En los envases de los alimentos hay al menos 388 sustancias químicas que pueden contaminarlos y envenenarnos lentamente al consumirlos; 352 son cancerígenas, mutagénicas o tóxicas para la reproducción humana y 22 disruptoras endocrinas. Llevan denunciándolo desde hace mucho tiempo diversos expertos independientes y si se han permitido -y se permiten aún- es porque las autoridades suelen proteger a la industria en lugar de a los consumidores. Pues bien, esta vez la denuncia debería calar en la sociedad porque quienes lo han constatado más allá de cualquier duda son investigadores de tres prestigiosos organismos de Suiza -el Food Packaging Forum (FPF), el ETH Zürich y el Swis Intitule ofaguatic Science and Technology (Eawarg)- y de ahí que la propia Comisión Europea se viera obligada a reaccionar ante el rigor y contundencia del trabajo. ¿Decidirá pues prohibirlos? Nos permitimos dudarlo.

La población está siendo expuesta a diario a productos químicos dañinos para su salud pero los gobiernos y responsables de los organismos reguladores internacionales restan importancia a ese lento envenenamiento alegando falazmente que son «tolerables» por nuestros organismos además de «inevitables» para mantener nuestro actual nivel de vida. Lo venimos denunciando desde hace años en Discovery DSALUD habiendo dado voz a muchos de esos expertos (lea en nuestra web los reportajes que aparecen agrupados en el apartado de Medicina Ambiental).

Pues bien, a todo lo ya denunciado se une ahora el trabajo conjunto realizado por investigadores del Food Packaging Forum (FPF), el ETH Zürich y el Swis Intitute of aguatic Science and Technology (Eawarg)-se publicó el pasado mes de junio de 2022 en Journal of Hazardous Materials– en el que se afirma que hay 388 sustancias químicas peligrosas persistentes, bioacumulativas y móviles que pueden entrar en contacto con los alimentos, migrar a ellos y contaminarnos al consumirlos nosotros. «Nuestro estudio -señalan- muestra que cientos de productos químicos peligrosos pueden estarse usando intencionadamente en materiales que se hallan en contacto con alimentos. Hemos identificado 388 muy preocupantes por sus peligrosas propiedades y que se consideran dañinas según la Estrategia de Sostenibilidad de Productos Químicos de la Unión Europea por lo que deben eliminarse«.

De esas 388 sustancias se sabe que 352 son cancerígenas, mutagénicas o tóxicas para la reproducción, 22 son disruptores endocrinos, 32 son sustancias químicas relacionadas con la persistencia y bioacumulación (permanecen en el medio ambiente al ser resistentes a la degradación y se incorporan a los tejidos de los seres vivos), 8 están relacionadas con la persistencia y movilidad (se pueden trasladar a través del aire a larga distancia y llegar a zonas donde nunca se utilizaron) y 3 que intoxican específicamente el sistema nervioso central, el corazón, los pulmones, los riñones y/o el hígado.

Eso indica que estamos expuestos a una contaminación diaria que se acumula en nuestro organismo a través de los tóxicos que hay en el aire que respiramos y en los alimentos que compramos y están en contacto con plásticos, papel, cartón, metales, vidrio, adhesivos, revestimientos, tintas de impresión, etc. La práctica totalidad de los alimentos que adquirimos hoy vienen envasados o nos los sirven envueltos en alguno de los materiales que acabamos de mencionar y contienen sustancias químicas nocivas que a menudo terminan pasando a los alimentos que comemos. «La migración de los materiales (FCA por sus siglas en inglés) a los alimentos -afirman los investigadores suizos- es común y da como resultado la exposición humana a mezclas químicas complejas. Las preocupaciones se han centrado en un pequeño subconjunto de productos químicos con peligros bien investigados y descritos como los ftalatos y los bisfenoles. Como resultado, algunas de estas sustancias han sido abordadas por regulaciones específicas (por ejemplo, la restricción de ftalatos en 2018 en la Unión Europea) y/o han sido sustituidas por alternativas que, sin embargo, pueden ser igual de dañinas (por ejemplo, el bisfenol A por bisfenoles estructurales similares). Pero hay muchas más sustancias químicas con propiedades peligrosas bien descritas que han recibido mucha menos atención«. Se refieren a los monómeros (polímeros sintéticos) y a las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS por sus siglas en inglés) que están presentes en los envases de los alimentos y terminan en ellos y, por tanto, en el organismo de los consumidores cuando los ingieren.

