Seguramente conoceréis a alguien que le hayan sucedido cosas parecidas a las que me pasaron a mí.

Hasta  los 16 años no pude comprarme la bicicleta de carreras que de niño ansiaba y que mis padres nunca me la compraron. A los 13 años al salir del colegio, me acercaba todos los días a una tienda de deportes que tenían entre otras cosas una bici de carreras en el escaparate durante un año. Por fin convencí a mis padres a que me la compraran para el día de reyes. No sé qué leches les dijo el dependiente a mis padres que salimos de la tienda con otra bici más cara, sin marchas y más pesada. La otra era de aluminio. A los pocos días dejé de usarla por la gran decepción que me llevé de mis padres. Es más, no recuerdo si realmente llegué a estrenarla. Por lo que mis padres al ver que no la quería la vendieron.

Algo parecido me ocurrió con una carabina de aire comprimido y en la misma tienda. Esta vez tenía casi 15 años y a menudo me pasaba por la tienda a ver si aún estaba. Cuando pude convencerlos para que me la compraran llevé a mi padre a la tienda, puyes mi madre no pudo acompañarlo o no quiso (no me acuerdo) de lo que nunca se me olvidará, es lo que le dijo a mi padre el vendedor: que es demasiado joven para portar un arma, que podría sacarle un ojo a alguien, etc. el caso que mi padre me compró un rifle de juguete que lanzaba bolas. Ni siquiera llegué a quitarle el envoltorio al llegar a casa. No sé qué hizo mi padre con ella, seguramente la devolvería a la tienda. Pocos meses después, encontré un trabajo de repartidor de pasteles y pude ahorrar para comprármela, pero a escondidas de mis padres, pues no querían armas en casa, por lo que la escondí en el campo. Pocos días después de comprarla alguien la encontró y me quedé sin ella.

A los 17 por fin pude comprarme la bicicleta de carreras. La compré en otra tienda porque le cogí tirria al dependiente por haber roto dos veces mis sueños. No me duró mucho, pues en una de las veces que fui a ver a la novia que tenía por aquellos tiempos (Lourdes) deje atada con una cadena a una bajante de desagüe metálica, cuando fui a recogerla, me encontré con la tubería cortada, pues por lo visto les fue más sencillo serrar la tubería que la cadena. Acudí a la policía para denunciar el hecho pero no sirvió de nada.

Unos meses después, mi madre me regaló un ciclomotor de 49cc. Pues en esos tiempos yo trabajaba como ayudante de albañil y le entregaba toda la paga, también llevaba varios años ayudando en las tareas de la portería (mis padres eran los porteros de un edificio de siete plantas). Tampoco me duró mucho, a los dos o tres meses llevé a mi novia al cine en la moto, al salir me encontré con el sitio. De nuevo fui a la policía, cogieron los datos del bastidor y míos y hasta hoy.

Después un tiempo sin vehículo, me obligaron a hacer el servicio militar, a los pocos meses mi hermana me informó de que había visto a Lourdes cogida de la mano con otro tío. Ese día fue el último que lloré por una chica. Jamás he vuelto a llorar desde entonces (salvo cuando pelo cebollas y estuve en recuperación tras sufrir un accidente).

Me tocó en Colmenar Viejo (Madrid), pero después me dijeron que eligiera destino y elegí artillería, pues quería disparar cañones, obuses, etc. me dijeron que la artillería estaba en Guadalajara, y ahí me llevaron, pero esa zona es una de las más frías de España, tanto es así que repartían coñac en las rodas de retén, pero como yo soy abstemio, nunca bebía alcohol. A veces las temperaturas llegaban a los 12 negativos. Bueno, pues en un día de invierno a un compañero se le ocurrió gastar una broma, nunca pude averiguar quién fue, el caso es que colocó un cubo con agua fría encima de la puerta, con el fin de que el primero que entrara se le cayese encima, ese alguien fui yo. Seguro que aún se estarán riendo cuando se acuerdan de la cara que debí poner. Al poco rato me dieron unos temblores tan fuertes que me pusieron varias mantas, el médico me dijo que por muy poco ese sería mi último día en este mundo, pasé de 41 ºC. Pero no sería la última vez que pasaría por ese trance. En mi viaje a Ecuador me costó muy caro tomarme un helado de un tipo que los vendía en un carrito ambulante. La diferencia es que fue por una infección de amebas, según el médico.

