Por fin ha aparecido alguien con autoridad en el panorama político sanitario dispuesto a contar la verdad sobre la gripe A y a denunciar las oscuras relaciones entre los laboratorios farmacéuticos y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y es que el escándalo es tan enorme que cuesta ya mantenerlo en silencio. Ha sido el alemán Wolfgang Wodarg, Presidente de la Comisión de Salud del Consejo de Europa, quien ha dado el paso al frente poniendo además en marcha una comisión de investigación para averiguar el papel desempeñado por el lobby farmacéutico, los funcionarios de la OMS y los gobiernos en la campaña de pánico orquestada a propósito en torno al virus AH1N1.

Wolfgang Wodarg-ex-miembro del SPD alemán, médico y epidemiólogo- ha recibido el apoyo unánime de los demás miembros del Comité de Salud del Consejo de Europa que preside para que la comisión de investigación que se va a crear aclare en qué medida influyeron las empresas farmacéuticas en las decisiones tomadas por los dirigentes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) a lo largo de los últimos meses. La intención de Wofarg es inmejorable. Falta saber si le dejaran llegar hasta el final. Pero lo consiga o no su iniciativa y sus acusaciones nada veladas significan que las denuncias realizadas -entre otros- por nuestra revista pasan por fin al primer plano de la actualidad política.

Hace sólo unas semanas el diario francés L’Hummanité publicaba una entrevista con Wodarg hecha por Bruno Odent bajo el significativo titular Ellos organizaron la psicosis. Pues bien, el prestigioso diario francés ha autorizado a Discovery DSALUD la reproducción íntegra de la entrevista. Y aunque no es nuestra costumbre reproducir trabajos ajenos hacemos una excepción dado su interés e importancia a la vez que agradecemos a los responsables de la publicación francesa su deferencia con nosotros. Hela aquí:

¿Qué es lo que suscitó sus sospechas sobre la influencia de los laboratorios en las decisiones adoptadas en relación con la gripe?

-Nos enfrentamos a un gran fracaso de las instituciones nacionales responsables de alertar sobre los riesgos y responder en caso de producirse una pandemia. En abril, cuando la primera alarma saltó en México, quedé muy sorprendido con las cifras que aportó la Organización Mundial de la Salud (OMS) para justificar la declaración de una pandemia. Inmediatamente sospeché. Los números eran muy bajos y el nivel de alarma muy alto. No había ni mil pacientes y se hablaba ya de la pandemia del siglo. Y la extrema alerta fue declarada basada en el hecho de que el virus era nuevo. Pero es característico de las enfermedades gripales desarrollarse muy rápidamente con virus que toman cada vez formas nuevas para pasar a nuevos huéspedes: animales, humanos, etc. Por eso no había nada nuevo. Cada año aparece un nuevo virus de este tipo «gripal». En realidad no había ninguna razón para hacer sonar la alarma a ese nivel. Fue posible debido a que la OMS, a principios de mayo, cambió su definición de pandemia. Antes de esa fecha no sólo la enfermedad tenía que manifestarse en varios países a la vez sino que debía tener consecuencias muy graves, con un número de muertes por encima del promedio habitual. Esto se eliminó en la nueva definición manteniendo sólo la tasa estándar de propagación de la enfermedad. Y se afirmó que el virus era peligroso porque la gente no podría desarrollar inmunidad contra él. Algo que era preciso para este virus debido a que se observó que las personas mayores de 60 años tenían anticuerpos. Es decir, que ya habían estado en contacto con virus similares. Ésa era la razón por la que casi no había personas mayores de 60 años que hubieran desarrollado la enfermedad. Y sin embargo fue a quienes se recomendó vacunarse rápidamente.

Entre las cosas que despertaron mis sospechas ha estado por un lado esa voluntad de hacer sonar la alarma. Y otros hechos curiosos. Como, por ejemplo, la decisión de la OMS de recomendar dos dosis de la vacuna. Nunca se había hecho antes. No hay ninguna justificación científica para ello. Y también la recomendación de utilizar sólo las vacunas concretas patentadas. Sin embargo no había ningún motivo para que no se añadieran, como se hace cada pocos años, partículas de antivirales específicos de este nuevo virus H1N1 para «completar» la vacuna utilizada contra la gripe estacional. No se hizo porque se prefirió utilizar materiales vacunales patentados que los grandes laboratorios habían diseñado y fabricado para estar preparados en caso de que se desarrollara una pandemia. Y al hacer esto así no se dudó en poner en peligro a las personas vacunadas.

¿En qué peligro?

-Para acelerar el suministro de los productos se utilizaron adyuvantes en algunas vacunas cuyos efectos no han sido adecuadamente probados. Dicho de otra forma, se ha querido utilizar nuevos productos patentados en lugar de desarrollar vacunas de acuerdo a los métodos tradicionales de producción, mucho más sencillos, más fiables y menos costosos. Cuando no había ninguna razón médica para ello. Sólo razones de marketing.

