Por Maria Hidalgo
Finlandia es un país en el que la cuestión educativa es considerada una auténtica prioridad nacional. Finlandia ha ocupado en los últimos años el primer puesto en educación primaria, así como en educación superior y formación en el Índice de Competitividad Global (ICG) del Global Economic Forum, resultado de un fuerte énfasis en la educación en las últimas décadas. Esto ha proporcionado a la fuerza laboral con las habilidades necesarias para adaptarse rápidamente a un entorno cambiante y ha sentado las bases para sus altos niveles de adopción tecnológica y de innovación.
Finlandia es hoy uno de los países más innovadores de Europa, ocupando el segundo puesto en la tabla, sólo por detrás de Suiza. Desde que la OCDE comenzara en el año 2000 a elaborar su informe PISA, Finlandia ha acaparado los primeros puestos del podio en Europa por su excelente nivel educativo. Hoy Finlandia es considerado un país con uno de los mejores sistemas educativos del mundo.
Pero a pesar de lo indicado anteriormente Finlandia también sufre de importantes retos en el sector educativo. Al igual que en otros países Finlandia vive con inquietud el acoso escolar. ¿Cómo abordan en Finlandia el acoso escolar? KiVa es un acrónimo sencillo de las palabras finlandesas Kiusaamista Vastaan (contra el acoso escolar). Con esta iniciativa, Finlandia está logrando frenar el acoso escolar y el ciberbullying en sus aulas. Implantado ya en el 90% de los colegios de educación básica su éxito ha resultado tan arrollador que contar, o no, con este proyecto ya es un requisito que muchos profesores y alumnos tienen en cuenta a la hora de elegir y valorar un centro educativo donde trabajar o estudiar.
KiVa surgió de un serio compromiso entre la comunidad educativa y el gobierno finlandés. «El proyecto se fue poniendo en marcha aleatoriamente en los colegios finlandeses», cuenta Christina Salmivalli, profesora de Psicología en Turku y una de las creadoras de KiVa al diario ABC. La universidad realizó, unos años después, un estudio para evaluar cómo se iba desarrollando el programa.
Los resultados fueron espectaculares. «Fue el mayor estudio realizado en Finlandia. Participaron 234 centros de todo el país y 30.000 estudiantes de entre 7 y 15 años. KiVa había logrado reducir todos los tipos de acoso en los colegios. Los casos de acoso escolar desaparecieron en el 79% de las escuelas y se redujeron en el 18%», explica la profesora.
Sólo con un año de implantación los investigadores comprobaron que en algunos cursos el número de niños acosados bajó incluso un 40%. Pero además se llevaron una grata sorpresa al constatar que «KiVa también aumenta el bienestar escolar y la motivación por estudiar, al mismo tiempo que disminuye la angustia y la depresión», dice Salmivalli.
En España incluso se ha lanzado una campaña de recogida de firmas para que implanten en los colegios la misma formación que se ha hecho en Finlandia para reducir el acoso escolar.
Según afirma la Embajada de Finlandia en Madrid: “Un impresionante 98 % de las 1000 escuelas que participaron en el programa en 2009 pensaron que su situación había mejorado durante el primer año de la iniciativa. Estadísticas de más de 100 escuelas participantes indican que tanto la victimización como el acoso escolar habían disminuido considerablemente en el primer año de implementación. El programa KiVa ha recibido varios premios incluyendo el Premio Europeo de Prevención del Crimen en 2009, el Premio de Política Social por el Mejor Artículo en 2012 y cuatro Premios Nacionales en Finlandia en 2008, 2010, 2011 y 2012.”
A diferencia de otros modelos que se centran exclusivamente en la víctima y el acosador, “KiVa intenta cambiar las normas que rigen el grupo” —indica la profesora—. Dentro del grupo están los otros, esas personas que no acosan, que observan, que son testigos y que se ríen.
A través de esa comunicación no verbal transmiten el mensaje de que lo que pasa es divertido o está bien, aunque tengan una opinión diferente. No hay que cambiar la actitud de la víctima, para que sea más extrovertida o menos tímida, sino influir en los testigos. Si se consigue que no participen en el acoso, eso hace cambiar la actitud del acosador. El objetivo es concienciar de lo importante de las acciones del grupo y empatizar, defender y apoyar a la víctima».
Los estudiantes reciben una veintena de clases a los 7, 10 y 13 años para reconocer las distintas formas de acoso y mejorar la convivencia, según informa El Confidencial. Hay diez lecciones y trabajos que se realizan durante todo el curso académico sobre el respeto a los demás, la empatía… Cuentan con material de apoyo: manuales para el profesor, videojuegos, un entono virtual, reuniones y charlas con los padres… «Detectamos que muchos niños víctimas no contaban su caso. Así que añadimos un buzón virtual. De esta forma, pueden denunciar si son víctimas o testigos y nadie lo sabe», cuenta Christina Salmivalli. Para hacerse una idea, KiVa establece que los vigilantes del recreo usen chalecos reflectantes para aumentar su visibilidad y para recordar a los alumnos que su tarea es ser responsables de la seguridad de todos.
