María Bonillo presenta ‘Ventres sota custòdia. Història de l’esterilització forçosa a dones amb discapacitat’ tras obtener la Beca de Periodismo de Investigación ‘Josep Torrent’ de la Unió de Periodistes Valencians
La periodista María Bonillo.
4 de junio de 2023
La periodista María Bonillo (València, 1988) presenta su investigación sobre la esterilización forzosa de mujeres con discapacidad en España. Bonillo, licenciada en Periodismo y máster en Derechos Humanos por la Universitat de València, obtuvo la Beca de Periodismo de Investigación ‘Josep Torrent’ que otorga la Unió de Periodistes Valencians para trazar una historia completamente desconocida que se ha plasmado en el libro ‘Ventres sota custòdia. Història de l’esterilització forçosa a dones amb discapacitat‘(Vientres bajo custodia. Historia de la esterilización forzosa en mujeres con discapacidad), editado por la Institució Alfons el Magnànim.
En esta entrevista con elDiario.es, la periodista reflexiona sobre las dificultades para investigar las esterilizaciones forzosas —“apenas existen datos”, lamenta— y desgrana la nueva legislación en España, así como la historia de las políticas eugenésicas en el mundo. “Durante el proceso de investigación y escritura me grabé algo a fuego: no generalizar y no juzgar. Hay miles de casos, todos ellos distintos”, dice la autora de ‘Ventres sota custòdia’ (vientres bajo custodia).
Ha abordado una investigación complicada por ser un tema desconocido. ¿Cómo se le ocurrió, cómo ha investigado y qué fuentes ha usado?
En febrero de 2020, poco antes de que nos encerráramos en nuestras casas por el COVID-19, estaba en casa leyendo el periódico Levante-EMV. Recuerdo que estaba pasando por encima de titulares y, de repente, me paré en seco. Un breve decía que las Corts Valencianes reconocían las esterilizaciones forzosas a mujeres con discapacidad como violencia contra la mujer. ¿Cómo que esterilizaciones? No tenía ni idea de que eso se hacía. En mi cabeza sonó un “pues claro, ¿cómo no va a ser violencia?”. En ese momento abrieron la convocatoria para los premios de periodismo de investigación Josep Torrent de la Unió de Periodistes y presenté la propuesta de investigación porque no entendía que se hiciera algo así y tenía muchas preguntas que no me quitaba de la cabeza.
Sin las asociaciones que trabajan con personas con discapacidad no habría sido posible hacer este libro. A través de ellas contacté con diferentes testimonios. También busqué fuentes en la academia: derecho, medicina, bioética, psicología… Las fuentes judiciales oficiales no me lo pusieron fácil. Apenas existen datos. Los pocos que hay (hasta 2020, cuando se cambió la ley) indican que en una década se han esterilizado a más de mil mujeres en toda España.
¿Cómo se regulaba la esterilización de las mujeres con discapacidad en España antes de 2020?
Hasta 2020, el artículo 156 del Código Penal permitía esterilizar a personas con discapacidad sin su consentimiento y a petición de sus padres o tutores legales, siempre y cuando lo aprobara un juez. Era, formalmente, una demanda contra su hijo o hija. Entonces se ponía en marcha la maquinaria judicial habitual: la recopilación de conjunto probatorio para demostrar que esa persona no cuenta con las capacidades suficientes para ser padre o madre. Había una exploración por parte del juez y un reconocimiento forense, en un mismo acto. Una vez realizadas estas diligencias y emitidos sendos informes, se citaba a las partes intervinientes, por ejemplo, los padres y el Ministerio Fiscal. El juez o jueza también podía pedir todas las pruebas complementarias que necesitara, como documentos, testimonios o peritos. También había una audiencia con los familiares más directos.
¿Qué cambió en 2020?
Esta práctica, totalmente legal y reconocida en nuestro Código Penal, constituía un delito en base al Convenio de Europa de Prevención y Lucha contra la Violencia contra las Mujeres y la Violencia Doméstica, conocido como Convenio de Estambul. Finalmente, en diciembre de 2020, doce años después de adherirse a la norma internacional, España lo prohibió y ahora el Parlamento Europeo se lo plantea también.
¿Dónde están los límites éticos?
Diferentes grados y tipos de discapacidad y comprensión del entorno. Recuerdo la indignación que sentí cuando leí aquella noticia que dio lugar al libro y después vino la sensación extraña que me quedó cuando hablé con la mamá de Vera, uno de los testimonios. En la vida me atrevería a juzgar a esa madre por la esterilización. Las familias son las que viven con los obstáculos cotidianos. Con las luces y sombras. Son el producto del sistema de creencias instalado durante siglos, que ve con normalidad que una persona que no se adapta a los cánones de normalidad no se pueda o no deba reproducirse, por el bien del menor o por la carga que supondría para la familia.
