¿Existe una operación para silenciar a quienes no aceptan la verdad oficial sobre la Covid-19?

 

Brandy Vaughan, activista antivacunas y fundadora de la organización estadounidense sin ánimo de lucro Learn the Risk (Conozcamos el riesgo), fue encontrada muerta el pasado 7 de diciembre tras advertir públicamente que estaba sufriendo amenazas y dejar claro que si finalmente fallecía no sería a causa de un suicidio. Jean-Bernard Fourtillan, profesor universitario francés conocido por su dura oposición a las vacunas, fue por su parte confinado a la fuerza y aislado en un psiquiátrico tras acusar al Instituto Pasteur de haber «fabricado» el SARS-CoV-2. Son dos casos significativos de los que vamos a hablar porque podríamos hallarnos de nuevo -como en ocasiones similares anteriores- ante una nueva, grave y preocupante persecución contra los «herejes” de la «verdad oficial».

Oponerse a las «verdades oficiales» jamás ha sido fácil y muchos de quienes osaron hacerlo perdieron sus trabajos o fueron encarcelados mientras a otros, simplemente, se les asesinó. No es pues de extrañar que quienes hoy controlan el poder político, económico y periodístico del mundo hayan decidido ante todo evitar cualquier debate público serio sobre el relato oficial de la Covid-19 y que incluso hayan optado por la censura pura y dura como sabe cualquiera que utilice Youtube, Facebook, Twitter, WhatsApp, Wikipedia y otras plataformas. Una situación aberrante consentida por los jueces y magistrados de casi todos los países demostrando que la democracia ha sido pisoteada ya en casi todo el planeta. Es más, en la actualidad se censuran directamente vídeos, se cierran webs, se miente, se falsean o manipulan cifras, se calumnia, injuria y difama a quienes no se someten, se cercena el acceso de los medios de comunicación de masas independientes a la información, se restringen las intervenciones de los periodistas en las ruedas de prensa, se silencia o persigue a los investigadores, médicos y científicos discrepantes y, como mínimo, se les amenaza con expulsarles de sus trabajos y centros laborales y académicos o con retirarles la licencia para ejercer. Es más, se ha involucrado en el montaje a los militares y a las fuerzas y cuerpos de seguridad de casi todos los estados para que no reaccionen ¡al hacerles cómplices! Son muchos ya los casos que demuestran lo antedicho y aunque no en todos existen certezas de lo acaecido hay al menos dos en los que las sospechas están más que fundadas. Veámoslos.

LA SOSPECHOSA MUERTE DE BRANDY VAUGHN

Brandy Vaughn, internacionalmente conocida por denunciar las delictivas actuaciones de las grandes farmacéuticas y exigir que las vacunas sean al menos seguras, fue encontrada muerta por su hijo pequeño el pasado 7 de diciembre de 2020. La Oficina del Sheriff del Condado de Santa Bárbara (California) anunció que estaba investigando la causa de su muerte sin que en el momento de cerrar este número de la revista se hubiera dado a conocer el resultado. Y es que muchos de sus amigos y conocidos sospechan que puede haber sido asesinada.

Vaughan trabajó en la industria farmacéutica como representante de la multinacional Merck y fue una de las personas responsables de la venta de Vioxx, antiinflamatorio que antes de ser retirado del mercado provocó unas 28.000 muertes y entre 88.000 y 140.000 problemas cardiacos ¡sólo en Estados Unidos! De hecho abandonó la empresa tras saber que había estado apoyando la venta de un producto que no era seguro y del que luego supo que los laboratorios tenían indicios sobre su peligrosidad antes de sacarlo al mercado. Tras aquello Vaughan estuvo ocho años viviendo en Europa comprobando cómo la atención médica en el viejo continente no tiene nada que ver con la prestada en Estados Unidos. De hecho aquí nadie le exigió por ejemplo que vacunase a su hijo pero al volver a su país y llevarle a un pediatra éste le planteó la necesidad de «ponerse al día» con las vacunas. Fue entonces cuando ella le interrogó sobre el contenido de las mismas, sus potenciales efectos iatrogénicos y otras cuestiones que cualquier padre debiera formular antes de aceptar tal cosa y de inmediato la situación se volvió tensa. De hecho le sugirieron que no volviese más por allí. Vaughan sabía lo que hacía porque había estado años investigando los ingredientes de las vacunas así como la realidad de su supuesta y nunca demostrada eficacia -y, por ende, los riesgos de vacunar y de no hacerlo- y optó por criar a su hijo sin inocularle vacunas. Sin vacunas y sin otras interferencias químicas como las presentes en los fármacos.