“KiVa se puso en marcha en esta escuela en 2008”, dice Jouni Horkko, director de la escuela primaria Karamzin. “Por entonces, nuestros casos de acoso superaban la media de las escuelas finlandesas, pero tras el primer año de implementación redujimos la cifra en un 60%. Hoy tenemos 500 alumnos y en torno a 14 casos al año”, explica a El Diario El País.
En cada colegio hay un equipo KiVa, formado por tres adultos que se ponen a trabajar en cuanto tienen conocimiento de un caso de acoso escolar o ciberbullying en el centro. «Primero actúan como filtro, para reconocer si es un acoso sistemático o algo puntual. Después se reúnen con la víctima para dale apoyo, ayudarla y tranquilizarla. También hablan con los acosadores para que sean conscientes de sus acciones y las cambien», indica.
Los docentes de KiVa se entrevistan con el o los acosadores, la víctima y a cuantos alumnos crean conveniente citar; sopesan en qué momento es mejor comunicar la situación a los padres y hacen un seguimiento del caso. “Generalmente, tras la entrevista donde el acosador es apercibido, deja de hacerlo. Hay casos difíciles, que pueden llevarnos a cambiar a la víctima de grupo, pero son francamente excepcionales”, comenta una de las responsables del equipo KiVa. Los miembros del grupo contra el acoso (en el caso del colegio Karamzin son cuatro) se compone de maestros que el propio director suele elegir teniendo en cuenta sus cualificaciones universitarias en temas relacionados con la violencia escolar o estudios de comportamiento de grupos, entre otras disciplinas.
2/11/2020
1 Comment
Rubén Torres
11 meses agoDe bullying poco me puede enseñar nadie, pues lo padecí durante varios años, con mis hermanos, en el colegio, fuera del colegio y en la mili (por segunda vez estuve muy cerca de perder la vida). Cuando tenía 11 años no sabía nadar porque nadie se molestó en enseñarme, pero gracias a un señor que me tiró del flotador (estaba sentado) cuando estaba bastante alejado de la orilla, una ola se llevó el flotador y ahí me quedé, dándole sorbitos al Mediterráneo, el tio que me tiró se alejó nadando y ahí me quedé yo, solito ante tanta agua y sin saber nadar. Por lo visto ese día no era mi hora de palmarla, y dando bandazos y pataleando conseguí llegar hasta el flotador que estaba a unos tres metros de mí. Llorando del susto y tosiendo por tragar tanta agua llegué hasta la orilla sin contar a mis padres lo que me pasó, porque hubiese recibido una paliza y ya tuve bastante por ese día.
No voy a explicar cómo logré que me dejasen en paz porque para muchas personas lo encontrarían nada ético. Pero eso es porque no lo sufrieron.
Lo que sí se, es que el método KiVa no es 100% efectivo. Tampoco creo que nadie de los que sufren o han sufrido bullyng han pasado por lo que yo. En el colegio, cuando estaba en 4º de EGB (tenía 9 años) estuvieron a punto de ahorcar a un compañero de clase. Ninguno podíamos hacer nada porque era el matón de clase y todos le teníamos miedo, nos quedamos paralizados sin movernos y nadie se atrevió a ayudarle ni de llamar al profe. Resulta que teníamos un gran árbol, un sauce llorón en el patio de recreo, y a Germán (el matón) no se le ocurrió otra cosa que coger una soga y atársela al cuello de Fernando, que estaba llorando por el miedo, pasó el otro extremo por una de las ramas altas y tirar de ella, pero gracias a que apareció por casualidad uno de los maestros no pudo terminar la faena con mi compañero. Han pasado 48 años y no se me ha olvidado su nombre; Fernando Marín Palacios (si por casualidad estás leyendo esto, te mando un abrazo muy fuerte). Por supuesto no fue expulsado del colegio y siguió atormentándonos durante todo el curso. En ese colegio de animales salvajes estudié yo ¿A quién de ustedes les ha pasado algo similar? Porque no les he explicado que dos de los profes eran también unos salvajes. Son varios los palos de escoba que se rompieron contra nuestros cuerpos sino aprobábamos los examines. A menudo regresaba a mi casa con algún que otro chichón en la cabeza fruto de esos palos. Y los guantazos estaban a la orden del día, pero nunca vi pegar a un compañera, aunque hiciesen trastadas peores que las nuestras. Por aquel entonces odiaba a las niñas porque recibían un trato especial. Menos mal que a los pocos años de dejar el cole se me pasó.