Cualquiera de los experimentos anteriormente expuestos queda ampliamente rebasado con los ensayos del «arma étnica». De acuerdo con la documentación a la que he tenido acceso, se estuvo trabajando años atrás en la creación de una bioarma dirigida a afectar a las personas de color, al tiempo que dejaba indemnes a los blancos. En este contexto, y para que el lector pueda hacerse una idea de los variopintos que pueden llegar a ser los recursos aplicables a un encubierto enfrentamiento, me hare eco de las palabras pronunciadas por el científico norteamericano de origen yugoslavo Andrija Puharich, durante el Congreso Internacional sobre el desarrollo del hombre celebrado en 1985 en San José de Costa Rica. Puharich aseguró entonces que estábamos siendo sometidos en nuestros días a una guerra de campos de ondas de baja frecuencia, contra la cual podía el organismo humano desarrollar una protección aplicando la suficiente dosis de voluntad.

Esto fue un flash resumido del panorama americano, pero de ingenuo peca aquel que opine que el bloque, hasta hace poco contrario, se andaba a la zaga.

Con los efectos de un tremendo «boomerang», los esfuerzos de todos cuantos nos dedicamos a las ciencias de la mente se pueden trocar -en contra de nuestros ideales- en la más sutil e incontrolable trampa para la especie humana. Hemos puesto en manos de los militares, servicios de inteligencia y políticos las posibilidades insospechadas que ofrece nuestra herramienta más preciada: la mente humana. Militares, servicios de inteligencia y políticos no investigan con la finalidad de una elevación de valores de la especie humana encaminada a la total integración cósmica: militares, servicios de inteligencia y políticos investigan con la finalidad de una aplicación militar y política de los resultados de sus investigaciones. Y, desgraciadamente ellos tienen posibilidades de investigación aplicada inmensamente mayores que las de cualquier civil. Junto a la guerra psicológica cabe contar, desde hace ya años con la guerra parapsicológica o psicorónica, bajo la denominación global de «guerra psi» o «psy-war» como ya la vienen llamando desde hace tiempo americanos y británicos. Si bien rusos y norteamericanos, debido a sus recursos, son inevitablemente los líderes en la carrera de esta nueva arma que relega a segundo plano los efectos de otras más habituales, no son sin embargo los únicos. En efecto, el ejército israelí considero ya la posibilidad de inutilizar el sistema de guía de los misiles soviéticos utilizado por los países árabes valiéndose de la psicokinesis (PK) y que ocurrió ya al concurso de destacados psíquicos para apoyar la fulgurante operación de rescate del avión israelí, retenido años atrás en el aeropuerto ugandés de Entebbe. El ejército alemán cuenta con tres mil hombres que recibieron un intenso entrenamiento «psi». El ejército británico está aplicando estos poderes en Irlanda. Y especialistas del cuerpo expedicionario cubano ensayaron en su día nuevas técnicas parasicológicas en Angola.

Finalmente, las posibilidades que ofrece el amplio espectro parasicológico están siendo ensayadas y aplicadas ya por los servicios de inteligencia de distintos países. Hay quien no vacilaba en afirmar, incluso que los recursos de la parasicología habían sido empleados años atrás para «suicidar» a distancia y simultáneamente a los componentes del grupo RAF Baader-Meinhof en la prisión de máxima seguridad alemana de Stuttgart/Stammheim , pero eso es ya una cuestión aparte.

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1/06/2023