La última experiencia traumática que me pasó en el servicio militar fue el día que tenía que entregar el uniforme, pues todos mis compañeros se habían licenciado y solo quedaba yo.

Resulta que a pocos días de licenciarnos,(no sabíamos el día exacto) el teniente Llanos nos dijo que necesitaban gente que entendiera de albañilería, unos cuantos alzamos la mano y explicábamos nuestra experiencia. Como yo era el que tenía experiencia con compresores y el uso de los martillos neumáticos y había que utilizarlos para convertir un viejo depósito en un chiringuito para los soldados al lado de la piscina, pues yo era el que dirigía. Nos prometieron 15 días de permiso si terminábamos la obra en una semana. La obra duró varios días, mientras los demás compañeros se lo pasaban bomba chapoteando mientras a nosotros se nos caías chorros de sudor, pues los veranos de Guadalajara son muy calurosos, se reían de nosotros, decían cosas como: ¿de verdad os pensáis que os darán 15 días? ¡Qué ilusos! Pero no hacíamos caso y seguimos trabajando hasta que por fin lo terminamos, y antes de los 7 días. Al día siguiente éramos nosotros los que nos burlábamos de los compañeros, pues nos fuimos durante 15 días.

Al regresar de Tarragona, me di cuenta que en el cuartel no veía a nadie conocido, pregunté dónde estaban y me dijeron que hacía dos días que se habían licenciado. Los compañeros de la obra se presentaron unas horas antes que yo, por lo que también se fueron, solo quedaba yo. Me dirigí al Teniente Llanos,; a la orden mi teniente, vengo a entregar mi uniforme (todo contento y sonriente). Pero me llevé una gran sorpresa cuando me respondió; (no son las palabras exactas, pues de eso han pasado muchos años). Soldado, póngase el traje de faena y póngase a quitar toda la hierba del cuartel. A lo que le respondí, ¿acaso no estoy licenciado ya? ¿Por qué me quiere castigar? Me dijo que el día de mi marcha los compañeros le dijeron que había hecho mis necesidades en las duchas. Que por ser un cerdo merecía un castigo. Yo jamás haría algo así, pero al estar solo, no tenía a nadie que me defendiera, ni siquiera podía enfrentarme con los que me acusaban, pues ya se habían ido todos. Así pues, me puse el traje de faena (mono) y cogí una azada y a trabajar. Me soltaron muy tarde, menos mal que pude coger el último tren de las 12 de la noche. Me salió caro burlarme de mis compañeros.

Al regresar de la mili encontré trabajo como peón de albañil a pesar de que ya dominaba el oficio, pero solo tenían un puesto de peón, que me lo quedé igualmente, necesitaba dinero. Pero advertí a la empresa que era oficial. El encargado de vez en cuando me ponía a prueba y siempre las superaba, es más, despidieron a un oficial por poner los marcos de puertas erróneamente y que yo los tuve que arrancar y colocar de nuevo. En otra ocasión tuve que arreglar una chapuza que otro albañil hizo, demostrando mi valía como oficial. La cosa se ponía interesante porque el encargado me dijo que en cuanto hubiese una vacante de oficial, sería para mí. Por aquel entonces yo tenía una vespino negra de 49cc. Que lo estaba pagando a plazos. Pero ya tomaba clases de teórica para sacarme el carné de conducir, que por cierto nadie me ha superado en el tiempo que lo logré, por lo que teóricamente tengo un Guines no declarado, pues el examen teórico lo finalicé en 7 minutos, cuando nos daban 40 ‘ y el de camión en 10 minutos.

Una de las veces que salía del curro tuve un accidente, circulaba por el arcén con mi vespino cuando me percaté que un coche estaba aparcado fuera de la carretera, al pasar por delante de él, el coche arrancó y acabé debajo del coche. Lo próximo que recuerdo es que me llevaban en una ambulancia. Tenía cortados los músculos de ambas piernas, estuve escayolado varios meses, después de un tiempo fui a recuperación para poder aprender a andar de nuevo. Cuando las enfermeras me doblaban las piernas me salían lágrimas como puños, ellas me decían: puedes gritar si quieres, pero mi orgullo de macho hispánico me lo impedía. En ese tiempo yo estaba casado y llevaba dos muletas. Mi esposa me llevaba de vez en cuando a la playa en el coche de mi suegro, un Seat 127 blanco. En una de esas ocasiones entraba al agua arrastrándome como una lagartija como siempre, hasta que por fin salí del agua andando. Ya no necesitaba las muletas.

