Gabriel Hidalgo Andrade

Politólogo y abogado. Docente universitario.

El jueves en la noche salía de su trabajo de pasantía una joven estudiante universitaria. Es casi una niña que mira con ilusión la profesión que practica para un canal de televisión nacional en Quito. La jornada se había terminado, la pasante dejaba sus funciones y se despedía de sus compañeros. En una empinada cuesta, mientras caminaba por la pendiente, un hombre se aproxima, la veja vilmente, cobardemente, canallescamente, la asesta varios golpes en la cara y cuerpo, la niña se cubre, no sabe qué sucede. El agresor repite varias veces mientras la asalta y al huir del lugar: “prensa corrupta”, “prensa corrupta”.

Durante la tarde, un periodista experimentado de otra cadena recibe una pedrada propinada también con canallería y por la espalda. El profesional cae abatido, sangra copiosamente. Un manifestante se acerca a socorrerlo, estupefacto, conmovido, empático. Al abandonar las instalaciones de la masiva concentración la gente le grita: “prensa corrupta”, “prensa corrupta”. ¿En dónde nace ese odio por la comunicación y por los comunicadores?

En las calles hay una cierta sensación de rechazo por el trabajo que cumplen los periodistas diariamente. Dicen que no están cubriendo lo que deberían cubrir, pero hay centenares de medios tradicionales, impresos, televisados, radiales, digitales, comunitarios, alternativos, locales, internacionales, republicanos, golpistas, y todos buscan cumplir con su trabajo en medio de vejámenes, peligros y dificultades. ¿De quienes nos enteramos de lo que está sucediendo sino de estos mismos periodistas? ¿Acaso podemos exigir una cobertura periodística en donde la vida e integridad de un comunicador corre peligro? ¿Qué es lo que no se ha dicho en los medios que está sucediendo en las calles y que no nos hayamos enterado ya por el trabajo de los mismos reporteros y corresponsales desplegados por todas partes?

El periodismo es un oficio que exige contrastación. Es antiético publicar una noticia sin identificar la idoneidad de las fuentes, la veracidad de los datos, la autenticidad de sus contenidos, la ratificación de los hechos, la confirmación de la información. En las redes sociales se miente libre e impunemente y nadie puede reclamar nada porque eso es un derecho que se llama libertad de expresión. Pero esa libertad es inadmisible en un periodista profesional que debe contrastar lo que informa. Por eso la investigación en los medios de comunicación fluye con más pausa que en las redes sociales en donde se puede decir cualquier barbaridad sin responsabilidad ulterior.

Sin periodismo profesional, con sus errores, contradicciones y dificultades, no hay democracia. En esta crisis, la agresión constante a este trabajo nos está conduciendo a atemorizar a los periodistas para que no desempeñen su labor y está creando un espacio de acefalia anticívica para que se imponga la especulación, la manipulación, la mentira y la barbarie. ¿Quiénes se benefician de una sociedad en estado salvaje en donde reaparecen los oportunistas?

Luego de una década de insultos al periodismo reaparece el mismo discurso de odio sembrado durante años: “prensa corrupta”, “prensa corrupta”. ¿Que de dónde proviene esta agresión a la sociedad civilizada, a la paz pública, a la democracia social? ¿Que de dónde salen estos golpes que acentúan el conflicto entre ecuatorianos, el estado de guerra permanente y los resentimientos sociales? Procede de los mismos que quieren recuperar el poder y se extiende en quienes, legítimamente protestan, pero no advierten todavía que han caído en el error de profundizar una brecha de rencores vomitada durante años de la boca de quienes negaron siempre que una democracia no es posible sin una prensa profesional.

https://www.planv.com.ec/ideas/ideas/prensa-corrupta

24/02/2024