Estimado Lector,

Cuando era pequeño, mi madre solía llevarnos algunas tardes de verano de paseo por el campo.

El objetivo no era otro que recoger unos pequeños tesoros de color azabache al borde de los caminos: ¡las moras!

Con aquellos pequeños frutos elaborábamos cada año una deliciosa mermelada (más abajo le doy la receta), aunque también nos gustaba tomarlos frescos acompañando al yogur natural que solía elaborar mi abuela.

La recogida de las moras tiene un no sé qué que todavía hoy me devuelve a los recuerdos más tiernos de mi infancia: la luz del sol incidiendo sobre las zarzamoras, bañándolo todo de un dorado espectacular; la delicadeza con la que había que recoger cada preciado fruto, para no aplastarlo con los dedos y, al mismo tiempo, evitar pincharse con las espinas de la planta…

Las moras maduraban en un momento muy concreto, hacia finales de agosto, y podían cosecharse apenas durante un par de semanas. Y es que hay que recogerlas en un punto muy concreto de maduración, a fin de que no estén ni muy agrias ni demasiado pasadas.

Por eso, aquello se convertía en una especie de “búsqueda del tesoro” que cada verano repetíamos locos de entusiasmo.

Una auténtica “bomba” de antioxidantes

La mora (Rubus fruticosus, Morus nigra) es una planta de excepcionales propiedades para la salud (aunque por supuesto de estas, cuando era pequeño, no tenía ni idea).

Aporta numerosas vitaminas, antocianinas y resveratrol, sustancias de acción antioxidante y antiinflamatoria que la convierten en una aliada sin igual de las articulaciones, la vista, el antienvejecimiento y la salud cardiovascular.

También garantiza un aporte nada desdeñable de hierro, además de magnesio, manganeso y, en particular, potasio, sustancias estas tres últimas muy útiles para el control de la presión arterial.

Asimismo, debido a su aporte de fibra y de ciertas vitaminas como la B2, B3, B6 y la K, mejora notablemente los procesos digestivos. Y no solo desde el interior del organismo: resulta que esta fruta también favorece la descomposición de ciertas sustancias de difícil digestión, como por ejemplo las proteínas, las grasas y los glúcidos.

Por su parte, otras vitaminas -particularmente la C- sirven como apoyo al sistema inmunitario (algo de gran valor hacia finales del verano, cuando el organismo debe empezar a prepararse para los meses venideros).

Ya por último mencionar que, precisamente por el combinado de antioxidantes tan fantástico que posee, la mora se ha empezado a estudiar por su posible papel anticancerígeno. En este sentido, ya se habría establecido su potencial efecto positivo en la inhibición del crecimiento de varios tipos de células malignas.

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25/08/2021