Cuarenta años de la mayor tragedia en una plaza de toros: 400 muertos y 2.000 heridos
Ocurrió el 20 de enero de 1980 en Colombia, cuando las gradas del coso de Sincelejo se derrumbaron al comenzar a llover y agolparse los aficionados
Antes, una veintena de mozos resultaron heridos por los cuarenta astados que saltaron al ruedo
Un mozo es embestido durante las tradicionales corralejas en Colombia – Efe
MADRID. Actualizado: 20/01/2020
Han pasado cuarenta años de la tragedia que sacudió el corazón de la Colombia taurina. Más de cuatrocientos muertos y dos mil heridos fue el balance de aquel fatal suceso en la plaza de toros
Hegémones Cumplido, de Sincelejo. Ocurrió durante las tradicionales corralejas cuando, al comenzar a llover, el público corrió a refugiarse en los graderíos de madera, que cedieron por el excesivo peso. Además, antes del derrumbamiento, veinte aficionados sufrieron heridas mientras «toreaban» a los cuarenta toros que saltaron al ruedo colombiano.
Según recoge un teletipo de Efe publicado en las páginas de ABC del 22 de enero de 1980, los organizadores de los festejos habían construido 32 palcos o gradas, con una capacidad para más de 40.000 personas. La plaza, levantada con tablas de madera, tenía un exceso de público «de un 50 por 100».
Respecto a las causas de la tragedia, se decía: «Si hay que buscar una causa directa, esta no es otra que el débil entramado de los graderíos. La causa indirecta la tendría el tiempo, como tantas otras veces sirve de excusa. En efecto, cuando la fiesta se encontraba en su apogeo, con decenas de personas que intentaban lidiar a su aire y por todos los medios imaginables a unos cuarenta ejemplares de la raza cebú, toros de media casta y muy pesados, comenzó a llover».
Cornadas y madera clavada
¿Qué pasó entonces? Aquellos que ocupaban las zonas sin techar, corrieron a resguardarse en las zonas cubiertas, «sobrecargándose de peso». Y continúa la crónica: «Como, además, había llovido por la mañana, las tablas ya no aguantaron más y cedieron, arrastrando numerosos graderíos, con su abigarrada masa humana». A partir de entonces, se vivieron momentos aterradores: «El coso se convirtió en un infierno, con gritos desgarradores de personas atrapadas entre los maderos y los gemidos de impotencia de los que eran pisoteados por una marabunta humana que huía enloquecida no solo de la tragedia, sino también de los cuarenta astados que, asustados por el estrépito, corrían de un lado para otro corneando a diestro y siniestro». Un testigo comentó que vio «a cuerpos de niños, mujeres y hombres moribundos tras haber sido pisoteados por los que huían empavorecidos. Algunos de ellos tenían incluso clavadas estacas de madera en el cuerpo, procedentes de las astillas en las que quedaron convertidos los graderíos».
En aquel teletipo del día 21 de enero de hace cuatro décadas, se hablaba de un balance provisional de trescientos muertos y mil heridos, que subirían a 400 fallecidos y dos mil heridos. Se cuenta en la crónica que el escenario era una auténtica «batalla medieval».
14/01/2021
1 Comment
Rubén Torres
2 años agoComo antitaurino que soy, no siento pena por todas las víctimas que causó el derrumbamiento de las gradas ni las heridas producidas por los astados. Más bien todo lo contrario, deberían haber muchos más muertos sino todos los que acudieron a ver cómo se tortura a los animales. Acudir a las corridas de toros es aberrante, una cosa impropia de los seres civilizados. ¿Acaso a le gustaría a alguien que les clavasen banderillas y demás artilugios y encima ver cómo la gente disfruta viéndolo? ¿Por qué no se limitan a torearlos sin infringirles dolor alguno o ver como los recortadores esquivan a los morlacos?