«Reviso siempre las etiquetas de los alimentosexplicó en una de su muchas intervenciones-, compro productos orgánicos siempre que puedo y trato de minimizar la exposición de mi hijo a los químicos de lociones, jabones, champús, etc. ¿Por qué no iba pues a protegerlo de los químicos de las vacunas? Los productos químicos son productos químicos, no importa la forma en que vengan».

Estaba tan convencida del daño que pueden llegar a causar las vacunas que fundaría Learn The Risk (Conozcamos el riesgo) como respuesta cívica a una de las primeras leyes de vacunación obligatoria en el sector educativo de Estados Unidos: la SB277. Hasta entonces la ley prohibía admitir en cualquier escuela primaria o secundaria -pública o privada-, centro de cuidado infantil, guardería, hogar de cuidado diurno familiar o centro de desarrollo a todo alumno que no certificara estar inmunizado contra las enfermedades previstas en el calendario vacunal ¡salvo por razones médicas o creencias personales! Sin embargo, la nueva ley eliminó la exención de las creencias personales de los padres como razón para evitar la vacunación de sus hijos. «En febrero de 2015 -contaría- tuve conocimiento de la ley SB277 aprobada en mi estado natal de California y la verdadera y única razón que había detrás: obtener mayores beneficios. No uno cualquiera sino un beneficio obtenido a costa de poner en peligro la salud de nuestros hijos. El mercado de los medicamentos está saturado pero lleno de responsabilidades mientras que en el mercado de las vacunas pasa exactamente lo contrario«.

A partir de entonces Vaughan dedicó la mayor parte de su tiempo a denunciar las estrategias de las compañías para convencer de la necesidad de las vacunas mientras ocultan sus peligros. Reproducimos algunos de los textos que dejó escritos a fin de conocer un poco mejor su discurso.

«Estoy cansada de tantas MENTIRAS, MENTIRAS y MENTIRAS. Los aditivos químicos de las vacunas no deberían inyectarse en el cuerpo humano porque causan daños irreparables. Nos están mintiendo por meros fines de lucro. Las vacunas NO son seguras como tampoco lo son la mayoría mintiendo por meros fines de lucro. Las vacunas NO son seguras como tampoco lo son la mayoría de los medicamentos farmacéuticos. Todas tienen efectos secundarios y son demasiados los que causan las vacunas. En breve toda una generación de niños los sufrirá. Las personas tenemos pues derecho a conocer los riesgos antes de aceptar algo que puede cambiar nuestras vidas para siempre así como las de nuestros inocentes y saludables hijos. La propia empresa en la que trabajé tuvo que pagar en compensaciones 6.000 millones de dólares por el fármaco que yo vendí tras hacerme creer en su seguridad y mató a miles y miles de personas«.

Las denuncias a través de su propia web, las redes sociales e incluso vallas publicitarias así como los mítines que dio por todo el país -participó en más de cuarenta eventos en los últimos años-, sus vídeos, sus materiales educativos, sus intervenciones en los medios de comunicación y sus participaciones en congresos internacionales la convertirían en un personaje popular. Y fue una decisión comprometida y difícil: «Antes de tomar la decisión de involucrarme lloré durante dos semanas porque sabía instintivamente que la vida tal como la conocía, fácil y relativamente despreocupada, estaba a punto de terminar. Supe enseguida que estaría en el radar de aquellos que nunca permitirían que mi vida volviera a ser fácil, pero cuando pasó lo del Vioxx no hablé y no haberlo hecho me persigue hasta el día de hoy así que era el momento de hacerlo. Y ya no dejaré de hablar ¡nunca!’

PRESIONES, AMENAZAS Y MUERTE

Y efectivamente lo hizo pero pagando un alto precio por ello. De hecho da igual si su muerte fue criminal o producto de alguna enfermedad que ningún familiar o allegado conociera (todos afirman que era una persona sana) porque vivir amenazado, atemorizado y preocupado por la salud de los tuyos cada hora de cada día acaba siempre, de una manera u otra, pasando factura.

