La genetista marroquí Ismahane Elouafi, doctorada en España, es la nueva jefa científica de Naciones Unidas contra el hambre

La genetista Ismahane Elouafi, en el Centro Internacional para la Agricultura Biosalina, en Dubái.ICBA

 

Manuel Ansede

10 oct. 2020

La científica marroquí Ismahane Elouafi habla español con un ligero acento andaluz porque se doctoró en Genética en la Universidad de Córdoba en 2001. Cuando era adolescente, cuenta, soñaba con ser pilota de combate y llegó a ingresar en la escuela preparatoria en Marrakech. Su sueño se esfumó cuando el Gobierno marroquí decidió que no quería mujeres pilotando aviones militares. “Entonces no sabía que se dedican a matar a gente. Menos mal que no lo hice. Prefiero lo que estoy haciendo ahora”, bromea la todavía directora del Centro Internacional para la Agricultura Biosalina, en Dubái (Emiratos Árabes Unidos).

Elouafi, nacida en la pequeña ciudad de Yusufía en 1971, iba para pilota de guerra y ha acabado liderando la lucha contra el hambre en el mundo. La genetista acaba de ser nombrada jefa científica de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), un puesto recién creado en esta institución fundada tras la Segunda Guerra Mundial para acabar con el hambre en el mundo. Elouafi asumirá los deberes sin hacer. La propia FAO calcula que 690 millones de personas pasaron hambre en 2019, 60 millones más que hace cinco años. Y todo ha empeorado con la covid. La científica cree que es “vergonzoso” que la humanidad permita a estas alturas estas bolsas de pobreza extrema. Este viernes, el Programa Mundial de Alimentos, nacido de la FAO en 1961, ha ganado el Premio Nobel de la Paz de 2020.

Pregunta. Tras conocerse su nombramiento como jefa científica de la FAO, usted tuiteó: “Qué vergüenza que tengamos que seguir lidiando con el hambre y la pobreza cuando ya tenemos todas las soluciones para arreglarlo”. ¿Las tenemos?

Respuesta. Sí, tenemos las soluciones. Solo con las pérdidas y los desperdicios en la cadena de producción sería suficiente para alimentar a los pobres. El 40% de la producción de alimentos se pierde. Y también tenemos la tecnología. Solo el 7% de los cultivos de África tienen sistemas de riego. En Asia son el 50%. ¿Por qué no se llevan sistemas de riego a África? Se puede multiplicar la producción fácilmente. Y si facilitamos la mecanización para arar la tierra y el acceso a las semillas y a los fertilizantes… Se puede. Tenemos la tecnología, pero no tenemos la coordinación internacional para hacerlo bien. Y además el mercado internacional es muy raro: hace que los pobres sean más pobres.

P. En los últimos años, China ha comprado la multinacional suiza Syngenta, el gigante europeo de las semillas, y también la israelí Adama, el imperio mundial de los medicamentos genéricos para plantas: herbicidas, insecticidas y fungicidas. Parece que China está comprando la ciencia agrícola mundial.

R. Sí, pero antes ya había solo unas pocas compañías muy grandes: DuPont, Syngenta, Pioneer, Basf… Tras las fusiones, al final había dos grandes compañías [Syngenta y Bayer]. Lo que está mal es que las multinacionales sean cada vez más grandes. Para ellas es muy fácil comprar las compañías pequeñas y eliminar la competencia. Esto es muy malo tanto para el consumidor como para el productor. Las grandes multinacionales no quieren diversidad de plantas. Para hacer dinero necesitan millones de hectáreas de trigo, millones de hectáreas de soja. Cuando les hablas de plantas que solo se pueden cultivar en unos países y durante un tiempo, no les gusta mucho. No hay por qué tener una sola compañía o solo cuatro. No es normal. No podemos dejar que nadie tenga un gran porcentaje de la economía, en ningún sector. No necesitamos compañías grandes: no hay empuje medioambiental, no hay empuje social. Cuando tienes una sola compañía, hace lo que quiere. Cuando tienes solo dos, también hacen lo que quieren. China ha comprado Syngenta, pero no por eso pienso que estén peor que los estadounidenses.

