La cifra de niños ahogados crece con el mayor uso de las piscinas

Sílvia Oller – 25 julio

 

Cuando todavía no se ha superado el ecuador del verano, siete personas, cinco adultos y dos niños, han perdido la vida en piscinas catalanas y quince más (de los que 13 tienen menos de 12 años), han sido trasladados en estado grave o crítico a centros hospitalarios al estar a punto de ahogarse. Unas cifras que superan con creces las registradas hace un año, cuando por estas fechas se habían contabilizado tres muertes (ningún niño) y la cifra de heridos era la mitad.

Los datos de siniestralidad preocupan, y mucho, a Protecció Civil de la Generalitat y al cuerpo de socorristas, que piden “prudencia” y “sentido común” para evitar más accidentes que engorden la estadística final de un verano que se anticipa tórrido.

Precisamente, las elevadas temperaturas del pasado mes de junio (el más cálido desde el 2003, según el Servei Meteorològic de Catalunya, y el cuarto más caluroso del siglo) lo situaron también como el junio con más víctimas (mortales y no mortales), si se repasan los datos de Protecció Civil desde el 2014. Las tres olas de calor (la última estos días) han contribuido a que mucha más gente acuda a la playa, a ríos, pantanos o piscinas para refrescarse. “Cuantos más usuarios hay en estos espacios, más probabilidades hay también de accidentes”, dice Montse Font, jefa del servicio de gestión de Emergències de Protecció Civil de la Generalitat.

Otro elemento está contribuyendo a ver este verano las piscinas más llenas que los últimos años, cuando la pandemia hizo que no abrieran muchas instalaciones municipales y las que sí lo hicieron fue con importantes restricciones de aforo. El regreso a la normalidad ha permitido hacer un mayor uso de ellas a casals y a los organizadores de otras actividades de verano. Y hay un tercer elemento que ha modificado la campaña de baño en ese medio: el miedo a contagiarse de covid y evitar espacios masificados en exceso parece haber desaparecido.

Los menores son de lejos quienes se están llevando la peor parte. De los 22 ahogamientos mortales y no mortales de este verano, 15 tuvieron a niños como protagonistas. Trece resultaron heridos graves en piscinas privadas, municipales u otras instalaciones turísticas o deportivas. Las dos únicas víctimas mortales menores de edad registradas hasta ahora han sido un niño y una niña de cuatro años que fallecieron en piscinas públicas de Móra d’Ebre y Terrassa. En los otros casos, los menores (diez niños y tres niñas de entre uno y once años) quedaron heridos graves o críticos. Los datos de Protecció Civil reflejan que ya se han contabilizado más niños heridos de distinta consideración que en toda la temporada de baño de hace un año, que se saldó con una cifra total de 12 ahogamientos no mortales, la mitad menores.

Ante estos alarmantes números, los socorristas recomiendan algo que parece obvio, pero que constantemente deben estar recordando. No hay que quitar jamás la vista de encima a los menores en un medio acuático. En una piscina de una casa particular, el tiempo que uno tarda en abrirle la puerta a alguien que llama o contestar un mensaje de WhatsApp son suficientes para que se produzca un accidente con graves consecuencias. Y para ello no es necesaria mucha agua. Un palmo es suficiente para un bebé o un niño pequeño que haya sufrido una indisposición repentina y se desplome sobre la lámina de agua. “Un adulto siempre debe acompañar al menor y este debe estar tan cerca de él como para poderle abrazar en cualquier momento”, ejemplifica Montse Font.

También desde Protecció Civil piden máxima vigilancia para los adultos de edad avanzada, a quienes se recomienda que no se bañen solos. La mayoría de las víctimas de estas edades, que suelen tener alguna patología previa, son “ahogados silenciosos”, personas que se marean en la superficie del agua y se desploman sin que nadie les vea ni pueda ayudar.

“El principal problema de la piscina es la sensación de control y confianza que muchos tienen al ver al socorrista y a mucha gente alrededor. El usuario tiende a relajarse”, explica el delegado sindical de UGT y socorrista del Grup Excursionista i Esportiu Gironí (GEiEG), Sergi Meta, que aconseja también a los padres a no fiarse en exceso de los sistemas de flotabilidad como los manguitos o burbujas ya que pueden salirse del cuerpo del pequeño o pincharse. Meta, que en más de una ocasión ha tenido que llamar la atención a adultos que están hablando o mirando el móvil mientras el niño está solo en remojo, explica que algunas piscinas como la que él vigila se prohíbe a los menores de 14 años acceder solos a las instalaciones y los que se bañan en la piscina infantil deben ir acompañados en todo momento de un adulto que se haga responsable. “El socorrista no exime al padre de vigilar al hijo constantemente”, explica Bartomeu Casellas, formador de salvamento acuático en el instituto Pere Alsius de Banyoles.

En las piscinas particulares, un elemento fundamental, y más si en el domicilio hay niños pequeños, es el vallado de la instalación. Del total de ahogamientos registrados este verano, diez se han producido en piscinas particulares. Otros seis en piscinas municipales y seis más en otras instalaciones como campings, hoteles, centros de ocio o un club de tenis, a los que la ley también obliga a disponer de vigilancia.

El formador Bartomeu Casellas pone el foco en la labor de los socorristas y en sus condiciones de su trabajo. “Hay mucha intromisión en el sector y a veces el socorrista se ocupa también de otras tareas como cambiar el cloro o del bar de la piscina”, explica. También destaca la distracción humana fruto de jornadas maratonianas que redundan en la capacidad de concentración. “A veces se someten a los socorristas a jornadas de 10 horas diarias los siete días de la semana, con lo que su capacidad de concentración baja”, explica.

Otro elemento vital para evitar ahogamientos es la rapidez en la intervención. “Un buen socorrista se lanza ante cualquier duda”, explica Casellas, que da algunas pistas sobre conductas que deben hacer reaccionar a profesionales del sector y a bañistas.

Son indicios de ahogo, un “movimiento descontrolado” de brazos y pies, intentar levantar la cabeza hacia arriba y la desactivación del habla, que hace que el bañista en apuros no pueda pedir auxilio.

La cifra de niños ahogados crece con el mayor uso de las piscinas (msn.com)