El humedal Juan Amarillo en Suba, que está bordeado por las aguas contaminadas del río Salitre, es uno de los sitios donde más hace presencia de tingua pico rojo. Según Escobar, su lugar predilecto es la Chucua de los curíes. “Algo especial debe haber ahí, pero está presente en todos los humedales reconocidos de Bogotá. Donde menos se registra es en los ecosistemas con poco cuerpo de agua, como Techo”.
Es tal su grado de adaptación que, a veces anida en sitios con alta presencia humana. Hace algunos años, Escobar encontró una tingua pico rojo anidando en un cuerpo de agua pequeño en la entrada del cementerio Jardines de Paz, en el norte de la capital. “Yo estaba a menos de cuatro metros de distancia. No tuve que esforzarme para tomar la fotografía. Eso demuestra cómo se adapta y lo arriesgada y valiente que es”.
La migratoria
Entre los meses de octubre y abril, el cielo bogotano se llena de puntos azules metálicos que revolotean cerca a los humedales de la ciudad. Se trata de la época de migración de la tingua azul (Porphyrio martinica), un ave que viene de los llanos orientales hacia la sabana de Bogotá para reproducirse.
Según la Secretaría de Ambiente, es un ave migratoria que mide cerca de 33 centímetros. Cuando es juvenil, las plumas de su cuerpo son marrones y verdosas, pero al alcanzar la adultez el plumaje cambia a tonos azules y verdes metálicos.
La tingua azul aparece herida y lastimada en sitios cercanos a los humedales. Se choca contra las ventanas de los edificios. Foto: SDA.
Tiene un pico grueso de color rojo en la base y amarillo en la punta. Las patas y dedos son largos y de color amarillo. Esta tingua presenta un área de distribución amplia, que va desde el sur de los Estados Unidos hasta el norte de Argentina y Uruguay.
Cuando visitan los humedales de Bogotá, muchas se estrellan contra las ventanas de los edificios cercanos a los cuerpos de agua, reflejos que las confunden. Algunas no soportan el viaje y caen rendidas en parques, patios y viviendas.
“Durante su vuelo, que realizan especialmente durante las noches, estas aves caen cansadas y desorientadas en sitios como tejados, calles, patios de casas y parques de la ciudad, quedando vulnerables y en muchos casos heridas”, manifestó la SDA.
Esta tingua cuenta con un pluma azul y verde metálico. Es un ave migratoria que llega a Bogotá en octubre. Foto: SDA.
Ante esto, desde hace 20 años la entidad lidera la campaña de protección, recuperación y liberación de la tingua azul, un llamado a la ciudadanía para que reporte los casos de aves heridas y desorientadas y así los expertos las recojan y rehabiliten en el centro de fauna, para finalmente liberarlas en los humedales.
La azul es la menos acuática de todas las tinguas. Rara vez se le ve nadando. “Obtiene alimento de material vegetal, huevos y polluelos de otras aves e invertebrados acuáticos. Realiza movimientos nocturnos entre distintos cuerpos de agua, especialmente entre los meses de diciembre y enero y junio y julio, temporadas en donde la Fundación Humedales Bogotá recibe varias llamadas de la ciudadanía”, informa Escobar.
Es la ave migratoria que más genera reportes en Bogotá. El experto recuerda que hace dos años muchos ciudadanos empezaron a llamar por avistamientos del cuco americano. “Fue un caso atípico, tanto así que la Secretaría de Ambiente sacó una campaña llamada “Cuídame los cucos”, para que la gente los reportara. Muchos aparecieron muertos o heridos”.
Las tinguas azules no soportan sus largos viajes desde los llanos y caen rendidas en zonas urbanas cerca a los humedales. Foto: Fundación Humedales Bogotá.
Desde 2012, Humedales Bogotá cuenta con la campaña SOS Tingua, proyecto que nació como una iniciativa ciudadana debido al frecuente reporte de tinguas azules. “Generamos canales de información y comunicación por medio de nuestra página web y redes sociales para que las personas conocieran las rutas de atención, cuidados inmediatos y las entidades que tienen el aval para su atención, es decir la SDA”, precisó Escobar.
Jasbleidy Castañeda, una de las jóvenes de la fundación, creó una cartilla didáctica llamada “El vuelo de la tingua azul, relatos de la migración”, que informa generalidades como que pone entre 5 y 10 huevos, los cuales incuba por 25 días.
“Como la Secretaría de Ambiente muchas veces no daba abasto para atender tantas tinguas azules, empezamos a recogerlas y liberar a las que no estaban heridas. Pero la SDA nos envió una carta informando que no podíamos seguir recogiendo las aves, por lo que nos tocó enfocar la campaña a un tipo de agencia de comunicación. Actualmente, la relación con la entidad ha mejorado mucho”, señala el director de la fundación.
