Mascarillas contra el coronavirus en Estados Unidos: por qué hace 100 años muchos se negaron a usar tapabocas contra la gripe española (y qué similitud hay con la covid-19)
Alexander Navarro* The Conversation
9 agosto 2020
Durante la pandemia de covid-19, se han organizado manifestaciones en contra del uso de mascarillas en Estados Unidos.
Todos hemos visto los titulares alarmantes: los casos de coronavirus están aumentando en 40 estados de Estados Unidos, con nuevos fallecimientos y tasas de hospitalización aumentando a un ritmo alarmante.
Los funcionarios de salud advirtieron que EE.UU. debe actuar rápidamente para detener la propagación o se correrá el riesgo de perder el control sobre la pandemia.
Para controlarlo existe un claro consenso de que se deben usar mascarillas en público y practicar el distanciamiento social.
Si bien la mayoría de los estadounidenses apoyan el uso de tapabocas, el cumplimiento generalizado y constante ha resultado difícil de mantener en las comunidades de todo el país.
Manifestantes se reunieron frente a los ayuntamientos de la ciudad de Scottsdale, Arizona; Austin, Texas; y otras ciudades para protestar contra los mandatos locales respecto a las mascarillas.
Varios alguaciles del estado de Washington y de Carolina del Norte han anunciado que no harán cumplir las normativas de uso.
He investigado extensamente la historia de la pandemia de 1918.
Cómo cambió el mundo hace cien años con la gripe española, la peor pandemia del siglo XX
En ese momento, sin vacunas o terapias farmacológicas efectivas, las comunidades de todo el país instituyeron una serie de medidas de salud pública para frenar la propagación de una epidemia de influenza mortal: cerraron escuelas y negocios, prohibieron reuniones públicas y aislaron y pusieron en cuarentena a los infectados.
Titulares de periódicos de Chicago relacionados con la pandemia de gripe española que incluyen: «Redadas policiales en bares en la guerra contra la influenza», «Toque de queda en la ciudad» y «Quien estornude sin taparse será detenido».
Muchas comunidades recomendaron o exigieron que los ciudadanos usaran mascarillas en público, y eso, no los onerosos encierros, fue lo que provocó la mayor ira.
Por la patria
A mediados de octubre de 1918, en medio de una terrible epidemia en el noreste y brotes de rápido crecimiento en todo el país, el Servicio de Salud Pública de Estados Unidos distribuyó folletos recomendando que todos los ciudadanos usaran tapabocas.
La Cruz Roja sacó anuncios en los periódicos alentando su uso y ofreció instrucciones sobre cómo fabricar mascarillas en casa con gasa e hilo de algodón.
Algunos departamentos de salud estatales lanzaron sus propias iniciativas, sobre todo California, Utah y Washington.
En todo el país, los carteles presentaban el uso de mascarillas como un deber cívico: la responsabilidad social se había incrustado en el tejido social mediante una campaña de propaganda federal masiva en tiempos de guerra lanzada a principios de 1917, cuando Estados Unidos entró en la Primera Guerra Mundial.
Siguiendo la recomendación de la Junta de Salud de Nueva York, es «Mejor ser ridículo que estar muerto», un barrendero usa una mascarilla en octubre de 1918.
El alcalde de San Francisco, James Rolph, anunció entonces que «la conciencia, el patriotismo y la autoprotección exigen un cumplimiento inmediato y rígido» del uso de tapabocas.
En las cercanías de Oakland, el alcalde John Davie declaró que «es sensato y patriótico, sin importar cuáles sean nuestras creencias personales, proteger a nuestros conciudadanos uniéndonos a esta práctica».
Sin orden
Los funcionarios de salud entendieron que cambiar radicalmente el comportamiento del público era una tarea difícil, especialmente porque a muchos les resultaba incómodo usar mascarillas.
Los llamamientos al patriotismo solo podían llegar hasta cierto punto.
Como señaló un funcionario de Sacramento (California), las personas «deben ser obligadas a hacer las cosas que son mejores para sus intereses».
La Cruz Roja declaró sin rodeos que «el hombre, la mujer o el niño que no use mascarilla es ahora un negligente peligroso«.
Numerosas comunidades, particularmente en todo el Occidente del país, impusieron ordenanzas obligatorias. Algunos condenaron a los delincuentes a penas de cárcel breves y las multas oscilaron entre US$5 y US$200.
En San Francisco, los jueces se salieron de las cortes y los juicios se hicieron al aire libre… pero sin mascarillas.
La aprobación de estas ordenanzas fue con frecuencia un asunto polémico. Por ejemplo, el director de salud de Sacramento tuvo que intentar varias veces antes de lograr convencer a los funcionarios de la ciudad de que promulgaran la normativa.
