EL ABSURDO DE DEMONIZAR AL CO2

Quienes mantienen la farsa de que el planeta se está calentando han demonizado como principal responsable al dióxido de carbono (CO2) que ha pasado de ser fundamental para la vida a responsable de todo lo malo que le ocurre al planeta. Es más, ha sido la excusa perfecta para a acabar con las minas de carbón al alegarse que su quema genera emisiones de CO2. Una estrategia a la que han contribuido las organizaciones ecologistas -con Greenpeace a la cabeza- que promueven la descarbonización de la Tierra sin reparar en gastos. Claro que las principales organizaciones ecologistas mantienen estrechas relaciones con los grandes grupos económicos. Lo denunció esta revista de forma detallada y documentada en el artículo ¿Están las principales organizaciones ecologistas al servicio de grandes grupos económicos? que apareció en el n° 179, correspondiente a febrero de 2015. En él se explicaba por ejemplo -entre otras muchas cosas- que la World Wildlife Fund (WWF) –Fondo Mundial para la Naturaleza– fue fundada en 1961 por Bernardo de Lippe-Biesterfeld, presidente también -hasta su muerte en 2004- de las reuniones del famoso Club Bildelberg que cada año reúne a las 130 personas más influyentes del mundo y nació promovido y financiado por David Rockefeller.

Es más, es la propia Fundación Rockefeller\a que controla las llamadas Cumbres de la Tierra en las que los grupos ecologistas juegan siempre un mero papel de comparsas. Dimos asimismo cuenta de que el Fondo Mundial para la Naturaleza, Greenpeace, Amigos de la Tierra, Survival International, Sierra Club y otras organizaciones las controla el denominado Club de las Islas al frente del cual están el Príncipe Felipe de Edimburgo y la Reina Isabel II con el apoyo de empresas como Shell, Unilever, Bardays, Anglo-American Corp, RTC Corp., De Beers, Imperial Chemical Industries y otras.

Y todo ello indica que el movimiento ecologista está hoy compartiendo objetivos con los grupos de poder que controlan el mundo y explica que los verdaderos y graves problemas del planeta y de la humanidad no solo no se hayan solucionado en las últimas décadas sino que se han ocultado a la población (puede leer el reportaje antes mencionado en nuestra web: www.dsalud.com).

Lo llamativo es que las plantas necesitan el CO2 para fabricar el oxígeno que respiramos y que cuanto más hay en el aire más rápido crecen los bosques y pastizales y mejor se soportan las sequías. De hecho el trabajo Ecologización de la Tierra y sus causas -publicado en 2016 en Nature Climate Change con la colaboración de la NASA– concluyó que el aumento de los niveles de dióxido de carbono experimentado en las últimas tres décadas ha tenido un impacto ¡enormemente positivo! en la reverdificación o enverdecimiento del planeta -más hojas en plantas y árboles- habiendo aumentado la vida vegetal en algunas regiones más del 50%. En pocas palabras, gracias al aumento de CO2 ¡el planeta se está volviendo más verde!

La revista lo dio ya a conocer en el reportaje antes citado ¿Es el dióxido de carbono culpable del calentamiento global? en el que el catedrático emérito de Estratigrafía de la Universidad de las Islas Baleares premiado en Canadá con la Medalla Sorby -una de las máximas distinciones mundiales en este ámbito- Luis Pomar nos explicó que no existe correlación directa entre la concentración de CO2 en la atmósfera y la temperatura global. Es más, en su opinión las plantas han tenido que ir adaptándose a lo largo de la historia -lamentablemente- a niveles cada vez más bajos de CO2. Luego el actual aumento de CO2 en el planeta es una bendición y no un desastre. Según explica «hoy la concentración atmosférica de CO2 está ligeramente por encima de las 400 ppm (partes por millón) y las 200 ppm que algunos proponen ahora alcanzar se corresponden con el índice de las épocas glaciales. Tendría pues consecuencias devastadoras«. Es decir, sería suicida pasar de una concentración de CO2 en la atmósfera del 0’04% al 0’02% como se propone.

