De todos los sistemas revolucionarios ideados en el devenir histórico con el fin de destruir nuestros valores civilizados, sistemas que han sido siendo aplicados a través del tiempo en forma más efectiva y en el momento siempre más oportuno, el más perfecto, el más eficiente y el más inmisericorde es, sin duda, el Comunismo, porque representa la etapa más avanzada de la revolución mundial en cuyos postulados ya no solamente se trata de destruir determinado institución política, social, económica o moral, sino de anular de una vez a la Santa Iglesia, y más aún, a todas y cada una de las manifestaciones culturales cristianas que son parte de nuestra civilización. Si todas las tendencias revolucionarias de origen judío han atacado con curiosa unanimidad al cristianismo en diversos aspectos, el comunismo lucha por hacerlos desaparecer de la faz de la Tierra sin dejar de él ni el menor rastro.

La señal destructiva de esta tendencia, exhibiendo ante los ojos del mundo los más espantosos cuadros de horror y destrucción que se han imaginado, no puede estar fundamentada sino en la misma esencia de la negación y en el repudio más virulento y lleno de odio hacia todo lo existente hasta la fecha, porque de otra manera no sería concebible la vesania inaudita de sus tácticas criminales y el espíritu de destrucción aniquilamiento, vulneración, contradicción y oposición de sus dirigentes, hacia todo aquello que representa criterios axiólogos, no solamente católicos, sino religiosos en general.

La finalidad del Comunismo, como fue patente en Rusia, y en los demás países donde se ha implantado, no es otra que la nulificación del pueblo en lo económico, en lo político, en lo social, en lo Humano, y el no trascendente para posibilitar a una minoría el dominio por la fuerza. En términos internacionales la meta no puede ser más clara: lograr por la fuerza el dominio mundial de una minoría insignificante aniquilando a todos los demás humanos por medio del materialismo, del terror y si es necesario de la muerte, aunque para ello haya que asesinar a grandes núcleos de la población.

Bastante conocido es en el mundo entero el impulso homicida que ha caracterizado a los dirigentes soviéticos: pocos hay que no hayan sentido escalofríos de terror al conocer las sangrientas depredaciones llevadas a cabo en Rusia por los marxistas. Basta recordar algunos datos que llenan de pavor e indignación a las mentes civilizadas.

«En sus comienzos el terror rojo se dedicaba sobre todo a exterminar la intelectualidad rusa» y en prueba de esta afirmación S.P. Melgunov constata lo siguiente: refiriéndose a las comisiones extraordinarias que surgieron en Rusia en los primeros tempos de la revolución soviética.

«Las comisiones extraordinarias no son órganos de justicia, sino de exterminio sin piedad, según la expresión del Comité Central Comunista» que también declaro lo siguiente: «La comisión extraordinaria no es una comisión de encuesta ni un juzgado, ni un tribunal, sino que ella misma determina sus atribuciones. Es un órgano de combate que obra sobre el frente interior de la guerra civil. No juzga al enemigo, sino que lo extermina: ni perdona al que está al otro lado de la barricada, sino que lo aplasta. No es difícil representarse como debe obrarse en realidad ese exterminio sin piedad, cuando en lugar del código muerto de las leyes reina solamente la experiencia revolucionaria y la consciencia. La consciencia es subjetiva, y la experiencia deja sitio forzosamente a la voluntad que toma formas irritantes según la calidad de los jueces»

“No hagamos la guerra contra las personas en particular (escribió el dirigente comunista Latsi) exterminemos a la burguesía como clase. No busquéis en la encuesta de los documentos y de las pruebas lo que ha hecho el acusado en obras o en palabras contra la autoridad soviética. La primera pregunta que debí hacerle es: a que clase pertenece, cuál es su origen, su educación, su instrucción «su profesión».

Durante la dictadura sangrienta de Lenin, la comisión de encuesta de Rohrberg que entro en Kiev después de la toma de esta ciudad por los voluntarios en agosto de 1919 señala lo siguiente:

«Todo el suelo de cemento del gran garaje (se trata de la sala de ejecución de la Checa provincial de Kiev) estaba inundada de sangre y esta no corría, sino que formaba una capa de algunas pulgadas, era una horrible mezcla de sangre, de sesos, de pedazos de cráneos, de mechones de cabellos y demás restos humanos. Todas las paredes, agujeradas con millares de balas, estaban salpicadas de sangre, y pedazos de sesos y de cuero cabelludo estaban pegados en ellas».

Una zanja de 25 centímetros de ancho por 25 de hondo y de unos 10 metros de largo, iba del centro del garaje a un local próximo donde había un tubo subterráneo de salida. Esa zanja estaba completamente llena de sangre».

«De ordinario, inmediatamente después de la matanza, transportaban fuera de la ciudad los cuerpos, en camiones, automóviles, o en furgones y los enterraban en una fosa común. En un rincón del jardín topamos con otra fosa más antigua que contenía unos ochenta cuerpos, y allí descubrimos en los cuerpos señales de crueldad y de mutilaciones, las más diversas e inimaginables: Allí yacían cadáveres destripados, otros tenían varios miembros amputados; algunos estaban descuartizados, y oros los ojos sacados y la cabeza, la cara, el cuello y el tronco cubiertos de profundas heridas. Mas lejos encontramos un cadáver con una cuña clavada en el pecho y otros no tenían lengua. En un rincón de la fosa descubrimos muchos brazos y piernas separadas del tronco».

«No es posible saber con exactitud el número de víctimas. Todos los cálculos son inferiores a la realidad”. “En el diario de Edimburgo, ‘The Scotsman’ del 7 de noviembre de 1923, da el profesor Sarolea las cifras siguiente:»28 obispos; 1.219 sacerdotes; 6.000 profesores y maestros; 9.000 doctores; 54.000 oficiales; 260.000 soldados; 70.000 policías; 12.950 propietarios; 355.000 intelectuales y profesionistas liberales; 193.290 obreros y 815.000 campesinos». «La comisión de información de Denikin sobre las intrigas bolcheviques durante el periodo de 1918-1919 en un ensayo sobre el terror rojo, contó en solo estos dos años, un millón setecientos mil víctimas»

https://www.ssecretas.com/comunismo.html

1/06/2023