En Los Ángeles, no fue aprobada. Un proyecto de resolución en Portland, Oregón, provocó un acalorado debate en el consejo de la ciudad y un funcionario declaró la propuesta como «autocrática e inconstitucional», y agregó: «Bajo ninguna circunstancia me pondrán un bozal como a un perro hidrófobo«. La medida no prosperó.
La junta de salud de Utah consideró emitir una orden obligatoria de mascarillas en todo el estado, pero decidió no hacerlo, argumentando que los ciudadanos sentirían una falsa seguridad y relajarían sus cuidados.
A medida que la epidemia resurgía, Oakland debatió una segunda orden de uso de tapabocas después de que el alcalde contara enojado que lo habían arrestado en Sacramento por no llevar una puesta.
Un médico prominente que asistió al debate comentó que «si un hombre de las cavernas apareciera… pensaría que los ciudadanos enmascarados son todos lunáticos«.
Con orden
En los lugares donde las órdenes de usar mascarillas se implementaron con éxito, el incumplimiento y el desafío se convirtieron rápidamente en un problema.
En Chicago, solo uno de los barberos de este local usa mascarilla, algo que, en este caso, es imposible para cualquiera de los clientes.
Muchas tiendas que no estaban dispuestas a rechazar clientela, no prohibían el ingreso a los desenmascarados.
Los trabajadores se quejaron de que los tapabocas eran demasiado incómodos para usarlos todo el día.
Una vendedora de Denver se negó porque dijo que «se le dormía la nariz» cada vez que se ponía una. Otra dijo que creía que «una autoridad superior al Departamento de Salud de Denver se ocupaba de su bienestar».
Como lo expresó un periódico local, la orden de usar máscaras «fue casi totalmente ignorada por la gente; de hecho, la orden es motivo de burla».
La regla fue enmendada para aplicarse solo a los conductores de tranvías, quienes luego amenazaron con hacer huelga. Se evitó una huelga cuando la ciudad flexibilizó la norma una vez más.
Denver soportó el resto de la epidemia sin ninguna medida que protegiera la salud pública.
En Seattle, por su parte, los conductores de tranvías se negaron a rechazar a los pasajeros sin tapabocas.
Un conductor de tranvía rechaza la entrada a un viajero que no usa mascarilla en Seattle, Washington, diciembre de 1918.
El incumplimiento estaba tan extendido en Oakland que los funcionarios delegaron a 300 voluntarios civiles del Servicio de Guerra para conseguir los nombres y direcciones de los infractores para que pudieran ser acusados.
Cuando entró en vigencia una orden de mascarillas en Sacramento, el jefe de policía ordenó a los oficiales: «Salgan a las calles y siempre que vean a un hombre sin tapabocas, tráiganlo o manden a buscar el carro». En 20 minutos, las estaciones de policía se inundaron de delincuentes.
En San Francisco hubo tantos arrestos que el jefe de policía les advirtió a los funcionarios de la ciudad que se estaba quedando sin celdas en la cárcel. Los jueces y oficiales se vieron obligados a trabajar hasta altas horas de la noche y los fines de semana para despejar la acumulación de casos.
Protestas
Muchos de los que fueron sorprendidos sin mascarillas eran personas que pensaron que podían ir a hacer un mandado o al trabajo sin que los atraparan.
En San Francisco, sin embargo, el incumplimiento inicial se convirtió en un desafío a gran escala cuando la ciudad promulgó una segunda ordenanza sobre tapabocas en enero de 1919, momento en que la epidemia se disparó nuevamente.
Muchos denunciaron lo que consideraron una infracción inconstitucional de sus libertades civiles.
La decisión de arrestar a quienes no usaran mascarillas llenó las cárceles de «delincuentes».
El 25 de enero de 1919 aproximadamente 2.000 miembros de la Liga Antimascarilla hicieron una manifestación para denunciar la ordenanza de tapabocas y proponer formas de derrocarla. Entre los asistentes se encontraban varios médicos destacados y un miembro de la Junta de Supervisores de San Francisco.
Ayer y hoy
Es difícil determinar la efectividad de las máscaras utilizadas en 1918.
Hoy en día, tenemos un creciente cuerpo de evidencia de que los revestimientos faciales de tela bien confeccionados son una herramienta eficaz para frenar la propagación del covid-19.
Sin embargo, queda por verse si los estadounidenses mantendrán el uso generalizado de mascarillas mientras la pandemia actual continúa desarrollándose.
Los ideales profundamente arraigados de la libertad individual, la falta de mensajes cohesivos y liderazgo en el uso de mascarillas y la desinformación generalizada han demostrado ser los principales obstáculos hasta ahora, precisamente cuando la crisis exige consenso y un cumplimiento generalizado.
Ese fue ciertamente el caso en muchas comunidades durante el otoño de 1918. Esa pandemia finalmente mató a unas 675.000 personas en EE.UU.