Sin ir más lejos hallaron 30 monómeros muy conocidos que figuran en las bases de datos de los reguladores internacionales y se sabe que son sustancias químicas que migran a los alimentos. Entre ellos destacan, por su presencia habitual y porque se utilizan intencionalmente para producir tanto materiales como envases, los siguientes: acrilamida, estireno, bisfenol A, cloruro de vinilo, formaldehído, cloruro de acrilonitrilo, tetraborato sódico, dióxido de silicio, epiclorhidrina, ácido bórico, etilenglicol, acrilato de etilo y 1,1-Dicloro-etileno. Y ello a pesar de que se sabe que son cancerígenos, mutagénicos y tóxicos según figura en el Inventario de Clasificación y Etiquetado (C&L) de la Agencia Europea de Sustancias Químicas (ECHA), en el Registro, Evaluación, Autorización y Restricción de Sustancias Químicas (REACH) de la Unión Europea, en el Sistema Globalmente Armonizado (GHS) para la clasificación y etiquetado de productos químicos del gobierno japonés y en la Oficina de Evaluación de Riesgos para la Salud Ambiental (OEHHA) de California.

También encontraron las temidas sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS) que forman parte de una clase de productos químicos que tienen un uso generalizado en distintas aplicaciones por su duración y resistencia al calor y continúan presentes en diferentes materiales en contacto con alimentos. Sus efectos nocivos están reconocidos y son evidentes: se acumulan en el organismo humano y afectan al sistema reproductivo, inmunitario y a órganos como el hígado y los riñones. Además, son persistentes en el medio ambiente por lo que pueden llegar a los manantiales de agua subterránea, a los lagos, a los ríos y al mar. Bueno, pues a pesar de ello la industria sigue utilizando las PFAS para la fabricación de repelentes de manchas, agua y grasa, artículos antiadherentes como el teflón, compuestos para pulir, ceras, pinturas, productos de limpieza, espumas para combatir incendios, baterías de cocina (cacerolas, sartenes y ollas), hilo dental, envases para alimentos (bandejas), cajas de pizzas, alfombras, cuero, revestimientos, caucho y plásticos, entre otras cosas.

Como podemos ver la Estrategia de Sostenibilidad sobre Productos Químicos de la Unión Europea no se está cumpliendo. «Nuestros hallazgos -afirman los investigadores- justifican pasar de un enfoque basado en el riesgo a un enfoque basado en el peligro para la regulación de las sustancias químicas en los materiales en contacto con los alimentos»

Algo en lo que no podemos estar más de acuerdo como consumidores. Habrá que ver si la Comisión Europea hace caso a su petición aunque por ahora el único paso que dio fue emitir un comunicado tres días después de la publicación del trabajo el Journal of Hazardous Materials en el que decían: «Los autores del estudio publicado apoyan la reforma regulatoria de FCM (Materiales en Contacto con Alimentos) que avanza hacia una evaluación de riesgos genérica, permite solo un conjunto definido de productos químicos más seguros (‘lista positiva’) y restringe explícitamente la mayoría de los productos químicos nocivos (‘lista negativa). Además sugieren adaptar la definición de seguridad de FCM para que signifique que no hay sustancias no probadas ni productos químicos peligrosos presentes en un artículo terminado en contacto con alimentos (…) El enfoque actual es potencialmente subóptimo ya que no aborda las sustancias más peligrosas que migran de todos los materiales. Hacerlo podría conducir a una mayor eficiencia a través de mejoras en la salud mientras se utiliza la información relevante existente, como la generada bajo el Reglamento REACH» (la negrita es nuestra).