«Si en lugar de reducir las actuales 400 ppm de CO2 de la atmósfera a 200 ppm aumentáramos su cantidad a 800 ppm ¡las plantas crecerían el doble! -asevera Pomar-. Lo sabe cualquier agricultor que por eso en los invernaderos inyectan CO2 a fin de que sus plantas crezcan más y mejor. Si aumentan la temperatura y el CO2 la fotosíntesis será más rápida y la producción orgánica mayor. Y lo llamativo es que está tan constatado que es un procedimiento subvencionado. Por el contrario, bajar el nivel a 200 ppm lo que haría es provocar una desertización; y no por falta de agua sino por déficit de CO2. Sería un suicidio colectivo. Afortunadamente dudo que eso sea posible«.

Una impresión que por cierto confirma la Dra Claudia von Werlhof -responsable del Movimiento Planetario para la Madre Tierra– según la cual «si el CO2 desaparece tanto como sea posible de la atmósfera entonces terminaríamos asfixiándonos junto con toda la vida del planeta; por tanto hay algo fundamentalmente incorrecto en toda la argumentación. ¡Se alza sobre pies de barro

EL GRAN AUSENTE DEL DEBATE: EL SOL

Resulta igualmente increíble que en el debate sobre el calentamiento global se haya conseguido ocultar lo evidente: que la temperatura que en cada época disfrutamos depende básicamente del sol. En septiembre pasado el periodista Doron Levin dio a conocer en la revista Forbes un artículo sobre la investigación realizada por los profesores Nir Shaviv y Henrik Svensmark, miembros del Consejo Académico Asesor de Global Warning Policy Forum (GWPF). Shaviv es además presidente del Departamento de Física de la Universidad Hebrea de Jerusalén y se cuenta entre los que sostienen que el aumento de los niveles de CO2 tiene un papel menor en comparación con la influencia del sol y la radiación cósmica. Hablamos de alguien que se matriculó en la Universidad Technion de Israel -equivalente en el país al famoso Massachusetts Institute of Technology (MIT) de Estados Unidos- ¡a los 13 años! y completó su trabajo postdoctoral en el Instituto de Tecnología de California y el Instituto Canadiense de Astrofísica Teórica. Pues bien, a las pocas horas de publicarse en la web la entrevista que se le hizo la revista la retiró con la peregrina excusa de que «no cumplía los estándares editoriales«. Afortunadamente The Global Warning Policy Forum decidió entonces publicarla en su web: https://www.thegwpf.com/revealed-the-climate-story-forbes-doesnt- want-you-to-read/?previe w=true.

¿Y que decía Shaviv tan políticamente incorrecto como para censurarlo? Pues entre otras cosas esto: «Los defensores de que el cambio climático lo ha provocado el hombre ignoran el efecto del sol sobre el clima de la Tierra”. Según explica la actividad solar varía con el tiempo produciéndose una variación importante aproximadamente cada once años o más, momento en el que aparecen y desaparecen manchas solares en la superficie de sol que afectan claramente a nuestro clima. Se trata de algo en general conocido pero en 2008 Shaviv pudo cuantificarlo utilizando datos marinos y su conclusión es que cuando el sol está más activo aumenta el nivel del mar porque al ser la temperatura mayor el agua se expande y cuando hay menos baja. La correlación, según afirma, es clara.

El vínculo entre la actividad solar y el calentamiento y enfriamiento de la Tierra es indirecto -aclara-. Los rayos cósmicos que inciden en la atmósfera terrestre procedentes de la explosión de estrellas masivas en el universo juegan un papel importante en la formación de los llamados núcleos de condensación de nubes necesarios para la formación de éstas. Cuando el sol está más activo el viento solar reduce la cantidad de rayos cósmicos que inciden en la atmósfera. Además un viento solar más activo conduce a una menor formación de nubes y a que sean menos blancas y menos reflectantes y por eso se calienta la tierra»

Shaviv agrega que el impacto del sol en el clima puede probarse con numerosas evidencias, tanto estudiando fósiles de cientos de millones de años como con las lecturas de las boyas y datos de altimetría satelital de las últimas décadas. «Todo apunta a lo mismo: la mayor parte del cambio climático lo causa el impacto del sol en la atmósfera y eso significa que la responsable es la naturaleza y no el hombre. De hecho duplicar la cantidad actual de CO2 solo aumentaría la temperatura un grado o grado y medio. Cualquier estudiante de Física de primer año lo sabe«.