Ojalá que la historia no esté repitiéndose.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-53673018
9/08/2020
6 thoughts on “Las mascarillas. Cap. XII”
11 Feb., 15:04
Lo que diga Simon vale entre cero y nada, cuando ha ocurrido siempre justamente lo contrario a lo que ha dicho
Aqui con este gobierno de inutiles socialcomunistas que toman las decisiones en base a expertos inextistentes y «porque no sabiamos qué hacer» podemos esperar sentados y nos podemos dar con un canto en los dientes si no vuelven a poner mascarillas en exteriores , una medida como todos sabemos avalada por numerosos estudios (ironia)
11 Feb., 16:19
Qué bien calculado lo tienes, es una pena que no sea algo real. Afirmar que no han habido más muertos por el uso de la mascarilla tiene tanta validez como decir que si madrugo más por las mañanas viviré más años.
11 Feb., 14:10
Hola buenos dias a tod@s!
LLevo casi desde el inicio de la dichosa pandemia ( como una buena parte dela poblacion) con infinidad de normas a cada cual mas absurda… con sus cambios constantes segun sople el viento ….yuju…
Que digo yo, que ya esta bien de seguir aguantando tanta cantaleta y dejen a la poblacion que cada cual haga por su propio bien. A buen seguro que el que tenga miedo tomara sus propias y pertinentes medidas para su seguridad y ajena, el/la que no, pues haya con sus repercusiones o no, pero eso si, al menos con la libertad donde elegir y no por imposiciones cada vez mas irrisorias.
P.d. vacunado con segunda dosis y francamente… paso de una tercera por desencanto y aburrido de tanto bla bla.
No me critiqueis mucho, que suelo escribir poco aqui gracias!
11 Feb., 13:56
Parece que no se acuerda de noticias de este mismo blog, como el fin del toque de queda, donde se comentaba que todos los jóvenes iban a morir por el número de contagios que se iba a producir. No pasó nada
Ni siquiera se contagiaron durante los dos años de pandemia a pesar de que los medios decían que sí.
No va a pasar nada por quitar las mascarillas, ni en exteriores ni en interiores, porque señor mío… es un trapo de tela que no se inventó para protegerse de los virus… y por más que insistan… no protege.
Salvo los que se hacen test absurdos por tener un poco de tos… no se contagia nadie más. Los que no vemos la televisión, sólo podemos saber que hay una pandemia peligrosísima ahí fuera porque hay una ingente cantidad de gente que ha decidido taparse la cara. Es todo una impresión visual de que algo va mal, pero es la propia ciudadanía la que lo está causando.
Y lo único peligroso es la actitud de esa gente que se tapa la cara, que se cree lo que cuentan los medios y amenazan la vida normal de todos con su incapacidad para la crítica y el sentido común.
Sí va a usar el mantra «es que muere mucha gente» o «las UCIs están desbordadas»… sí, la gente se muere desde siempre de muchas cosas.
Personalmente, estoy harto de esta mentira y de los cobardes que participan con gusto de ella, los que cobran por mantenerla y los que la por cierta.
Negativos y censores aquí.
11 Feb., 15:44
Yo no tendría ningún problema con nadie, como no lo tengo con la vestimenta por más estrambótica que sea, si nadie se tomara el atrevimiento de señalarme por decidir o no usar mascarilla.
No tengo problema con que uséis mascarilla y todo sea cierto y yo sólo sea un loco que acabará palmando por su inconsciencia.
Tengo problemas con la imposición de normas en nombre de la ciencia que no son ciertas, tengo problemas con que si no cedo al chantaje utilicen el miedo de la población en mi contra, señalando mi actitud como peligrosa sin necesidad alguna de demostrar esa peligrosidad, sólo porque «la ciencia» lo dice, sin decir quién lo dice, cuando lo ha dicho y por qué lo ha dicho.
Los virus estaban antes, están ahora y seguirán estando, el que tenga miedo que se proteja como crea conveniente y que nos deje vivir a los demás como creamos conveniente.
Pero os han metido en la cabeza que no sólo tenéis que protegeros, tenéis que meteros en la vida del resto y obligarlos a hacer lo mismo que vosotros para no sentiros los únicos que os están tomando el pelo.
Si pensarais que las mascarillas protegen no os las quitaríais nunca, pero en cuanto os digan que por ley ya no hace falta seguir con ellas os las vais a quitar… porque en el fondo no tenéis miedo a ningún virus, tenéis miedo a que el grupo mayoritario no os acepte.
Tanto el gobierno español y los demás gobiernos europeos han contaminado tanto los cerebros de la gente con las mentiras sobre el Covid-19 que será difícil ver cómo se rebelan contra la obligatoriedad del uso de las mascarillas y del pasaporte covid como sí han hecho los americanos. ¡Es patético!