Mujer quitándose un anillo de casada. Istock.
Las investigaciones han demostrado que existe un factor que tienen en común muchos infieles y está relacionado con sus familiares.
29 mayo, 2024
Tania Carballo
Es muy posible que a lo largo de nuestra vida nos hayamos topado con muchas infidelidades. Quizás la hemos experimentado en nuestra propia mano, pero si no lo hemos hecho, seguramente conocemos a más de diez personas que han sido o les han sido infieles.
Según los datos de la encuesta realizada en 2022 por Gleeden, únicamente en España un 42% de los hombres y un 31% de las mujeres han sido infieles alguna vez. Un hábito que con el paso de los años se ha normalizado más, e incluso, algunos tipos de relación implementan un ‘intercambio’ de parejas como parte de su éxito.
Existen muchos tipos de infidelidad, y de hecho, cada persona decide qué hacer con ellas o qué límites establecer para determinar si lo son o no. Sin embargo, la ciencia ha demostrado en estos últimos años que, aunque sean diferentes, tienen algo en común: la genética.
Cuando pensamos en la genética se nos vienen a la cabeza muchos matices: la belleza, altura, incluso la miopía u obviamente, diferentes enfermedades y patologías. Sin embargo, la ciencia esta vez ha ido más allá y ha demostrado que la infidelidad también depende —en muchos casos y sin que nosotros lo sepamos— de ella.
Lo cierto es que existen muchos motivos por los que una persona es infiel sin que sus antepasados lo hayan sido previamente. Entran en juego factores éticos y sociales, así como nuestra propia vivencia en la relación. Incluso hay quienes dicen que lo hacen simplemente para saber si están enamorados de verdad.
No obstante, los estudios muestran que el comportamiento infiel es en gran parte hereditario. Y esto no significa que podamos echarle la culpa a los genes, sino que tal vez explica muchas circunstancias con las que nos hemos encontrado en la vida. Así como todas esas ‘casualidades’ que tienen una explicación.
La infidelidad viene en los genes
La ciencia lleva varios años sugiriendo que las cifras de personas infieles cuentan con una base genética, y los estudios lo corroboran. De hecho, no significa simplemente que nuestro padre o madre haya tenido un desliz, sino que hay un gen causante de todo, el DRD4.
Según un estudio de la Universidad de Queensland, distintas variantes del gen DRD4 se encuentran detrás de los actos promiscuos del 63% de los varones y del 40% de las mujeres que cometen infidelidades.
Pero ¿qué es el gen DRD4? Aunque nos resulte desconocido, este marcador genético está relacionado con la vasopresina, una hormona antidiurética que también influye en el comportamiento sexual y, principalmente, con la producción de dopamina en el cerebro.
Hombre y mujer bailando. Istock.
La dopamina está relacionada con la sensación del placer y del bienestar y se considera el neurotransmisor de la motivación, el cual nos induce a trabajar con intensidad para conseguir nuestros objetivos.
Estos objetivos pueden ser aprobar un examen, pero para la ciencia va más allá y puede tratarse de conquistar a una persona. De hecho, la dopamina es conocida como la hormona de la infidelidad, ya que los niveles altos de esta hormona pueden repercutir en aumentar el deseo sexual, lo que podría derivar en la búsqueda de relaciones más allá de la pareja.
De hecho, un trabajo de la Universidad de Binghamton concluyó que existe una variante del gen DRD4 —el alelo 7R+— que provoca que sus portadores sean propensos a tener «aventuras de una noche» con un porcentaje del 50% superior.
A pesar de que estos estudios sugieran una fuerte base genética en el comportamiento infiel, no indican que nuestro comportamiento esté enteramente determinado por nuestros genes, sino que una parte de la variación en el comportamiento infiel puede atribuirse a influencias genéticas.
Los infieles… ¿Vuelven a serlo?
Un estudio de 2017 fue el primero en abordar sistemáticamente si una infidelidad podía volver a repetirse en un futuro. Los resultados del estudio mostraron que las personas que cometían infidelidad, sabían de la infidelidad de su pareja o incluso, sospechaban de su pareja, tenían un mayor riesgo de repetir estos patrones.
Además, los investigadores encontraron que hay ciertos rasgos de comportamiento que están indirectamente relacionados con la infidelidad, tales como el narcisismo, un bajo grado de amabilidad o escrupulosidad o la falta de vulnerabilidad.
2/06/2024
1 Comment
Rubén Torres
6 meses agoDejando al margen si la infidelidad tiene que ver con nuestros genes, lo cierto es que ese porcentaje de infidelidad es un camelo. Pues yo apostaría que el ser humano no está programado para ser monógamo. Si tenemos en cuenta que eso depende en gran parte de que se den las circunstancias adecuadas, o sea, tener la suerte de que un pivón se interese por nuestro esqueleto en el lugar y momento adecuado, ya veríamos quién es el guapo que se resiste a esa tentación.
Por otra parte, habría que contabilizar entre los que nunca les han sido infieles a sus parejas a los que jamás hayan tenido fantasías sexuales con otras personas. Pues también se les debería contar por infieles por desearlo. Si no lo han hecho no ha sido por falta de ganas.
No hay que olvidar que la monogamia viene de unas costumbres fallidas que cada año ocasiona miles de víctimas machistas, pérdida de poder adquisitivo por culpa de los divorcios, pensiones, etc.
Conclusión, el matrimonio es absurdo. Basta con echar un vistazo a la gente que tiene la sana costumbre de tener varias mujeres para ver la ausencia de violencia machista y la de ventajas que eso conlleva; se reparte mejor las tareas domésticas, no hay necesidad de contratar a niñeras ni a empleadas del hogar, no hay cabida para los celos, la economía está resuelta puesto que si una se queda sin empleo las demás siguen aportando sustento económico y nadie pasa hambre ni se queda sin casa, ni le cortan el agua o la luz por falta de pago. En fin, todo son ventajas.