por José Antonio Campoy
Hace ya más de un siglo que el famoso investigador francés René Quinton constató que la sangre y el agua de mar tienen una composición bioquímica tan similar que ésta puede inyectarse en sangre cuando falta aquella. La diferencia es que el agua de mar tiene 30 gramos de sales marinas por litro mientras la sangre contiene 9 y conviene pues diluirla antes aunque las pruebas hayan demostrado que puede inyectarse igualmente de forma natural y concentrada. Luego, ¿por qué no se usa agua de mar isotónica -diluida- y microfiltrada en lugar de suero fisiológico cuando alguien se recupera en un hospital o incluso en lugar de inyectarse sangre de una tercera persona si se necesita una transfusión? Porque que eso es posible lo demostró hace ya ¡más de un siglo! René Quinton ante la comunidad científica. De hecho extrajo por completo la sangre a unos perros inyectando en su lugar agua de mar y al cabo de unos días éstos se recuperaron totalmente. Sus colegas sonrieron, consideraron el asunto algo anecdótico y se olvidaron de ello. Eso sí, muchos años después otros investigadores repetirían el mismo experimento con idéntico éxito. Incluso en España como explicamos ampliamente en el reportaje que publicamos en este mismo número. El caso es que Quinton no cejó y demostraría además que el agua de mar es útil para tratar numerosas patologías pero solo unas cuantas mentes despiertas se darían cuenta de la importancia de su descubrimiento, proseguirían sus trabajos y lograrían en 1943 -dieciocho años después de su muerte acaecida en 1925- que el agua de mar recolectada en una zona concreta y convenientemente filtrada -bautizada como Plasma de Quinton-fuera inscrita en Francia como un fármaco que podía usarse tópicamente… pero también beberse y ser inyectado. Treinta años después incluso se le otorgaría el ANN -el equivalente al Registro Sanitario español- bautizándose el producto como Duplase de Quinten. Lamentablemente en 1982 se perdería la autorización al no poder el laboratorio fabricante adecuarse a las nuevas normas exigidas por la Comunidad Europea y aunque posteriormente sería reinscrito en su fórmula hipertónica sólo se autorizaría ya como complemento dietético bebible y como producto destinado a una alimentación especial; es decir, no se autorizó como inyectable. Sin embargo el agua de mar contiene los 118 elementos de la tabla periódica en su forma orgánica y biodisponible -aunque un 85% sean iones de sodio y cloro- y es notablemente más útil que cualquiera de los sueros fisiológicos que hoy se comercializan. De hecho la composición bioquímica del Plasma de Quinton es asimismo similar a la del líquido extracelular del organismo y se trata por tanto de un auténtico suero fisiológico natural concentrado capaz de satisfacer todas las necesidades minerales de las células de cualquier ser vivo de la escala animal y humana. Como es útil sustituirla por la sangre cuando ésta falta. En el caso de los sueros fisiológicos porque el Plasma de Quinton en mucho más completo y útil para la recuperación de un enfermo. Y en el de la sangre por lo mismo y porque se asegura al paciente que no va a recibir plasma contaminado, algo posible por muchos controles que hoy se hagan con ella. A fin de cuentas la recepción de sangre ajena puede dar lugar -está constatado- a hemolisis (desintegración de los eritrocitos o glóbulos rojos), fiebre, alergias, hipervolemia, edema pulmonar no cardiogénico, hipotermia, aloinmunización a eritrocitos, leucocitos o plaquetas, púrpura postransfusional, sepsis bacteriana y transmisión de enfermedades infecciosas como la fiebre amarilla, el dengue, la bebesiosis, la enfermedad de Lyme, las hepatitis B y C, la filariasis, la enfermedad de Crutzfeldt-Jakob o infecciones por los virus Ébola y Marburg 3; incluso puede provocar -si existiese, algo que nosotros ponemos en entredicho- SIDA. Pues bien, todas estas posibilidades se descartarían si en lugar de sangre ajena se inyectara a quienes necesitan sangre Plasma de Quinton. Luego, ¿por qué no se hace? Pues porque poderoso caballero es Don Dinero…
Fuente; Revista Discovery Salud. Número 161 – Junio 2013
8/09/2022