Demostrada actividad antitumoral e inmunomoduladora de un hongo milenario

30 marzo 2023

 

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Un hongo utilizado durante siglos como remedio natural en Rusia, China y los países nórdicos europeos para tratar dolencias estomacales, hepáticas, diabetes, tuberculosis y cáncer centra hoy el interés de muchos investigadores tras constatarse que varios de los principios bioactivos de esta singular especie fúngica (polisacáridos, melaninas, triterpenoides, triterpenos…) tienen propiedades antioxidantes, antiinflamatorias, hepatoprotectoras, antidiabéticas y, en especial, un incuestionable poder antitumoral e inmunomodulador. Así lo evidencian numerosos estudios

 

El chaga (Inonotus obliquus) es un hongo parásito de la familia Hymenochaetaceae que vive en el interior de algunas especies de árboles caducifolios de las zonas más frías del hemisferio norte planetario; de hecho, se encuentran en todo Laponia (amplia zona que incluye a Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia), gran parte de la Siberia rusa oriental, la franja nororiental de China, Canadá, Alaska y el norte de Estados Unidos. Conocido indistintamente como regalo de Dios, hongo de la inmortalidad, diamante de los bosques, rey de las plantas y nariz de carbón es un hongo que siente predilección por la madera dura de los abedules blancos (betula pubescens) siendo en las heridas de sus ramas cortadas y rotas donde prefieren depositarse sus esporas al ser dispersadas por el aíre. Se trata de un hongo que crece muy lentamente -puede tardar hasta cinco años en desarrollarse- descomponiendo la madera al debilitar la celulosa, la hemicelulosa y la lignina. Es entonces, una vez ha descompuesto buena parte de la madera del árbol, cuando emerge al exterior apareciendo en la corteza, protuberancia que se parece a un trozo de carbón por sus grietas y color negro intenso. El interior, sin embargo, es una masa de tono ocre amarillento siendo en ella donde se encuentran los principios bioactivos que le otorgan sus propiedades medicinales.

En Europa la primera reseña terapéutica sobre el changa la hizo Hipócrates (460-370 a.C) en su obra Corpus Hippocarticum relatando que se utilizaba para limpiar heridas y además se tomaba como infusión. Asimismo se cita en algunos textos milenarios de la Medicina Tradicional China en los que se dice que es útil para tratar problemas gastrointestinales y articulares además de proporcionar vigor. Consta asimismo que en el siglo XVI tanto en Rusia -sobre todo en Siberia- como en los países nórdicos europeos se hacían con el chaga infusiones, inhalaciones y/o macerados acuosos para tratar molestias estomacales como gastritis y úlceras, dolencias hepáticas, enfermedades del corazón, diabetes, tuberculosis y tumores siendo asimismo un eficaz purgante de parásitos intestinales. Se consideraba pues un adaptógeno. Sería sin embargo a mediados del siglo XIX cuando el químico y farmacólogo alemán Johann G. N. estudió su composición química permitiendo conocer algunos de los principios activos que esta seta alberga en su cuerpo fructífero.

Cabe añadir que en la primera mitad del siglo XX el chaga se empleó como sustituto del té -sobre todo en Rusia- y que fue en la segunda mitad cuando muchos investigadores comenzaron a interesarse por su efecto antitumoral revelándose ya entonces que contiene más de 200 compuestos bioactivos, muchos de ellos terapéuticamente beneficiosos. Y es que al igual que setas como el shiitake, el reishi, el maitake y la cola de pavo el chaga es rico en polisacáridos (como los betaglucanos 1>3 y 1>6), melaninas, triterpenoides y triterpenos, hispidín, derivados del ácido benzoico, esteróles, ergosterol, peróxido de ergosterol y sesquiterpeno; además contiene fibra, aminoácidos, minerales (hierro, zinc, cobre, selenio, manganeso, potasio, calcio, cesio y rubidio) y vitaminas del grupo B y D. Y es este conjunto de principios bioactivos los que explican su poder terapéutico.

