Cómo los ríos urbanos convirtieron un agua sagrada en cloaca

Canalizado y con descargas residuales e industriales. Así fluye el río Fucha por Bogotá. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Los 16 metros cúbicos de agua residual por segundo que le ingresan al río Bogotá por parte de estos dos ríos urbanos, no reciben ninguna clase de tratamiento. Esto espera ser subsanado con la construcción de la PTAR Canoas, la cual podría empezar a funcionar hacia 2028.

El año pasado, el río Fucha desembocó en el Bogotá 38.847 toneladas de sólidos suspendidos totales, cifra que en 2018 fue de 37.957 toneladas.

Desechos de las viviendas y la industria agobian al canalizado río Fucha.

El Índice de Calidad del Agua en los cuatro tramos del Fucha fue el siguiente: excelente en el primero (El Delirio), marginal en el segundo (carrera 7 – río Fucha), buena en el tercero (Fucha – Avenida las Américas) y pobre en el cuarto (Visión Colombia – zona Franca – Alameda).

“Las principales fuentes de contaminación de esta corriente son aguas residuales domésticas e industriales, descargadas que fluyen por las estructuras del sistema de alcantarillado público que aportan materia orgánica, sólidos suspendidos y coliformes”, anotó la SDA.

El Fucha le da el segundo golpe certero al río Bogotá. Sus aguas serán tratadas en la PTAR Canoas. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Tunjuelo, estocada final

Con cerca de 73 kilómetros, el río Tunjuelo es el cuerpo de agua más extenso que atraviesa a la capital del país. Su cuenca mide 45.665 hectáreas, terreno donde habita el 30 por ciento de la población bogotana. Hace parte de cinco localidades: Sumapaz, Usme, Ciudad Bolívar, Bosa y Sumapaz.

Nace envuelto entre los frailejones de la laguna de los Tunjos en el páramo de Sumapaz, el más grande del mundo. Las aguas de los ríos Chisacá, Mugroso y Curubital le dan vida, líquido que converge en el embalse La Regadera. Allí recibe el nombre de río Tunjuelo, para luego coger dirección por el valle longitudinal de Usme, donde empieza a deteriorarse por las aguas residuales.

El río Tunjuelo nace en el páramo más grande del mundo: Sumapaz. Foto: Jhon Barros.

Atraviesa sitios neurálgicos como el frente de explotación minera en Ciudad Bolívar, el Relleno Sanitario Doña Juana, el sector de curtiembres de San Benito y los frigoríficos de la Autopista Sur. Su sistema pluvial lo conforman varias quebradas como Chigüaza, Limas, Yomasa, El Triángulo, El Zuque y Santa Librada, y canales como San Carlos y San Vicente I y II.

Es el río urbano más afectado. Recibe aguas residuales domésticas e industriales descargadas al sistema de alcantarillado público, una mezcolanza de materia orgánica, basuras, fósforo, nitrógeno y coliformes fecales.

El río Tunjuelo es el más contaminado de la capital del país. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Tunjuelo le inyectó 66.101 toneladas de sólidos suspendidos el año pasado al Bogotá, la cifra más alta de los tres afluentes urbanos. Entre 2018 y 2019 duplicó esta cifra, ya que hace dos años reportó 33.042 toneladas de residuos.

El tramo uno del Tunjuelo, La Regadera, tiene una buena calidad de agua. El segundo tramo, Yomasa, se deteriora a marginal, y el tercero (Doña Juana – barrio Mexico – San Benito y Makro Autopista Sur) y cuarto (Transversal 86 – Puente la Independencia), a pobre.

Las basuras son una constante en los últimos tramos del río Tunjuelo. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Descargas bajas

Al salir de Bogotá y Soacha, el río más importante de la sabana luce sin vida, oscuro, denso, burbujeante y con espumas. Aunque la caída del Salto del Tequendama le inyecta algo de vida, por los 15 municipios de la cuenca baja fluye herido y nauseabundo.