¿Cómo se ha podido justificar eso?

-Para comprenderlo hay que volver al episodio de la gripe aviar del 2005-2006. En aquella ocasión se definieron los nuevos planes internacionales destinados a hacer frente a una alarma de pandemia. Estos planes han sido formalmente desarrollados para garantizar la fabricación rápida de vacunas en caso de alarma. Y llevó a negociaciones entre las empresas farmacéuticas y los gobiernos. Por un lado los laboratorios se comprometían a estar listos para desarrollar los preparados y por otro los estados les aseguraban que les comprarían todo. Tras este extraño acuerdo la industria farmacéutica no asumió el riesgo económico de participar en nuevos desarrollos. Estaban seguros de llevarse el premio gordo en caso de un brote pandémico.

¿No está de acuerdo con el diagnóstico y la gravedad, incluso potencial, de la gripe A?

-Es una gripe de lo más normal. No causa ni la décima parte de las muertes causadas por la gripe estacional clásica. Lo único que importaba -y es lo que llevó a la gran campaña de pánico que hemos visto- es que era una oportunidad de oro para los representantes de los laboratorios que sabían que les tocaría el premio gordo en caso de declaración de pandemia.

Son acusaciones muy graves las que usted realiza. ¿Cómo un proceso semejante ha sido posible en la OMS?

-Porque un grupo de personas está asociado estrechamente con la industria farmacéutica.

¿La investigación del Consejo de Europa trabajará en esa dirección?

-Queremos aclarar todo lo que ha podido dar lugar a esta gran operación de desinformación. Queremos saber quién decidió sobre la base de qué pruebas y cómo se ha ejercido precisamente la influencia de la industria farmacéutica en la toma de decisiones. Y nosotros debemos, en fin, realizar reclamaciones ante los gobiernos. El propósito de la investigación es que no haya en el futuro más alarmas falsas de este tipo. Que la gente pueda confiar en el análisis y experiencia de instituciones nacionales e internacionales públicas. Éstas están hoy desacreditadas porque millones de personas han sido vacunadas con productos que presentan posibles riesgos sanitarios. Y no era necesario. Ello ha llevado además a una considerable mala gestión del dinero público.

¿Tiene alguna cifra concreta sobre el alcance de esa mala gestión?

En Alemania es de 700 millones de euros. Pero es muy difícil saber las cifras exactas ya que estamos hablando de revender una parte de las vacunas a países extranjeros y la mayoría de las empresas no comunican, en nombre del principio del respeto al secreto comercial, las cifras de los contratos firmados con los estados y las cláusulas de indemnización que figuran en ellos.

¿El trabajo de «lobying» de los laboratorios sobre los Institutos de Salud nacionales también formará parte de la investigación del Consejo de Europa?

-Sí. Nos fijaremos en la actitud de instituciones como el Robert Koch en Alemania o el Pastear en Francia que habrían debido asesorar a sus gobiernos de manera crítica. En algunos países las instituciones lo han hecho. En Finlandia y Polonia, por ejemplo, se elevaron voces críticas diciendo: ¡No necesitamos eso!

¿Esta gran operación de desinformación mundial ha sido posible porque la industria farmacéutica también tenía «representantes» en los gobiernos de los países más poderosos?

-En los ministerios me parece obvio. No puedo explicarme cómo los especialistas, personas muy inteligentes que se saben de memoria los problemas de la enfermedad de la gripe, no se hayan dado cuenta de lo que estaba sucediendo.

¿Qué pasó entonces?

-Sin llegar a la corrupción directa, que estoy seguro de que existe, hay muchas maneras de que los laboratorios ejerzan su influencia sobre las decisiones. He podido constatar concretamente por ejemplo cómo Klaus Stóhr, que era el jefe del departamento epidemiológico de la OMS en el momento de la gripe aviar y encargado de preparar los planes para hacer frente a una posible pandemia como ya dije antes, se ha convertido en este tiempo en un alto ejecutivo de Novartis. Y hay vínculos similares entre Glaxo, Baxter, etc., y miembros influyentes de la OMS. Estas grandes empresas tienen «su gente» en los aparatos y se dedican a que sean adoptadas las decisiones políticas que les convienen. Es decir, aquellas que les permiten bombear el dinero de los contribuyentes.

Si los resultados de la encuesta lo confirman, ¿no será un apoyo para que los ciudadanos exijan a sus gobiernos que pidan cuentas a estos grandes grupos?

-Sí, tiene razón. Es uno de los principales problemas relacionados con esta investigación. Los estados podrían de hecho servirse de ella para contestar los contratos acordados en términos, digamos, no muy limpios. Si se puede demostrar que fue la influencia de las empresas la que dio lugar a la iniciación del proceso entonces se podrá presionar a quienes están pidiendo ser reembolsados. Pero ése es sólo el aspecto financiero. Está también el lado humano, el de las personas que fueron vacunadas con productos que no habían sido adecuadamente probados.

