LAS CRUZADAS DE LOS NIÑOS EN LA EDAD MEDIA
La más fútil de estas expediciones fue la Cruzada de los niños, que tuvo lugar en 1212.
Treinta mil muchachos y muchachas franceses guiados por un joven pastor llamado Esteban y veinte mil niños alemanes bajo la dirección de un mozalbete llamado Nicolás, se pusieron en marcha para conseguir lo que las fuerzas militares no habían logrado.
Con una fe enternecedora creían que las aguas del Mediterráneo se separarían para dejarles pasar, como hicieron las del Mar Rojo ante los antiguos judíos en su huida de Egipto.
Pensaban que, una vez llegados a Palestina, otro milagro arrojaría a los musulmanes de Jerusalén, restaurando con ellos la fe cristiana.
Algunos niños se desanimaron y volvieron a casa antes de llegar muy lejos.
Los que siguieron adelante con la cruzada murieron de hambre o privaciones, se ahogaron en el mar o fueron capturados y vendidos como esclavos.
Las Cruzadas comenzaron en 1095, cuando europeos de diversa procedencia, respondiendo al llamado del papa y unidos por el fervor religioso (eso decían), intentaron liberar Palestina, la Tierra Santa, de sus nuevos gobernantes turcos selyúcidas (por supuesto, nadie le preguntó a la gente que vivía en Palestina si deseaba ser liberada).
Estos turcos islámicos, que conquistaron Asia Menor en el siglo once, vencieron a los ejércitos del Imperio Bizantino en la batalla de Manzikert, en 1071, y capturaron al emperador Romano IV Diógenes. Lo liberaron luego, pero el control bizantino sobre la región quedó maltrecho.
El predominio turco alarmó a la cristiandad toda (es decir, al mundo cristiano), y el eco llegó hasta Roma, en donde, para el papa Urbano II.
La gota que llenó la copa fue la toma de Palestina por los turcos selyúcidas incluida Jerusalén y los más sagrados santuarios cristianos. Lo peor para el papa eran los informes según los cuales los turcos maltrataban a los peregrinos que iban a visitar los santuarios de Tierra Santa.
Como musulmanes que eran, los gobernantes selyúcidas tenían pocas razones para proteger a los viajeros cristianos, que eran presa fácil de los ladrones.
El papa estaba tan fuera de sí que en 1095 promovió una guerra para liberar a Jerusalén y ponerla de nuevo a salvo para los cristianos.
Las Cruzadas fueron la respuesta a su llamado.
Al principio fueron tal vez empresas religiosas idealistas, pero degeneraron y se convirtieron en guerras brutales de odio y codicioso oportunismo.
Dos años tardó en llegar exhausto a Jerusalén el poderoso ejército cruzado vencedor en Nicea (primer enfrentamiento con los musulmanes, en junio de 1097), cuando la distancia se podía haber cubierto en unos dos meses de marchas moderadas.
Eran unos 1.200 caballeros y 12.000 infantes, sin máquinas de guerra, los que llegaban a la Ciudad Santa al borde del verano de 1099.
Su victorioso asedio sólo se explica por la división de los musulmanes, incapaces de oponer un frente común a los cruzados.
El viernes 15 de julio, los jefes cristianos ordenaron el asalto general y rebasaron las murallas de la ciudad.
El asalto doblegó la resistencia de los guerreros fatimíes y los cruzados entraron en Jerusalén dispuestos a vengarse de cuantas privaciones habían pasado en los dos años y medio anteriores.
Todos los musulmanes fueron pasados a cuchillo, a excepción de los soldados refugiados en la torre de David que lograron negociar su libertad con uno de los jefes cruzados.
Los judíos buscaron amparo en la sinagoga mayor, pero no les sirvió de nada porque los cristianos la incendiaron con ellos dentro.
La masacre duró dos días. Niños, mujeres, ancianos, heridos…, no hubo quien se librara del infierno en el lugar considerado las Puertas del Cielo.
Cuando los hechos fueron conocidos, buena parte de la cristiandad se quedó atónita, por no hablar del horror y el resentimiento que causó entre musulmanes y judíos.
En Occidente, muchos sacerdotes dedicaron sus sermones a condenar la salvajada, abrumados de espanto porque una empresa bendecida por la Iglesia concluyera de ese modo inhumano y precisamente en Jerusalén.
La cuarta Cruzada, entre 1202 y 1204, tal vez fue la peor de todas.
Los cruzados saquearon Constantinopla, ciudad cristiana, y luego establecieron allí otro efímero imperio latino.
Como si el cisma entre las iglesias católica romana y ortodoxa oriental no fuera ya suficientemente grave, a partir de estos acontecimientos se volvió permanente.
MASACRES HUMANAS DE LA HISTORIA
A pie con niños campesinos: Lamentablemente, los miles de europeos del común que se dirigieron a Palestina plenos de fervor cristiano tenían una mínima probabilidad de sobrevivir: eran ignorantes y no estaban preparados en absoluto para lo que les esperaba.
Todo el asunto comenzó con la Cruzada del Pueblo, muchedumbre heterogénea que formó parte de la primera Cruzada, liderada por un monje predicador francés llamado Pedro el Ermitaño.
Sus seguidores caminaron directo hacia una masacre selyúcida. (Para mayor información sobre Pedro el Ermitaño y su colega Gualterio Sans-Avoir)
La Cruzada de los Niños de 1212 fue la más lastimosa.
Cerca de 50.000 pobres niños, y algunos adultos, pobres también, caminaron desde Francia y Alemania, movidos por la ilusión de recobrar Palestina para el control cristiano (esto había sucedido antes, en uno y otro sentido, durante más de cien años).
La mayoría de los niños que pudo llegar a los puertos italianos logró embarcarse sólo para ir a parar directamente a los mercados de esclavos del norte de África y Oriente Medio.
De muy pocos se volvió a tener noticias. Algunos dicen que el cuento titulado El flautista de Hamelín está basado en esta Cruzada.
Enlace Externo:• Breve Historia de las Cruzadas
https://historiaybiografias.com/masacres_humanas2/
16/11/2020
1 Comment
Rubén Torres
3 años agoRespecto al artículo; La cruzada de los niños a Jerusalén una masacre humana.
Esto son cosas que suelen suceder cuando se junta el fanatismo (religión) con la ignorancia)