Según la CAR, 46 por ciento de su trayecto final cuenta con una calidad del agua mala, 9 por ciento regular y 9 por ciento aceptable. Sus dos principales inyecciones tóxicas las recibe por parte de los ríos Calandaima y Apulo, los dos afluentes más importantes de la cuenca baja.

Así le entregan la capital y Soacha el río Bogotá a los habitantes de la cuenca baja. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

“De los 11 puntos de monitoreo sobre el río y afluentes en la cuenca baja, cinco están en categoría mala, uno regular y uno aceptable. Los más críticos están aguas abajo del Calandaima, la estación Puente Portillo, finca El Silencio y la desembocadura. Esto se debe a la entrada de los ríos Calandaima y Apulo”, precisó la entidad.

El río Apulo mide 55,7 kilómetros y atraviesa 14 municipios. Nace en el cerro Manjui en Facatativá y termina su recorrido en la margen derecha del río Bogotá, en Apulo. Lo alimentan afluentes como Curí, Bahamón, Cachipay y Doña Juana.

El río Apulo es el principal afluente del río Bogotá en la cuenca baja. También padece por los vertimientos de los habitantes. Foto: Jhon Barros.

En su trayecto recibe descargas residuales de municipios como Zipacón, Anolaima, La Mesa y Apulo. Uno de los puntos más neurálgicos es la quebrada La Carbonera, que atraviesa La Mesa, cuerpo de agua cargado de vertimientos y basuras.

Algunos de los habitantes utilizan las aguas del Apulo para riego y alimento de animales. A pesar de su estado, en esta subcuenca hay reportadas 441 especies de aves, 166 mamíferos, 48 anfibios y 82 reptiles, y 50 por ciento del área cuenca con bosques subandimos.

Entre 2018 y 2019, la CAR puso en marcha un proyecto de adecuación hidráulica para ampliar el cauce y retirar sedimentos del Apulo: 22 kilómetros entre Apulo, Anapoima y La Mesa, donde fueron sacados más de dos millones de metros cúbicos de residuos enterrados en su lecho.

Así luce el encuentro de los ríos Apulo y Bogotá en la cuenca baja. Foto: Jhon Barros.

Por su parte, el río Calandaima recorre 24,5 kilómetros de ocho municipios de Cundinamarca. Nace en la cuchilla de Peñas Blancas en El Colegio y desemboca en el río Bogotá en Apulo. 

Es un afluente importante para el desarrollo agrícola de la región. Sus aguas son destinadas para el riego de cultivos como café, plátano, naranja, cebolla, maíz y yuca, además de surtir a los acueductos veredales.

El río Calandaima es utilizado para el riego antes de ingresar al casco urbano de Viotá. Foto: Jhon Barros.

Antes de ingresar al casco urbano de Viotá, el Calandaima es un río útil y biodiverso. Sus habitantes aprovechan sus aguas para los cultivos, nadar y pescar. En la zona habitan 436 especies de aves, 171 mamíferos, 80 reptiles y 32 peces.

En Viotá, las quebradas Cachimula, La Lotu y San Juan terminan su paisaje biodiverso, ya que son alimentadas por vertimientos, residuos sólidos y lixiviados de la población.

El río Calandaima es utilizado para el riego antes de ingresar al casco urbano de Viotá. Foto: Jhon Barros.

Antes de ingresar al casco urbano de Viotá, el Calandaima es un río útil y biodiverso. Sus habitantes aprovechan sus aguas para los cultivos, nadar y pescar. En la zona habitan 436 especies de aves, 171 mamíferos, 80 reptiles y 32 peces.

En Viotá, las quebradas Cachimula, La Lotu y San Juan terminan su paisaje biodiverso, ya que son alimentadas por vertimientos, residuos sólidos y lixiviados de la población.

Las aguas puras del Calandaima llegan a su fin el Viotá. Foto: Jhon Barros.

https://sostenibilidad.semana.com/actualidad/articulo/como-los-rios-urbanos-convirtieron-un-agua-sagrada-en-cloaca/50900

17/11/2020