La SDA cura las heridas de las tinguas azules, para luego liberarlas en los humedales de la capital. Foto: Dodo Colombia.
Para Escobar, la azul es la única especie de tingua que cuenta con una campaña propia por parte del Distrito para su conservación y cuidado, algo que no ha sucedido con las más afectadas como la bogotana y pico verde.
Otras dos tinguas migratorias que hacen presencia en los humedales, pero que no son tan conocidas, son la polluela norteña y la polluela piquirroja, aves pequeñas bastante escurridizas que pocos las han logrado captar.
La polluela norteña (Porzana carolina) pasa la mayor parte del tiempo escondida en la vegetación. Sale en las madrugadas y al atardecer, o durante periodos de nubosidad densa. Es un ave migratoria boreal bastante tímida y asustadiza que viene del norte del continente entre noviembre y abril.
Polluela norteña avistada antes de la cuarentena por el coronavirus en un cuerpo de agua de Chapinero. Foto: Fundación Humedales Bogotá.
Por su parte, la polluela piquirroja (Neocrex erythrops) es mucho más difícil de ver. Tiene migraciones similares a las de la tingua azul y sufre las mismas situaciones al entrar a las ciudades, es decir que se estrella contra la ventanas. Ha sido registrada en los humedales de La Florida y La Conejera.
El ocaso del cucarachero
Un ave de escasos 13 centímetros con plumas cafés y grises, llamada el cucarachero de pantano, era la insignia de la avifauna del altiplano cundiboyacense.
La subespecie Cistothorus apolinari apolinari abundaba en los humedales de la sabana de Bogotá, en sitios con alturas entre los 2.550 y 2.700 metros, mientras que Cistothorus apolinari hernandezi se distribuía en lugares más elevados como Sumapaz, Usme-Pasca, Siscunsí, Ocetá, Parque Nacional Pisba, Sierra Nevada del Cocuy, Güicán y Chita.
Cucarachero de pantano captado en el humedal Juan Amarillo hace más de 12 años. Foto: Fundación Humedales Bogotá.
Hacia 1969, el cucarachero de la sabana era muy común en los cuerpos de humedal de Fontibón, Usaquén, La Caro y Suba, época en la que los humedales de Capellanía, Tibanica, El Burro, La Conejera, Juan Amarillo y La Florida eran un solo humedal, según cuenta Oswaldo Cortés, experto ornitólogo que colabora con la Fundación Humedales Bogotá.
“40 años después, esta pequeña ave desapareció de La Conejera, Juan Amarillo, El Burro y Jaboque. Esto sucedió debido al crecimiento de la ciudad, reducción de los humedales y la alta presencia del chamón (Molothrus bonairensis), ave parásita que elimina los huevos de su huésped para poner los suyos, conllevando a que el cucarachero le toque alimentar y cuidar los hijos del chamón y no los suyos”, mencionó Cortés en un artículo publicado en la página de la fundación.
El Libro Rojo de las aves menciona que el cucarachero de pantano de la sabana ha desaparecido en la gran mayoría de las localidades bogotanas, razón por la cual la especie está listada como en peligro crítico de extinción. En 2008 fue visto en el humedal Juan Amarillo.
Desde hace seis años el cucarachero de pantano no ha vuelto a aparecer en los humedales urbanos. Foto: Fundación Humedales Bogotá.
En 2014, mientras Humedales Bogotá trabajaba en el proyecto “Mapeo de los puntos de interés del cucarachero de pantano y la tingua bogotana”, realizado con el apoyo del American Bird Conservancy, el canto del cucarachero de pantano se volvió a escuchar en uno de los humedales del sur de la ciudad.
“Hicimos cerca de 30 salidas por todos los humedales. Para encontrar al cucarachero de la sabana y a la tingua bogotana, grabamos sus sonidos. Por medio de un parlante, conectado por bluetooth al celular, hacíamos en llamado cada 100 metros en sitios con mucha vegetación. Oswaldo Cortés tenía grabaciones propias. Es un trabajo agotador, porque 90 por ciento de los casos no arrojan resultados”, cuenta Escobar.
La tingua bogotana apareció con frecuencia, pero el cucarachero de pantano seguía esquivo. Los expertos creían que se había extinguido totalmente de los humedales. “Registramos un cucarachero en Sumapaz, pero se trataba de la otra subespecie que habita en los páramos”, recuerda el experto.
La pareja de cucaracheros de pantano quedó registrada en esta foto. La emoción del encuentro causó que se moviera la imagen. Foto: Fundación Humedales Bogotá.