Hace unos 50 millones de años, a principios o mediados del Eoceno, aparecieron en América del Norte los primeros carnívoros, o más precisamente los primeros miembros del orden de los Carnívoros, con mayúscula inicial. Porque carnívoros con minúscula, animales que se alimentan de otros animales, ha habido prácticamente desde que el mundo es mundo. En lo que sigue, cuando digamos carnívoro, nos vamos a referir al órden de mamíferos que comprende los perros, los gatos y sus parientes.
Aquellos primeros carnívoros eran pequeños animales arborícolas, de hocico corto, parecidos a las martas o a las civetas, que se alimentaban de invertebrados, lagartos, pájaros y pequeños mamíferos. En seguida, los carnívoros se dividieron en dos grupos, los caniformes, grupo formado por cánidos, osos, focas, morsas, mofetas, mapaches, nutrias, comadrejas y similares, y los feliformes, del que forman parte civetas, felinos, ginetas, hienas y mangostas. Estos grupos, muy similares al principio en su aspecto externo, se distinguen principalmente por la anatomía interna del oído y por la dentición. Los caniformes tienen el hocico más largo, con dientes más numerosos y menos especializados que los feliformes, y sus uñas, salvo excepciones, no son retráctiles. La separación de los dos grupos estuvo motivada por el reparto de papeles en los ecosistemas: mientras los feliformes siguieron siendo cazadores arborícolas o semiarborícolas, los caniformes descendieron al suelo y se convirtieron en depredadores más móviles y oportunistas.
Dentro del grupo de los caniformes, los perros se clasifican en la familia de los cánidos, junto con lobos, zorros, coyotes y chacales. Los primeros cánidos, al igual que muchas de las especies actuales, estaban adaptados a la persecución de sus presas a la carrera en las praderas que empezaban a hacer su aparición en aquella época. El primer cánido conocido, Prohesperocyon, apareció hace 40 millones de años en lo que hoy es el suroeste de Texas. Prohesperocyon tenía las patas más largas que sus antepasados, y los dedos juntos y paralelos. Seguía siendo un animal pequeño, del tamaño de un mapache pero más esbelto, con poco más de dos kilos de peso, más parecido a una mangosta.
Muy pronto, los cánidos empezaron a diversificarse con el progresivo enfriamiento del planeta y la extensión de las praderas en detrimento de los bosques. Pero aún seguían restringidos a Norteamérica. Aparecieron especies de mayor tamaño. Cynodesmus ya era muy parecido a un coyote; del que se diferenciaba por su hocico más corto, el tronco más largo y la cola más gruesa. Tenía además cinco dedos en cada pie en lugar de cuatro, aunque el primer dedo ya estaba atrofiado, y las uñas eran estrechas y afiladas, y no romas como en los cánidos actuales. Cynodesmus vivió hace unos 30 millones de años, entre finales del Oligoceno y principios del Mioceno.
Algunos cánidos, como Borophagus, eran carroñeros. Borophagus era más parecido a una hiena que a un lobo; con sus poderosas mandíbulas podía triturar huesos. Borophagus medía unos 80 centímetros de longitud, como un coyote, aunque era bastante más robusto, con un peso de unos 40 kilos. Vivió en Norteamérica hace entre 23 y 3,6 millones de años.
El mayor cánido conocido, Epicyon, era un pariente próximo de Borophagus, del tamaño de un oso pequeño, con una altura de un metro y medio y más de 150 kilos de peso. Vivió hace entre 20 y 5 millones de años en Norteamérica. Su voluminosa cabeza era más parecida a la de un león que a la de un lobo, pero no sabemos si era un carroñero o, como los lobos actuales, cazaba en grupo presas más grandes que él.
