Un millar de profesionales denuncian que la Covid.19 es <<la mayor estafa sanitaria del siglo XXI>>.

Un millar de profesionales de la salud de todo el mundo -la mayor parte médicos- ha firmado un manifiesto pidiendo que se detenga de inmediato “el clima de terror, la sinrazón, la manipulación y las mentiras» de lo que consideran <<la mayor estafa sanitaria del siglo XXI>>. En él niegan por ejemplo que el SARS-CoV-2 sea especialmente contagioso, que sea más mortal que el de la gripe y que haya provocado una saturación hospitalaria generalizada; es más, lo consideran un virus de peligro moderado. Asimismo rechazan el uso de las mascarillas, el confinamiento de la población, la validez de los test, las cifras oficiales de contagiados y muertos y la necesidad inmediata de vacunas. Y no están dispuestos a callarse.

Durante meses se ha presentado a quienes discrepan de las medidas oficiales propuestas para afrontar la Covid-19 como negacionistas, anticientíficos, provocadores e incluso «un peligro para la salud pública». Además, es tal el control y la censura que ejercen las empresas tecnológicas sobre las redes sociales que cada vez resulta más difícil encontrar voces críticas en los buscadores. ¿Y qué decir de los grandes medios de comunicación de todo el mundo? ¡Nunca se había visto tanta uniformidad en sus mensajes! Afortunadamente hay cada vez más profesionales del ámbito de la medicina, la salud y el periodismo -así como de otras disciplinas- que ponen en tela de juicio las «verdades oficiales» y buena muestra de ello es el Mensaje de alerta internacional de profesionales de la salud a los gobiernos y ciudadanos del mundo que ha firmado ya más de un millar de profesionales -mayoritariamente médicos- pertenecientes al colectivo United Health Professionals, entre los que hay 44 españoles.

El escrito -apoyado con datos, citas y referencias bibliográficas- considera las medidas tomadas durante la pandemia -confinamiento, distanciamiento social, uso masivo de mascarillas, bloqueo de la economía y la educación, etc.- “demenciales y desproporcionadas» al carecer de evidencias científicas que las justifiquen. Solo considera razonables medidas como lavarse las manos, estornudar o toser en la parte interna del brazo, guardar cierta distancia o utilizar pañuelos desechables. Los firmantes piden que cese pues «el clima de terror, la sinrazón, la manipulación y las mentiras” y consideran la pandemia <<la mayor estafa sanitaria del siglo XXI>>.

El escrito se hizo público a finales de agosto pasado y comienza recordando que no es la primera vez que la humanidad se enfrenta a un nuevo virus ya que hemos sufrido el H2N2 en 1957, el H3N2 en 1968, el SARS-CoV en 2003, el H5N1 en 2004, el H1N1 en 2009, el MERS-CoV en 2012 y además afronta todos los años a los mutantes virus de la gripe. Sin embargo nunca se tomaron medidas similares a las adoptadas frente al SARS-CoV-2 a pesar de que se trataría de un virus ni demasiado peligroso ni especialmente contagioso ya que su nivel infeccioso en comparación con otros virus es moderado.

Ni siquiera es especialmente mortal si se compara con las peores temporadas de gripe estacional. Buen ejemplo de ello es que entre el 1 de noviembre de 2019 y el 31 de marzo de 2020 la gripe infectó en cinco meses a 420 millones de personas y llevó a la muerte a 270.000. De hecho la tasa mundial de letalidad del 3,4% anunciada por la OMS para el SARS-CoV-2 al comienzo de la supuesta pandemia está hoy muy lejos pero es que incluso si la aceptáramos el SARS-CoV-2 sería tres veces menos mortal que el virus de 2003 (10%) y 10 veces menos mortal que el de 2012 (35%). La Covid-19 ni tan siquiera es pues una enfermedad especialmente grave.

