Publicado el 09/04/2024 por Pepe Galindo

Quieren prohibirlo todo. Ellos prohibirían comer carne y cazar en todo el planeta; prohibirían talar árboles y contaminar el agua; prohibirían la sobrepesca y la pesca de arrastre; prohibirían las mascotas y el plástico, las nanotecnologías y los bitcoins, los zoos, los acuarios y los circos… Ellos prohibirían hasta los coches eléctricos (imagina los de combustión); prohibirían los transgénicos, la energía nuclear, y hasta las renovables donde estorben, prohibirían la leche, los huevos y el maltrato animal, prohibirían ser ricos… prohibirían incluso la libertad misma y las toallitas húmedas.

Sin duda, en general, es más adecuado educar que prohibir. Ahora bien, es evidente que la educación ha fallado —o hemos fallado educando— y que confiar en las buenas intenciones es ineficaz. Las prohibiciones nos quitan libertad a todos. A cambio, pueden mejorar la calidad de vida de la mayoría. La libertad es muy bonita, pero hay que aclarar para qué la queremos y a costa de qué.

Una sociedad sin prohibiciones es una jungla que nos lleva a autodestruirnos. Prohibimos cuando evolucionamos. A veces, cometiendo errores. Por ejemplo: se prohíben los perros en ciertas playas y no se prohíben los humanos ni sus dichosas bolsas y artilugios de plástico de usar y tirar (que son más molestos y dañinos). Nuestra comodidad y nuestra ambición mueven la economía, aunque sea hacia el colapso. ¿Y si prohibimos la presencia humana en el 10% de cada playa? ¿Qué pasaría en ese ecosistema libre de humanos?

¿Debemos descartar las prohibiciones y que la libertad domine el planeta?

Imagina un planeta sin prohibiciones. Las carreteras ya no tendrían límites de velocidad. Se venderían armas libremente. Las empresas podrían vender más barato porque podrían reducir sus costos contaminando el aire, el agua o la tierra. Los cazadores podrían cazar lo que quisieran, cuando quisieran (así fue durante millones de años y se extinguieron multitud de especies). Podrías ir en coche a cualquier sitio y aparcar donde quisieras. El pescado sería más barato y no pasaría controles de sanidad. Más macrogranjas darían empleo a más personas y podrían vender barato más músculos animales, porque no habría costes de tratamiento de purines, ni veterinarios, ni control del maltrato animal. Las leyes de bienestar animal encarecen los productos. Ya veremos de dónde sacar agua para beber, regar o limpiar.

Sin prohibiciones, las personas podrían migrar sin miedo. Las empresas de alimentación podrían vender lo que quisieran (tendríamos más variedad). Las personas decidirían libremente qué comer, aunque los engatusaran con alimentos poco sanos. No habría miedo al castigo, porque no habría castigos, ni ley.

¿Sería un mundo ideal este paraíso de la libertad? Muchos liberales están defendiendo algo parecido a eso. La desregularización de todos los sectores económicos traería el libre mercado, la ley de la selva para las empresas y para sus inversores. Libertad para que el dinero circule por las manos más negligentes y egoístas.

¿Conclusiones?

Un tuitero nos decía, con total convencimiento, que «no podría vivir sin toallitas» y que es mejor educar que prohibir. Por desgracia, cuando educar no es fácil, prohibir es más rápido y efectivo. Si se prohíben las toallitas húmedas, ahorramos ingentes costes económicos y ambientales y solo se perjudican unas cuantas personas. La humanidad ha vivido miles de años sin toallitas. Podemos seguir haciéndolo y beneficiarnos de todas las ventajas (económicas, ambientales, etc.).

Prohibir y regular puede ser la salvación, si se hace y se explica bien. Los cazadores quieren libertad absoluta en la caza, pero no en la carretera. Las empresas quieren libertad absoluta en el tratamiento de sus residuos, pero que se controlen las empresas extranjeras para que no les hagan competencia. En síntesis, el egoísmo de una minoría no puede condicionar nuestro futuro. Por eso, debemos revisar el párrafo inicial y prohibir todo lo que beneficie a la biosfera (no solo a la humanidad).

Caen en el ridículo los que exaltan la libertad sin pensar en las consecuencias. Las prohibiciones son esenciales en una sociedad inteligente y próspera. Igual que aceptamos las leyes para circular por las carreteras, también debemos aceptar y promover leyes de respeto ambiental y animal. Lo importante no son los intereses particulares de ciertos colectivos, por más poderosos o ruidosos que sean. Lo que debería imperar es el interés general de la biosfera (con nosotros incluidos). Si el medioambiente no es de interés general… ¿qué otra cosa lo es?

https://blogsostenible.wordpress.com/2024/04/09/los-ecologistas-solo-piensan-en-prohibir-y-odian-la-libertad-ironicmodeon/

31/05/2024