En vez de criminalizar, hay que sensibilizar y aportar la red de apoyo necesaria. La esterilización es violencia, lo dice la ONU y los convenios internacionales. Hay otros métodos y hay que optar por ellos siempre que se pueda. La medicina lo permite.
¿Qué diferencias ha percibido en cómo se enfoca la sexualidad de las mujeres discapacitadas respecto a los hombres?
Se les infantiliza constantemente. Se les trata como eternas niñas incapaces de tener pareja o una relación sexoafectiva estable. La familia trata de protegerlas y piensan que con las esterilizaciones lo consiguen pero, a veces, es todo lo contrario, porque al esterilizar, si hay abusos o violaciones, se está silenciando el elemento que puede ser señal de alarma: el embarazo. Es triste y duro, pero se puede llegar a convertir en una suerte de barra libre de abusos al no dejar una huella tan visible como el embarazo.
Se asume que como la mujer es la que se puede quedar embarazada, es la que tiene el “problema”, y se las somete a una operación definitiva como es la ligadura de trompas, en vez de optar por otros mecanismos anticonceptivos. La vasectomía, por ejemplo, es reversible y apenas dura diez minutos con anestesia local. Pero no se hace. El capacitismo es pensar que como la persona tiene diversidad funcional no va a ser buena madre y el patriarcado hace el resto: volcar toda la responsabilidad de los cuidados y la crianza en la madre, como si el padre o el resto de la red familiar no tuviera un papel relevante en el proceso.
¿Qué papel juegan las asociaciones de personas con discapacidad?
Las asociaciones están haciendo un papel importantísimo en la divulgación y sensibilización del tema, con talleres sobre sexualidad donde les explican cómo funciona su cuerpo y cómo acceder a él. Les hablan de la importancia del consentimiento. Porque a las mujeres con discapacidad las atraviesa una doble discriminación, el machismo y el capacitismo.
¿Qué es el capacitismo y qué influencia tiene en la cuestión de las esterilizaciones forzadas?
Es la discriminación y el prejuicio social contra las personas con discapacidad. Incluye estereotipos dañinos, conceptos erróneos, barreras físicas y opresión en mayor escala. Está alineado con el modelo de prescindencia, que sostiene que la sociedad debería ir encaminada a ‘prescindir’ de las personas con otras capacidades. Aquí entraría la eugenesia, ‘depurar’ la raza para que las personas con “taras” no supongan una carga o un gasto social. Y, por supuesto, que estas personas no se reproduzcan.
En Estados Unidos, por ejemplo, hubo una sentencia famosa en la década de 1920, en pleno auge de la eugenesia en ese país (no fue cosa solo de los nazis), en la que el juez autorizó una esterilización de una mujer internada en un centro diciendo que “con tres generaciones de imbéciles son suficientes”. Eso es el capacitismo.
Exhibición bajo el título ‘Eugenesia y Salud’ en la feria de Kansas (Estados Unidos) en 1929. American Eugenesics Society Records
Su libro enlaza con la historia de las políticas eugenésicas en regímenes totalitarios pero, hasta hace bien poco, ha habido casos más recientes, como el de la población gitana en ciertos países europeos. ¿Cómo ha cambiado en los últimos tiempos?
Las esterilizaciones no han sido solo un arma de los regímenes totalitarios. Democracias bien asentadas las han llevado o siguen llevando a cabo. Suecia sería el caso más grave, seguido de Estados Unidos. En Suecia la población gitana fue la que más sufrió y se seguía haciendo hasta la década de 1990, pero también mujeres con problema psicosociales. En la India, con la enorme presión demográfica que tienen, se ofrecen estilizaciones a cambio de un móvil o el equivalente a 20 euros. Pero en una cultura fuertemente patriarcal les resulta más práctico esterilizar a la mujer que concienciar sobre el uso del preservativo o someter a los hombres a una rápida vasectomía.
Me asombró ver que, por ejemplo, hasta 2016, en Noruega se obligaba a las personas trans que querían someterse a una operación de cambio de sexo a esterilizarse. En Dinamarca hasta 2014. En Suecia, con su pasado oscurísimo en las esterilizaciones y prácticas de higiene racial, hasta 2013. En América Latina también es habitual. En España, tras el cambio de ley en 2020, ya no es la norma y las familias recurren cada vez menos a ello. Ha habido un cambio de mentalidad en ellas, aunque sigue habiendo una parte de la población que lo sigue viendo ‘normal’. Quizá, en unos años, estemos hablando de todo esto como algo que de verdad ha quedado en el pasado.
6/06/2023
1 Comment
Rubén Torres
2 años agoSe deberían eliminar a toda persona que no apruebe la eugenesia. Pues eso implica impedir que las leyes de la Naturaleza siga su curso y por ende no se pueda evolucionar.
Lo que esta descerebrada llama violencia en realidad es sentido común, algo de lo que carece en grandes cantidades.
Dicho esto, todos los argumentos que dice María Bonillo son estupideces.