Un hombre pasea con su carro en un supermercado. José Cuéllar

Entre un 30 y un 50% de los comestibles acaban desechados, según se analiza en el primer debate multisectorial sobre desperdicio en España

 

Isabel F. Lantigua. Madrid

28/06/2016

 

Por las fechas de caducidad demasiado cortas en el tiempo, por envases o packs de comida demasiado grandes, por excedentes en la producción, por comprar más con los ojos que con la cabeza… Los factores son múltiples pero todos juntos dan un dato alarmante: en España, según el Ministerio de Agricultura (MAGRAMA), se desperdician 7,7 millones de toneladas de alimentos cada año.

«La magnitud del problema es enorme», ha reconocido Fernando Burgaz, Director General de la Industria Alimentaria del Ministerio, en el marco del primer debate multisectorial sobre el desperdicio de alimentos en España, organizado por la OCU. Entre un 30% y un 50% de los alimentos comestibles acaban desechados. «La mayoría de ellos, el 80%, se tiran a la basura en los hogares tal cual se han comprado. Solo el 20% de los desperdicios es de productos ya procesados que han sobrado en la mesa», explica Burgaz.. Frutas, verduras y pan fresco son los alimentos más desechados y representan el 48,1% del volumen total de lo que se tira.

De toda la cadena alimentaria es en las casas donde se producen la mayoría de desperdicios: 1.325,9 millones de kilos de comida al año acaban en la basura de los hogares españoles. Según el desglose del Ministerio la cifra equivale a 25,5 millones de kilos de comida desperdiciados a la semana. En los hogares, el desperdicio alimentario alcanza el 42% del total, en la fase de fabricación el 39%, en la restauración el 14% y en la distribución el 5%.

«Aunque si se compara el primer semestre de este año con el del año pasado, el desperdicio en los hogares se ha reducido un 2,4 %, queda mucho trabajo por hacer porque la cifra sigue siendo altísima», admite Burgaz, que apela a todos los agentes involucrados en el sector alimentario porque «en este tema todos podemos hacer algo».

Pese a que el dilema ético y social es el que más sobresale tras este asunto, sobre todo en una época de crisis, el problema de desperdiciar comida tiene también implicaciones económicas y medioambientales. Y, de toda la cadena alimentaria, los agentes coinciden en señalar al consumidor como el principal responsable de la cantidad de comida que se tira. «En los países en vías de desarrollo, el desperdicio se produce en los primeros pasos de la cadena de producción, mientras que en los países desarrollados es al revés», argumenta Paloma Sánchez, directora de competitividad y sostenibilidad en FIAB (Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas).

Para Ignacio García Margazo, director general de ASEDAS (Asociación Española de Distribuidores de Autoservicio y Supermercados), «cada eslabón tiene que asumir su parte de culpa, pero es cierto que los supermercados intentan minimizar al máximo la merma de productos y que es en las casas donde más comida sobra”. Por su parte, Adela Torres, de Mercadona, admite que «el desperdicio es un problema de toda la cadena, pero quizás las empresas tienen más medidas para hacerle frente que el consumidor particular».

El requisito estético

Torres afirma que «la clave de una empresa que distribuye alimentos es reducir la merma». Para ello «se ajusta al máximo el pedido, se hace un perfecto control de los stocks, se cuida mucho el alimento, que no sufra ningún daño en el proceso y, cuando algo va a perecer, se hacen estrategias de liquidación». Pero, pese a todos los intentos, «siempre hay algo que sobra».

Una de las cosas que influye mucho a la hora de comprar un producto es el aspecto del mismo, coinciden todos los participantes del debate. «Hay limones que sobran en tienda porque son feos, pero no los tiramos, sino que se los damos a nuestro productor de helados de limón, para que los use, o pasa a las ruta de las salsas o los alimentos preparados… Así se reducen desperdicios. También hacemos mucha donación», afirman desde Mercadona.

«Organizar bien la compra»

Para Gemma Trigueros, coordinadora de alimentación de la OCU, «el problema es global, pero necesita soluciones locales». Defiende a los consumidores «porque lo tienen mucho más difícil que otros agentes para dar salida a los desperdicios», pero también insiste en que hay que hacer examen de conciencia y plantearse «¿por qué tiramos la comida?». Según una encuesta realizada por ese organismo, las principales razones son que: no se organiza bien la compra, se olvida de congelar los productos, hace raciones exageradas, que lo primero que se compra es lo primero que se consume (dejando que otras cosas caduquen), etc.

«El consumidor tiene que organizarse, planificar los menús y no dejarse llevar por ofertas 3×2 si no lo necesita», aconseja Trigueros.

La OCU cree que uno de los objetivos prioritarios de la estrategia para reducir el desperdicio pasa por la concienciación de los consumidores para evitar que la comida acabe en la basura. Así mismo pide a los sectores involucrados que implanten iniciativas y cambios que sirvan para disminuir el desperdicio en España y mejorar la gestión de los excedentes de alimentos.

La alarma por los desperdicios es global. A nivel mundial un tercio de todos los alimentos acaban desperdiciados. Según la Comisión Europea, España es el séptimo de la UE que más comida tira, después de Reino Unido, Alemania, Holanda, Francia, Polonia e Italia.

https://www.elmundo.es/sociedad/2016/06/28/57725079ca474104478b4627.html

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