El trabajo cita el informe de la OMS de marzo de este año titulado Preguntas y respuestas. Influenza y COVID-19: similitudes y diferencias en el que se señala que la gripe se propaga más rápido que la Covid-19, que el 80% de las infecciones por SARS-CoV-2 son leves o asintomáticas, que solo el 15% son infecciones graves que precisan oxígeno y que apenas un 5% de los enfermos requieren ventilación. Y añade que el 90% de quienes fallecen son ancianos que padecen en general una o más enfermedades previas y son pues quienes deben ser especialmente protegidos junto a las personas que pertenecen a otros grupos de riesgo.

Por lo que a los denominados «asintomáticos» se refiere el manifiesto recuerda que tal es el caso del 77% de los infectados por gripe que pueden efectivamente transmitirla pero añaden que «a las personas sanas no se les dice cada año que usen mascarillas ni que no se socialicen a pesar de que la gripe infecta a mil millones de personas al año y mata a 650.000 personas«.

En cuanto a la saturación de los hospitales niegan que se trate de un problema generalizado ya que afecta sólo a un porcentaje pequeño de los mismos y recuerdan que en muchos países -incluida España- las unidades de cuidados intensivos se ven todos los años desbordadas por la gripe estacional soliendo los medios calificar esas situaciones como «tsunami asistencia!» «hospitales saturados», «zonas de guerra», «hospitales colapsados», «estado de emergencia»….

LA REALIDAD Y LO QUE NOS CUENTAN

El escrito critica igualmente las medidas adoptadas asegurando que las consecuencias serán catastróficas y habrá por ellas multitud de patologías psiquiátricas, suicidios (la crisis económica de 2007-2008 llevó a quitarse la vida a unas 13.000 personas sólo en Europa y Norteamérica), paralización de escuelas y universidades, desatención de personas afectadas por otras enfermedades (especialmente de las crónicas con el consiguiente aumento de mortalidad), incremento de la violencia doméstica, pérdidas económicas, un gran desempleo y, en suma, una importante crisis económica de graves consecuencias que puede llevar a la desestabilización a muchos países con ruptura de la paz social y en algunas zonas al posible riesgo de que estallen guerras. John Loannidis ya alertó de ello al principio de la pandemia en un editorial publicado en marzo pasado en el European Journal Of Clinical Investigaron advirtiendo de los graves daños que podían ocasionar las medidas extremas adoptadas sin fundamento, las informaciones exageradas

Los autores de la alerta internacional denuncian igualmente que no se haya hecho desde el principio distinción entre las personas que han muerto «por» el virus y «con» el virus. Es más, denuncian que en algunos países se presionase a los médicos para que atribuyeran a la Covid-19 las muertes de personas que en realidad fallecieron por otras causas.

Se critica duramente también la sobreestimación del número de muertes debido a la grosera y escandalosa manipulación de las cifras: «Más del 20% de los pacientes con Covid estaban coinfectados con otros virus respiratorios. En Italia, tras una reevaluación, solo el 12% de los certificados de defunción señalaron finalmente como causa directa a! coronavirus«.

En el Reino Unido los profesores Yoon Loke y Cari Heneghan denunciaron por su parte fallos en los registros del Public Health England (PHE) al contabilizar los fallecidos por la Covid-19. Lo explicaron en el artículo Why no-one can ever recover from Covid-19 (¿Por qué nadie puede recuperarse de la Covid-19 en Inglaterra? Una anomalía estadística) en el que puede leerse: «Según la definición del Public Health England nadie con Covid en Inglaterra puede recuperarse nunca de su enfermedad. Un paciente que da positivo en la prueba y es tratado con éxito y dado de alta en el hospital seguirá contando como ‘caso Covid’. Y si muere habiendo dado positivo lo habrá hecho por Covid aunque hubiera tenido un ataque cardíaco o hubiese sido fallecido atropellado por un autobús tres meses después«.

¿Va entendiendo el lector? Pues sepa además que el director de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos reconoció el 31 de julio que en su país los hospitales recibían más dinero cuanto más grave era en ellos la situación por la Covid-19 contribuyendo sin duda eso a inflar las cifras de casos y muertes.