Sus betaglucanos, por ejemplo, tienen propiedades antioxidantes, antiinflamatorias, hepatoprotectoras, antitumorales e inmunomoduladoras. Su melanina (pigmento que nosotros tenemos en la piel, el pelo, el iris ocular, el oído, la médula espinal y la glándula suprarrenal) tiene también importantes propiedades antioxidantes y protectoras del ADN celular. Sus triterpenoides (en especial el inotodiol, exclusivo de este hongo) son antivirales, antimicrobianos y antitumorales.

Y sus triterpenos (ácido betulínico y betulina) son eficaces agentes quimioterapéuticos carentes de efectos secundarios; es más, la betulina ayuda a equilibrar los niveles de colesterol, mejora la resistencia a la insulina, es antioxidante, inmunomoduladora y útil en casos de gastritis y úlceras.

Son muchas las investigaciones efectuadas a partir de la segunda mitad del siglo XX que avalan todo ello y, además, que protege el ADN del daño oxidativo, fortalece el sistema inmune al ayudar a equilibrar y mantener una adecuada diversidad de la microbiota, cuidar la mucosa del colon previniendo un posible síndrome de intestino irritable, ayudando a regular la respuesta inflamatoria del organismo al ser antioxidante y promover la producción de citoquinas antiinflamatorias, estimular la salud del páncreas, equilibrar los niveles de colesterol, retrasar el envejecimiento de la piel y ayudar al correcto funcionamiento cerebral.

Ahora bien, entre sus compuestos bioactivos destacan sobre todo sus betaglucanos, tipo de polisacáridos con capacidad para modular el sistema inmune induciendo la hematopoyesis, activando citoquinas, inhibiendo el crecimiento de células tumorales y potenciando la resistencia a las infecciones microbianas.

ANTITUMORAL E INMUNOESTI MULANTE

Fue en 1975 cuando el doctor Peter W. Mansell planteó por primera vez -en un artículo publicado en Journal of National Cáncer Institute– la posibilidad de que los betaglucanos fueran útiles en casos de cáncer. Lo constató tras inyectar beta-1,3-glucanos en nueve pacientes con nódulos de cáncer maligno de piel y ver que las lesiones quedaban «notablemente reducidas en menos de cinco días» y que, en las de pequeño tamaño, «la resolución fue completa».

Ya en la década de los ochenta un grupo de investigadores de la estadounidense Universidad de Tulane inyectaría directamente beta-1,3-glucanos en la pared torácica de úlceras malignas de mujeres que habían sufrido una mastectomía y recibido radioterapia, comprobando que curaba completamente las llagas.

Una investigación posterior llevada a cabo en 1998 por el Departamento de Microbiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nevada (EEUU) -bajo la dirección de Kenneth W. Hunter– confirmaría que “los betaglucanos beta-1, 3-glucanos y los beta-1, 6-glucanos mejoran la capacidad de los macrófagos -unas de las células más importantes del sistema inmune- para destruir las células tumorales. Los estudios de laboratorio revelan que el MG Glucan es significativamente más eficaz en la activación de los macrófagos y, a través de ellos, de la cascada inmune completa, incluyendo las células T y B«.

Actualmente los investigadores aceptan ya unánimemente que los betaglucanos potencian y modulan la respuesta inmune, pero hace apenas dos décadas no era aun así. En 2007 un equipo dirigido por D. Akramiene publicó en la revista Medicina de la Universidad de Ciencias de la Salud de Lituania un trabajo titulado Effects of beta-glucans on the immune system (Efectos de los betaglucanos en el sistema inmune) en el que se dice: “Los betaglucanos muestran actividad anticancerígena. Permiten asimismo prevenir la oncogénesis ya que protegen de potentes carcinógenos genotóxicos. Como inmunoestimulantes actúan activando los macrófagos y aumentando la citotoxicidad de las células asesinas naturales pudiendo inhibir el crecimiento tumoral, reducir la proliferación y prevenir la metástasis. Y como adyuvantes de la quimioterapia y la radioterapia en cáncer juegan un papel positivo en la restauración de la hematopoyesis (proceso de formación, desarrollo y maduración de los eritrocitos, leucocitos y plaquetas) en la lesión de médula ósea«.

