Pablo Rodero

 

01.12.2023

Responsables de obra observan un plano en una reforma en un edificio de oficinas de Madrid. Sergio García

Florin Nicolae Nistor llegó a España hace 24 años. Como otros tantos compatriotas suyos rumanos, pasó a engrosar las extensas filas de los trabajadores de la construcción en un país en plena efervescencia urbanística. Luego, llegó la crisis. El paro en el sector se disparó y muchos trabajadores simplemente cambiaron de ocupación o se vieron arrastrados a una jubilación temprana y precaria.

La pequeña empresa de construcción de la que es gerente Nistor, Viseleplac, logró esquivar el hundimiento de la economía en general y de la construcción en particular, gracias a las reformas de oficinas, pero ya nada volvió a ser igual. El lento recuperar de la construcción, que volvió a funcionar a pleno motor a finales de la pasada década, no se vio correspondida con una renovación de la mano de obra y la situación está empezando a ser un importante lastre.

«En el sector ahora hay mucho trabajo pero no hay gente, no hay oficiales, no hay albañiles, no encuentras a gente formada», se lamenta Nistor, cuya empresa está reformando dos chalets al año y «pequeñas chapuzas», cuándo él calcula que podría hacer el doble de trabajo si pudiera encontrar trabajadores cualificados. «Ahora hay mucha demanda pero hay mucho pistolero, gente que coge la obra pero luego ya… Yo también podría coger cuatro chalets al año, pero para cogerlos y luego no acabarlos o ni hacerlos en el plazo y que vengan los problemas, no lo hago».

La falta endémica de mano de obra, desde los puestos más cualificados a los de peón, está dificultando la construcción en España desde hace años, pero el repunte de actividad impulsado por los fondos europeos está llevando al sector al límite. Los plazos se están alargando y hasta alguna licitación se ha quedado desierta. Un 49% de empresas del sector señalan la escasez de trabajadores como factor limitante de su actividad, según la Encuesta sobre la Actividad Empresarial (EBAE) del Banco de España, correspondiente al cuarto trimestre de 2022, nueve puntos más que el año anterior.

La mano de obra extranjera ha servido para suplir la casi absoluta ausencia de trabajadores de la construcción nacidos en España después de la escabechina de 2008. Sin embargo, según asegura Nistor, en cuya empresa todos los albañiles son rumanos, muchos de sus compatriotas están regresando a su país debido a la mejora de las condiciones laborales en Rumanía. «También hay gente de Sudamérica, pero el problema es que no tienen documentación, hay alguno que vale y otros que no, pero no hay papeles y no le puedes dar de alta ni nada y españoles. Pocos o ninguno».

Se buscan jefes de obra

Corrían los primeros 2000, la construcción trabajaba a todo motor a lo largo y ancho del país y a los aparejadores -posteriormente conocidos como arquitectos técnicos- se les acumulaban las entrevistas de trabajo con sueldos mareantes nada más salir de la facultad. Víctor Sardá ya era entonces profesor de la carrera de arquitectura técnica de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y recuerda como la fiesta terminó en 2008.

«Nuestra carrera, que antes se llamaba aparejador, luego se llamó arquitectura técnica y ahora se llama grado en edificación, no es mayoritariamente vocacional», asegura Sardá, subdirector de Relaciones Institucionales de la Escuela Técnica Superior de Edificación de la UPM. «Está vinculado al mercado. Si hay buenas líneas profesionales en las cuales hay buen trabajo, te pagan bien y hay bienestar profesional, se meten. Y si no lo hay, pues no se meten. La gente, a partir de 2008, se enteró de que en lo nuestro, no había una salida profesional, porque estábamos en una crisis inmobiliaria, entonces, dejó de entrar y así estuvimos hasta 2022, que empieza a subir otra vez», relata Sardá.

De aquellos barros estos lodos. El repunte del sector de la construcción, como se ha dicho, está ahora chocando con una carencia de aparejadores que puedan ejercer como jefes de obras. Una cuestión que estaría en vías de solucionarse -los niveles de matriculación en el grado ya son similares a las de antes de la crisis, pero se requiere una media de cinco años en completar la formación- si no fuera porque la obra también está perdiendo atractivo para los jóvenes estudiantes de edificación.

«Aparte de que cada vez son menos, el efecto colateral es que también son menos los que quieren trabajar en obra, la gente quiere trabajar en promotoras y consultoras inmobiliarias», explica Sardá. «El estudiante piensa que se paga poco, que las condiciones de trabajo son peores, que prefieren estar calentitos con la calefacción en la oficina que pasando frío en la obra».

