Más de 540 especies de animales han logrado sobrevivir a uno de los ríos más contaminados del continente. Un vasto ramillete que incluye felinos, tortugas, murciélagos, nutrias y hasta aves y peces únicos en el mundo. ¿Cómo sería limpio?

2020/05/18

La biodiversidad impone su fuerza en la impactada cuenca del río Bogotá. Fotos: Parque Jaime Duque y Nicolás Acevedo.

El río Bogotá como escenario de vida tuvo su punto de quiebre a mediados del siglo XX. El incremento de la población en áreas cercanas a su ronda, en especial en los terruños de la denominada sabana, causó que los nuevos pobladores vieran al cuerpo de agua como un escenario ideal para descargar sus despojos.

Rápidamente, las descargas residuales y los vertimientos industriales aparecieron en el panorama, tiñendo de negro las aguas que durante la época prehispánica fueron sagradas para los muiscas. Por su parte, las basuras y escombros empezaron a sepultar de una forma voraz la biodiversidad residente de sus orillas, transformando a la denominada alma de la sabana en una cloaca nauseabunda.

Su paso por la capital del país y el municipio de Soacha es fatal. A diario, el varón poderoso, nombre dado por los muiscas antes de la llegada de los españoles, recibe en promedio 690 toneladas de carga contaminante, entre vertimientos, residuos, grasas y arenas, una inyección tóxica que lo hace convulsionar e ingresar directo a cuidados intensivos.

Las aves son las que mandan la parada en la cuenca del río Bogotá. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Pero el río Bogotá va mucho más allá de los 380 kilómetros que recorre desde el páramo de Guacheneque en Villapinzón hasta la desembocadura en las aguas carmelitas del río Grande de la Magdalena en Girardot y Ricaurte. Su cuenca hidrográfica, de 589.143 hectáreas, abarca 46 municipios de Cundinamarca y a la capital, donde residen cerca de 12 millones de personas.

Aunque las actividades agropecuarias e industriales de la cuenca aportan cerca de 32 por ciento del Producto Interno Bruto nacional, en la zona han logrado sobrevivir varios ecosistemas estratégicos como páramos, bosques alto andino, andino y seco tropical, humedales, lagunas y herbazales, donde la biodiversidad manda la parada.

Según el último ajuste del Plan de Ordenación y Manejo de la Cuenca Hidrográfica del río Bogotá (POMCA), documento elaborado en 2018 por entidades como el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), en los territorios del río hay registros de 542 especies de fauna, un ramillete que incluye a 322 especies de aves, 76 de mamíferos, 66 de reptiles, 55 de anfibios y 23 de peces.

La cuenca del río Bogotá esconde más de 500 especies de animales, las cuales permanecen ocultas por la contaminación. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Reinan las aves

En 2014, el Consejo de Estado ratificó la sentencia de descontaminación del río Bogotá dada en 2004 por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, un hito sin precedentes en el país que le impuso 154 órdenes precisas a más de 70 entidades del orden nacional, regional y local para recuperar al río de los muiscas.

Una de ellas fue el ajuste del POMCA del río, una hoja de ruta que incluye un diagnóstico actual de la flora y fauna presente elaborado por el consorcio Huitaca. “La importancia de conocer una aproximación de la composición de biodiversidad radica en poder determinar cómo las comunidades de fauna y flora influyen en el funcionamiento de los ecosistemas, y cómo estos pueden llegar a determinar la estructura de las de las especies”, cita el documento.

Más del 59 por ciento de los registros evidenciados en la cuenca corresponde a las aves, 322 especies de 54 familias y 21 órdenes en total, cifra que representa cerca del 18 por ciento de todas las especies reportadas (registradas) en Colombia. Es decir que, a pesar de los fuertes golpes que ha recibido la cuenca por parte de la población humana, aún está gobernada por estos animales alados.

El colibrí chillón es una de las aves que más hace presencia en la cuenca del río Bogotá. Foto: Parque Jaime Duque.

