Ya puedes decir que el coronavirus salió de un laboratorio: cómo una «noticia falsa» deja de serlo

Actualizado 1 Junio 2021

  Mohorte @mohorte

Llevamos más de un año viviendo a velocidad de vértigo. Verdades aceptadas por gran parte de la clase política y mediática se transforman con rapidez en hechos dubitativos cuando no abiertamente erróneos. Consensos sociales que antaño parecían sólidos como una roca se deshacen como un azucarillo de un mes para otro. Hoy el mundo es más líquido que nunca y todo se lo debemos a un extraño coronavirus. Un coronavirus en absoluto ajeno a la dinámica centrifugada de la opinión pública y científica. El mejor ejemplo: el debate sobre su verdadero origen.

En qué consiste. Lo resumimos brevemente en este artículo. La posibilidad de que el virus de Wuhan saliera «de un laboratorio», ya fuera con intencionalidad o de forma accidental, lleva rondando ciertos sectores de los medios de comunicación desde el primer día, en muchas ocasiones por motivos políticos. La versión más aceptada por la comunidad científica, sin embargo, apuntaba a una transmisión animal y natural. Tanto es así que durante meses la «teoría del laboratorio» se convirtió en un tabú, la clase de conspiración que agita a una minoría en segundo plano.

Hasta hoy.

El cambio. Una carta publicada en Science hace algunas semanas cambió el prisma mediático bajo el que se interpretaba a la teoría. En ella, algunos científicos abrían la puerta* al origen en uno de los centros de investigación de Wuhan (dicho de otro modo: defendían seguir todas las líneas de investigación y no la descartaban de antemano). La misiva tuvo continuidad en otros artículos y una cobertura mediática bastante extensa (abanderada por medios como como The Washington Post). En cuestión de días, la teoría pasó de extravagancia a una idea aceptable en la arena pública.

Hoy ya hay un sinfín de artículos explicando en qué consiste, por qué es válida, por qué es profundamente errónea, por qué no aporta ninguna evidencia que no tuviéramos ya en febrero de 2020, por qué hay que tenerla en cuenta y por qué la mera posibilidad de que fuera real nos avergonzará en unos meses. Es decir, hay de todo. Pero se habla de ello no ya como un tabú sino como una posibilidad (más real o irreal).

Lo incómodo. Lo interesante llega aquí. Dado que el consenso ha cambiado (aunque los hechos no demasiado), los verificadores («fact-checkers«) se han visto de un día para otro en una posición incómoda. Recordemos: de 2016 en adelante todas las plataformas sociales, Facebook y Twitter a la cabeza, han introducido avisos sobre contenido «sin verificar» o falso, cuando no lo han tumbado; en el camino, han surgido medios de comunicación dedicados específicamente a explicar a su audiencia qué es un bulo y qué no (hablamos sobre ello largo y tendido en este artículo).

Es verdadero. En abril del año pasado, Facebook censuró todo contenido relacionado con la «teoría del laboratorio» al considerarlo una conspiración y una noticia falsa. Ahora y en pleno giro mediático hacia la teoría del laboratorio, un portavoz de la compañía declaraba:

A la vista de las investigaciones en desarrollo sobre el origen del COVID-19 y tras consultarlo con expertos en salud pública, dejaremos de censurar la afirmación de que el COVID-19 ha sido creado por el ser humano (…) Seguimos trabajando con los expertos en salud pública para seguir la evolución natural de la pandemia y actualizar regularmente nuestras políticas mientras nuevos hechos y tendencias emerjan.

Traducido: lo que hace un año era «fake news» hoy simplemente es «news». El cambio es radical. Facebook ha pasado de 0 a 100 en un puñado de días. No se trata de que la plataforma permita ahora discutir en abierto la posibilidad de que el virus saliera de un laboratorio (por accidente y sin que mediara voluntariedad, dado que al menos esa es la hipótesis más extendida), sino que aceptará la validez de su «origen humano», premeditado y consciente. Es un salto tan notable que desdibuja por completo su rol como «verificador» de hechos.

¿Qué es un hecho? Porque esta pregunta, clave de bóveda del periodismo o del método científico, cobra una especial relevancia cuando un agente se arroga la autoridad para determinarlo. Casi al mismo tiempo, Vox, uno de los medios digitales más leídos de Estados Unidos, actualizaba un artículo publicado en marzo de 2020 donde explicaba todas las «teorías de la conspiración» que rodeaban al coronavirus, entre ellas su origen en un laboratorio. De nuevo, aquello que era poco menos que una majadería se había convertido en un debate a tener en cuenta:

Desde que esta pieza se publicara en marzo de 2020 el consenso científico ha cambiado. Algunos expertos dicen ahora que la «teoría del laboratorio» merece una investigación, junto a la teoría del origen natural. El texto de este artículo fue actualizado en abril de 2020 para reflejar este pensamiento científico, pero no ha sido actualizado desde entonces.

La política. ¿Y por qué se produce este giro precisamente ahora? En parte porque el clima político ha cambiado. Durante meses, la hipótesis del laboratorio fue defendida por uno de los políticos más proclives a la falsedad y a la tergiversación de toda la historia: Donald J. Trump. Su defensa (más ideológica que científica) deslegitimaba la teoría al completo. Hoy es la Administración Biden (revestida de una pátina de respetabilidad y legitimidad más amplia) quien la impulsa en público, lo que ha ensanchado el campo de lo aceptable (y movido a la prensa).

Terreno complicado. Por si año y medio de epidemia no hubiera sido suficiente, la evolución de la teoría del laboratorio (de tesis proscrita a posibilidad aceptable) ilustra hasta qué punto la idea de «hechos objetivos» es resbaladiza. Las noticias a menudo se mueven en terrenos más complejos que la «verdad» o el «bulo». Existen marcos interpretativos, narrativas interesadas, aristas y matices que dificultan esclarecer los «hechos», encajar las noticias en dos categorías binarias, más aún en un tiempo de información precaria y cambiante como es una pandemia.

Si acaso, la «verificación» contribuye a crear una falsa sensación de certidumbre que deslegitima a prensa y ciencia cuando el consenso cambia (cuando lo que parecía «verdad» ayer se convierte en «¿y sí?»). Como explica el periodista Sergio Ferrer, el auge y caída de la «teoría del laboratorio» es más un fenómeno social que científico (la evidencia es la misma que ya teníamos), pero uno que llevamos viviendo un año. Tanto la prensa como la ciencia se apuntan de forma entusiasta al nuevo gran consenso, por miedo a quedarse fuera. Una dinámica que no tiene tanta relación con la verdad como con los ciclos mediáticos.

Imagen: GTRES

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2/06/2021