Contundente. Y el catedrático español Luis Pomar va aún más lejos: “Según tres prestigiosas agencias de investigación independientes en los dos próximos ciclos de actividad solar la emisión va a disminuir y eso hará que las temperaturas sean cada vez más frescas, con inviernos más fríos y veranos más irregulares. Si estas predicciones se cumplen entre 2030 y 2050 la actividad solar será mínima y en tal escenario no solo no vamos hacia un calentamiento global sino que en un par de décadas podemos entrar en una mini-fase de enfriamiento. Lo curioso es que el hecho de que coincida el descenso de energía solar con una atmósfera sobrecargada de CO2 podría librarnos de ese período de congelación. Sería irónico pues que se esté tratando de eliminar lo que en un futuro próximo podría ser nuestra salvación”.

LA JERARQUÍA

En fin, son tan claros los datos que tiran por tierra la farsa de que la Tierra se está calentando rápidamente y estamos a las puertas de un cataclismo que quienes han hecho el montaje marketiniano de la cumbre han recurrido a lo emocional en lugar de a lo racional para que la población apoye lo que buscan. Y para ello han utilizado a una cría que hoy tiene 16 años a la que muchos medios de comunicación ya han calado.

The Times publicó por ejemplo un durísimo artículo titulado Greta Thunberg y el complot para forjar un guerrero climático en el que desvela los vínculos entre ella y diversos grupos de poder empresarial y medioambiental. «El fenómeno protagonizado por Greta -señala el artículo- involucra al lobby de la energía verde, a profesionales de la publicidad y las relaciones públicas, a determinadas élites del movimiento ecologista y al think tank de un exministro socialdemócrata sueco a los que financian algunas de las principales empresas energéticas del país«. Juan Cruz Peña publicaría por su parte en elcondifencial.com un artículo titulado; El vínculo que une a Greta Thunberg con los grandes ‘lobbies’ financieros internacionales en el que entre otras muchas cosas explica lo siguiente al hablar de la cumbre: «De manera mucho más discreta, en un segundo plano casi imperceptible, hay todo un entramado de ‘lobbies’ que están apoyando el movimiento que lidera Greta Thunberg y en general todas las acciones encaminadas a influir en la opinión pública y en los distintos gobiernos. Desde hace años se están situando en el lugar que les permita poner bajo sus intereses un movimiento que no para de crecer”.

¿Y a quiénes se refieren? Pues a personajes con enormes fortunas y a grandes empresas. Uno de ellos es Ingmar Rentzhog, fundador de We Don’t Have Time, la plataforma que ha popularizado las distintas acciones de protesta de Greta y está estrechamente relacionada con el exvicepresidente estadounidense Al Gore.

Otro es Daniel Donner -el «jefe de prensa» de Greta- que trabaja en un conocido lobby con sede en Bruselas llamado European Climate Foundation (ECF) al que están vinculados entidades como Rockefeller Brothers Fund, Bloomberg Philanthropies y Children Investments Fund Foundation, departamento filantrópico de The Children’s Investment Fund (TCI). Es más, Juan Cruz asegura que también participan en Climate Works Foundation empresas como BlackRock, Allianz, Axa, Bank of America Merryll Lynch, BNP Paribas, Carlyle Group (accionista de Cepsa), Citi, Credit Suisse, HSBC, Investec, JP Morgan, Temasek, Rabobank y la propia Fundación Rockefeller.

