Historia de José Miguel Barjola

 

Los agricultores extremeños han vivido veranos calurosos, pero es probable que muy pocos como este. Las frutas y hortalizas estivales se han cocido – literalmente – en uno de los veranos más calurosos desde que existen registros en la región. Algunas comarcas han sufrido temperaturas máximas medias de más de 39 grados, lo que supone rebasar en cuatro puntos la media de los 30 últimos años.

Estado de algunos olivares en Jaén debido a la sequía, en una imagen del 14 de septiembre. © José Manuel Pedrosa (EFE)

 

Tras el fin del verano, los primeros partes a los seguros agrarios dan un buen bosquejo del desastre. En torno a 10.000 hectáreas de tomates (la mitad de la superficie asegurada de la zona) han sufrido daños por el calor extremo en Extremadura, según Agroseguro, el concierto que aglutina las 18 aseguradoras agrarias del país. La llamada al seguro es, para muchos productores con campos asolanados, el último recurso para evitar los números rojos. En el caso de los tomateros extremeños, Agroseguro ya ha anunciado una inyección de nueve millones euros por la merma de las cosechas.

En situaciones así, los seguros agrarios funcionan como una suerte de salvavidas legal. A diferencia de una moto o un coche, la ley no obliga a asegurar un campo; sin embargo, la tendencia apunta a que cada vez son más los propietarios que deciden no correr el riesgo y aseguran la cosecha año tras año. La sucesión de veranos tórridos, con mercurios que sobrepasan los 40 grados día tras día, ha abierto un debate en el sector. A diferencia de las pérdidas por heladas, granizos o vientos huracanados, incluso por incendios, las aseguradoras son reacias a responder por los daños que el sol estival provoca en cultivos como la pera, el melocotón, la nectarina, el higo, el maíz, la almendra o la uva.

El calor en verano es, al fin y al cabo, algo previsible. Pero lo ocurrido en los últimos años, denuncian los agricultores, traspasa los límites. Y no todas las pólizas recogen este riesgo. Los agricultores, frente al nuevo escenario climático, reclaman un mayor blindaje contra las altas temperaturas para proteger sus cosechas. “Hay producciones agrarias que sin el seguro no podrían sobrevivir, y estamos agradecidos. Pero el sistema no está preparado para cubrir de forma adecuada el daño de las altas temperaturas en todos los cultivos”, remarca Jesús González, ingeniero agrónomo y técnico de Cooperativas Agro-Alimentarias de Extremadura. “Hablamos”, denuncia, “de siniestros nuevos, situaciones sin precedentes que pueden causar pérdidas más importantes que un pedrisco, una inundación o una helada”.

La altísima siniestralidad registrada este año viene alimentada por un cóctel molotov de tres ingredientes: granizos, sequía y calor. Sergio de Andrés, director del departamento de Producción y Comunicación de Agroseguro, cree que es posible que “2022 se cierre como el año de mayor siniestralidad e indemnizaciones de la historia del seguro agrario”.

Mayor siniestralidad

Un vistazo a los datos sirve para confirmar la tesis de la mayor siniestralidad. Mientras que entre 2006 y 2010 los seguros repartieron 2.376 millones de euros en compensaciones, entre 2017 y 2021 las indemnizaciones por daños en los cultivos ascendieron hasta los 3.309 millones. Si bien cada vez más propietarios optan por asegurar sus cosechas, el aumento de los contratos (un 9% entre 2006 y 2021) no acompasa la escalada en la cuantía de las indemnizaciones (un 39% por ciento más en el mismo periodo).

Estas previsiones han puesto en alerta al sector de la abogacía. Esther Álvarez, abogada socia de Gabeiras & Asociados, pronostica que habrá más partes al seguro por razón de “los cambios extremos que estamos sufriendo”. Por su parte, Miguel Relaño, socio del despacho especializado en seguros Clyde & Co, confirma que en su bufete notan ya “un aumento de las consultas derivadas de la sequía”.

¿Crecerán los roces entre los agricultores y aseguradoras? ¿Habrá un repunte de pleitos? Relaño lo ve difícil. El del seguro agrario es, explica, un nicho de baja conflictividad. No parece probable que las altas temperaturas, la sequía o el granizo vayan a agitar el avispero. La baja tasa de litigios tiene su razón de ser en la ley. La del seguro agrario, una de las primeras leyes de la democracia, prevé un mecanismo amistoso de resolución de conflictos cuando propietario y aseguradora no están de acuerdo en la cuantificación de los daños. Si no se llega a un acuerdo, las partes están obligadas a llamar a un perito independiente como requisito previo a la vía judicial (tercería, según el argot). Es raro, por tanto, que la sangre llegue al río. Aunque hay casos y casos. “Lo normal es que no haya disconformidad con la peritación de los daños ya que, en general, los criterios de tasación vienen claramente establecidos en la ley”, apunta Relaño. Los pocos escenarios conflictivos, agrega, pueden tener su causa en la notificación tardía del siniestro (que imposibilita valorar los daños), los perjuicios que tienen muchas causas, la toma errónea de muestras por el propietario para la peritación o la falta de medidas preventivas.

Los incendios son, por lo general, un riesgo que también cubren las pólizas agrarias. Aunque son más frecuentes en zonas de bosque virgen y terrenos montañosos, según los registros de Agroseguro, este año las indemnizaciones por daños de incendio en cultivos han ascendido a 4,7 millones de euros. Son datos que preocupan. “La comparativa da buena muestra de la gravedad del asunto, porque la media de los últimos cinco años se situó en 1,4 millones, lo que supone un incremento del 235% en las indemnizaciones”, remarca Sergio de Andrés.

Contratos de ejecución automática

No todos los seguros del campo funcionan igual. En Perú, por ejemplo, los eventos climáticos cíclicos de El Niño y La Niña han puesto de moda los seguros paramétricos. Se trata de contratos de ejecución automática que funcionan a través de índices. Es decir, lo que se indemniza no es el daño, sino el hecho de cumplir una condición medible, que otorga un derecho a compensación automática. Luis Alonso Fernández, socio de la práctica de seguros de Bird & Bird, lo explica así: “Si llueve menos de una cantidad de litros por metro cuadrado, el seguro abona una indemnización”, presumiendo que existe un daño. En España, agrega, es una fórmula común para proteger los olivares frente a las altas temperaturas durante la floración, cuando más vulnerable es la planta.

https://www.msn.com/es-es/noticias/espana/qu%C3%A9-puedo-hacer-si-el-calor-achicharra-mi-cosecha/ar-AA12cIMm?ocid=winp1taskbar&cvid=901bf33ec95044778867b0249dff1ff5

25/09/2022