«Ser el centro de atención no es algo que anhele o agradezca -diría-. Exige tener que mirar hacia atrás y hacia los lados todos los días. Además, se sufren muchos ataques personales, incluso procedentes de personas que conoces. Me han llamado asesina, me han dicho que debería estar en la cárcel, quemada en la hoguera, que mi hijo contribuye a matar a otros niños en el patio de recreo, que me lo debían quitar… ¡Y todo por intentar salvar a otros niños de una vida de sufrimientos! De problemas autoinmunes, infecciones de oído, alergias, asma, discapacidades del desarrollo, TDAH, daño cerebral inducido por metales pesados, leucemia, diabetes e, incluso, la muerte. Vivo bajo constantes ataques desde ese bando y, a veces, incluso de aquellos que dicen estar del nuestro».

Cabe añadir que solo una semana antes de su muerte Brandy Vaughn pasó el Día de Acción de Gracias con la familia de una de sus mejores amigas quien, según declararía luego, la vio feliz y sin problema alguno de salud. Y eso que la presión a la que estuvo sometida fue tal que pocos meses antes, ante el temor de que pudieran ir a por ella, escribió en su página de Facebook lo siguiente:

«No desearía tener que escribir este post pero ante algunas tragedias inesperadas acaecidas en los últimos dos años me perece absolutamente necesario publicar estos diez hechos… Y por favor, haced una captura de pantalla para que quede constancia:

Jamás he pensado en quitarme la vida. Ni una sola vez. Nunca. Incluso antes de tener a mi hijo.

Sé que tengo una misión en la vida y ni siquiera cuando me lo han puesto difícil y me han aterrorizado pensé en el suicidio.

-Mi hijo Bastien lo es todo para mí y nunca le dejaría solo. Tengo su custodia y me necesita tanto como yo a él. Nunca pensaría en dejado. Ni por un segundo.

NUNCA he tomado antidepresivos ni he sido diagnosticada de depresión. No lo creas si alguna vez escuchas algo así.

NUNCA he seguido un tratamiento diario con medicamentos farmacéuticos. No tomo ninguno desde hace 10 años y entonces fue una sola pastilla al día. No tomo nada de lo que se vende sin receta y nada de lo que la requiere. En pocas palabras: no estoy tomando nada que pueda matarme inesperada o repentinamente. Y tampoco he tomado nunca drogas ilegales. Ni una sola vez.

Nadie puede entrar en mi casa. Ni ladrones, ni personas enojadas conmigo (no tengo ya que saco el tema), ni fanáticos (mi casa es como Fort Knox); solo alguien súper-profesional podría hacerlo. Simplemente, no sería posible para nadie sin equipo y tácticas muy especiales (como derritiendo remotamente mi sistema de seguridad de alto nivel lo cual ya han hecho antes por desgracia). Solo que mi hogar también es hoy muy seguro a través de cables así que incluso si mi casa se quedase sin electricidad nunca podría entrar la mayoría de la gente.

Si algo me pasara se deberá a juego sucio y se sabe exactamente quién y por qué dado mi trabajo y mi misión en esta vida. Tampoco soy propensa a accidentes y obtuve la calificación de salud más alta posible cuando pasé por una batería de pruebas médicas hace un par de años para mi póliza de seguro de vida.

Si algo me pasara he dispuesto todo para que un grupo cercano de amigos inicie un GoFundMe y contrate a un equipo de investigadores privados que averigüe todos los detalles (tengo el equipo y les he pasado la información). ¡Ah! Y dinero para que una firma de relaciones públicas lo convierta en noticia nacional. Se enviaría un comunicado de prensa a todos los periodistas de este país (y más). Mi caso no se barrerá bajo la alfombra y seré su peor pesadilla.

Ha habido muchas otras personas con una misión como la mía o similar que han sido asesinadas y es hora de que esta mierda se detenga. La oscuridad no puede ganar.

Nunca dejaré de hablar por aquellos que ya no pueden. Incluso si lo tengo que hacer desde el otro lado donde imagino que sería aún más poderosa«.

Tal fue el mensaje que dejó escrito pocos meses antes de aparecer muerta en el interior de su casa, lo que parece demostrar que sabía que estaba en peligro inminente. Pues bien, ¿cuántos medios de comunicación se han hecho eco de todo esto?