Apenas dos años después -en 2009- un equipo dirigido por Godfrey Chi-Fung Chan publicó en Journal Hematoloy Oncology un trabajo titulado The effects of betaglucan on human immune and cáncer cells (Efectos del beta-glucano en las células inmunes y cancerosas humanas) en el que se afirma que los betaglucanos activan la producción de macrófagos, neutrófilos, monocitos, células asesinas naturales y células dendríticas modulando la respuesta inmune y potenciando además la fagocitosis opsónica y no opsónica.

No es pues de extrañar que los múltiples efectos biológicos de los betaglucanos los hayan convertido en objeto de estudio para constatar sus posibilidades terapéuticas en cáncer; de hecho, ya se ha probado su actividad antitumoral en cánceres de mama, pulmón, estómago e intestinos. Uno de esos estudios estuvo dirigido por Konrad A. Szychowki -del Departamento de Trastornos del Estilo de Vida y Medicina Regenerativa de la Universidad de Tecnología y Gestión de Información de Rzesvow (Polonia)-, se tituló Inonotus obliquus: from folk medicine to clinical use (Inonotus obliquus: de la medicina popular al uso clínico), apareció en 2021 en el Journal of Traditional and Complementary Medicine y en él se afirma: «El potencial anticancerígeno de los extractos o sustancias aisladas de Inonotus obliquus utilizadas en ensayos de líneas celulares tumorales humanas -adenocarcinoma de pulmón (A549), cáncer de cuello de útero (HeLa), cáncer de mama (MCF-7), cáncer gástrico (AGS), teratocarcinoma de ovario (PA-1), célula de leucemia mieloide (U937), leucemia mieloide (HL-60), carcinoma de colon (CACO-2), adenocarcinoma color rectal (HT-29), adenocarcinoma de pulmón (H1264), carcinoma de colon (HCT-116), cáncer de pulmón de células pequeñas (H1299), adenocarcinoma pulmonar (Calu-6), adenocarcinoma endometrial (HEC-1B), hepatoma humano (Hep3B) (HepG2) y (hur7), carcinoma de estómago (KATO-lll), carcinoma de colon (DLD-1), carcinoma gástrico (SGC-7901), adenocarcinoma renal (SW156) y adenocarcinoma colorrectal (SW620)- demostraron la inhibición de la proliferación celular y efectos citotóxicos, antiproliferativos o proapoptóticos en todas esas líneas celulares». Por eso entre los investigadores no existen ya dudas sobre la capacidad antitumoral e inmunoestimulante de los betaglucanos.

Hay sin embargo otros principios bioactivos en el chaga no menos importantes y uno de ellos es el inotodiol, triterpenoide de tipo lanostano que igualmente destaca por su capacidad antimicrobiana, antiinflamatoria y antitumoral. Así quedó patente en un estudio experimental realizado en 2014 por el Jilin Medical College, de China que descubrió que el inotodiol aislado del Inonotus obliquus inhibe la proliferación de células HeLa de cáncer de cuello de útero humano e induce la apoptosis in vitro.

Y también tienen propiedades antitumorales la betulina y el ácido betulínico, compuestos que se encuentran tanto en el hongo chaga como en el propio abedul solo que el ácido betulínico del abedul es indigerible para los humanos y el del chaga sí, habiéndose constado sus propiedades antivirales, antibacterianas, antiinflamatorias, antipalúdicas y antitumorales. Ahora bien, la betulina actúa selectivamente sobre los tumores porque el pH interior de éstos es generalmente más bajo que en los tejidos sanos.