P. Como jefa científica de la FAO, ¿va a tener poder para cambiar esta dinámica del mundo empresarial agrícola?

R. Eso espero, de verdad. Deben trabajar con responsabilidad medioambiental y social, con equidad, con enfoque de género, con políticas de inclusión. Si analizamos el retorno de la inversión en agricultura, lo peor se lo lleva el agricultor. En la postcosecha [la limpieza y el tratamiento antifúngico de la fruta, por ejemplo] reciben un poco más de dinero. Con el procesado, más. Pero la mayor parte se la lleva el supermercado. Y no tiene por qué ser así. Tenemos que dar más dinero al productor. Los agricultores deben tener suficiente dinero para vivir bien. El supermercado no tiene por qué tener un 100% de retorno de la inversión. Los intermediarios ganan más dinero que los productores. ¿Y por qué? Nuestra economía está loca, no tiene ningún sentido. Eso es lo que yo pienso. Si queremos arreglarlo, debemos echar números y que sea más justo para todos.

P. Usted suele hablar de “ambientes marginales”: lugares donde es difícil hacer agricultura por su marginalidad biofísica y social. Países como España van a tener cada vez más ambientes marginales.

R. Sí, aunque España tenía un ambiente marginal, Almería, donde se ha hecho un trabajo maravilloso y ahora produce vegetales para toda Europa. Y se ha logrado utilizando la tecnología. Almería, que hace unos 40 años no tenía nada, ahora tiene instalaciones de empaquetamiento, de distribución, de procesado. Todo en un mismo lugar. Es una concentración de la cadena de valor de las verduras. Es maravilloso. Yo siempre pongo este ejemplo de cómo no tener nada y cambiar la situación hasta tener algo tan potente como Almería. Es posible. Almería es maravillosa.

P. En España se pueden comprar semillas patentadas a grandes empresas, pero también hay un mercado negro en el que puedes comprar esas semillas sin pagar la patente. Hay organizaciones que van por el campo vigilando si un agricultor pagó la patente de sus árboles. Si no pagó, puede ser denunciado. ¿Cree que es un buen sistema para proteger la innovación en la agricultura?

R. Yo creo en la innovación abierta. Ese sistema es una manera de proteger la propiedad intelectual de una compañía o de una persona, pero los precios son muy exagerados. El precio está tan alto que los pobres no tienen la oportunidad de acceder a esos productos. En Kenia, el precio de los fertilizantes es más alto que en España. ¿Nos parece normal? No. Y te vas a Malí y es incluso más caro. No es lógico que un kilogramo de fertilizante en Malí sea más caro que un kilogramo de fertilizante en España o en Alemania. El problema en África es que los precios son muy altos. Tienen muchos intermediarios. Necesitamos que algunas cosas estén más cerca del productor.

P. ¿Por ejemplo?

R. Si se necesitan semillas, vienen de Holanda o de Israel. ¿Por qué no hacemos semillas en Malí o en Tanzania para estos países? La concentración del conocimiento en un solo lugar o en unos pocos no funciona bien, porque al final los más pobres no tienen la posibilidad de tener acceso a esa información ni a esos productos, pese a necesitarlos más que otros. Es como la agricultura: en el medio rural haces la producción, después la llevas a la ciudad y allí llevas a cabo el procesado. Si hiciéramos el procesado en el medio rural sería mucho mejor. Así las personas que trabajan allí pueden ser productores y formar parte de la fábrica. Y de esta manera puedes eliminar los suburbios, porque así es como crece la pobreza alrededor de las ciudades: con esa gente que va a trabajar en esas fábricas.