El manifiesto agrega que las pruebas diagnósticas que se están utilizando para el SARS-CoV-2 no cuentan con evaluación alguna que garantice su especificidad -lo que plantea serios problemas- y que además de falsos negativos reporta preocupantes falsos positivos que sobrestiman el número de casos y muertos. Y de ahí que manifiesten: “Es hora de decir ALTO a las pruebas obligatorias de cribado dada su escasa fiabilidad, de que no pueden verificarse y de que nada en este coronavirus -benigno y con una baja tasa de letalidad- lo justifica. Como antes dijimos la gripe infecta a mil millones de personas cada año (30 veces más que el SARS-CoV-2) y sin embargo no se requiere prueba alguna previa para viajar”.

La verdad es que si las cadenas de televisión se hubiesen comportado igual con la gripe los informativos a la hora de la comida habrían abierto anunciando diariamente 3 millones de casos y 2.000 muertes por gripe. Y si hablaran de la tuberculosis tendrían que informar todos los días de unos 30.000 casos y 5.000 muertes.

MASCARILLAS INNECESARIAS

En cuanto al uso de mascarillas los firmantes coinciden con lo que hemos estado explicando en la revista estos meses: «Llevar mascarilla no estando enfermo e imponer el distanciamiento social no forma parte de la higiene ni de la preservación de la salud pública; en realidad es una locura. Llevar mascarilla mucho tiempo tiene varios efectos indeseables y además se convierten en nidos de gérmenes«. Entre muchos otros, provocan problemas dentales; de hecho el manifiesto cita a un dentista llamado Marc Sclafani según el cual «la gente tiende a respirar por la boca en lugar de por la nariz cuando usa mascarilla y eso provoca sequedad bucal lo que conlleva una disminución de la saliva cuando es ésta la que combate las bacterias y limpia los dientes (…) Los pacientes nos dicen: Vaya, me huele el aliento. Necesito una limpieza’. Pero cuando hay mal aliento o bien se tiene ya una enfermedad periodontal o bien hay exceso de bacterias en la lengua debido a la boca seca (…) Y las enfermedades periodontales pueden provocar eventualmente un accidente cerebrovascular y aumentan el riesgo de ataque cardíaco”.

El doctor Pascal Sacre, anestesiólogo, afirma por su parte: «Obligar a todo el mundo a usar mascarilla constantemente hasta que la epidemia desaparezca es una aberración científica y médicas. El profesor Didier Raoult añade: «La decisión de confinar así como la de usar mascarillas no se basa en datos científicos«. Las doctoras Lisa Brosseau y Margaret Sietsema, expertas en protección respiratoria, agregan: «No es recomendable exigir al público sin síntomas de Covid-19 que use con regularidad mascarillas de tela o quirúrgicas porque no hay ninguna evidencia científica de que sean eficaces para reducir el riesgo de transmisión del SARS-CoV-2”.

Terminamos este apartado con un dato que poca gente conoce: según el artículo Covid-19: desmasques et gants jetés dans la nature partout dans le monde (Covid: 19 máscaras y guantes lanzados a la naturaleza en todo el mundo) si solo un 1% de las mascarillas que actualmente se usan en Italia fueran arrojadas a la naturaleza unos 10 millones al mes terminarían en el océano. Eva Alessi, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) de Italia, lo explicaba así en un artículo: «Las máscaras y los guantes no siempre se desechan correctamente y terminan en calles, parques, aceras y carreteras. No es solo un riesgo potencial para la salud sino un problema ambiental porque estas máscaras y guantes están fabricados con materiales no biodegradables». Y es que están hechas de polipropileno -un derivado del petróleo- y tardan hasta 450 años en descomponerse. «Este plástico -alerta Alessi- no desaparece, se descompone lentamente en microplásticos que entran en la cadena alimentaria y tienen efectos devastadores«.

MENTIRAS Y MODELOS FALLIDOS

El manifiesto se muestra especialmente crítico con la labor de la Organización Mundial de la Salud apuntando que su mayor problema es el de estar financiada en un 80% por empresas y donantes privados citando expresamente al hacer hincapié en ello a la Fundación Bill y Melinda Gates. Asimismo se denuncia la connivencia de la OMS con China: «Decir que China ha reducido el número de casos o gestionado bien la epidemia y aplanado la curva gracias al confinamiento es pura mentira y no se basa en ninguna evidencia porque nadie es capaz de saber cuántos casos y muertes habría habido en China si no se hubiera impuesto el confinamiento. Además meses después ¡el mundo descubrió que esas cifras ni siquiera eran ciertas!”

