Por Jhon Barros
Un día, mientras recorrían el humedal Tibanica, ubicado entre la localidad de Bosa y el municipio de Soacha, un peculiar sonido hizo brincar de emoción a los expedicionarios. “La tercera expedición fue la vencida. En esa época, Tibanica estaba casi seco, tanto así que le ví el suelo al humedal. Por eso pudimos entrar al vaso y meternos entre los juncales. Ahí fue donde el cucarachero de pantano respondió al llamado. Era una pareja que logramos fotografiarla, aunque la imagen salió desenfocada”, asegura Escobar.
En los últimos años, Tibanica ha registrado cinco incendios forestales, una hecatombe ambiental que según Escobar pudo poner fin al único cucarachero de pantano que habitaba en la zona urbana de Bogotá.
Un incendio forestal en marzo de este año, acabó con más de nueve hectáreas del humedal Tibanica, hogar del cucarachero de pantano. Foto: Fundación Humedales Bogotá.
“El último incendio en Tibanica, presentado este año, fue el más grande en la historia de todos los humedales, lo que pudo matar a la pareja de cucaracheros. Este humedal antes era uno de los más biodiversos, pero actualmente se encuentra en estado crítico. Hacia 2012 contaba con todas las especies endémicas de aves”.
Desde 2014, ningún humedal de Bogotá ha registrado presencia del cucarachero de pantano. La fundación lo ha visto en la Florida y algunos sitios de Cundinamarca, pero en el interior de la ciudad puede que ya no exista.
La margarita de La Conejera
Una planta de no más de un metro de altura, con una flor de tonos blancos y lilas, era la mayor representante vegetal de la zona de humedales capitalinos. La ciencia logró demostrar que la margarita de pantano (Senecio carbonelli) es endémica de la sabana de Bogotá, pero su extensión hoy en día es diminuta.
Esta especie acuática y nativa fue declarada como extinguida por el Instituto Humboldt en 1997, pero un año después, un grupo de biólogos de la Fundación Humedal La Conejera, la vio en este ecosistema de la localidad de Suba, justo por donde podría pasar la avenida ALO.
En 2015, el Jardín Botánico encontró una pequeña población de la margarita de pantano en La Conejera. Foto: Manuela Calderón.
Pasaron los años y nadie volvió a registrarla. Muchas personas creían que la margarita de pantano era un mito urbano, debido a lo poco que está documentada y a la carencia de material de consulta. Escobar se dio a la tarea de hacer una profunda investigación histórica, en la que encontró un registro de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, realizada entre 1783 y 1816, que documentaba a la margarita.
“Encontré que había una lámina ilustrada con la Senecio carbonelli de la colección iconográfica de la Expedición Botánica, exhibida en el Jardín Botánico de Madrid, España. La margarita luego fue descrita por el botánico Santiago Díaz Piedrahita en 1986”.
En ese trabajo investigativo, realizado en 2016, Escobar se enteró que el equipo de investigación en restauración ecológica del Jardín Botánico de Bogotá, había encontrado una reducida población de la margarita en La Conejera, un insumo que le permitió a la entidad poner en marcha un programa para la conservación de la especie.
Jorge Escobar lleva más de 10 años estudiando y defendiendo a los humedales bogotanos. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
“Desde 2015, el Jardín Botánico trabajaba en un piloto de investigación en restauración ecológica y nodo de biodiversidad Las Mercedes, que contaba con el primer banco de semillas especializado en especies nativas como la margarita de pantano”, cerciora Escobar.
En ese entonces, el director de la fundación habló con Manuela Calderón, bióloga e investigadora del Jardín Botánico que le suministró las fotografías del hallazgo y le contó que el ideal del banco de semillas era realizar ensayos de reintroducción con la margarita de pantano en su hábitat natural.
Sin embargo, cuando inició la administración de Enrique Peñalosa, un recorte presupuestal en el Jardín Botánico enterró esta iniciativa. “No sé si ahora con Claudia López como alcaldesa el proyecto reviva”, apunta el director de la fundación.
Cuando termine la cuarentena, Escobar tiene proyectado ir a conocer de frente a la margarita de pantano de La Conejera. Foto: Manuela Calderón.
Escobar no ha visto a la margarita de pantano de La Conejera con sus propios ojos, pero tiene las coordenadas del sitio exacto donde fue documentada. “Menos mal está en un lugar bien apartado de la civilización y al cual no se puede llegar fácil. La conozco por las fotos que me suministró la experta del Jardín Botánico. Cuando termine la cuarentena iremos a documentar la zona”.