Los antepasados directos de los cánidos actuales, lobos, chacales y zorros, aparecieron a finales del Oligoceno, hace unos 25 millones de años. Estos cánidos habían desarrollado muelas carniceras inferiores, capaces de cortar la carne y los huesos, que se mantienen siempre afiladas con el frotamiento con las superiores. Hace unos 8 millones de años, con la formación del puente de Beringia, que unía Asia y América del Norte, los cánidos pasaron a Eurasia y África, donde experimentaron la mayor diversificación de su historia.
El primer lobo, Canis ferox, vivió en México hace entre 10 y 5 millones de años. También vivió en Norteamérica, aunque su área de distribución se extendía hasta las pampas de Argentina, el lobo gigante, Canis dirus. A pesar de su nombre, el lobo gigante, que apareció hace poco menos de 2 millones de años, no era más grande que los lobos actuales; sólo era más robusto, con un peso de unos 80 kilos, y estaba especializado en la caza en manada de presas grandes, como los bisontes, camellos, mamuts, mastodontes, megaterios y caballos que poblaban entonces las praderas americanas. Sus patas eran más cortas, por lo que no era tan buen corredor. La desaparición de esas presas llevó al lobo gigante a la extinción hace entre 8.000 y 4.000 años.
El lobo común, Canis lupus, apareció en el este de Asia hace medio millón de años, y hace 300.000 años ya se había extendido por todo el norte de Asia hasta Europa; hace unos 250.000 años cruzó el puente de Beringia de vuelta hacia Norteamérica, la cuna de sus ancestros.
Cuando los humanos salieron de África y llegaron a Eurasia, allí estaban los lobos. ¿Cómo se convirtió el lobo en perro? Los primeros estudios genéticos indicaban que la domesticación del perro se produjo hace 15.000 años en China, coincidiendo con el inicio de la agricultura, pero los fósiles perrunos más antiguos se han encontrado en Europa y en Siberia, y tienen más de 30.000 años. Dos investigaciones publicadas en 2013 han arrojado luz sobre este enigma. Por un lado, un estudio de la Universidad de Uppsala ha identificado varias diferencias genéticas entre lobos y perros que fueron determinantes para su domesticación, relacionadas con el desarrollo del sistema nervioso y con el metabolismo del almidón. El segundo estudio, realizado por un equipo de científicos europeos y americanos, ha analizado el ADN mitocondrial de perros y lobos vivientes y fósiles y ha llegado a la conclusión de que todos los perros actuales descienden de una población hoy extinguida de lobos centroeuropeos, de la que se separaron hace entre 18.800 y 32.100 años.
Así pues, el acercamiento entre lobos y hombres que dio lugar a la domesticación del perro tuvo lugar en Europa central hace entre 32.000 y 19.000 años, aún en el último periodo glacial. Si hubo otros casos anteriores o en otros lugares, como parecen atestiguar los fósiles, fueron intentos fallidos. Pero, en todo caso, el perro fue el primer animal domesticado por el hombre, y el único antes de la aparición de los asentamientos agrícolas.
La domesticación de los perros fue un proceso gradual. En principio, los lobos merodeaban alrededor de los campamentos de los cazadores-recolectores del Paleolítico para aprovechar los restos de comida que dejaban los humanos. En contrapartida, los humanos se beneficiaban de que la presencia de los lobos alejaba a otros depredadores. Poco a poco, los lobos se adaptaron a una dieta más rica en almidón, y así pudieron prosperar alimentándose de los desperdicios de los primeros asentamientos humanos. Lobos y hombres fueron habituándose progresivamente a la presencia del otro, hasta que los humanos comenzaron a alimentar directamente a los lobos, a adiestrarlos, a criarlos y a seleccionarlos para diversas tareas. Y así, en unos pocos miles de años, hemos llegado a los centenares de razas de perros que existen en la actualidad.
https://cienciaes.com/fosiles/2014/05/03/los-origenes-del-perro/
2/03/2024
1 Comment
Rubén Torres
9 meses agoPongo en duda que todas las razas de los perros tengan un único antecesor