El manifiesto hace a continuación un recorrido por algunos de los numerosos escándalos en los que se ha visto envuelta la OMS en los últimos tiempos y le han hecho perder credibilidad: la falsa alarma sobre el H1N1 bajo la influencia de los grupos de presión farmacéuticos, la inquietante complacencia hacia el glifosato que la OMS declaró seguro a pesar de las víctimas de este herbicida, su ceguera ante las consecuencias de la contaminación vinculada a las empresas petroleras en África, la minusvaloración de la mortalidad humana en los desastres nucleares (de Chernobyl a Fukushima), los desastres provocados por el uso de munición con uranio empobrecido en Irak y los Balcanes y el no reconocimiento de la Artemisia para proteger los intereses de las empresas farmacéuticas a pesar de su probada eficacia en el tratamiento de la malaria, entre muchos otros. Se la acusa igualmente de subestimar la amenaza del ébola -causó más de once mil muertos- y de desatender las enfermedades tropicales para apostar por mercados más provechosos.

El trabajo de Juttat Pinzler y Tatjana Mischke publicado en 2016 y titulado L’OMS: ¿dans les griffes des lobbyistes? (La OMS en las garras de los grupos de presión) ya desveló una estructura debilitada sujeta a múltiples conflictos de intereses. De hecho los autores denuncian que con motivo del H1N1 la OMS cambió los criterios para declarar la situación de pandemia así como su gravedad y lo hizo influenciada por los grupos de presión farmacéuticos que lo que pretenden es vender masivamente vacunas.

El manifiesto recuerda también el informe The handling of the H1N1 pandemic: more transparency needed (El manejo de la pandemia de H1N1: se necesita más transparencia) elaborado por la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa sobre el manejo de la gripe H1N1 en el que se desvela que se produjo un importante despilfarro de fondos públicos y se crearon temores injustificados entre la población. «Se han identificado -señala el informe- graves lagunas con respecto a la transparencia de los procesos de toma de decisiones relacionados con la pandemia, lo que suscita preocupaciones sobre la posible influencia que la industria farmacéutica podría haber ejercido en ¡as decisiones clave relacionadas con ella. La Asamblea teme que esta falta de transparencia y rendición de cuentas debilite la confianza de los ciudadanos en las opiniones de las principales organizaciones de salud pública«.

El documental TrustWHO (Confiar en la OMS) cita por su parte el testimonio de un ex Secretario General del Departamento de Salud Pública de la OMS afirmando que con el H1N1 nadie tenía miedo en la organización y no conoce a nadie que se hubiera vacunado, incluida la ex Directora General Margaret Chan. A continuación declararía que pese a ser un alto cargo de la OMS él y la mayoría de sus colegas fueron excluidos de la reunión que la Directora General mantuvo con las empresas farmacéuticas que fabricaban la vacuna diciéndoles que se trataba de “¡una reunión privada!”

El manifiesto -muy largo- añade que estamos viviendo una auténtica locura que se refleja en hechos que difícilmente hubiéramos siquiera imaginado hace unos pocos meses. En algunos países, por ejemplo, ¡las playas fueron desinfectadas con lejía!, en otros se prohibió trabajar a los bomberos con barba y bigote, en muchos sitios se ha instalado plexiglás por todas partes (incluso en las aulas de las escuelas), se ha llegado a detener un tren ¡porque una persona no llevaba la mascarilla puesta!, se ha impedido a muchas familias despedirse de sus allegados e incluso ver sus cuerpos tras morir, ha habido septuagenarios a los que se ha multado solo por haber salido a tirar la basura a la calle y hasta se han «aislado» monedas y billetes procedentes del extranjero. Esperpéntico.

