Por Jhon Barros

La contaminación y la sobrepesca tienen a este crustáceo único de la sabana de Bogotá en peligro de extinción. Por años, ha sido utilizado para elaborar bebidas afrodisíacas en las plazas de mercado de Bogotá, a pesar de que su consumo causa enfermedades pulmonares. Aun así, una resolución de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca da vía libre a su aprovechamiento.

2020/04/20

El cangrejo sabanero es una especie en peligro de extinción. La sobrepesca es su mayor verdugo.

El amor de José Torres y Edelmira López floreció hace más de 50 años, cuando en el despertar de su adolescencia iban a nadar y pescar a las aguas frías del río Bogotá que fluyen por la zona veredal del municipio de Villapinzón. Su idilio nació a pocos kilómetros del nacimiento del río más importante de la sabana y uno de los sitios de adoración preferidos por los antiguos muiscas.

Esta pareja de abuelos ya supera las siete décadas de vida. Tuvieron cuatro hijos y levantaron una pequeña finca donde cultivan papa y cebolla en una hectárea. También venden la leche de algunas vacas, lana de las ovejas y huevos criollos de las gallinas ponedoras. Tienen una tienda donde sus vecinos juegan turmequé y calman la sed con una agria.

En su memoria aún sobreviven muchas historias de la época de su enamoramiento que se inició cuando eran niños de colegio. “Nos conocimos en la escuela de la vereda, pero en esa época éramos amigos y solo pensábamos en jugar. Cuando nos llegó la juventud, nuestras miradas empezaron a cambiar. Íbamos juntos a los bazares y en uno de esos recorridos por las orillas del río Funza, el verdadero nombre del Bogotá, nos juramos amor eterno”, dice Edelmira, dedicada a hilar sacos con la lana de las ovejas.

El amor de José y Edelmira nació en las aguas del río Bogotá en Villapinzón, cerca de su nacimiento en el páramo de Guacheneque. Foto: Javier Tovar.

Don José, experto en labrar la tierra y criar becerros, complementa el relato de su único amor, una mujer cuyos ojos azules desbordan solo ternura. “Los baños en el río Funza fueron parte de nuestra crianza. Yo iba con mis amigos a tirarnos en los pozos profundos que había alrededor del río. Edelmira iba con sus amigas y un día nos pusimos a hablar viendo a los peces capitanes y cangrejos que había en el agua. Ahí fue que nos hicimos novios, como a los 15 años”.

Al recordar cómo era en ese entonces el río Funza, vocablo de los muiscas que significa varón poderoso, los ojos claros de Edelmira se llenan de lágrimas. “Fuimos novios por una década, un amor chapado a la antigua donde José le pedía permiso a mis taitas para llevarme a recorrer la vereda. El río era mucho más grande y limpio, con una cantidad de agua impresionante. Había animales como nutrias que se comían a los pequeños cangrejos y peces. El casorio fue cuando cumplimos 25 años, una época en la que el río era muy hermoso”.

Mientras José dedicaba su día a trabajar la tierra, Edelmira atendía la casa y criaba a sus hijos. Cuando tenía tiempo libre se iba a las orillas del río Funza a hilar la lana y lavar y secar la ropa, siempre contemplando un paisaje lleno de animales. Su esposo iba más esporádicamente para pescar, casi siempre de noche.

En el pasado, las aguas cristalinas del río Bogotá en Villapinzón contaban con peces, cangrejos y nutrias. Foto: Jhon Barros.

Cuando llovía, el río se llenaba de vida: peces, cangrejos, nutrias y muchas aves. Yo pescaba con anzuelo, pero a veces llevaba a la casa los cangrejos para variar la comida. Pero la verdad no nos gustaba mucho, así que los dejaba quietos en el río. Toda esa naturaleza ya se fue, me imagino que por la contaminación y la llegada de más personas a las veredas. Quién sabe para dónde se fueron esos animales”, afirma José, quien saca dos cosechas de papa al año y las vende en la plaza de Villapinzón.

Aunque el río Funza ya no es ni la mitad de lo que fue cuando se enamoró perdidamente de su esposo, Edelmira lo sigue queriendo. “Así esté chiquito debemos quererlo, porque gracias a él es que tenemos vida. Ojalá un día volviera a ver a esos animales tan bellos, como a esos pequeños cangrejos que no recuerdo cuándo fue la última vez que los vi”.

José y Edelmira aún recuerdan cuando el río Bogotá albergaba cangrejos y peces capitán. Foto: Jhon Barros.