El cabrón que me atropelló dio positivo en alcohol, por lo que la compañía de seguros no me pagaron las 400.000 pesetas que me correspondían, solo me dieron lo que costaba una vespino usada. Ahí me quedé yo, sin trabajo, sin vehículo y maltrecho.

Mi vida laboral ha sido muy extensa, he estado en más de 30 empresas, pues unas veces me marchaba yo por mi cuenta y otras me despidieron. No voy a contar aquí mi vida laboral de cada una, pero sí en las que me sucedieron casos de abuso. Empezaré por Alabart, se dedicaba al reparto de paquetería, por aquel tiempo tenía 16 años, era mi tercer empleo. No me hizo contrato ni tenía nómina. Pasaron los días y en uno de los repartos, mis compañeros decidieron gastarme una broma (éramos tres en una furgo) me enviaron a entregar un paquete como era habitual, pero al regresar a donde debían estar esperándome, se largaron sin mí. Cogí tal cabreo que me fui directamente caminando a la empresa. Le expliqué al jefe lo sucedido y me respondió que no podía hacer nada, ellos llevaban muchos años en la empresa y no podía despedirlos, le dije que se buscaran a otro, que a mí no me lo van a hacer más. No me dio ni el finiquito ni los días que había trabajado.

Encontré pronto otro trabajo, bueno, uno de mis hermanos me comentó que un amigo suyo necesitaba un ayudante, que se dedicaba a repartir cerveza con un camión. Me lo presentó y enseguida le cogí el royo. Tampoco me hizo contrato. Repartíamos tres camiones diarios, eso son muchas cervezas diarias, pero se quejaba de que no aprendía la ruta de los clientes y que tampoco recordaba cuántas habíamos repartido en cada cliente, le dije que yo estaba allí de ayudante y mi cabeza no era una agenda. Como esas quejas eran a diario, me cansé de tanto reproche y me largué. No tardé en encontrar otro curro, pues en esos tiempos el que no trabajaba era porque no quería. Esta vez me contrató Ferrovial como peón a pesar de ser oficial. Mi tarea era preparar los moldes donde se iba a rellenar de hormigón para reforzar el espigón del puerto de Tarragona (rompeolas) ese hormigón debía ser vibrado para eliminar las posibles bolsas de aire que se forman al verterlo. Eso lo hacía una máquina, una especie retroexcavadora con dos vibradores. Pero un día se averió uno de esos vibradores y lo desmontaron para arreglarlo, por lo que la máquina solo llevaba uno. Al faltar uno, la máquina estaba desequilibrada y no podía usar el otro vibrador. Pero debíamos seguir fabricando bloques y había que vibrar el hormigón, por lo que Diego (el encargado) me ordenó que me subiese en la plataforma de los vibradores para con mi peso, equilibrarla y poder usar el vibrador que quedaba, así estuvimos trabajando hasta que de improviso se giró el eje donde yo estaba sujeto y me pilló el dedo anular derecho. Me llevaron a urgencias y en la radiografía se veía el hueso con una grieta. Me pusieron una placa de aluminio y me lo vendaron. La enfermera me dijo delante del médico que nunca más podré doblar el dedo completamente. No recuerdo cuánto tiempo lo llevé así. Llegó el momento de ir a revisarlo y me quitaron el vendaje y la placa. Yo no me resigné a tener la mano así, por lo que de vez en cuando con la mano izquierda doblaba el dedo hasta sentir dolor, eso lo hice durante meses, hasta que un día para mi sorpresa, conseguí doblar el anular sin tener que usar la otra mano. A veces los médicos también se equivocan.  Como el accidente fue durante el trabajo me fui a la mutua. Solo conseguí que me echaran de la empresa y sin indemnización, pues Diego (el encargado) dijo a la empresa que yo me subí a la máquina para jugar, por lo que ni siquiera contrastaron su versión con la mía. Los compañeros no me defendieron, pues tenían miedo de perder el empleo si decían lo que ocurrió realmente.