«No podemos descartar -agrega el manifiesto- que las personas que están detrás del confinamiento, la psicosis y el terror global, al ver avalanchas de gente yendo hacia las tiendas y discutiendo por harina o papel higiénico, guardando la distancia de un metro como si fuera la peste, personas confinadas como si fueran animales, calles desinfectadas, policías golpeando a ciudadanos solo porque salen sin mascarillas, drones y helicópteros movilizados, personas que salen con salvoconductos y la utilización de mascarillas a pesar de haber acabado la epidemia incluso por gente que no está enferma, estén riéndose de la facilidad con la que han manejado países enteros. Probablemente nos ven como corderos”.

Otra de las denuncias es la decisión de los gobiernos de basar sus decisiones en modelos matemáticos que ya se constataron inútiles en ocasiones anteriores. De hecho desde el Imperial College de Londres -centro universitario muy vinculado a la OMSNeil Ferguson hizo al inicio de la pandemia predicciones desproporcionadas de mortalidad que dieron lugar a las medidas coercitivas que luego se tomaron en cascada en todo el mundo. Y eso que fue la misma persona que predijo basándose en esos modelos matemáticos que 50.000 británicos morirían por el mal de las vacas locas y al final sólo fallecieron 177, que la gripe aviar iba a matar a 200 millones y murieron 282 personas y que el H1N1 mataría a 65.000 británicos y fallecieron 457.

Para colmo, tras la alerta del H1N1 se descubrió que el profesor Roy Anderson, Rector del Imperial College London e integrante del Grupo Asesor Científico para Emergencias (SAGE) que elaboró el plan de acción contra el virus en Gran Bretaña, ¡estaba en la junta de GlaxoSmithKIine -la compañía fabricante de la vacuna contra el H1N1-, cargo por el que recibía 116.000 libras al año!

¡NO A LAS VACUNAS ‘ ANTI-COVID”!

Los firmantes del manifiesto no cuestionan todas las vacunas pero rechazan la posible obligatoriedad de vacunarse contra el SARS-CoV-2 y la necesidad de tener un documento que certifique que es así para poder viajar o realizar alguna otra actividad. Y estos son sus motivos:

La vacuna no es imprescindible. El 85% de las infecciones son benignas, el 99% de los infectados se recuperan y los niños y mujeres embarazadas no corren riesgo. Además, una gran parte de la población ya está protegida gracias a la inmunidad cruzada adquirida con los coronavirus estacionales. “Decir que no estamos seguros es MENTIRA -afirman- y cuestionar la duración o eficacia de la protección inmunológica una manipulación para ayudar a comercializar las vacunas«.

En algunas vacunas se incluyen virus ARN jamás utilizados antes que pueden provocar mutaciones.

Los ensayos de las vacunas se están haciendo a toda prisa. Probar vacunas sin tiempo suficiente para conocer por completo sus riesgos es peligroso y podría llevar a los vacunados a sufrir graves problemas de salud en los próximos años.

Los ensayos precedentes de vacunación contra los coronavirus son preocupantes. En 2004 una de las vacunas desarrolladas contra el SARS provocó hepatitis en los animales en los que se había probado y otros graves daños pulmonares en animales de laboratorio haciéndolos además más susceptibles a futuras infecciones. Cabe recordar además que las vacunas desarrolladas contra otro coronavirus, el de la peritonitis infecciosa felina, aumentaron el riesgo de que los gatos desarrollasen la enfermedad. Y fenómenos similares se han producido con otros virus en estudios con animales.

Algunas de las vacunas para el SARS-CoV-2 están siendo desarrolladas y probadas por empresas sin experiencia en su fabricación y comercialización. Además utilizan nuevas tecnologías cuyos beneficios y riesgos reales para la salud se desconocen. Los firmantes se refieren en este caso a la empresa Moderna y a su vacuna de ARN mensajero.