P. Usted propone una gran transformación.

R. Después de años y años, no tenemos el coraje de cambiar el sistema. Lo que se decidió hace años lo seguimos haciendo, aunque no sea lo más eficiente. Tenemos que desarrollar conciencia. Tenemos que hacer más inversiones: en fertilizantes, en semillas, en riego. Que todo esté más cerca del medio rural y que sea más barato. El manejo postcosecha debe estar también más cerca del medio rural, porque no todo el mundo se puede mudar a ciudades muy grandes. ¿Qué vamos a comer en el futuro? ¿Pastillas? El desarrollo del medio rural es muy importante. En Europa se ha desarrollado. Podemos hacerlo también en los países pobres.

 

 

P. Usted inició el año pasado el programa AWLA, para fomentar el liderazgo de mujeres científicas en el mundo árabe. Usted misma no pudo ser pilota de combate porque se excluyó a las mujeres. ¿Cómo vive ese machismo?

R. El machismo existe en todos los países, aunque es diferente en unos y en otros. El peor machismo que he visto fue en Japón, cuando viví allí [en 2002, trabajando en un centro de investigación japonés]. Dentro de los países árabes, Emiratos es muy diferente. Aquí impulsan a la mujer de manera increíble. Tienen la mente muy abierta. En Marruecos hay mucho más machismo que aquí. Allí la gente por la calle no tiene mucho respeto a la mujer. En Dubái nadie te molesta, nunca. Hemos iniciado el programa AWLA porque no hay suficientes mujeres en la ciencia en el mundo árabe. Más del 50% de los estudiantes en la universidad son mujeres. En algunas carreras el porcentaje llega incluso al 65%, pero en los puestos de trabajo son menos del 30%. Y en puestos ejecutivos encuentras menos del 2%. ¿Dónde están estas mujeres con título universitario? Hemos investigado y lo que hemos encontrado es que hay machismo: hay presión cultural, existe la cultura del Club de Chicos —los hombres se ayudan mucho entre ellos en lo profesional— y también ocurre que las mujeres no han tenido suficientes oportunidades para desarrollar sus aptitudes para trabajar en equipo y delegar. Por eso hemos creado AWLA. Las mujeres deben tener las mismas oportunidades que los hombres y deben poder elegir lo que quieren hacer. Ahora mismo no tenemos las mismas oportunidades.

P. ¿Cómo es ahora la relación entre la ciencia y la religión en el mundo árabe?

R. Como en cualquier religión. Hay gente que se toma el libro [el Corán] al pie de la letra y gente que es muy abierta. El Islam no ha tenido problemas durante muchos años, el problema es mezclar la política con la religión. La religión es muy privada. Cada uno la entiende a su manera y cada uno tiene su relación con Dios, si quiere tenerla. Y si no quiere tenerla, no va a tenerla. Emiratos es un país abierto en el que hay de todo. Tienes personas que están tapadas por completo y gente que está en tanga en la playa. Es una decisión política: los jefes quieren hacer de este país un país moderno. Yo soy más del sufismo, que es paz y amor. La religión es para hacerte sentir bien, no para pelearse. Es algo muy privado. Haz lo que quieras, siempre que no hagas nada malo al prójimo.

P. Ahora hay más jóvenes con hiyab en Marruecos que hace 20 años. ¿Hay un movimiento conservador?

R. Sí, hay un movimiento y es porque hay pobreza, mucha pobreza. Hay mucha desilusión. La gente, por ejemplo en Marruecos, no ve que las cosas estén mejor, por eso se hacen más religiosos, porque Dios, quizás, si son muy religiosos, los va a ayudar. Los partidos más religiosos de Marruecos ayudan más a la gente que los otros partidos. Utilizan la caridad y la población les sigue. La pobreza hace que los ciudadanos estén más cerca de la gente que da ayuda y, en Marruecos, normalmente no hay organizaciones benéficas no religiosas. En Marruecos no hay nadie que ayude a los pobres, excepto los partidos políticos islámicos.

https://elpais.com/ciencia/2020-10-09/nuestra-economia-esta-loca-los-intermediarios-ganan-mas-dinero-que-los-productores.html

24/01/2024