ENCERRADO EN EL PSIQUIÁTRICO

Otras veces es el silencio forzoso el que sustituye a la muerte. A primera hora del pasado 10 de diciembre el farmacéutico y profesor de Química Jean-Bernard Fourtillan -jubilado ya que tiene 77-, muy conocido por su fuerte oposición a las vacunas contra la Covid-19, fue sacado a la fuerza de su residencia temporal del sur de Francia por gendarmes militares franceses y llevado a Nimes donde tras ser «examinado» se le confinó en régimen de aislamiento en el hospital psiquiátrico Mas Careiron de Uzés. Le quitaron el teléfono móvil y en el momento de escribir este artículo no se le había permitido aún volver a comunicarse con el exterior. La orden de internamiento la emitió al parecer el Prefecto local -representante del Ejecutivo francés en Gard- quien afirmó que su hospitalización se había efectuado por «prescripción médica» y no iba a dar por tanto explicaciones ya que debía respetar «las normas habituales de confidencialidad de toda información médica personal”

¿Y quién es Jean-Bernard Fourtillan? El conocido diario France Soir le ha descrito como «doctor, ingeniero químico, farmacéutico, farmacéutico hospitalario, profesor de Química Terapéutica y Farmacocinética en la Facultad de Medicina y Farmacología de la Universidad de Poitiers y experto farmacólogo toxicólogo especializado en Farmacocinética«. ¿Su «pecado»? Llevar años denunciando los peligrosos adyuvantes de las vacunas, especialmente las que utilizan aluminio. La reacción de las autoridades se debe sin embargo a que tras declarar la OMS como pandemia la Covid-19 Fourtillan acusó al Instituto Pasteur -fundación privada especializada en Biología, microorganismos, enfermedades contagiosas y vacunas que dice no tener afán de lucro- de haber «fabricado» el SARS-CoV-2 y estar involucrado en su extraña salida del laboratorio P4 de alta segundad de Wuhan sin conocimiento de las autoridades chinas. De hecho recordó que el laboratorio del que se supone se escapó «por error» el coronavirus se construyó merced a un acuerdo firmado en 2004 entre Francia y China.

Fourtillan cree pues en la existencia del SARS-CoV-2 y está convencido de que se trata de una creación artificial al tener cuatro secuencias que serían exclusivas del VIH -presunto responsable del SIDA- que se habrían añadido para hacerlo más contagioso y peligroso y apoyar así la necesidad de vacunas específicas para él. Apoyaba así lo afirmado en abril por el Premio Nobel Luc Montagnier quien de inmediato fue ridiculizado por los principales medios de comunicación de todo el mundo sin justificar tan brutal ataque con un solo argumento científico. Y algo deberían haber alegado porque en agosto el microbiólogo italiano Joseph Tritto publicaría un libro sobre el SARS-CoV-2 titulado La chimera che ha cambiato il mondo en el que llega a la misma conclusión y de ahí que califique al virus de Wuhan de «quimera» (en la revista ya hemos explicado que tal posibilidad se basa en la aceptación de que el SARS-CoV-2 ha sido aislado y la secuencia publicada es cierta lo que a nuestro juicio nadie ha demostrado en realidad).

El caso es que la acusación de Fourtillan -de una gravedad extrema para el Instituto Pasteur y el Gobierno francés- empezó de verdad a preocupar cuando se hizo viral una película documental que con el título de Hold-Up haría Pierre Barnérias en la que se dio voz a los críticos de la narrativa oficial y en ella afirmó que la crisis de la Covid-19 había sido «fabricada» y se utilizaba para imponer una peligrosa vacuna a la población mundial. Reiteraba pues en ella sus acusaciones contra el Instituto Pasteur que de inmediato anunció verbalmente que iba a demandarle sin que hasta el momento de escribirse este texto hayamos tenido noticia de que haya iniciado acción judicial alguna contra él. En realidad pasaría lo contrario: Fourtillan denunció al portavoz del instituto por «difamación y mentiras perjudiciales para todos los pueblos del mundo«. Según explicaría lo hizo para poder tener la oportunidad de presentar ante los tribunales las pruebas que había ido acumulado sobre ello. No va a poder sin embargo hacerlo porque ha sido internado a la fuerza en un psiquiátrico. Es más fácil hacer creer a la sociedad que desvaría, no está en sus cabales y quitarse el marrón del medio. ¿O no es acaso una estrategia que ya ha funcionado muchas veces antes?