Muchas empresas farmacéuticas buscan el beneficio económico aún a costa de la salud de las personas. El manifiesto cita como ejemplo el discurso que dio un directivo de una empresa farmacéutica a sus accionistas durante la gripe H1N1. <<Esta vacuna será una oportunidad importante en términos de ingresos. Es un buen impulso para nosotros, para la facturación y para el flujo de caja>>. Y el de un ex ministro de Sanidad de un país europeo quien el 23 de mayo de 2020 declaró: «Cuando hay una epidemia como la COVID y somos médicos vemos mortalidad o sufrimiento pero hay gente que lo que ve son dólares (…) Hay grandes laboratorios que dicen: ‘Es el momento, ahora o nunca, de ganar miles de millones«.

El manifiesto recuerda asimismo lo que el 16 de junio de 2020 el profesor y especialista en enfermedades infecciosas, Christian Perronne, declaró en Radio Sud sobre la vacunación contra el SARS-CoV-2. <<No tenemos ninguna necesidad (…) Es una historia puramente comercial>>.

La web de la revista Nexus publicó por su parte el 7 de agosto la opinión del doctor Pierre Cave, radiólogo y antiguo jefe clínico en Marsella, quien dijo: <<La epidemia terminó en Francia (…) Como médico no dudo en anticiparme a las decisiones del gobierno: no solo debemos rechazar estas vacunas (contra la Covid-19) sino denunciar y condenar también el proceso puramente mercantil y el abyecto cinismo que ha guiado su producción>>.

Muchos ensayos clínicos se llevan a cabo con escandalosas violaciones éticas. Como los países occidentales se guían por principios éticos muchas compañías farmacéuticas -no todas- realizan los ensayos clínicos de sus medicamentos y vacunas en países en desarrollo o pobres donde se llevan a cabo experimentos con escasa información y en muchas ocasiones sin el preceptivo consentimiento informado. El informe Briefing paper on ethics in clinical triáis (Documento informativo sobre la ética en los ensayos clínicos) escrito por Irene Schipper -del Centro de Investigación sobre Corporaciones Multinacionales– revela infracciones éticas impactantes y muy graves en la realización de los ensayos clínicos. En uno de los casos citados mujeres africanas contrajeron el VIH y posteriormente enfermaron de SIDA. En Argentina se dio Cariporide a 137 personas comprobándose luego que se habían falsificado 80 firmas del consentimiento informado. Durante la epidemia de meningitis de 1996 en Kano (Nigeria) Pfizer realizó un ensayo con trovafloxacina -nuevo antibiótico de la familia de las quinolonas- y el medicamento se probó en niños sin el consentimiento informado de sus padres; además el ensayo no había sido aprobado previamente. Pues bien, cinco de los niños que recibieron trovafloxacina y seis de los que recibieron ceftriaxona murieron y otros sufrieron daño cerebral y parálisis.

Acuerdos políticos de inmunidad. AstraZeneca ha firmado un acuerdo con varios países para obtener inmunidad en caso de que su vacuna tenga efectos secundarios dañinos. Serían pues los estados y no la multinacional quienes indemnizarían a las víctimas, es decir, con el dinero de los ciudadanos. Lo grotesco es que los políticos que firman eso en nombre de sus países no estén ya detenidos y procesados.

En epidemias anteriores ya se desarrollaron vacunas que resultaron dañinas. Dos ejemplos: la vacuna contra el H1N1 se probó en un número muy reducido de personas y a pesar de ello se comercializó como segura en 2009. Un año después Finlandia y Suecia advirtieron de que tras su inoculación hubo niños y jóvenes de 4 a 19 años que sufrieron narcolepsia, enfermedad neurológica crónica incurable. Un estudio de cohorte hecho en Finlandia dedujo que la vacuna aumentaba 13 veces el riesgo de sufrir esa enfermedad. Cuatro años después -en 2013- se publicaría en British Medical Journal un trabajo que confirmaría los resultados en Gran Bretaña. La vacuna provocó al menos 1.500 casos de narcolepsia solo en Europa y el 80% de las víctimas fueron niños aunque también resultó afectado parte del personal médico del sistema de salud británico vacunado.

Los afectados por esta enfermedad experimentan episodios repentinos de sueño que duran unos minutos, ocurren en cualquier lugar y en cualquier momento del día (somnolencia diurna) y son también víctimas de impresionantes ataques de cataplexia (relajación repentina del tono muscular provocada por una emoción fuerte como un estallido de risa, ira o sorpresa) que puede causar debilidad en las rodillas, incapacidad para articular o, a veces, incluso una caída durante algunos segundos. Daña la función mental y la memoria y puede provocar alucinaciones y enfermedades mentales.

