«Fue casi una aniquilación»: la Masacre de Bear River, uno de los peores ataques contra nativos en la historia de EE.UU.

Margarita Rodríguez

BBC News Mundo

29 enero 2023

Fuente de la imagen; Cortesía: Brad Parry. Pie de foto; Brad Parry (de camisa blanca) junto a (de izquierda a derecha), Patty Timbimboo-Madsen, Gwen Davis, Rios Pacheco y Brian Parry: historiadores tribales y descendientes de los sobrevivientes de la masacre.

«Cabalgaron hacia el campamento» -cuenta Brad- «mientras nosotros teníamos nuestra primera línea de defensa».

Y el enfrentamiento se desató.

Cuando los shoshones se quedaron sin municiones, «la contienda había terminado y comenzó la masacre de hombres, mujeres y niños», escribió Andersen, quien recogió testimonios en su ensayo:

«Varias indias fueron asesinadas porque no se sometieron silenciosamente a ser violadas, y otras indias fueron violadas en la agonía de la muerte», contó un mormón de esa zona.

Brad indica que testigos vieron a soldados «agarrar a niños pequeños por las trenzas y darles vueltas hasta romperles el cuello».

Los líderes y los hombres de la tribu trataron de mantener a los soldados en el sur, «para que nuestra gente pudiera escapar por el norte, pero el coronel se dio cuenta y desplegó sus tropas por el norte, sobre una colina, y comenzaron a disparar balas, por lo que toda la gente tuvo que correr hacia el sur».

Me habla de Anzie Chee, una mujer que, pese a estar herida, logró escapar.

Saltó con su bebé a una parte del río que no estaba congelada y se escondió en una de las riberas. Allí, se percató que había más mujeres.

«Pero su bebé comenzó a llorar…

Lo tuvo que soltar. El bebé se ahogó para poder salvar a todas esas otras personas».

Pasarse por muertos

Sagwitch resultó herido y estuvo flotando en el río hasta que «un amigo blanco lo ayudó» y sobrevivió.

Su hijo, Yeager Timbimboo (el abuelo de Mae) tenía unos 14 años.

Cortesía: Brad Parry. Pie de foto; Frank Timbimboo Warner «Beshup» sobrevivió la masacre. Esta foto fue tomada en 1917, en el lugar donde murió su madre.

Junto a su abuela, se quedó acostado en el suelo gélido y simularon estar muertos.

«No abras los ojos, no mires para arriba«, le susurró su abuela. Pero el niño no tardó en desobedecer.

«Un soldado se dio cuenta, se le acercó y le puso una pistola en la cabeza, pero no disparó. Subió el arma y lo volvió a apuntar. Se rió y se fue», cuenta Brad.

Yeager creció con esos recuerdos y, como otros sobrevivientes, no quería que desaparecieran.

«Cada invierno, se reunían y contaban la historia de la masacre. Tomaban una hoja de un árbol, la doblaban y le abrían agujeros con un clavo: ‘Así quedaron nuestros tipis’, decían». Otros fueron quemados.

Después de que los soldados se fueron, «los miembros de la comunidad blanca en el condado de Franklin corrieron hacia los indios para ayudarlos«.

«Muchos de ellos recibieron muy buena atención en el pueblo. Se estrajeron balas, se vendaron heridas, se adoptaron niños».

Las cifras

Veinticinco soldados fallecieron, pero precisar cuántos shoshones murieron aún es difícil.

Los soldados contaron 224 cuerpos, pero dejaron claro que no era el total.

Fuente de la imagen; Cortessía: Brad Parry. Pie de foto; Mae Timbimboo Parry junto a su hermano Frank.

Un inmigrante danés llamado Hans Jasperson indicó en su autobiografía de 1911 que, tras recorrer el campamento, contó 493 shoshones muertos.

«Me di la vuelta, volví a contar y me dio la misma cantidad», escribió, según el periódico Salt Lake Tribune.

Brad dice que miembros de la comunidad cercana que auxilió a las víctimas contabilizaron 368 muertos.

«Nosotros estimamos que murieron entre 350 y 500 personas».

«Nuestro grupo (los shoshones del noroeste) tenía probablemente alrededor de 650 integrantes. Nos dejaron con unas 125 personas».

«Nuestra tribu aún no ha superado los 600 miembros desde entonces. Creo que en este momento somos alrededor de 578 o 580. Esto es lo más alto que hemos estado en mucho, mucho tiempo».

«Aún no hemos recuperado nuestros números anteriores a la masacre. Fue casi una aniquilación completa, nos diezmó tanto que nos tomó 160 años volver a la misma población«.

Antes de irse, los soldados se apropiaron de los caballos, «saquearon el campamento, se robaron la carne, los granos, nos dejaron sin nada».

Y, territorialmente, esos shoshones sentían que no tenían a donde ir.

Deshumanizados

Al reflexionar sobre la matanza de nativos en Estados Unidos en el siglo XIX, el historiador militar Jonathan Deiss le dijo a la periodista Dana Hedgpeth, de The Washington Post, que en esa época «la gente consideraba que los indios no eran realmente humanos, así que era fácil justificar matarlos o maltratarlos».

Cortesía: Brad Parry. Pie de foto; Brad escuchó sobre la masacre de voz de su abuela, Mae. No quiere que se olvide lo ocurrido.

A la luz de esa percepción deshumanizante de los indígenas, señala Cannon, «las masacres no parecían masacres, eran acciones militares, parte de un proceso de ocupación y expansión».

De hecho, a su regreso, el coronel Connor fue elogiado por sus superiores y promovido a General de Brigada.

Un año después, se le pidió asesoría sobre cómo lidiar con un campamento de las tribus arapajó y cheyenes en Colorado.

«El coronel Chivington usó un enfoque similar: un ataque en invierno, temprano en la mañana, y masacró a 130 hombres, mujeres y niños«, señaló Andersen.

Han pasado 160 años desde la Masacre de Bear River y, como cada año, los shoshones recuerdan ese invierno en el que su tierra se cubrió de rojo.

Para ellos, los espíritus de quienes murieron siguen ahí.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-64321588

7/08/2023