ANTIINFLAMATORIO Y ANTIOXIDANTE

En buena medida la capacidad antioxidante del chaga se debe a su alto contenido en superóxido dismutasa (SOD), familia de enzimas que protege de los radicales libres, ralentiza el envejecimiento y prolonga la vida, en melanina -antioxidante que protege la dermis de la luz ultravioleta- y en triterpenoides. Ensayos in vitro demostraron concretamente que el extracto de chaga protege el ADN de los linfocitos. Se sabe porque en 2007 se publicó en Biofactors un estudio titulado Chaga mushroom extract inhibits oxidative DNA damage in lymphocytes of patients with inflammatory bowet disease (El extracto de hongo chaga inhibe el daño oxidativo del ADN en linfocitos de pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal) en el que se comprobó que «el extracto de chaga reduce el estrés oxidativo en los linfocitos de pacientes con (Ell) y asimismo lo hace en los sanos cuando se exponen in vitro. Por tanto, el extracto de chaga podría ser un suplemento posible y valioso para inhibir el estrés oxidativo en general«.

Según los investigadores esa acción molecular puede deberse al impacto de las enzimas antioxidantes sobre las especies reactivas de oxígeno (ROS) o a los efectos del receptor gamma activado por el proliferador de peroxisomas (PPARy), receptor clave de la actividad antioxidante, antiinflamatoria y anticancerígena de los extractos de Inonotus obliquus.

ANTIHIPERGLUCÉMICO

En 2017 una investigación dirigida por Jia Wang que apareció en Biomed Pharmacother con el título Anti-diabetic effects of Inonotus obliquus polysaccharides in streptozotocin-induced type 2 diabetic mice and potential mechanism vía PI3K-Akt signal pathway (Efectos antidiabéticos de los polisacáridos de Inonotus obliquus en ratones diabéticos tipo 2 inducidos por estreptozotocina y mecanismo potencial a través de la vía de señal P13K-Akt) mostró que los polisacáridos del chaga tienen actividad antihiperglucémica. El estudio analizó el potencial de los polisacáridos del Inonotus obliquus en una dieta rica en grasa a la que fue sometida un grupo de ratones con diabetes tipo 2 y los resultados mostraron que la ingesta de un extracto de chaga (900 mg/Kg) restauraba el peso de los ratones, mejoraba la capacidad de tolerancia a la glucosa y equilibraba los niveles de colesterol en el hígado.

Coinciden pues con lo que postula Konrad A. Szychowski, investigador ya citado antes según el cual «el tratamiento dietético con Inonotus obliquus reduce los niveles séricos de glucosa y leptina y alivia las complicaciones relacionadas con la obesidad en ratas OLETF (Otsuka Long-Evans Tokushima Fatty) con DMT2 (diabetes mellitus tipo 2)».

En fin, en la mayoría de los estudios existentes se pone de manifiesto que los mecanismos utilizados por los polisacáridos para su actividad hipoglucemiante incluyen principalmente la regulación de la actividad enzimática, el metabolismo de la glucosa en el hígado, la flora intestinal, la protección y la reparación de las células de los islotes pancreáticos y la mejora de la sensibilidad a la insulina.

HEPATOPROTECTOR

Terminamos indicando que el chaga también protege el hígado. Según un estudio titulado A Critical Review on Health Promoting Benefits of Edible Mushrooms through Gut Microbiota (Revisión crítica sobre los beneficios para la salud de los hongos comestibles a través de la microbiota intestinal) y publicado en 2017 en International Journal of Molecular Sciences, el «Inonotus obliquus muestra efectos protectores contra el estrés oxidativo en hígado inducido por terchidroperóxido de -butilo en hepatocitos de rata de cultivo primario. La propiedad puede deberse a su capacidad para eliminar radicales libres y, por tanto, inhibir la fuga de enzimas marcadoras hepáticas como resultado del daño en el hígado«.

En definitiva, el chaga es una seta con numerosas propiedades terapéuticas y últimamente se está valorando desde su potencial como analgésico, regulador de la tensión y mejora de la función cardiovascular hasta su utilización cosmética en cremas y jabones.

Eso sí, no deben consumir chaga ni quienes estén tomando fármacos para disminuir los niveles de azúcar en sangre porque podrían sufrir una hipoglucemia ni quienes toman anticoagulantes y/o antiagregantes plaquetarios ya que podrían sufrir hemorragias y hematomas.

Carmen Quintana

Fuente; Revista Discovery Salud

 

25/09/2023