Peter Todd, abogado que representó a muchos de los demandantes, declaró en su día al Sunday Times <<Nunca había habido casos como este. Las víctimas de esta vacuna son incurables de por vida y necesitarán una gran cantidad de medicamentos>>.

Sobre el impacto en los niños víctimas de la vacuna se cita en el manifiesto como ejemplo el caso de Josh Hadfield que con ocho años necesitaba tomar medicamentos contra la narcolepsia por valor de 15.000 libras esterlinas al año para ayudarlo a mantenerse despierto durante el día en la escuela. <<Si lo haces reír se derrumba. Su memoria está agotada. No hay cura. Dice que desearía no haber nacido. Me siento increíblemente culpable por haber hecho que se vacunara>>, declaró su madre. Las familias sufrieron un calvario de 7 años hasta conseguir ganar el caso y la compensación llegó de la mano de los estados, no de la farmacéutica.

Otro ejemplo de vacuna peligrosa fue la inoculada en 2018 en Filipinas contra el dengue. La fiscal Persida Acosta afirma que a consecuencia de ella murieron unos 500 niños y enfermaron varios miles. Según denunció el laboratorio vendió «una vacuna peligrosa» y el gobierno puso en marcha una campaña de vacunación «masiva e indiscriminada». El doctor Erwin Erfe, que hizo muchas de las autopsias, encontró siempre los mismos resultados: «Hemorragias internas -sobre todo en el cerebro y los pulmones- y órganos inflamados».

Bueno, pues el laboratorio había anunciado en 2015 su «revolucionaria vacuna contra el dengue» como un triunfo planetario, una primicia mundial producto de veinte años de investigación y 1.500 millones de euros de inversiones y nadie hizo caso de quienes alzaron la voz para alertar a la población. Son los casos del doctor Antonio Dans -profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Filipinas– y del profesor Scott Halstead -especialista estadounidense en la enfermedad de renombre mundial que llegó a enviar un vídeo al Senado de Filipinas instándole a suspender el programa de vacunación- sin éxito.

El manifiesto termina instando a los gobiernos a volver de inmediato a la normalidad: «Este secuestro mundial de rehenes debe terminar porque hay pruebas concluyentes de que tanto ustedes como los ciudadanos han sido víctimas de la mayor estafa sanitaria del siglo XXI

Finalizamos indicando que el pasado 27 de septiembre sería detenido en Londres durante unas horas el doctor alemán Heiko Schöning -uno de los fundadores de Médicos por la Verdad Alemania– ante lo cual United Health Professionals difundió un nuevo comunicado haciendo un llamamiento expreso a las fuerzas del orden: «Respetar la ley no significa obedecer ciegamente órdenes injustas. Hagan cumplir la ley pero no asuman la injusticia y la dictadura. Niéguense a imponer tales medidas y dejen de abroncar a sus conciudadanos (cuando no llevan máscara por ejemplo), ni les peguen, ni les encarcelen. No sean instrumentos de la dictadura. Manténganse del lado de los ciudadanos y sigan el ejemplo de los oficiales de policía estadounidenses que apoyaron a los ciudadanos arrodillándose con ellos. Les aseguramos que estas medidas no tienen nada que ver con la medicina, ni con la higiene, ni con la preservación de la salud pública. Son dictadura y locura«.

Concluimos señalando que el pasado 24 de septiembre otro grupo de profesionales de la salud ha solicitado en Bélgica que se abra una investigación a la OMS por mentir sobre la pandemia con argumentos muy similares a los reflejados en este artículo.

Francisco San Martín

Fuente; Revista Discovery Salud. Número 242 – Noviembre 2020

https://www.dsalud.com/reportaje/un-millar-de-profesionales-denuncian-que-la-covid-19-es-la-mayor-estafa-sanitara-del-siglo-xxi/

3/06/2022