El ramillete de la avifauna es amplio, tanto de ecosistemas terrestres y acuáticos como migratorias de la región boreal y austral del continente. Entre las especies más representativas están el pato andino, pato turrio, pava andina, zambullidor, garza real, cóndor andino, gavilán negro, águila paramuna, la tingua bogotana, pico verde, pico rojo y pico amarillo, chorlo, cuco americano, currucutú, búho rayado y campestre, colibrí, tucán, carpintero, halcón peregrino, periquito bronceado, loro orejiamarillo, sirirí, golondrina sabanera, cucarachero, mirla, azulejo real y monjita bogotana.

De los 49 recorridos realizados por los expertos en la cuenca, los municipios con mayor número de especies de aves identificadas fueron La Mesa, Ricaurte y Tocaima, territorios que hacen parte de la cuenca baja del río Bogotá. “Esto se debe a que estos territorios cuentan con una mayor área de coberturas naturales como bosque tropical”, menciona el nuevo POMCA.

En los humedales de Bogotá se han registrado varias especies de búhos. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Las aves dominantes del río Bogotá corresponden al orden de los paseriformes, en su mayoría individuos de percha. Sin embargo, la pérdida del hábitat juega en su contra: cerca del 87 por ciento de la cuenca ya está transformado o degradado por la expansión de la frontera agrícola, contaminación y construcción de centros urbanos.

“La transformación de los ecosistemas naturales ha llevado a la extinción de algunas especies como el zambullidor andino, la pérdida de ecosistemas estratégicos como humedales y páramos, y la reducción de los bienes y servicios que ofrece la avifauna”, concluye el documento.

Más de 94 por ciento de las aves del río Bogotá son diurnas, ya que bajo los rayos del sol encuentran más alimento como insectos, invertebrados y roedores. Especies como búhos, chotacabras y guardacaminos prefieren moverse cuando la luna se adueña del cielo, aprovechando su desarrollada visión en la oscuridad para cazar ranas, sapos y serpientes.

El encuentro de los ríos Bogotá y Magdalena es crítico en términos de contaminación. Sin embargo, las aves dominan la zona. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

“La mayoría de estas especies tiene hábitos de vida herbáceos y arbustivos. 47 especies son acuáticas, 37 usan solo el estrato herbáceo y 12 la parte arbórea, donde consumen frutos e insectos. Aves como las golondrinas usan todos los estratos, lo que las convierte en especies cosmopolitas y generalistas”.

No muchas de estas aves andan en parejas o bandadas mixtas. Prefieren la soledad para encontrar recursos de difícil acceso, como es el caso de las rapaces, búhos, martines pescadores y especies insectívoras.

La tingua bogotana es una especie endémica del altiplano cundiboyacense. Foto: Parque Jaime Duque.

De las más de 300 especies de aves en la cuenca, 10 son endémicas de Cundinamarca, es decir que no habitan en ninguna otra parte del planeta. Tal es el caso de la tingua bogotana, ave residente de los humedales del altiplano.

“También fue posible tener el registro de 98 especies migrantes, tanto del norte o el sur del continente, como aquellas que realizan movimientos locales, que representaron el 30 por ciento de la avifauna registrada. Este grupo está conformado por garzas, atrapamoscas, verderón, rapaces, colibríes, andarríos, golondrina tijereta, guala cabecirroja y sirirí común”, indica la publicación.

Alados amenazados

Según los Libros rojos de aves de Colombia, 24 especies con presencia en la cuenca del río Bogotá están en alguna categoría de amenaza: 12 en peligro, cuatro en peligro crítico, cuatro vulnerables, tres casi amenazadas y una extinta: el zambullidor bogotano, que no ha vuelto a aparecer desde 1977.

El POMCA del río Bogotá destaca varias especies como el pato negro, ave que en Colombia hace presencia en los humedales de la cordillera oriental, altiplano cundiboyacense, valles interandinos y la costa Caribe. “A pesar de ser considerada como la especie de pato más rara para el país, hoy está amenazada por la cacería excesiva y el deterioro de los humedales. En el altiplano cundiboyacense incluso podría haberse extinguido”.

La tingua moteada o pico verde es una de las más amenazadas por la pérdida de los humedales. Foto: Parque Jaime Duque.

En los humedales de la cordillera oriental, en Cundinamarca y Boyacá, habita una subespecie endémica de la tingua pico verde o moteada, un ave que ha mermado su población desde principios del siglo XX por la desaparición de los humedales.