Salí algunas con una de mis primas, era de Valls, estudiaba peluquería en Tarragona y salía tan tarde que  venía cada día a mi casa (de mis padres) a cenar y a dormir. Salimos varias veces a tomar algo hasta que una noche la cosa se enredó y terminé durmiendo en su habitación. Un día mi madre se percató de que mi cama estaba sin deshacer, por lo que no tardó en atar cabos. Un día me dijo: ¿acaso no hay más mujeres en el mundo que tu prima?

Su padre (mi tío) tenía un Seat 127 con pocos kilómetros. En ese tiempo yo acudía a una autoescuela, por lo que ese coche terminé por conducirlo yo al sacarme el carné. Mi tío se puso muy enfermo y falleció antes de ver su hija casada conmigo. El día de mi boda fui a trabajar hasta las 10, pues me casé por lo civil y el jefe me dijo que las horas de la boda me las descontaría, así que a las 15 horas volví al tajo. Por su puesto no hubo viaje de novios ni banquete. Tampoco teníamos dinero para alquilar una habitación, por lo que cada uno vivía en su casa. Los findes cogía el autobús para estar con ella y los lunes cogía el primer autobús para poder llegar puntual al tajo.

Pasaron unos meses hasta que pudimos vivir juntos.

Un día un vecino me preguntó si el Seat blanco era mío, le pregunté por qué lo preguntaba, me contestó que ahora es amarillo. Asombrado, fui corriendo escaleras abajo (vivía en el 2º piso) a ver mi coche y, efectivamente, algún hijo de puta volcó un bote de pintura amarilla en el techo. La pintura llegó incluso al interior porque a veces se me olvidaba subir los cristales hasta el final. Me costó bastante limpiarlo.

Cuando me saqué el carné invité a unos amigos el lunes de Pascua a comer en el campo (tradición en Cataluña). Cuando quedaba muy poco para llegar tuvimos un accidente. La carretera era estrecha, pues estábamos subiendo una montaña, no tenía marcada las líneas que separa los carriles, a mi izquierda había un terraplén, por lo que los coches que vienen de frente se pegan al carril izquierdo y se separan cuando viene un vehículo de frente. Yo me percaté que no separaba lo suficiente y me pegué todo lo que pude a las rocas, pero en otro coche que venía de frente no movió el volante y chocamos de frente. Empezamos a discutir, pues el otro conductor me echaba la culpa. Después de un buen rato apareció la guardia urbana, bajaron de su vehículo y se acercaron a ver qué ocurría. Nada más ver al otro se saludaron, pues era evidente que se conocían porque empezaron por interesarse por su familia. Me mosqueé bastante porque aquello pintaba mal. Efectivamente, mi desconfianza era fundada, enseguida le dieron al otro conductor la razón, pues para no entorpecer el tráfico tuvimos que apartar ambos coches, con lo que no pude demostrar lo pegado que tenía el coche a las rocas y me tocó a mí pagar el arreglo del Seat.

Pasó el tiempo y un día decidimos vender el coche, encontramos una persona interesada, pero con la condición de pagarlo en dos veces. Aceptamos porque necesitábamos urgentemente el dinero. Nunca pudimos cobrar la segunda parte.

En la empresa Perforaciones Perku se dedicaban a hacer pozos de agua, para usaban lo que se dice la fuerza bruta, un cilindro llamado témpano de unos 5 metros de largo y no me acuerdo de su peso, subía y bajaba golpeando el suelo, los primeros golpes notábamos como temblaba la tierra. Trabajábamos hasta muy tarde usando focos. El caso que por un descuido miré de refilón cómo soldaba uno de mis compañeros. Yo sabía que jamás se debe mirar a alguien cuando suelda con varilla. Pues al terminar la jornada, como siempre regresé a casa con mi esposa, pero alrededor de la 4 de la madrugada sentí como si tuviese arena en los ojos, perdí la vista, me asusté muchísimo, creí que me iba a quedar ciego. Mi esposa me vistió y me llevó a urgencias en nuestro coche. Me revisaron los ojos, me echaron un colirio y me dieron el alta. Por el camino recobré la vista ¡creo que en mi vida pasé tanto miedo! Tanto así, que dejé esa empresa.

