Ricardo Badía Melis
Global Temperature Control Project Manager at J&J | PhD Expert in Cold Chain, Food Waste and Food Security
30 de octubre de 2019
Cuando se trata de reducir el desperdicio de alimentos, es similar al viejo refrán sobre enseñarle a alguien a pescar: si le das a los niños las sobras, los alimentarás por un día, pero si enseñas a los niños cómo reducir el desperdicio de alimentos, salvarán el planeta. He aquí el por qué.
Se desperdicia demasiada comida
El desperdicio de alimentos es un problema moderno que abarca toda la cadena de suministro de alimentos frescos, desde los productores hasta los cubos de basura de nuestras casas. Una serie de ineficiencias relacionadas con el manejo del producto desde la cosecha hasta los minoristas, contribuyen al desperdicio de los alimentos producidos para el consumo humano en hasta un 30 por ciento a nivel mundial y un 40 por ciento en los EE. UU.
Un informe de la FAO (2013) analiza varias cifras de desperdicio de alimentos, comparando los datos de desperdicio con otros datos que sirven como indicadores de la magnitud del problema. Por ejemplo, el CO2 producido por el desperdicio de alimentos es el tercer emisor principal mundial, después de EE. UU. Y China. El treinta por ciento del suelo destinado para la agricultura a nivel global se usa para producir alimentos que nunca se llegan a consumir. Si se tradujera en dinero, 750 mil millones de dólares (686 mil millones de euros) se desperdiciarían cada año. Para escalarlo a un nivel más doméstico, la familia promedio de cuatro personas pierde 1500 dólares (1370 euros) anualmente en alimentos que nunca se comen. (en inglés)
La FAO divide el desperdicio de alimentos en cinco fases acorde a su cadena de suministro:
- Producción agrícola
- Manejo y producción en postcosecha
- Procesamiento
- Distribución
- Consumo
Actualmente dedico mis esfuerzos profesionales como consultor de gestión de frescura al igual que algunas empresas pioneras, a ayudar a reducir el desperdicio de alimentos relacionados con la producción agrícola, la postcosecha, el procesamiento y la distribución, se identifican las ineficiencias y se proporciona orientación a los distintos actores de la cadena de suministro para reducir las pérdidas.
Sin embargo, se hace muy poco del lado del consumidor, este sector representa más del 31 al 39 por ciento del desperdicio total de alimentos en la UE, América del Norte, Oceanía y Asia Industrializada (China, Japón y la República de Corea), todas estas se consideran regiones con una media de ingresos medios y altos. Curiosamente, las regiones con medias de ingresos más bajos tienen un desperdicio del 4 al 16 por ciento, según el informe de la FAO.
El desperdicio de alimentos es un problema doméstico
Casi el cuarenta por ciento (en algunas regiones) del desperdicio de alimentos es un problema que no puede pasarse por alto, por lo que debemos prestar atención al desperdicio de alimentos a nivel doméstico. Los alimentos que se desperdician en los hogares han pasado por más procesos, transporte, almacenamiento, cocinados y refrigeración o congelación. Esta es una de las razones por las que la fase de consumo tiene la mayor huella de carbono del desperdicio total de alimentos (37 por ciento del total).
Según un informe del NRDC, el desperdicio de alimentos en la fase de consumo no es igual en todos los lugares del mundo. La basura doméstica en los países desarrollados (Europa y América del Norte) per cápita varía de 95 a 113 kilos por año, mientras que en los países en desarrollo (África subsahariana y el sur o sudeste de Asia) es de solo 6 a 11 kilos por año por persona.
Uno de los principales contribuyentes al desperdicio doméstico de alimentos es la regulación heterogénea de las fechas de caducidad y la confusión que generan. El 80 por ciento de los consumidores estadounidenses y el 20 por ciento de los consumidores británicos declaran que descartan los alimentos prematuramente debido a la confusión en torno a estas etiquetas (NRDC).
La educación sobre el desperdicio de alimentos debe comenzar en casa
Mientras estaba en la universidad completando mi doctorado, a través de todas las lecciones que aprendí y enseñé … al hacer presentaciones y asistir a conferencias, observé que a través de la enseñanza, podemos impartir positivamente el conocimiento correcto y predicar con el ejemplo.