Organizaciones y empresas a las que -como ya adelantamos antes- hay que añadir Shell, Unilever, Bardays, Anglo-American Corp, RTC Corp., De Beers e Imperial Chemical Industries que forman parte del denominado Club de las Islas al frente del cual han estado el Príncipe Felipe de Edimburgo y la Reina Isabel II y está detrás de las organizaciones ecologistas más importantes: el Fondo Mundial para la Naturaleza, Greenpeace, Amigos de la Tierra, Survival International, Sierra Club, etc.

Recordemos asimismo que en su día la revista ya dio a conocer que en un informe del Comité sobre Medioambiente del Senado de Estados Unidos elaborado en septiembre de 2004 y actualizado cuatro años después en el que se analizaba la actividad política de los grupos ecologistas y las fundaciones que los financian se decía que «el activismo medioambiental se ha convertido en una industria milmillonaria en Estados Unidos«. Y es que además del dinero que la gente aporta vía donaciones, las campañas medioambientales reciben millones procedentes de fundaciones «caritativas» entre las que se encuentran la Rockefeller Brothers Fund, empresa vinculada a 34 empresas petrolíferas surgidas de la división de la Standard Oil, entre ellas la multinacional petrolera más poderosa del mundo: Exxon Mobil Corporation. Es más, Rockefeller Brothers Fund entregó a Greenpeace entre 2001 y 2008 nada menos que 1.150.000 dólares. Terminamos este apartado indicando que otras fundaciones citadas en los artículos ya citados son PEW, Turner y Heinz.

DERRIBAR EL SISTEMA

En definitiva, quienes están detrás de la farsa del cambio climático no son precisamente personas, entidades o empresas que se caractericen por su ética y altruismo por lo que sus intenciones filantrópicas y desinteresadas deben ser puestas en entredicho. De hecho lo que pretenden es conseguir asustar a la población para que presione a los gobiernos y éstos se vean «obligados» a aportar ingentes cantidades de dinero que terminarán en sus arcas. Solo que la farsa empieza a ser difícil de mantener si los dirigentes de las grandes potencias no la apoyan y a la cumbre de Madrid solo ha venido el presidente de uno de los 20 países del llamado G20: Argentina. El resto -que está bien informado de la farsa- se ha escaqueado.

Y es que es tal la cantidad de expertos y científicos que se han decidido ya a hablar para desmentir tanta falacia que quienes aún la apoyan con timidez empiezan a cubrirse las espaldas. Como hizo la ex ministra de Medio Ambiente de Canadá Christine Stewart alegando: «No importa si se trata de falsa ciencia; existen beneficios ambientales colaterales (…) El cambio climático proporciona la mayor oportunidad de lograr justicia e igualdad en el mundo». Y con palabras tan esclarecedoras como demagógicas se quedó satisfecha. Tim Wirth, ex Subsecretario de Estado estadounidense para asuntos globales y una de las personas responsables de la creación del Protocolo de Kioto, reconocería por su parte: «Incluso si la teoría del calentamiento global es incorrecta estaremos haciendo lo correcto en términos de política económica y política ambiental”..

Algo que como ya hemos argumentado no es cierto. Hay quienes propugnan por ejemplo acabar con el carbón para optar por fuentes menos contaminantes y baratas pero el ya citado Nir Shaviv advierte de que «cambiar a fuentes de energía más costosas hará que pasemos de países más industrializados a países más pobres que pueden pagar menos por turbinas eólicas y paneles solares. Incluso en los países desarrollados la presión de renunciar al combustible fósil pone a las personas pobres en peligro de congelarse durante el invierno por falta de calefacción doméstica asequible. Además, el crecimiento económico de los países del Tercer Mundo se inhibirá si no pueden obtener préstamos del Banco Mundial para desarrollar plantas de energía a base de fósiles baratos. Se trata de problemas humanos serios aquí y ahora y no en un futuro teórico«.

Luis Pomar coincide con la advertencia: «Seamos claros: un planeta más frío y con menos dióxido de carbono reduciría enormemente la extensión de tierra cultivable, las estaciones de crecimiento, los hábitats de vida silvestre, la producción de los cultivos y nuestra capacidad para alimentar a la humanidad. Si lográramos disminuir drásticamente el nivel de CO2 -algo que dudo- contribuiríamos a provocar una gran hambruna y no a evitar un calentamiento global«.