Para las empresas, esto se está traduciendo en verdaderos quebraderos de cabeza para poder contar con trabajadores cualificados esenciales para poder llevar a cabo cualquier tipo de obra. «Nos cuesta muchísimo encontrar a personas cualificadas que estén en búsqueda de trabajo porque, claro, ahora mismo lo que haces casi es robar a una empresa, a un competidor», declara Yedra Martínez, directora del departamento de obras de la constructora Ubicca. «Ahora estamos cubriendo gracias a gente que viene de otros países, si no, nos sería imposible».

Yedra Martínez, directora del departamento de obras de la constructora Ubicca. Sergio García

Esta competencia entre empresas por unos pocos trabajadores cualificados está haciendo que los sueldos suban como la espuma. De acuerdo al Informe de Tendencias Salariales para 2022 elaborado por Randstad, para perfiles de una a cuatro años de experiencia en este sector, los salarios de los jefes de obra -que cubren arquitectos técnicos- se ubican entre los 30.000 y 40.000 euros en Madrid y entre 25.000 y 30.000 euros en Barcelona. Con más años de experiencia, los sueldos pueden llegar hasta los 55.000 euros anuales.

«Lo que nos pasa mucho», -explica Martínez, que también es arquitecta técnica de formación- «es que viene alguien, pero, a los seis meses, le ofrecen más y aquí la gente se mueve por dinero y entonces dicen: ‘Aquí me ofrecen más, me ponen coche de empresa y me pagan dietas… Pues me voy'».

Tras los días en los que literalmente toda la actividad económica del país estuvo parada en el confinamiento, una de las primeras actividades que volvieron a funcionar fue la construcción. Mientras millones de españoles estaban en sus viviendas (habituales o segundas), las cuadrillas de albañiles se pusieron manos a la obra, a tirar muros y a cambiar ventanas, a dejar, en definitiva, todo listo para cuando el mundo volviera a la normalidad.

Esa ininterrumpida actividad vio como el trabajo se multiplicaba pocos meses después, cuando la Unión Europea asumió una deuda millonaria que envió a sus cuatro esquinas para tratar de revitalizar una economía que seguía en ralentí. La mayoría de los famosos fondos Next Generation afectaban de una forma u otra al sector de la construcción y, en ese punto, se evidenció que no había capacidad para asumir tanto trabajo.

«Falta mano de obra, pero, ya no solo de ingeniero, de jefe de obra o administrativo, que también, estamos hablando de ocupaciones ya de lo que son los oficios», explica Sergio Estela, secretario del sector de construcción del sindicato UGT. «Estamos hablando de albañiles, de peones, encofradores, electricistas, fontaneros, pintores, operadores de maquinaria de movimientos, que son los gruistas y similares… De todos los oficios hacen falta trabajadores y trabajadoras».

«Falta mano de obra, pero, ya no solo de ingeniero, de jefe de obra o administrativo, que también, estamos hablando de ocupaciones ya de lo que son los oficios»

La problemática de falta de mano de obra no es específica de la construcción, pero las causas, al contrario de otros sectores como la hostelería, no se pueden buscar en los bajos salarios. Al menos así lo defiende el sindicalista Estela, que ha participado en la negociación del séptimo convenio sectorial de la Construcción, que entró en vigor en septiembre y que califica como “rompedor en cuanto a mejoras”.

Igual que entre los arquitectos técnicos, también los puestos de las escalas salariales más bajas de la construcción han visto como los sueldos subían en los últimos años por la demanda no resuelta de mano de obra. Un peón, según calcula Estela, puede cobrar entre 18.000 y 19.000 euros mensuales, muy por encima de los 15.120 euros del salario mínimo interprofesional.

«Al final, no es un problema de España, es un problema de toda Europa Occidental, la sociedad está cambiando y la gente que está ahora en formación en la universidad, en formación profesional, ya tiene otras ideas de lo que significa el trabajo», declara Estela. «A ver si con un poco de formación y, sobre todo, ir a los colegios, institutos, para explicar que el sector de la construcción es un sector moderno, que cada vez es más sostenible, que innova en cuanto a materiales, en cuanto a formas de construir, en todo. Y, bueno, poco a poco, a ver si podemos cambiar la percepción que se tiene de nosotros».

– Pero, por mucho que mejoren las condiciones, la construcción siempre será un trabajo duro.

– «Hombre, al final, es un trabajo duro, evidentemente, sí. Es un trabajo físico. Un albañil se tiene que subir a un andamio y, si hace calor, va a pasar calor, y si hace frío, va a pasar frío. Cada vez hay más medios, pero el que tiene que poner un ladrillo o que tiene que extender hormigón, tendrá que hacer su trabajo físico, que no va a estar sentado en una silla haciéndolo. En esto no se puede teletrabajar».

https://www.20minutos.es/noticia/5194524/0/construccion-se-queda-sin-obreros-los-estudiantes-prefieren-estar-calentitos-una-oficina/

30/12/2023