Estando en Mudanzas Tarragona, era el peor trabajo que he estado, acarrear muebles, archivos muy pesados etc. Bueno, el que haya hecho alguna vez una mudanza debe tener una ligera idea, pues eso era casi a diario nuestro trabajo. A veces nos tocaba subir o bajar muebles complicados por escaleras estrechas. En ocasiones mis compañeros se ponían nerviosos al no lograr doblar las esquinas con ellos y les daban patadas, yo les recriminaba esa forma de tratar muebles ajenos. Les sugería la forma de lograrlo sin dañarlos y al hacerme caso y ver que sí se podía al hacerlo a mi manera, aún se cabreaban más, por lo que no querían trabajar conmigo. Les daba coraje que un principiante novato les diera clases a unos veteranos, por lo que la empresa me despidió.

Algo parecido me pasó en Letro 90, cuando mis compañeros hacían mal el trabajo y yo les sugería cómo lograrlo sin perjudicar el cableado o las tuberías por donde debíamos pasar las nuevas líneas. La empresa me despidió porque los compañeros no me querían a su lado.

En Installum, estando de guardia, (pues nos turnábamos) hubo una avería y me tocaba a mí averiguar dónde era la avería, pero resulta que había nevado y que había tramos de la carretera congelada. Así cuando el jefe me llamó para decirme que fuera a la avería, le repliqué que era muy peligroso acudir. Él insistió, yo le recordé que el coche era suyo y que no me hacía responsable. Aunque conduje despacio y las frenadas las hacía con suavidad, no fue suficiente, en un tramo de la carretera que hacía bajada se puso el semáforo en rojo y frené, pero un árbol se interpuso en mi camino y no pude ir a reparar la avería. Mi jefe me echó la bronca, pues me dijo que debí frenar con más suavidad. Le dije que si en una bajada, con la carretera helada hasta un profesional se la pegaría más fuerte que yo si pisa el freno bruscamente. Es más, lo más probable es que termine con las ruedas bocarriba. Desde ese día ya no nos llevábamos bien.

Cuando encontré otro empleo, aproveché para sacarme el carné de camión (C1) era complicado, pues daban mucha mecánica y trataba de circuitos eléctricos, cosas que yo no tenía ni idea, pero estaba dispuesto a lograrlo sí o sí. Me puse a estudiar como si no hubiese un mañana de tal forma que fui el único alumno al que echaron de las clases de teórica, pues se me daba tan bien que cuando el profe preguntaba algo, yo respondía antes que los demás. Harto de eso, el profesor me dijo: no te quiero ver más por aquí, ya te avisaré cuando debes presentarte al examen. Y así fue cómo lo aprobé en 10 minutos. Con las prácticas tuve que hacer muy pocas horas, aprobé a la primera. Eso fue un viernes, me acuerdo porque el carné tarda unos días y me entregaron un justificante, pues con el justificante me puse a buscar empleo de chófer y me presenté a una empresa que se anunciaba en el periódico en Reus, pero no la encontraba, así que entre Gili para preguntarles por esa empresa, salió el gerente y me dijo que para qué la necesitaba, le expliqué que necesitaban un chófer y que me acababan de dar el carné. Me preguntó si me interesaría trabajar para ellos. Pensé: más vale pájaro en mano que cien volando. Acepté y firmé el contrato. Me asignaron un camión y me acompañó para enseñarme dónde estaban los clientes. A partir de ese día ya iba solo. Pero el contrato era de tres meses, por lo que ya no me necesitaban. Entonces encontré trabajo de butanero, ahí me dijeron que podría estar todo el año, pero me asignaron una zona donde no había ascensores, además iba solo y en una ocasión me robaron una botella que me la descontaron del sueldo. Por aquel tiempo me estaba sacando el carné C2, el de tráiler, pues estaba cansado de repartir butano. Cuando lo conseguí, encontré un empleo en Despasa, en Vilaseca, me dieron un camión más grande y solo tenía que recoger contenedores. Todo iba muy bien hasta que al tercer mes la nómina “pesaba menos” de lo que correspondía. Había hecho 38 horas extras y no figuraban. Les dije que me lo entregaran aunque sea en B, pero se negaron. Entonces le dije al jefe ¿de esa forman me paga los favores de atender los clientes? Pues casi siempre me pedía hacer viajes cuando quedaba poco para ser la hora de terminar mi horario laboral. Era el sueldo de casi dos semanas, pues las horas extras son más caras. Pedí el finiquito y me marché.

