Actualizado 16 Agosto 2017

 

   Mohorte @mohorte

Llega agosto y con él las alegres serpientes de verano que ocupan de tanto en cuanto las portadas y que desde el advenimiento de la era viral son ubicuas al calendario. Ahora bien, sólo en agosto podríamos toparnos con una polémica sobre el tamaño de un bañador o el grado de provocación sexual de un socorrista.

O mejor dicho, de una socorrista. El lugar es Gijón y el culpable es Twitter, la pistola humeante de todo jaleo mediático que se precie de un tiempo a esta parte. Dados los nuevos bañadores de las socorristas de Salvamento Gijón, muchos usuarios, hombres todos ellos, comenzaron a subir fotos de las trabajadoras y a añadir comentarios machistas. Véase:

7.000 retuits después y varios y numerosos plagios como añadido, el asunto llegó a las mentes pensantes de Salvamento Gijón, cuya decisión, según se recoge en El Comercio, consistió en prohibir los bañadores de marras, obligar a las socorristas a vestir el pantalón corto que llevan sus colegas masculinos y, al parecer, abroncar a la protagonista de la fotografía.

¿Resultado? Un hit viral y una polémica en la que se iguala la posición de las trabajadoras con la decisión de Salvamento Gijón: ¿hace bien en «taparlas» para «combatir el machismo»?

«Es que van provocando», versión playa

En los mentideros de Twitter, claro, la respuesta ha sido positiva. En esencia, la polémica del bañador ha mimetizado el mito sexualizado de la socorrista instaurado por Vigilantes de la Playa y revitalizado durante los últimos meses por Baywatch, la película en la que la figura sexual del salvador marítimo se lleva al extremo tanto en su variante masculina como femenina.

  Si no quieres que miren, tendrás que taparte.

En realidad, la agria discusión sobre las socorristas de Gijón mimetiza otro proceso más antiguo y bien recogido por la teoría feminista clásica: la culpabilización de la víctima. «Tapar» a las trabajadoras invierte los roles de responsabilidad, y admite de forma simbólica que el origen de los comentarios machistas no es la mentalidad machista que los impulsa, sino la exposición del cuerpo (voluntaria o no, sexualizada o no) de la mujer.

Desde ese punto de vista, la solución natural (pero también machista) es obligar a las socorristas a ponerse pantalón para evitar calenturas indeseadas.

Aunque natural, es también errónea, en tanto que legitima los comentarios sexistas sobre trabajadoras anónimas y en tanto que continúa colocando a la mujer y a su cuerpo como un asunto de índole pública que merece ser debatido. Al asumir que la única solución al alboroto masculino es tapar el ceñido bañador, origen de tal alboroto, Salvamento Gijón hace suya la tradicional visión del hombre como una fuerza de la naturaleza sexual, irrefrenable, incapaz de controlarse.

Una visión que de forma irremediable coloca a la mujer como responsable de los propios actos del hombre, en tanto que el varón, por cuestiones biológicas, jamás podrá refrenarse. Responsabilidad de la mujer será evitar malentendidos, provocaciones o situaciones en las que el hombre pueda ser… muy hombre, muy macho.

Es la vuelta de tuerca soft del «es que van provocando» y que, de forma remota, es un pilar básico de la cultura de la violación.

Los peligros de rendirse a «las polémicas» de Twitter

De forma poco sorprendente, la mayor parte de los grupos políticos del Ayuntamiento de Gijón ha criticado la decisión de Salvamento utilizando argumentos similares a los ya expuestos. «Llevan un bañador de competición normal y corriente (…) La perversión del uniforme puede que esté en las mentes de algunos, pero a mí no me lo parece», ha explicado a La Nueva España el concejal del ramo del consistorio, Esteban Aparicio.

Para el político, el problema está en «el mirón» y no en el socorrista, y ha añadido que son bañadores deportivos «normales y corrientes», una obviedad que no ha cerrado el debate. De hecho, Aparicio ha añadido que las socorristas fotografiadas no llevaban el pantalón reglamentario (pero no obligatorio) porque había bandera roja (y por tanto debían estar preparadas para socorrer a alguien).

En cualquier caso, ¿importa si hubiera bandera blanca o roja?

Tapado y sin tapar.

El debate no se ha centrado en su competencia profesional, sino en la exhibición de su cuerpo (en realidad, en la mirada masculina hacia sus cuerpos), en lo provocativo o indecente de sus bañadores (otro proceso con bastante recorrido en la teoría feminista: la mujer que es a un mismo tiempo demasiado sexual o una recatada censurable). La relevancia no reside en el contexto de la fotografía, sino en la reacción a la misma.

También en La Nueva España, Nuria Rodríguez, de Xixón Sí Puede, opinaba: «Nos parece desafortunado que, de nuevo y en época estival, haya un debate sobre la vestimenta de las mujeres. Nos parece un debate impostado que hace que lo anecdótico esté muy por encima de lo importante, que es la profesionalidad de estas mujeres». Grupos como el PP o C’s también hacían caso omiso de la polémica.

Si algo muestra tal unanimidad dentro del consistorio gijonés es que, en realidad, la vestimenta de las socorristas no suponía ningún problema para nadie. Y que Salvamento Gijón, decidiendo «tapar» a sus trabajadoras, ha proyectado un debate absurdo espoleado por unos cuantos retuits. Del peor modo posible, además: el mejor y único modo de combatir los comentarios machistas es no hacer comentarios machistas.

https://magnet.xataka.com/que-pasa-cuando/la-solucion-a-los-comentarios-machistas-no-es-tapar-a-las-socorristas-es-no-hacer-comentarios-machistas

8/02/2023