Al igual que el mercurio, el plomo (Pb) se acumula en la cadena alimentaria. Debido a que los niveles aumentan a medida que avanza en ella, pequeñas cantidades en el agua de mar pueden tener graves consecuencias para los grandes depredadores. Se entromete con las enzimas y el funcionamiento de nuestras células, es dañino para nuestros corazones y riñones y puede causar lesiones cerebrales irreversibles.

Casi todo el plomo de los océanos proviene de actividades humanas. Durante mucho tiempo, los barcos se recubrieron con pintura con plomo; los dispositivos de muestreo oceanógrafico estaban hechos de plástico que lo contenía; e incluso lo hay en el aire alrededor de muchas embarcaciones. Aun así, es difícil de medir, y para hacerlo se han ideado protocolos complicados: los sensores se almacenan en contenedores llenos de aire filtrado y presurizado, se evita tocarlos y hasta los cables que sostienen los marcos de los que penden se envuelven en kevlar. “En general, no tomamos muestras en los 20 metros justo bajo la superficie, ya que es como bañarse en zumo de barco”, asegura Phoebe Lam, de la Universidad de California, en Santa Cruz.

Por si fuera poco, la propia agua de mar supone un problema “Hay un 3 % de sal en ella”, dice Ed Boyle, geoquímico del MIT. “Comparado con las pequeñas cantidades de plomo presente, es como buscar una aguja en un pajar”. No obstante, los estudios revelan que desde que Estados Unidos, Europa, Canadá y México prohibieron el plomo en la gasolina, sus niveles se han rede – do diez veces en el Atlántico Norte. En el Pacífico Norte, afecte por la quema de carbón de China, la situación es distinta.

El plomo es absorbido por el plancton y pasa a los herbívoros y a sus depredadores. Es tóxico para todos ellos y, en última instancia, para nosotros, en la cima de la cadena alimentaria.

Fuente; Revista Muy Nº 488. /44

23/05/2022