Único en el mundo

Los cangrejos que vieron José y Edelmira mientras concretaban su amor, corresponden a una especie típica del altiplano cundinamarqués. Su nombre científico es Neostrengeria macropa, pero todos lo llaman cangrejo de la sabana o sabanero. 

Este crustáceo, con cerca de cuatro centímetros de longitud y cinco hileras longitudinales espinosas, cada una hasta con 17 espinas prominentes, abundaba en la cuenca del río Bogotá, un territorio de agua conformado por las lagunas de Fúquene, Suesca, Cucunubá y Suesca, y los embalses de Neusa, Sisga y Tominé; sitios con alturas que oscilan entre los 2.200 y 2.900 metros sobre el nivel del mar.

Es la única especie de cangrejo de agua dulce de Colombia que cuenta con suficiente información biológica, ecológica y pesquera. Además de habitar en los cuerpos de agua, el animal era visto en galerías de vegetación cercanas a las orillas de los ríos, lagunas, embalses y humedales.

Con más de 100 especies registradas, Colombia es el segundo país más rico en cangrejos de agua dulce en el planeta, después de China, y el primero en Sudamérica. Sumado a esto, tiene el mayor nivel de especies únicas o endémicas, como es el caso del cangrejo de la sabana, crustáceo que a nivel mundial solo habita en el altiplano cundinamarqués”, dijo Carlos A. Lasso, investigador senior del programa ciencias básicas de la biodiversidad del Instituto Humboldt.

El cangrejo sabanero solo habita en el altiplano cundinamarqués. Foto: Sebastián García – publicada en iNaturalist (https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/) (https://www.inaturalist.org/photos/35689816)

El cangrejo sabanero hace parte de la familia de los pseudotelfúsidos, muy rica en especies en todas las montañas de Colombia. Su tamaño se establece en la medida del largo y ancho del caparazón: el largo va desde la frente hasta la parte posterior y en adultos oscila entre los dos y cuatro centímetros; el ancho, que corresponde a la transversal, está entre tres y siete centímetros.

Su peso no supera los 15 gramos y tiene la peculiaridad de ser de color rojizo, algo lo que lo diferencia de los otros pseudotelfúsidos, que tienden a ser más marrones. Las tenazas son agudas en su parte final, lo que le permite atrapar insectos, peces y otro tipo de alimentos.

Según la profesora Martha Rocha Campos, docente del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional, el cangrejo sabanero tiene un pseudo pulmón, es decir que funciona a base de agua y aire, por lo cual es un animal anfibio que vive tanto en superficies acuáticas como terrestres.

No puede estar sumergido bajo el agua todo el tiempo porque se ahoga. Si se mantiene muchas horas en tierra a temperaturas altas, se deshidrata y muere. Hace galerías en las orillas y cerca de los juncos, donde están los juveniles. Los hemos visto bajo piedras, anota la experta.

Los municipios de la cuenca alta del río Bogotá eran los principales hogares del cangrejo sabanero. Foto: Jhon Barros.

Es un crustáceo omnívoro que se alimenta de lombrices, alevines o peces juveniles, renacuajos y caracoles. Es un organismo también carroñero que se alimenta de animales no en alto grado de descomposición. Se reproduce entre junio y agosto, meses en los que la hembra pone hasta 100 huevos.

“La hembra tiene cuidado parental y porta los huevos en su abdomen. Cuando se aparea, guarda el esperma y espera a que los huevos estén maduros para fertilizarlos. Los mantiene en el abdomen entre los pleópodos, similares a plumas, y mediante su movimiento los oxigena. Del huevo eclosiona un cangrejito en miniatura, pero translúcido. No hay datos precisos del tiempo que está bajo el cuidado parental”, dice la docente.

A diferencia de los cangrejos de mar, que ponen miles de huevos y los liberan en el agua, fases larvales que ocurren fuera del huevo con una mortalidad que puede ser del orden del 80 por ciento, los cangrejos de agua dulce se caracterizan por tener huevos más grandes y en consecuencia menor número.

El Salto de la nutria, a pocos kilómetros del nacimiento del río Bogotá, era un sitio lleno de cangrejos sabaneros. Foto: Jhon Barros.

Sobreviviente en peligro

Las nutrias y peces capitán, otras especies insignias del río Bogotá, están prácticamente desaparecidas de la cuenca debido a la transformación del hábitat, contaminación de las aguas, pesca, cacería y pérdida de cobertura vegetal.

