El presidente de la Asamblea General de la ONU, el fiyiano Peter Thomson, advierte de que la conferencia mundial sobre los océanos del mes que viene es «la ocasión» para salvar los mares

El presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas, el fiyiano Peter Thomson. ©FAO CRISTIANO MINICHIELLO

Carlos Laorden

Roma

 9 MAY 2017

Es el que pone orden entre los 193 socios del club más internacional: la Organización de las Naciones Unidas. Peter Thomson (Suva, Fiyi, 1948) dirige desde septiembre del año pasado (y hasta septiembre del presente) la Asamblea General de la ONU, el órgano donde todos esos países tratan de salvar sus diferencias histórico-económico-culturales y proteger al planeta de la humanidad, y a esta de sí misma. Ahora, siguiendo las directrices de los Acuerdos del Clima de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que «son nuestra esperanza. Si no los ponemos en marcha, tendremos problemas de verdad», advierte.

Como fiyiano, Thomson conoce de primera mano los desafíos a los que se enfrentan los llamados SIDS (pequeños Estados insulares en desarrollo, por sus siglas en inglés). El aislamiento, el elevado coste de hacer las cosas en una isla… y el aumento del nivel del mar, que amenaza en ocasiones la propia existencia de estos territorios. «Ahora la gente sabe que países como las Islas Marshall, Tuvalu o Kiribati corren el riesgo de quedar completamente sumergidos. Es algo catastrófico, que llega». Y quizá por eso, se ha extendido la conciencia global sobre el cambio climático y sus efectos.

«Cualquiera que hoy en día no acepte la realidad científica del cambio climático es un…». Thomson deja de hablar y se toma su tiempo. «Permítame buscar la palabra adecuada… ¿cómo llamas a alguien así sin resultar demasiado insultante?», se pregunta. El antiguo embajador de su país ante Cuba y ante la ONU deja el calificativo en el aire y continúa. «Por fortuna, poca gente niega ya el cambio climático. Queda poca gente que no entienda que debemos ser más sostenibles», se felicita. En el siglo pasado —»en cuya primera mitad nací yo, lo que me hace sentir un anciano», bromea— solo se hablaba de crecimiento y desarrollo, a secas. «Ahora no aceptamos esas palabras sin el adjetivo sostenible», apunta.

“Ya no aceptamos el crecimiento o el desarrollo si no llevan el adjetivo sostenible”

Una sostenibilidad que debe extenderse a todos los ámbitos. Ahora, en concreto, a Thomson le preocupan los océanos. Con él dirigiendo la Asamblea, Fiyi y Suecia presidirán a comienzos de junio (del 5 al 9 en Nueva York), la Conferencia de los Océanos. Un encuentro mundial que, según el diplomático, será «la ocasión» para revertir la tendencia negativa sobre los mares. «Contaminación marina, bancos de peces menguantes, ecosistemas degradados, acidificación de las aguas, calentamiento, falta de regulación… No creo que haga falta repetir toda la carga que la humanidad ha puesto sobre sus océanos», enumera. Es lógico, acepta, que los países costeros o los archipiélagos como su país de origen quieran explotar sus recursos marinos. «Pero de nuevo, tiene que ser de forma sostenible. Si no, no vale», insiste.

Y definir esa sostenibilidad, encontrar esa receta para alcanzar el ODS 14 —»conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos»— es precisamente el objetivo de los miles de representantes de Gobiernos, agencias, universidades, ONG, empresas y asociaciones que acudirán a la conferencia. «Escucharemos de voces creíbles la realidad de los problemas, y debatiremos las posibles soluciones», anticipa Thomson en una visita a la sede romana de la FAO (agencia de la ONU para la alimentación) para preparar ese encuentro.

Pero al final todo esto, ¿no es mucho hablar y poco hacer? «Tengo debates de este tipo dentro de mi propia familia», reconoce el presidente de la Asamblea. Pero insiste en que el valor de conectar, debatir y escuchar «a todos los que tienen algo que decir al respecto» es incalculable. Y también anuncia que habrá oportunidades de «animar» a los países —algunos tan relevantes como China— que aún no han firmado acuerdos como el que busca controlar en los puertos la pesca ilegal o no declarada. Sin un esfuerzo global, será complicado alcanzar los resultados esperados en 2030, mantiene. «Miren, por ejemplo, lo que le hemos hecho al bacalao [algunas de cuyas variedades están amenazadas]. Y se lo haremos a muchas más especies, a no ser que aprendamos la lección, a no ser que conferencias como esta tengan éxito».

“Ruego a todo el que crea que tiene algo que aportar que participe en la conferencia”

Por eso cree relevante subir a bordo al sector privado y a los consumidores. «Cada vez me apetece menos comer pescado sabiendo la cantidad de plástico que hay en él. Es un tema de contaminación marina que nos afecta a todos», señala. Y al mismo tiempo, celebra que haya restaurantes apoyando iniciativas para garantizar la trazabilidad del pescado que sirven. «Que si te dicen que estás comiendo dorada, sea así, y que además estés seguro de que se ha pescado de forma sostenible», señala.

Porque en el ámbito de los ciudadanos-consumidores es donde está para Thomson el punto flaco de los ODS. «Muchos países los han incluido ya en sus planes y políticas. Pero hay millones de personas que no han oído hablar de ellos. Y eso es malo, porque son el plan para la supervivencia de sus hijos y nietos», argumenta. El presidente de la 71º sesión de la Asamblea de la ONU está convencido de que hace falta una transformación, sobre en cómo consumimos. Y también, de que ya no será su generación la que la lleve a cabo. «Será la juventud la que tome esas decisiones para transformar la industria, el transporte, el consumo de carne…» Por eso, dice, los ODS tienen que llegar a las universidades. Y a los colegios. Mientras tanto, insiste. «Por favor, ruego a todo el que crea que tiene algo que aportar que se registre y participe en la conferencia de los océanos. Es el momento».

https://elpais.com/elpais/2017/05/08/planeta_futuro/1494233264_950173.html

3/11/2020