Virus, enemigo silencioso.

Tal y como queda expuesto, ¿existe un plan genocidio mundial? la inteligencia norteamericana diseño y propuso ya hace años -antes de producirse el Síndrome Tóxico en España y de conocerse la existencia del virus del sida- un plan de reducción de grandes proporciones de población del planeta, para garantizar la supervivencia del resto de sus habitantes. De acuerdo con sus recomendaciones, para el año 2000 hay que asegurar que la humanidad superviviente pueda vivir holgadamente en la superficie y con los recursos disponibles.

Dado que las guerras ya no son fomentables en un clima de distención y de pretendida confraternización mundial, hay que buscar otras armas, más disimuladas -y que se conocen como «armas de baja intensidad»- para reducir el excedente de población. Un prototipo de una de estar armas es lo que pudo haberse estado ensayando en España en la primavera de 1981. No en vano un informe de los Servicios de Inteligencia españoles contempla la posibilidad de que el Sida, la otra gran «peste» contemporánea a la colza, pudiera ser una de esas armas de baja intensidad. No en balde tampoco, otra fuente de los Servicios de Inteligencia admitiría que «si se descubriera lo que realmente ocurrió aquí con el Síndrome Tóxico, pringaría gente muy importante; y pringaríamos todos nosotros». De forma que no voy a cejar en mi empeño de denunciar lo que realmente sucedió. Y luchare porque nadie lo olvide jamás. No hay espacio en este artículo para profundizar en el tema, que el lector interesado pueda ampliar en mi libro Pacto de Silencio (Compañía General de las Letras, Barcelona, 1988).

Baste con dejar apuntada aquí la valoración de todos los laboratorios extranjeros, condensada en la afirmación de la doctora Renate Kimbrough, de los Centros de Control de Enfermedades (CDC) de Atlanta (USA) hizo ante las cámaras de la televisión norteamericana el 10 de Febrero de 1985: «No hallamos ningún indicio que señalara que el aceite de colza fuera el causante del Síndrome Tóxico. Además, muchos otros laboratorios en Europa han intentado hallar alguna sustancia toxica en estos aceites y tampoco tuvieron éxito alguno». A esta opinión cabría añadir la del Teniente Coronel médico, el doctor Luis Sánchez-Monge Montero, formulada en Madrid el 25 de Mayo de 1987: «La causa del síndrome tóxico es un organofosforado. No puede ser nada más que un organofosforado o un veneno nuevo. Ningún otro toxico produce la sintomatología del Síndrome Tóxico».

Los Norteamericanos continuaran con sus investigaciones recogiendo (finalizada la Segunda Guerra Mundial) las enseñanzas de los experimentos nipones con armas bacteriológicas. En julio de 1953 realizaron pruebas secretas sobre el valle del rio Moncazy, en Myriland. Un avión de la Marina rego la zona con el propósito químico NJZ2266, un sulfuro de zinc, cadmio combinado con esporas licopodias, producto deshidratante derivado del culto de musgos. En Septiembre del mismo año se efectuaron ensayos semejantes, bajo el nombre código de «Sacacorchos» o «Barreno», en el pueblo de Leesburg, en Virginia, a tan solo cuarenta y ocho kilómetros al norte de Washington.

Simultáneamente, otras veintiuna pruebas «Sacacorchos» o «Barreno» fueron realizadas en Rosemont, Minnesota. También se realizaron ensayos de guerra bacteriológica y química en las redes de trenes subterráneos de Nueva York, Saint Luis (Missouri), Minneapolis (Minnesota) y Winnipeg (Canadá). Corea y Vietnam conocieron también la aplicación del bioarma. La guerra biológica -difusión permanente de agentes causantes de enfermedades- es apetecida porque es difícil comprobar en ella la participación del hombre. En la base de Camp Detrick, en Maryland, se efectúan estudios intensivos con bacterias resistentes a los antibióticos. Entre los insectos usados allí como transmisores del virus y bacterias figura un mosquito (aedes aegypti) transmisor de la fiebre amarilla y de la fiebre del dengue. Doscientos cubanos murieron en 1981 de esta última enfermedad nunca antes registrada en Cuba. Los transmisores de la misma son bacilos invisibles, incoloros y carentes de olor, al igual que los de otras tres plagas que afectaron en 1981 a la caña de azúcar, en 1979 al tabaco y en 1971 y 1980 al ganado cubano.

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26/06/2023