La importancia de la educación es crítica ya que tenemos la capacidad de introducir hábitos positivos de reducción de desperdicio en los hogares. Dichos hábitos pueden ilustrarse con ejemplos relacionados y datos comprensibles que las personas puedan entender para ser conscientes del coste del desperdicio de alimentos.
Por ejemplo, el agua requerida para producir alimentos se puede comparar con el equivalente en minutos de ducha. Por ejemplo, ¿sabías que desperdiciar medio kilo de queso es el equivalente a desperdiciar el agua de una ducha de 122 minutos? ¡Es mucha agua!
En una escuela se intentó otro enfoque para dramatizar el alcance del desperdicio de alimentos. La Universidad Estatal de Nueva York en Delhi demostró la cantidad de desperdicio de alimentos después de la comida al mostrarlo en una pantalla junto con lo que costaba. Como resultado, se produjo una disminución en el desperdicio de alimentos de 453 kilos por semana y 90 gramos por estudiante (NRDC). Otro buen ejemplo didáctico es Save The Food, es una iniciativa del NRDC que anuncia activamente formas de reducir el desperdicio de alimentos en los hogares.
Según el informe NRDC, y en mi experiencia, las generaciones mayores que han experimentado guerras civiles o mundiales y han experimentado hambre desperdician menos alimentos: el 84 por ciento de los estadounidenses mayores de 65 años desperdician menos alimentos que el estadounidense promedio. El 53 por ciento de las personas encuestadas en 2015 reconocieron que tiran las sobras al menos una vez por semana. Este número aumenta hasta 70 por ciento en casas con niños (NRDC).
Pasé muchos veranos con mis abuelos que sobrevivieron a la guerra civil española y a la posguerra. Sabían de primera mano lo que era pasar hambre. La comida era un bien preciado. Siempre tendré en mente a mi abuela planeando las comidas para la semana, incluso dos o tres semanas, haciendo las compras de acuerdo a lo que había planeado y a la hora de comer diciéndome que me terminase la comida que tenía en mi plato. Ella decía que «íbamos a cenarnos lo que no nos comiésemos en la comida». Mis abuelos se vieron forzados a ser unos maestros en no desperdiciar alimentos, ambos me educaron y me mostraron con el ejemplo cómo poder reducir el desperdicio de alimentos. Me enseñaron qué el que la gente pase hambre no está bien y que la comida que desperdicias cuesta esfuerzo y dinero.
Algunas sugerencias para reducir el desperdicio de alimentos
Aquí van algunos consejos que puede aplicar para reducir el desperdicio de alimentos en casa:
- No compres con el estómago, compra con la cabeza, no vayas con el estómago vacío a comprar.
- Compra con un plan en mente y una lista en la mano para las comidas que prepararás.
- Congela rápidamente las sobras que vas a usar a largo plazo.
- Refrigera las sobras que necesitan refrigeración y usarás en el corto plazo.
- Utiliza la tecnología disponible de la mejor manera posible: mantén las frutas, verduras y proteínas en los compartimentos apropiados en el refrigerador.
- Controla lo que tienes en tu nevera y despensa y administra el tiempo que los alimentos permanecen en el refrigerador.
- Consume los alimentos acorde a como veas que se aproximan a su deterioro. Si tienes sobras de anteayer consúmelas antes que las de ayer.
- No confíes en las fechas de caducidad, pueden ser muy inexactas. Son una aproximación en condiciones ideales de almacenamiento.
- Aprende de los errores anteriores y del desperdicio de alimentos que hayas observado en casa.
- Recicla toda la comida que puedas. Coloca las verduras tipo apio o lechuga en el agua cuando se marchiten o ablanden para devolverles la firmeza.
- ¡Retira los plásticos! Las frutas, verduras y queso cortados se almacenan mejor con papel encerado. Transpira y conserva la humedad, la nevera es una ladrona de humedad.
- Compra productos feos … son igual de nutritivos y ricos que los productos perfectos que vemos en el supermercado.
- Compra a granel tanto como te sea posible. Optimizarás las porciones y reducirás el embalaje innecesario.
Difunde la palabra. Enseña a tus hijos. Predica con el ejemplo.
