efectuado ya numerosas investigaciones sobre los efectos beneficiosos para la salud de sus numerosas cepas. De hecho se considera el probiótico más estudiado del mundo habiéndose centrado especialmente el interés de los investigadores en su utilidad para mejorar la eficacia del sistema inmune. De hecho fue eso lo que llevó a la doctora Tang a valorar sus posibilidades terapéuticas en el ámbito de las alergias. «Sabemos que las bacterias probióticas tienen efectos moduladores inmunes potentes -declaró en su día a Gut Microbiota for Health-. Siempre lo hemos sabido. Eso sí, cada especie o cepa posee efectos específicos. Y como sabíamos que el Lactobacillus rhamnosus se había asociado a determinadas citoquinas relacionadas con la tolerancia pensamos que su administración como probiótico junto con el alérgeno podía crear un ambiente que permitiera al sistema inmune responder de manera diferente ante éste Cuando un sistema inmune está programado para responder a los cacahuetes con una respuesta alérgica es difícil cambiar esa respuesta presentándole simplemente el alérgeno una y otra vez, hecho que es la base de la inmunoterapia oral. Por eso entendí que por sí sola su efecto es necesariamente limitado. Entonces intuí que si combináramos la terapia con la ingesta de un probiótico de conocida capacidad inmunomoduladora como el que nos ocupa quizás podríamos promover una respuesta diferente del sistema inmune. Y parece que no me equivoqué«.

Cabe añadir que en realidad son muchas las patologías que mejoran ingiriendo este probiótico. De hecho se usa ya en niños -incluso en bebés- para tratar o prevenir la diarrea que causan los rotavirus y los tratamientos con antibióticos así como en los cólicos de los bebés. Y en el caso de los adultos ha demostrado ser útil en el tratamiento de las infecciones vaginales, el síndrome del intestino irritable y la colitis ulcerosa además de para prevenir la diarrea que provoca la quimioterapia.

Terminamos indicando que si bien el estudio de la doctora Lang se ha hecho con una cepa concreta del Lactobacillus rhamnosus -la CGMCC 1.3724– ello se debe a la necesidad de los laboratorios que investigan con agentes o sustancias naturales de buscar estrategias que les permitan comercializarlas en exclusiva pero a nuestro juicio no creemos que haya diferencia entre ingerir una u otra cepa de lactobacillus, nombre genérico que reciben todas las bacterias presentes en el ácido láctico -gram positivas anaerobias y aerotolerantes- que son las que dan lugar a la fermentación láctica. De ahí la eficacia para el sistema digestivo de todo producto que las contiene -y son muchos- así como del yogur y las leches fermentadas y pasteurizadas… cuando no se es intolerante o alérgico a ellas.

Elena Santos

Muchos alimentos pueden contener cacahuetes

Evitar la ingesta de cacahuetes no es hoy sencillo porque están presentes en multitud de productos industriales procesados; exige pues leer atentamente las etiquetas de todos aquellos envasados que se compren sabiendo interpretar la información que contienen. De hecho en algunos casos pueden no haberse añadido expresamente pero sí haberse fabricado en las mismas instalaciones que otros productos y estar la maquinaria «contaminada» dando lugar a lo que se conoce como «contaminación cruzada». De ahí que deba tenerse especial cuidado con los envases que contienen frutos secos, altramuces, habas, judías, guisantes, lentejas y soja. La harina de altramuz, por poner un ejemplo, se usa para mejorar la textura del pan y de los bollos.

En todo caso las principales advertencias que pueden aparecer en los envases y deben tenerse en cuenta -varían en función de las legislaciones nacionales- son las que dicen:

Puede contener frutos secos”.

Fabricado en instalaciones que también procesan frutos secos”.

Fabricado con maquinaria compartida con frutos secos o cacahuetes«.

-Los que ponen «grasas o aceites vegetales» sin especificar cuáles.

-Los que ponen la expresión producto «emulsionado».

Obviamente deben evitarse los cacahuetes, el aceite de cacahuete y la mantequilla de cacahuete pero también los demás frutos secos, la repostería industrial, el pan fabricado con harina de altramuz, los panes especiales con cereales, la bollería, las galletas, los crackers, los cereales de desayuno, las barritas de cereales, la margarina, ciertas salchichas, los quesos con frutos secos, los yogures con muesli, la leche con cereales, los chocolates rellenos, los pralinés, los helados, los turrones, la tarta con almendras, el roscón de reyes, las sopas, las hamburguesas, las cervezas y algunas salsas como las de satay y chile (a veces se espesan utilizando cacahuetes). Incluso hay cosméticos, champús y medicamentos que los contienen. Téngase en cuenta.

 

Fuente; Revista Discovery Salud. Número 190 – Febrero 2016

11/05/2024