¿Qué tipo de riesgo han afrontado por tanto sin su conocimiento al ser vacunadas esas personas sanas?

-Lo repito: las vacunas se han desarrollado con demasiada rapidez; y algunos adyuvantes han sido insuficientemente probados. Pero hay algo más grave: la vacuna desarrollada por Novartis se ha producido en un biorreactor a partir de células cancerosas. Una técnica que nunca se había utilizado hasta ahora.

No soy obviamente experto pero, ¿cómo se puede hacer una vacuna con células enfermas?

-Normalmente se utilizan huevos de gallina en los que se cultivan los virus. Necesitamos de hecho trabajar en células vivas. Dado que los virus no se pueden multiplicar más que de esta manera, por definición los antivirus que se preparan contra ellos tampoco. Pero este proceso tiene un fallo grande: es lento y se necesita una gran cantidad de huevos. Y es largo y complejo técnicamente. Otra técnica con excelente potencial de crecimiento consiste en cultivar los virus en las células vivas en biorreactores. Para ello se necesitan células que crezcan y se dividan muy rápidamente. Es un poco el método que se utiliza para el cultivo del yogur el que se logra también en un biorreactor. Pero en ese contexto la célula ha sido tan alterada en su entorno y crecimiento que crece como una célula cancerosa. Y es en esas células de alta eficiencia en las que se cultivan los virus. Para la fabricación de la vacuna se debe volver a extraer el virus de esas células en las que se encuentra. Y puede ocurrir durante el proceso de fabricación de la vacuna que restos de células cancerosas se mantengan en la preparación. Como ocurre en la industria clásica con los huevos. Sabemos bien que en el caso de una vacunación de la gripe pueden aparecer efectos secundarios en personas que son alérgicas a la albúmina de huevo que se encuentra en la clara de huevo. No puede excluirse que proteínas procedentes de una célula cancerosa puedan estar presentes en las vacunas producidas por biorreactor y generen un tumor en la persona vacunada. De acuerdo a la aplicación de un verdadero principio de precaución, por tanto, antes de que dicho producto sea permitido en el mercado debe tenerse el 100% de certeza de que tales efectos están realmente excluidos.

¿Y eso no se ha hecho?

-No se ha hecho. La Agencia Europea de Medicamentos (AME), institución bajo la responsabilidad del Comisario de Asuntos Económicos -con sede en Londres- que da permiso para la comercialización de las vacunas en Europa, dio luz verde a la comercialización del producto argumentando que ese modo de producción no suponía un riesgo «significativo». Pero eso ha sido valorado de forma muy diferente por muchos expertos en Alemania y una institución independiente relacionada con los medicamentos que alertaron y expresaron sus objeciones. Y yo me tomé en serio tales advertencias. Estudié el caso e intervine en el seno de la Comisión de Salud del Bundestag -de la que era miembro- para que esa vacuna no se utilizara en Alemania. Hice saber que me oponía al desarrollo de vacunas con esa técnica. Porque primero debe haber total garantía de seguridad. Y el producto no ha sido pues utilizado en Alemania donde el gobierno rescindió el contrato con Novartis.

¿Cuál es el nombre de esa vacuna?

Obta flu.

Pero eso significa que en otros países europeos, como Francia, el producto puede ser comercializado sin problemas…

-Sí. Obtuvo el permiso de la EMA y puede ser utilizado en cualquier lugar de la Unión Europea.

¿Qué alternativas pueden a su juicio mejorar la situación y evitar nuevos escándalos de este tipo?

-Es preciso que la OMS sea más transparente, que haya claridad sobre quién decide y qué tipo de relación existe entre los participantes en la organización. Convendría también que sea acompañada de al menos una cámara elegida, capaz de reaccionar de forma muy crítica, en la que todos puedan expresarse. Este reforzamiento del control por el público es esencial.

¿No está aflorando la necesidad de otro sistema capaz de manejar una cuestión que es de hecho un bien común para los ciudadanos de todo el planeta?

¿Podemos aún permitir la producción de vacunas y dejar la decisión en manos de organizaciones cuyo objetivo es ganar tanto dinero como sea posible? ¿O acaso la producción de vacunas no es algo que debiera estar sólo en manos de los estados para vigilar atentamente cualquier necesidad y poner en marcha la producción ellos mismos?

Por eso creo que deberíamos abandonar el sistema de patentes de las vacunas. Es decir, la posibilidad de monopolización de la producción de vacunas por un grupo grande. Porque esa opción supone el sacrificio de miles de vidas simplemente en nombre del respeto de derechos monopolísticos.

Tiene razón: tal reivindicación es lo que se infiere, al menos para mí, del aspecto de las pruebas.

Bruno Odent

Fuente; Revista Discovery Salud. Número 124 – Febrero 2010

https://www.dsalud.com/reportaje/la-farsa-de-la-gripe-a-denunciada-por-el-presidente-de-la-comision-de-salud-del-consejo-de-europa/

2/06/2022