29/12/2024
1 Comment
Rubén Torres
2 semanas agoAquí tenemos a otro tarugo hablando de temas que no domina. Y como era de esperar dice un montón de gilipolleces. Empieza con esta; “si le das a los niños las sobras, los alimentarás por un día, pero si enseñas a los niños cómo reducir el desperdicio de alimentos, salvarán el planeta”
El problema es que menciona muchos temas (salvar el planeta) y que cada uno se debe dedicar un tiempo para desglosarlo en profundidad si se quiere abordar y argumentar como es debido por la complejidad que tiene citar todos los problemas que afectan a nuestro planeta. Y por supuesto, reduciendo los desperdicios alimentarios no es ni siquiera la punta del enorme iceberg que representa ese problema en el mundo.
Y sigue con su monumental ignorancia al demonizar el CO2, un gas que estoy hasta los cojones de explicar que el planeta necesita urgentemente incrementar sus niveles, pero lejos de admitirlo, lo demoniza. Cualquier biólogo o científico sabe que sin el efecto invernadero estaría todo el planeta congelado y sin vida. Que las plantas necesitan el CO2 para crecer mejor y más sanas, que producen mejores frutos. Por algo será que muchos agricultores comprar botes de CO2 para que liberen CO2 en sus viveros para incrementar la producción de sus alimentos.
Sería interesante ver a este tipo impartiendo clases de burrología a sus pobres alumnos “al hacer presentaciones y asistir a conferencias, observé que, a través de la enseñanza, podemos impartir positivamente el conocimiento correcto y predicar con el ejemplo.”
¿Qué puede enseñar un ignorante? Pues está claro que gilipolleces. Sin embargo, aquí sí dice algo con sentido común, pero falla en la exposición
“La importancia de la educación es crítica ya que tenemos la capacidad de introducir hábitos positivos de reducción de desperdicio en los hogares.”
Lo que debería enseñar a sus alumnos es mi nuevo orden mundial, las leyes y demás artículos de mi cosecha. Solo así los muchachos podrán entender cómo salvar el planeta y poder disfrutar de una buena calidad de vida.
Lo que ocurre es que ese señor no está cualificado para ser docente. Ahí está el principal problema. Necesitamos docentes cualificados para que puedan enseñar a las futuras generaciones cómo se deben comportar para que dejen de cometer los errores que durante varios siglos no hemos parado de cometer.
A los chicos se les debe concienciar de comer cada día en un restaurante, a pilotar vehículos voladores para que dejen de contaminar con partículas de neumáticos el medioambiente, de dejar de atropellar a miles de animales que intentan cruzar las carreteras y además, de llegar mucho antes a su destino al carecer de curvar o de tramos de baja visibilidad por las curvas cerradas. En fin, nada de esto se enseña en los colegios ni en las universidades.
Poniendo ejemplos tampoco el autor es bueno. Mirad lo que dice; “¿sabías que desperdiciar medio kilo de queso es el equivalente a desperdiciar el agua de una ducha de 122 minutos? ¡Es mucha agua!”
Para empezar, está claro que desconoce lo tóxico que es el queso, por lo que debería enseñar a sus alumnos es que jamás deberían consumirlo. Pero no solo eso, sino de inculcarles que deberían aniquilar cada oveja, cabra o vaca que se encuentren por el campo. Y no solo para que los ganaderos dejen de criar esos animales, sino para evitar la deforestación del Amazonas a consecuencia de que destinan miles de hectáreas para producir soja como alimento para el ganado.
Y si al autor le preocupa el consumo de agua, más le hubiese valido leer los más de 100 artículos que he escrito sobre ese elemento para saber de qué va la historia y dejar de ser tan ignorante.
El tipo no cesa en su empeño de hablar de lo que se desperdicia en los hogares, pero es incapaz de asumir que yendo a comer fuera se produciría 0 desperdicios en los hogares. Y todas las sobras de los restaurantes se podrían convertir en compost. Una fuente de nutrientes ideales para combatir la erosión en los campos y restablecer los nutrientes en campos baldíos inutilizados por las labores erróneas de los campesinos.
El tener escasez de neuronas ya le viene de familia. Mirad “Me enseñaron qué el que la gente pase hambre no está bien y que la comida que desperdicias cuesta esfuerzo y dinero.”
Si dedicásemos unos minutos a ver qué cosas no están bien, pues llegaríamos a la conclusión de que prácticamente es así con el 99,9% de todo. Y eso da para varios capítulos. Así pues, abordar ese “melón” no veo que sea este el mejor momento. A parte que es un concepto subjetivo.