Muzaraña asustadiza
Los reportes que hasta ahora se conocen sobre la fauna de los humedales indican que ocho especies de mamíferos hacen presencia en estos ecosistemas, como curí, comadreja, zarigüeya, ardilla y musaraña.
Esta última, más conocida como musaraña de Thomas (Cryptotis thomasi), es una especie endémica de Colombia que habita en sitios con bosques subtropicales, templados, altoandinos y páramos de Bogotá, Boyacá, Cundinamarca y Meta.
Es un mamífero pequeño que mide entre cuatro y seis centímetros, con pelaje gris y una textura suave similar a un terciopelo. Tiene ojos y orejas pequeños, un hocico desarrollado, largo, delgado y móvil que utiliza para buscar insectos. Parece un roedor, pero no lo es. Cuenta con cinco dedos con garras, y los roedores poseen solo cuatro.
Musaraña encontrada en La Conejera en 2015. Foto: Fundación Humedales Bogotá.
Aunque es muy raro encontrar a una musaraña en los humedales, ya que son asustadizas y miedosas, Escobar la vió en La Conejera. “Fue en 2015, en un recorrido con estudiantes de ocho años del colegio Unidad Educativa Bahi´a Solano. Ese mismo día registramos una zarigüeya desfilando cerca de los niños”.
El mamífero estaba recostado cerca a uno de los miradores del humedal. Uno de los niños lo encontró. Escobar pensó que era un ratón de campo, pero la trompa alargada indica otra cosa. Lo raro era que no se movía. “La musaraña estaba muerta, pero fue la primera vez que ví con mis propios ojos a este bello animal. Su cuerpo no tenía heridas ni laceraciones, es decir que pudo morir de causas naturales”.
La causa de la muerte de la musaraña no se supo. Sin embargo, Escobar tiene la teoría que pudo ser de un simple susto. “Un experto me dijo que esta especie es demasiado asustadiza, tanto así que cualquier cosa que la perturbe le puede causar un paro cardiaco”.
Musaraña de Thomas encontrada muerta en una zona rural de La Calera. Foto: Fundación Humedales Bogotá.
En 2019, en unos predios de La Calera donde la fundación realiza jornadas de siembra y restauración ecológica, fue encontrada otra musaraña de Thomas, también fallecida. Estaba en uno de los huecos donde iban a plantar.
Este mamífero es nocturno y tiene la peculiaridad de orientarse por medio del eco, ya que posee un sistema de ecolocalización similar al que utilizan las ballenas y murciélagos.
La mancha amarilla
Un ave pequeña con la cabeza amarilla y el resto del cuerpo negro, siempre posa entre los juncales de los humales de la capital. Se trata de la monjita bogotana, una subespecie de Chrysomus icterocephalus que es endémica del altiplano cundiboyacense.
Los machos se diferencian de las hembras por su tamaño y coloración. El primero es más grande, de hasta 18 centímetros, y la segunda tiene un plumaje marrón y la garganta pintada de amarillo pálido. Esta ave ha sido registrada en todos los humedales bogotanos, al igual que en las zonas de amortiguación del río Bogotá.
La monjita es una de las aves con mayor presencia en los humedales de Bogotá. Foto: Fundación Humedales Bogotá.
“El macho es más fácil de avistar, ya que sale con mayor frecuencia a lugares abiertos donde se le puede ver cantar con entusiasmo. El plumaje de la hembra le permite camuflarse entre la vegetación, una condición fundamental para cuidar del nido y sus polluelos”, dice Escobar.
La monjita tiene un enemigo voraz: el chamón. Esta ave aprovecha cuando la hembra abandona el nido para matar sus huevos y poner los de ella, fenómeno conocido como parasitismo nidal. Además de la monjita, el chamón afecta a otras especies como el cucarachero de pantano y el copetón.
“La monjita pasa casi todo su tiempo en grupos dispersos por el humedal, incluso anida en grupos. En algunas ocasiones se les puede ver en numerosas bandadas. Es una especie emblemática de los humedales que hace parte de las actividades de educación ambiental en sitios como Córdoba y Santa María del Lago”, puntualiza Escobar.
La monjita vive en varias bandadas. Hace presencia en la mayoría de humedales de la capital. Foto: Fundación Humedales Bogotá.