En el 2003 tuve un percance en el aeropuerto de Barajas,  venía de un vuelo procedente de Guayaquil, cuando pasé por migración y comprobaron mi pasaporte fui arrestado por un asunto que no viene al caso. Fui llevado a un calabozo y días más tarde a prisión. Telefoneé a un familiar para que se ocupase e recoger mi maleta, pero fue imposible, los del aeropuerto le dijeron que no aparecía, perdiendo la maleta y su contenido. Hice las reclamaciones oportunas y no conseguí ninguna indemnización.

En el 2014 un amigo mío estaba en el 3º grado, me pidió si podía ayudarle a marcharse a su país, que me lo iría devolviendo cuando encontrase trabajo. Debo explicar que la amistad para mi es lo que más me importa, por lo que le dije que sí. Le compré el billete de avión, le di algo de pasta y cada mes le enviaba dinero hasta que encontrase trabajo. Pero su hermano tuvo un problema con la justicia y necesitaba dinero para sacarlo. En total me bebe 4.375€. Y nunca me envió un euro. Ahora llevo más de dos años que no le envío nada así se esté muriendo de hambre.

En el 2019 otro amigo (Housein Larbi) marroquí, me propuso un negocio; llevar móviles, tablets y todo lo que tuviese en casa a su país. Su padre se encargaría de venderlo todo a buen precio y repartirnos las ganancias. Yo confiaba en él ciegamente (nunca mejor dicho). Le di uno de los televisores que tenía en casa, mi cámara réflex y una docena de móviles a estrenar y tablets, pues convencí a mi hijo y a mis padres para que los compraran financiándolos. Cada mes les venían las facturas y yo nunca recibí un euro. Tampoco he sabido nada del cabrón llevó a la ruina a mí y mi familia. Desde entonces mis hermanos ni me hablan. Mi hermano no me deja entrar en su casa. Soy como un apestado para ellos. Me echan la culpa de dejar en la ruina a mis padres, que son muy mayores y apenas podían comprar comida, pues los recibos de los teléfonos se apoderaban de sus pagas. Pero mis padres nunca me lo contaron cuando los visitaba. Gracias a que un día mi hermana fue a hacerles una visita, se dio cuenta de que la nevera la tenían vacía. Se lo comunicó a mi hermano y este entró en cólera, se dirigió a la comisaría y me denunció. Un policía interrogó a mis padres para ver si los había amenazado para comprar los móviles o fue voluntariamente. Por suerte dijeron que fue voluntariamente, sino ahora estaría preso.

En el 2018 le compré a un amigo un Reault Coupé, pero un día otro amigo me pidió que se lo dejara unos días. Se estrelló contra una farola o una señal de tráfico, no me acuerdo, pero el caso es que me quedé sin coche y me dijo que no me preocupara, que me lo pagaría a plazos los mil euros que me costó. El caso es que no he visto un duro.

Unos meses más tarde me compré una scuter 50cc. Me caí 4 veces, pero la caída más grave fue un rasguño en el brazo. El caso es me cansé de caerme y decidí comprarme un coche. La puse a la venta y una señora contestó al anuncio, me explicó que tenía dos críos pequeños y que la necesitaba para ir a trabajar, pero que por favor se dejara pagar en dos o tres veces. Me dio pena su situación y acepté, pero le dije que la documentación se la daría cuando me la termine de pagar. Se la dejé por 300€. Me dio 50€ y yo le hice un recibo. Nunca más he sabido de ella.

Bueno, después de contaros una parte de mi vida, creo que puedo asegurar que sé lo que es pasar el sentimiento de indefensión e impotencia.

Todo esto me ha pasado por ingenuo, por creer en la gente.

Antes era un tipo que siempre que he podido daba limosnas a los pobres y ayudaba a todo el que podía. Ahora ya se puede alguien morir delante de mí que no muevo ni un dedo en ayudarle. He perdido la empatía por los demás. La sociedad me ha convertido en lo que soy.

 

Nota; recomiendo ver el artículo sobre el bulling

30/01/2021