Mono ardilla
Por Santiago J. Bucaram-Villacís
Mayo 6, 2020
Una gran parte de los virus más mortales en la historia reciente (p. ej. VIH, SARS, MERS, etc.) comparten origen con el COVID-19: aparecen en otras especies animales y luego llegan a los humanos. Este proceso se conoce como zoonosis y es el resultado de nuestra interferencia irresponsable con la biodiversidad y sus ecosistemas. En consecuencia, si los seres humanos persisten en la explotación de los recursos naturales y en la destrucción de los ecosistemas, existe el riesgo de otras pandemias como la que padecemos hoy en día.
Sin embargo, muchos argumentan erróneamente que este tipo de prácticas ocurren exclusivamente en los países asiáticos. Esta es una afirmación incorrecta. Por ejemplo, en América del Sur, específicamente en la región amazónica, el consumo y el comercio de carne de animales silvestres es una práctica frecuente. De hecho, la carne de animales silvestres es fundamental para la subsistencia de las comunidades rurales en esa región, a pesar de las rápidas transformaciones sociales y económicas que alejan los medios de vida rurales de la dependencia de los productos forestales. No solo eso, la caza excesiva de animales silvestres para el consumo de carne ha aumentado en las últimas décadas en la Amazonía debido al mayor acceso de los conglomerados humanos a los bosques y al comercio de carne de este tipo de animales.
El consumo rural de carne de animales silvestres fue estimado por Nasi en el año (2011) en aproximadamente 900.000 toneladas por año en la Amazonía. De acuerdo con van Vliet en el año (2014), en las principales ciudades de la triple frontera amazónica entre Colombia, Perú y Brasil, la carne de animales silvestres se comercializa en una cantidad de aproximadamente 3,2 kg por habitante al año. Además, la evidencia empírica concluyó que la carne de animales silvestres es una fuente importante de calorías y proteínas para los habitantes de los pueblos ubicados en la región amazónica de América del Sur y para la seguridad alimentaria de esas comunidades. Por ejemplo, Sarti en el año (2015) encontraron que los hogares de la triple frontera amazónica entre Colombia, Perú y Brasil que no consumen carne de animales silvestres tenían un mayor riesgo de anemia a corto plazo, y otros problemas de salud crónicos a largo plazo. Incluso hay evidencia empírica que demostró que las poblaciones indígenas y rurales que incluyen en su dieta la carne de animales silvestres cumplieron, y en algunos casos excedieron, las recomendaciones internacionales de nutrientes en lo que respecta a la ingesta diaria de proteínas. En conclusión, el consumo de carne de animales silvestres es fundamental para garantizar la seguridad alimentaria y los ingresos de millones de personas en las regiones tropicales del mundo (entre ellas, la Amazonía), especialmente para los hogares rurales pobres, independientemente de la modernización y la globalización de los hábitos alimentarios. Una prohibición completa de esta práctica sin ninguna política para proteger la seguridad alimentaria de estas comunidades es altamente peligrosa.
La desventaja, es que esta práctica produce diferentes problemas. Específicamente, el consumo de carne de animales silvestres no solo es una fuente potencial de zoonosis, sino que también es la causa de la extinción local de numerosas especies que ha llevado a la llamada “crisis de la carne de animales silvestres”, que no solo amenaza la biodiversidad de los bosques tropicales sino también la seguridad alimentaria de los indígenas y las poblaciones rurales más dependientes de alimentos de naturaleza silvestre. Al mismo tiempo, dada la transición del consumo de carne de animales silvestres por subsistencia a su comercialización, existe la amenaza de que esta práctica pudiera conllevar a la sobreexplotación de la vida silvestre de los bosques tropicales. Este último es un fenómeno conocido en la literatura como síndrome del “bosque vacío”, y podría producir consecuencias negativas para los ecosistemas (por ejemplo, interrupción de los procesos ecológicos y evolutivos, cambios en la composición de las especies y reducción de la diversidad biológica), así como para el sustento de los habitantes locales (es decir, amenaza para su seguridad alimentaria y reducción de ingresos).
Por lo tanto, considerando la crisis mundial causada por el COVID-19 y su supuesto origen zoonótico, no debemos olvidar que esta no es una realidad lejana, ya que muchas comunidades rurales en América Latina dependen nutricionalmente de la carne de animales silvestres. Reconocemos los efectos negativos y potencialmente fatales de esta práctica, pero también debemos entender las razones de su consumo. Solo cuando consideremos ambos lados del problema, podremos comenzar a pensar en diseñar soluciones que, sobre todo, protejan la seguridad alimentaria de estas poblaciones (la gran mayoría no sólo rurales sino también pobres) a la vez que se reduce esta práctica.
Foto: Raychan – Unsplash.com
13/05/2024
1 Comment
Rubén Torres
7 meses agoEl autor de este artículo J. Bucaram-Villacís no deslumbra por su inteligencia. Más bien demuestra ser un ignorante, al menos en medioambiente. Hablar de lo que se ignora es un error muy frecuente. Como ya he propuesto desde hace muchos años eso debería ser penalizado con fuertes sanciones puesto que en vez de enseñar lo que hace esta gentuza es desinformar.
Una vez más se cumple el dicho; si no aportas soluciones es que formas parte del problema. Y efectivamente J. Bucaram-Villacís forma parte del problema dado que no aporta soluciones que erradiquen el hambre, la pobreza, la aniquilación de especies, etc.
Esta piltrafa debería haberse molestado en leer los más de 130 artículos sobre la pobreza que hay en este blog. Aprendería muchísimo sobre cómo se resuelven todos los problemas socioeconómicos y medioambientales. Con lo cual sí se podría dedicar a escribir buenos artículos sin hacer el pollino como hasta ahora.