CRITICAR ES DE LOCOS

El internamiento forzoso de Fourtillan no es en cualquier caso más que la segunda parte de la persecución iniciada contra él. Primero fue demandado por mala praxis médica al considerar las autoridades sanitarias ilegal probar un parche hormonal para tratar enfermedades neurodegenerativas como el parkinson, el alzheimer y otras que afectan a la motricidad, el equilibrio y la memoria y provocan trastornos del sueño. Su tesis es que tanto los adyuvantes de las vacunas -en especial el aluminio- como las radiaciones electromagnéticas destruyen la materia gris del cerebro al provocar déficit hormonal y para compensarlo decidió aplicar a esos enfermos un parche hormonal conteniendo Valentonina y 6-Méthoxy-Harmalan, hormonas derivadas de la melatonina. Afirma haber probado con éxito el tratamiento en 402 adultos -incluyéndose él mismo- que habrían aceptado el procedimiento bajo su exclusiva responsabilidad y previa advertencia de que el parche no era un fármaco. Al comenzar la vista judicial la propia jueza que llevaba la instrucción le permitió seguir en libertad pero tras sus declaraciones contra el virus y la vacuna cuatro gendarmes de Marsella fueron a su casa y aunque no tenían orden de registro le confiscaron sus ordenadores. Unos días después su pensión, sus cuentas bancarias y sus tarjetas de crédito serían bloqueadas sin que supiera siquiera quién había ordenado tales medidas.

En respuesta Fourtillan se negó a acudir a una vista judicial que tenía el 4 de diciembre alegando que no tenía dinero ni para el billete del tren. Seis días después unos gendarmes fueron de nuevo a su casa, le pidieron que les acompañara porque iba a tener que explicar por qué no había acudido al juzgado y éste aceptó sin poner resistencia. Pues bien, aunque según sus familiares, amigos y conocidos nunca había dado muestras de desequilibrio alguno se le sometió en el centro de detención a un «reconocimiento médico» y sin más se decidió que ingresara en un psiquiátrico y se le aislara. Desde entonces nadie ha podido saber nada de él.

AMENAZAS E INTIMIDACIÓN

Y no son solos médicos las víctimas de la actual ley del silencio. Robert Kiyosaki, empresario norteamericano, escritor, columnista, conferenciante y autor de obras como Padre rico, padre pobre, El cuadrante del flujo de dinero y Guía para invertir aseguró hace poco en una entrevista emitida en YouTube haber sido amenazado de muerte si no dejaba de criticar las vacunas para la Covid-19.

Para Kiyosaki, que ha estudiado las vacunas y está familiarizado con su funcionamiento, la principal razón por la que éstas son tan rentables es porque no se puede demandar a los laboratorios por los daños que causan y asevera que la crisis del coronavirus es una elaborada cortina de humo para encubrir el endeudamiento de los países que no deja de crecer desde hace años, situación que la pandemia agravará aún más. A su juicio la economía mundial se está derrumbando porque en 1971 se pensó que la única forma de mantenerla en expansión era encontrar personas «lo suficientemente estúpidas como para endeudarse» y desde entonces la deuda no ha dejado de crecer.

Es más, ha afirmado en Twitter que el principal problema actual no es la pandemia sino, sobre todo, «/a enorme deuda de Estados Unidos» problema que las grandes farmacéuticas están intentando enmascarar desviando la atención hacia la Covid-19. Según asevera Estados Unidos tiene una deuda de 26,7 billones de dólares y sigue creciendo con las «medidas de estímulo» aprobadas durante la pandemia. «Estados Unidos está en bancarrota», afirma Kiyosaki (y España va camino de lo mismo porque nuestra deuda pública superaba los 1,3 billones de euros -el 114,1% de nuestro PIB- a finales del tercer trimestre de 2020). La respuesta a sus denuncias, según contó en la entrevista, fue una advertencia escalofriante: «Si vuelves a hacerlo te mataremos«. Amenaza de que de momento no ha servido para amedrentarle.