En definitiva, va siendo hora de que se entienda: la farsa del cambio climático -porque los problemas reales del planeta citados al principio de este texto no dependen tanto de dinero sino de voluntad política- esconde un gigantesco negocio… por no decir una colosal estafa. El Green New Deal (El nuevo sueño verde) que pretende poner en marcha la Comisión Europea podría superar los 500.000 millones de euros en «inversiones» en las próximas décadas. Y eso solo puede obtenerse subiendo aún más impuestos. De hecho el plan del Gobierno socialista de Pedro Sánchez de descarbonizar España de aquí a 2050 es además de una estupidez algo que solo contribuirá a reducir las emisiones de CO2 en 2030 ¡un 0,2%!

Las empresas que apoyan esta campaña -explica The Times al hablar de la farsa- están frotándose las manos ante la bonanza de contratos públicos que pueden obtener gracias a las políticas verdes defendidas por Thunberg ante los gobiernos de Occidente. Sea o no consciente de ello esta niña es la punta de lanza de una estrategia de presión que busca generar unos réditos empresariales concretos«.

Y es que, de hecho, ¿quién va a repartir el dinero que se destine a la farsa? ¿A qué entidades, fundaciones, organizaciones ecologistas y empresas de qué países? Obviamente nadie responde. Resulta por demás paradójico que vayan a ser los países de Europa quienes más dinero aporten a este montaje fraudulento cuando resulta que es en el viejo continente donde menos se contamina el planeta.

Es hora además de entender que tras todo esto hay intereses y razones ideológicas. Ottmar Edenhofer, principal autor del cuarto informe resumido del Intergovernmental Pane! on Climate Change que se publicó en 2007 declararía tres años después «Uno tiene que liberarse de la ilusión de que la política climática internacional es política ambiental. La política de cambio climático se trata de cómo redistribuimos de facto la riqueza del mundo«. Y a la propia Greta Thunberg se le ha hecho decir -¿o es que alguien es tan ingenuo que cree que no le escriben sus discursos?- lo siguiente: <<¿La crisis climática no tiene que ver sólo con el medio ambiente. Es una crisis de derechos humanos, de justicia y de voluntad política. Los sistemas coloniales, racistas y patriarcales de opresión la han creado y alimentado. Necesitamos desmantelarlos todos>>. Mezcla inteligente de churras y merinas para que quien esté a favor de los derechos humanos y la justicia y en contra del racismo, el colonialismo y la explotación crea que eso implica estar también necesariamente a favor de las propuestas sobre el cambio climático. Pura demagogia marketiniana.

¿Aún lo duda? Pues sepa que la directora climática de la ONU, Christiana Figueres, no tuvo reparo en declarar que el verdadero objetivo de la conferencia climática de París de 2014 era «cambiar el modelo de desarrollo económico (capitalista) que ha estado reinando durante al menos 150 años, desde la Revolución Industrial”.

Richard Lindzen, miembro de la Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos, no duda por su parte en afirmar: «Una conjetura inverosímil respaldada por una falsa evidencia repetida sin cesar se ha convertido en un conocimiento políticamente correcto que se utiliza para promover el vuelco de la civilización industrial. Lo que vamos a dejar a nuestros nietos no es un planeta dañado por el progreso industrial sino un registro de estupideces insondables así como un paisaje degradado por la oxidación de parques eólicos y paneles solares en descomposición«. Claro que como bien dice el profesor Nir Shaviv “El calentamiento global ya no es un problema puramente científico con repercusiones para la sociedad: ha adquirido una cualidad moralista, casi religiosa. Si crees lo que todos creen eres buena persona; si no lo haces eres mala persona. ¿Y quién quiere ser pecador

 

Antonio F. Muro y José Antonio Campoy

Fuente; Revista Discovery Salud. Número 233 – Enero 2020

 

6/09/2022