Ya tenemos los primeros resultados sobre el impuesto a las bebidas azucaradas en España. Ha ido regular 

17 Diciembre 2022

Carlos Prego @CarlosPrego1

Allá por principios de 2021, cuando el COVID-19 acaparaba titulares y aún nos movíamos en un mundo de restricciones, aforos limitados y mascarillas FFP2, el Gobierno decidió mover ficha para combatir otra pandemia, más silenciosa pero igual de crucial: la obesidad. La obesidad infantil, para ser más precisos. Y de una forma rotunda, además: en enero aplicó un alza del IVA para las bebidas azucaradas y edulcoradas que elevó su tributación del tipo reducido al general, del 21%.

Ha pasado de aquello casi dos años y la gran pregunta hoy es: ¿Se ha notado de alguna forma?

Un poco de historia reciente. Pongámonos en contexto. Enero de 2021. En plena resaca pandémica. Tras una intensa tramitación marcada por el rechazo de las empresas y debate político, el Gobierno aplica un alza en el impuesto sobre el valor añadida (IVA) de las bebidas azucaradas y edulcoradas. De tributar al tipo reducido, del 10%, pasan a hacerlo al general, del 21%.

La decisión buscaba “favorecer hábitos más saludables” y dejaría de paso una sustanciosa recaudación, de aproximadamente 314 millones de euros, cantidad que se quedaría en cualquier caso ligeramente por debajo de los 340 millones estimados. Para no dañar aún más a un sector hostelero que ya se había visto vapuleado durante meses por la pandemia, el proyecto de Presupuestos Generales recogía, eso sí, que la actualización no afectase a los bares.

¿Tan grave es el problema? El objetivo del Gobierno al aplicar la medida, comunicada a Bruselas ya en otoño de 2020, pasaba por incentivar “hábitos más saludables”, sobre todo entre la población de menor edad. “El objetivo [es] combatir la obesidad infantil y las enfermedades asociadas como la diabetes”, razonaban los defensores del alza del IVA. ¿Había o hay motivos para la preocupación? Desde luego lo que tenemos son estudios que dejan entrever que el escenario no es el ideal.

Hace un mes escaso trascendía un estudio de la Iniciativa de Vigilancia de la Obesidad Infantil (COSI), de la OMS, que concluía que España es el tercer país con mayor prevalencia de sobrepeso y el cuarto en obesidad entre un listado de más de treinta naciones de la región europea. El porcentaje de gasto sanitario vinculado con la obesidad ronda aquí el 10%, un dato que sitúa a España en la parte alta de la tabla de las naciones occidentales y por encima de la media europea.

¿Y se dejó notar la medida? Sí, y no. Sí influyó en los hábitos de consumo, aunque no de la forma generalizada ni desde luego con el alcance que probablemente le habría gustado a sus promotores. Un informe de EsadeEcPol muestra que la medida “redujo de manera significativa” el consumo medio en los hogares, aunque la tendencia se constató únicamente en los que respondían a cierto perfil.

El resultado se apreció en los de menor nivel económico, que vieron reducido su consumo en alrededor de 11 litros anuales por hogar. En el caso de los hogares de nivel económico medio y alto, el informe de ESADE concluye sin embargo que el efecto no resultó apreciable. Si hubo un tipo de familia en la que se dejó sentir el alza del IVA fue en aquellas que registraban menores ingresos y tenían hijos: en las casas con ese perfil, el consumo se contrajo en unos 25 litros anuales.

Bajando más al detalle. No son las únicas cifras que arroja el informe de ESADE. La primera conclusión es que el incremento del IVA tuvo un reflejo claro en el carro de la compra: según sus cuentas, más del 90% del alza de los impuestos acabó trasladándose al precio final, lo que en euros contantes y sonantes se tradujo en un aumento de 12 céntimos el litro. Para el 33% de los hogares más pobres, ese alza se tradujo en un descenso medio de 10,8 litros anuales. Su consumo previo, de 2020, rondaba los 83 litros por hogar y año. En términos porcentuales la caída fue del 13%.

“Este efecto se multiplica por cuatro para los hogares de menor gasto equivalente con hijos de cinco a 16 años: en ellos, la caída estimada llega a 25 litros menos por año. Entre los hogares con niños la caída sería de un 20%, mientras que para los hogares pobres sin niños sería de un 7%”, abunda.

El otro perjudicado: el snack. No es extraño que quien se toma un refresco azucarado lo acompañe de algún tipo de snack, con lo que menos raro resulta que el descenso en el consumo de este tipo de bebidas haya ido acompañado de un “pinchazo” de los aperitivos. Durante su análisis, la ESADE ha explorado esa posibilidad centrándose en el 33% de los hogares con menor capacidad económica, los mismos en los que registraron un descenso en el consumo de refrescos.

La investigación no arrojó grandes sorpresas: “El efecto de la subida del IVA a las bebidas azucaradas y edulcoradas parece tener un efecto de contagio sobre el gasto en snacks, que se reduce significativamente entre el tercio de hogares más pobre”. Su cálculo arroja que el 33% de hogares más pobres recortó su gasto en alrededor de cinco euros anuales. Si se traslada a términos porcentuales, supone un pinchazo del 10,5%, en sintonía con el incremento del impuesto.

¿Qué conclusiones podemos sacar? Más allá de los porcentajes, lo que revelan los datos de ESADE, que realizó su estudio tomando como grupo de control los territorios que no están sujetos al IVA —Canarias, Ceuta y Melilla— y basándose en los valores de la EPF (Encuesta de Presupuestos Familiares), son un par de conclusiones clave. La primera es que, como cabía esperar, el alza del IVA acabó dejándose sentir en el precio final: absorbió más de un 90% del alza del tributo.

La segunda gran idea, y tal vez la más importante, es que el efecto de ese alza en el consumo —de 0,12 €/litro— “se concentró exclusivamente en los hogares de menor nivel económico”. En ese caso, representado por el 33% de los hogares más pobres, el descenso rozó los 11 litros anuales. “Sin embargo, para el resto el efecto del impuesto no fue estadísticamente significativo”, concluye.

La lectura más positiva es que la medida consiguió atinar al menos en parte del público en el que pensaba el Gobierno al incrementar los impuestos: los niños. El informe de ESADE muestra que el efecto del alza del IVA se triplicó en los hogares más pobres en los que residían jóvenes de entre cinco y 16 años. En esos casos el descenso estimado rondó los 25 litros anuales.

Imagen de portada: Franki Chamaki (Unsplash)

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