En fin, la verdad es que ya no hace falta ser médico, empresario o un personaje público para ser intimidado. Lo demuestra la experiencia de una mujer de 46 años que fue arrestada por la policía del Reino Unido solo por filmar y subir a Internet un vídeo en el que mostraba cómo el Gloucestershire Royal Hospital estaba prácticamente vacío mientras los medios de comunicación hablaban de colapso. «Esto es una vergüenza -decía mientras filmaba-. No hay nadie. Tanta gente en nuestro país esperando desesperada por un tratamiento para el cáncer o para una enfermedad cardíaca… Honestamente, esto me enfada mucho». Lo grotesco es que según la nota de la policía se la detuvo por «delito de orden público» añadiendo: «La mujer ha sido puesta en libertad bajo fianza con el compromiso de comparecer ante la policía el 21 de enero y no podrá volver a entrar en ninguna de las instalaciones del Sistema Nacional de Salud ni en los terrenos de sus locales salvo que se trate de una urgencia o acuda a alguna cita preestablecida».

Días después las autoridades sanitarias británicas volvían a afirmar que el sistema sanitario corría de nuevo riesgo de saturación dado el aumento de infecciones a causa de la nueva versión mutada del virus de la Covid-19. Afirmarían que había más pacientes en los hospitales que durante el pico de abril de la primera ola. El 18 de diciembre el diario Mailonline demostraba con datos que los hospitales británicos estaban en diciembre de 2020 menos llenos que en las mismas fechas del año anterior y que la ocupación de camas era del 89% en comparación con el 95% de diciembre de 2019. Es más, explicó que en todo el país la tasa de ocupación de las unidades de cuidados intensivos era más baja que en los últimos tres años.

El Daily Mail y el London Telegraph contarían por su parte que casi todos los hospitales de emergencia construidos para manejar pacientes con Covid-19 ante un posible desbordamiento -y costaron 220 millones de libras– «estaban siendo discretamente desmontados». De hecho ¡nunca llegaron a utilizarse!

Pues bien, lo mismo ha pasado en España. Son varios los vídeos grabados que demuestran la falsedad de la saturación hospitalaria.

Además, las amenazas e intentos por silenciar la verdad son ya generales en todos los países. Dos ejemplos ilustrativos recientes: el Colegio Oficial de Médicos de Lugo ha «amenazado» al doctor Alejandro Sousa Escandón con abrirle expediente sancionador por recomendar a la población no inmunizarse contra la gripe ni contra el supuesto SARS-CoV-2 y estar convencido de que la vacuna de Pzifer para la Covid-19 puede provocar «un montón de muertos» que luego serán atribuidos a la «nueva variante» del coronavirus. Por su parte, la Diputación de Guipúzcoa decidió estudiar posibles acciones contra la directora del Centro de Día de Mayores Aiton-Etxe de Oiartzun porque decidió que en él no se iba a vacunar a nadie ya que la vacuna de Pfizer se ha probado solo en adultos sanos sin comorbilidades, se encuentra «en fase experimental» y no está demostrado que sus posibles beneficios superen los riesgos.

Nuestra misma revista lleva años sufriendo fuertes presiones que se han agudizado en este último año. No solo se ha tratado de deteriorar nuestra credibilidad y el prestigio de su director sino que se ha presionado a los anunciantes para que retiren la publicidad y a los miembros de nuestro Consejo Asesor para que retiren su apoyo. Eso sin contar con los correos y llamadas amenazantes.

Brandy Vaughan sabía lo que podía pasarle y sin embargo reaccionó con coraje diciendo: «La verdad saldrá a la luz. Es solo cuestión de tiempo. Somos parte de una revolución espiritual donde el coraje vencerá al miedo, donde la compasión vencerá al odio, donde la integridad conquistará la codicia, donde la salud vencerá a la enfermedad, donde la honestidad conquistará sus mentiras y donde el amor lo conquistará todo. Elegí el coraje. Elegí la compasión. Elegí la integridad. Elegí la salud. Elegí la honestidad. Y sobre todo, elegí el amor. Por favor, únete a mí«.

Sirvan sus palabras como homenaje a su valor y al de todos aquellos que, como ella, anteponen su ética, sus principios y sus convicciones a las mentiras y abusos de otros.

Antonio F. Muro

Fuente; Revista Discovery Salud. Número 245-Febrero 2021

25/11/2022