El cangrejo sabanero ha resistido un poco más a estos impactos, por lo cual podría ser llamado como un arduo guerrero. Ha sobrevivido en sitios como la cuenca alta del río Bogotá, la laguna de Cucunubá, los ríos Ubaté y Teusacá, la quebrada Ovejeras y los embalses del Neusa, Tominé y Muña. Hay reportes (información) en municipios como Tabio, Sopó, Gachancipá, Zipaquirá, Guatavita, Cogua, Sesquilé, Suesca, Chocontá, Villapinzón, Tausa y Cogua.

A pesar de su resistencia, el cangrejo es sometido a la pesca de subsistencia y artesanal no sostenible con fines comerciales, una sobreexplotación presente desde hace más de 30 años. Los campesinos utilizan canastos de mimbre en lagunas y aros con malla en ríos y quebradas.

A este factor se suman una alta deforestación en la cuenca, la contaminación del agua por los vertimientos de las curtiembres en Villapinzón y descargas residuales domésticas, minería, desarrollo urbano, densidad poblacional, desecación de humedales, fragmentación de hábitats por las represas, regulación del régimen de caudales e introducción de especies exóticas.

La mayoría de imágenes que hay del cangrejo de la sabana son de su comercialización en las plazas de mercado.

Según Campos, los cangrejos son bioindicadores del agua. Si algún cuerpo hídrico registra la presencia de cangrejos, esto indica que el agua no está contaminada. Pero debido al alto grado de contaminación del río Bogotá, con productos como agroquímicos y taninos de las curtiembres, las poblaciones de los cangrejos sabaneros son cada vez más reducidas.

Para Lasso, la supervivencia del cangrejo sabanero en la cuenca del río Bogotá está ligada a su condición de especie semiacuática. “Se puede desplazar de un cuerpo de agua a otro a distancias pequeñas, un escape o dispersión que le ha permitido sobrevivir más que el pez de la sabana; el cual, por tener una respiración branquial, muere si el agua está contaminada. Por eso, el cangrejo sabanero se ha adaptado a moverse a otro sitios naturales e incluso hechos por el hombre, como los embalses”.

Aunque por ahora no se conoce una cifra promedio de la cantidad de cangrejos que ha sobrevivido, los científicos estiman que su presencia está restringida en un área cercana a los 3.000 kilómetros cuadrados en la cuenca del río Bogotá.

El cangrejo de la sabana sobrevive en los cuerpos de agua con pocos grados de contaminación. Foto: Jhon Barros.

Ante sus constantes amenazas, el Libro Rojo de los cangrejos en Colombia, publicado en 2015, catalogó al cangrejo de la sabana como una especie En Peligro de extinción a nivel nacional. El documento lo clasifica como una de las 25 especies más amenazadas en Colombia.

A raíz de esto, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible incluyó al cangrejo sabanero en el listado de las especies silvestres colombianas amenazadas. La resolución 1912 de 2017 lo cataloga En Peligro, es decir en un alto riesgo de extinción en la vida silvestre.

Impactado por la pesca

Aunque la contaminación del río Bogotá ha jugado un rol fundamental en la disminución poblacional de los cangrejos sabaneros, su enemigo más antiguo es la comercialización de la especie. En las plazas de mercado de la capital del país y municipios de las cuencas altas y media, ha sido tradicional la venta de estos organismos.

“El cangrejo sabanero forma parte de la idiosincrasia local. Antes era visto como un recurso pesquero que se explotaba en sitios como las lagunas de Cucunubá y Fúquene -en esta última ha disminuido enormemente sus poblaciones-, la cuenca media del río Ubaté, los sitios más conservados del río Teusacá, que hacen parte de la cuenca del río Bogotá, e incluso en un ecosistema artificial como el embalse del Neusa”, afirma Lasso.

El embalse del Neusa es uno de los sitios donde hay registros del cangrejo sabanero. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Sin embargo, toda esa pesca artesanal fue convirtiéndose en una actividad comercial cada vez más desarrollada, es decir que ya no es para autoconsumo de la población sino para comercializar los cangrejos sabaneros en sitios como las plazas de mercado y establecimientos del centro de Bogotá.

Lasso, que lleva cerca de cinco años visitando estos lugares, en especial la plaza del Restrepo, y quien fue uno de los autores del Libro Rojo de los cangrejos en Colombia, asegura que esta práctica es mucho más antigua. “En las plazas lo utilizan para hacer sopas y jugos afrodisiacos, creencia que no está demostrada científicamente”.