Una reacción esperada, vacía de contenido y alguna ráfaga de buenas intenciones para salir del paso que nos lleva a poner en duda que algo vaya a cambiar a corto plazo. Por tanto, tengamos en cuenta que tanto los alimentos como las bebidas que consumimos a diario están en contacto con sustancias químicas a lo largo de las diferentes fases de la cadena alimentaria: durante la producción con la maquinaria, las instalaciones y la cadena de envasado; en el momento de la preparación con los utensilios y los artículos para su elaboración; al consumirlos con los cubiertos, los platos, los tápers, los vasos, las jarras, las botellas… y en el almacenamiento con las latas, los envases, las bandejas, las cajas, etc. Durante estas etapas los alimentos están expuestos a la contaminación de las sustancias químicas nocivas presentes en esos materiales que no solo alteran la composición del producto y sus características organolépticas (color, sabor, olor y textura) sino que llegan a nuestro organismo y se acumulan en él haciendo que nos intoxiquemos lentamente.

No obstante, la migración de las sustancias químicas a los alimentos será mayor o menor en función de factores como, por ejemplo, del tipo de comida (cuánto más grasa mayor poder de absorción tiene de sustancias nocivas procedentes del envase), de la temperatura, del tiempo de almacenamiento (cuanto más tiempo permanezca en el envase mayor acumulación de sustancias químicas tendrá) y del material del envase pues no es lo mismo si es de plástico, de papel o de vidrio. Es decir, en los materiales inertes -acero inoxidable, cerámica y vidrio- solo pueden pasar a los alimentos las sustancias químicas presentes en la parte en contacto con ellos. Sin embargo, los productos grasos envasados en vidrio pueden estar contaminados por la migración de las sustancias químicas presentes en las tapas de cierre de los botes. Por su parte, los envases de plástico, papel y cartón, al ser materiales muy porosos, son una fuente directa de sustancias químicas migrantes que terminan llegando a los alimentos y lo hacen no solo las sustancias nocivas que están en la parte interna del envase sino también las de la parte externa del embalaje que, además, suelen ser tintas secas que llegan a la comida y la contaminan.

En suma, está claro que nos estamos envenenando lentamente con el beneplácito de los organismos reguladores. Nos intoxicamos cuando comemos y cuando respiramos. Nuestra salud ya depende más de los responsables políticos y de sus decisiones que de nosotros mismos. Es pues hora de decir NO y de plantar cara pero, visto lo visto, está difícil. El estudio que nos ha ocupado nos da aliento para seguir denunciando el silencio y la inacción de los gobiernos de los estados miembros de la Unión Europea, de la propia Comisión Europea y de las agencias reguladores con la industria química y alimentaria. Pues como dicen los investigadores del Food Packaging Forum (FPF), el ETH Zürich y el Swis Intitule of aguatic Science and Technology (Eawarg) «La eliminación de productos químicos que se saben que dañan la salud humana respalda la circularidad de los materiales, incluido el aumento de tasas de reciclaje de envases de alimentos, ya que los productos químicos peligrosos conocidos no se utilizarían en materiales vírgenes y, por tanto, no se perpetuarían en materiales de envasado reciclado«.

«Solo nos queda confiar -se dice en las conclusiones- en que nuestra descripción general de los productos químicos de interés en los Materiales en Contacto con Alimentos (FCM) pueda ayudar a los reguladores, fabricantes de productos e investigadores a desarrollar materiales más seguros«. Nos unimos a esa petición porque no puede consentirse ni un día más más que la Agencia Europea de Productos Químicos (ECHA), la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) y la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) sigan manteniendo en sus listas oficiales como sustancias químicas autorizadas para la fabricación de materiales en contacto con alimentos cientos que son claramente tóxicas. Es indignante que los investigadores suizos hayan identificado 388 sustancias químicas tóxicas en contacto con alimentos, algo que las autoridades están consintiendo desde hace muchos años.

Y no se olvide que además hay muchas otras sustancias no añadidas intencionalmente en la materia prima que se utiliza en la producción de los materiales que incluyen impurezas que también pueden llegar a los alimentos durante el procesamiento, transporte, almacenamiento o preparación de los mismos; como el plomo -presente en la arena de sílice que se utiliza para elaborar vidrio-, contaminantes como lubricantes y agentes de limpieza, productos de degradación como el nonilfenol y subproductos de reacción como los oligómeros de estireno.

Carmen Quintana

Fuente; Revista Discovery Salud. 01 octubre 2022

16/02/2023