Nicolás Olea: “Nos están envenenando conimpunidad”
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Nicolás Olea, catedrático de Radiología en la Universidad de Granada y Director Científico del Instituto de Investigación Biosanitaria en la misma ciudad lleva años denunciando la inacción de los poderes públicos ante los graves problemas de salud que provocan los químicos tóxicos presentes en el medio ambiente. Pues bien, un estudio reciente titulado Generation Future desvela ahora que un joven de clase media que viva en una ciudad consume diariamente 81 sustancias químicas diferentes -36 de ellas pesticidas- de las que al menos 47 pueden ser cancerígenas. Y es que como bien denuncia Nicolás Olea, al que hemos entrevistado para nuestros lectores, están presentes en todas partes: alimentos, cosméticos, productos de limpieza e higiene, plásticos, sartenes, fibras textiles…. Con el consentimiento criminal de nuestras autoridades.
Más de un centenar de médicos de distintas especialidades se dieron cita el pasado mes de abril en el Salón de Actos del Hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares (Madrid) para escuchar los irrefutables datos que sobre los tóxicos medioambientales proporcionó el doctor Nicolás Olea durante su ponencia. Datos contrastados que le han llevado a concienciar a sus colegas, a las autoridades y a la población en general recorriendo para ello en los últimos años miles de kilómetros por toda España.
Y es que no alberga la más mínima duda: los miles de químicos presentes en todo tipo de productos que se comercializan sin haberse probado previamente su inocuidad constituyen ya un enorme problema de salud pública que no quiere afrontarse. Siendo especialmente grave el uso de los denominados disruptores endocrinos, compuestos químicos que afectan negativamente la actividad hormonal de ambos sexos.
El Dr. Olea lleva años acudiendo a todo tipo de actos y eventos alertando de este peligro hasta que, por fin, quienes le piden que vaya a hablar de ello son los grandes centros hospitalarios en los que por primera vez muchos médicos empiezan a ser realmente conscientes no ya del problema sino de su gravedad.
Y se trata de alguien que sabe muy bien de qué habla. Catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada, Coordinador de Investigación del Hospital Clínico Universitario San Cecilio y Director Científico del granadino Instituto de Investigación Biosanitaria es además experto en Radiología e investigador principal en los Centros de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública (CIBER). Tras terminar en 1980 su período de residente como especialista médico en el Hospital Clínico el doctor Olea se marcharía con una beca postdoctoral a Bruselas a trabajar en un centro de investigación sobre el cáncer de mama siendo allí donde pronto se familiarizó con los mecanismos hormonales. Una vez de regreso y tras pasar dos años más en Granada se trasladaría a Boston (EEUU) a investigar el cáncer de próstata. Y fue allí, en su nuevo puesto, cuando se concienciaría de verdad del peligro que representan los compuestos químicos sintéticos que alteran la regulación hormonal. Lo curioso es que se debió a un error -la repetida alteración de los resultados de determinados análisis- lo que sirvió para descubrir que el plástico usado para guardar la sangre de los pacientes contaminaba ésta con un estrógeno sintético: el nonilfenol. Ocurrió en diciembre de 1987 y entonces se ignoraba que el plástico pudiera alterar significativamente la función hormonal del ser humano, pero una vez eso se corroboró el doctor Olea decidió divulgarlo y además estudiar el impacto de otros tóxicos ambientales. Primero el de sustancias como el DDT -demostrando su relación con el cáncer de mama y presente en nuestros organismos muchos años después de que se prohibiera como insecticida- y después el de otras muchas; de centenares con las que convivimos a diario.
EL PELIGRO DE LOS DISRUPTORES ENDOCRINOS
Se trata en suma de un grave peligro del que pocos hablan aunque nosotros hemos dedicado ya a la contaminación química medioambiental numerosos artículos con los títulos ¡Estamos todos altamente contaminados! (I y II), ¿Podrá la industria química seguir contaminándonos impunemente?, La mayor parte de los cosméticos convencionales son tóxicos, El enorme peligro de algunos envases de plástico, El agua está contaminada por todo tipo de fármacos, El potencial peligro de biberones, chupetes, tetillas, botellas y otros productos de uso masivo, Injustificable intoxicación masiva de los niños y ¿Son los parabenos la principal causa del cáncer de mama? que aparecieron en los números 58, 59, 63, 76, 112, 125, 131, 136 y 150 respectivamente así como los siete textos publicados en la sección de Medicina Ambiental que vieron la luz entre los números 132 y 138 (pueden leerse en nuestra web: www.dsalud.com). Sin embargo, no habíamos hablado aún con el doctor Nicolás Olea, algo que en esta ocasión hemos tenido oportunidad de hacer. Pero antes de plasmar la entrevista recordemos al lector no versado en Medicina que se llama sistema endocrino u hormonal al conjunto de tejidos y glándulas encargadas de segregar las hormonas -adrenalina, noradrenalina, insulina, glucagón, melatonina, estrógenos, progesterona, testosterona, etc.- que establecen esa especie de red de intercomunicación celular ocupada de controlar la intensidad de las funciones químicas de las células, regular el transporte de sustancias a través de las membranas celulares y, sobre todo, de lograr la homeostasis o equilibrio del organismo. Obviamente se trata de un sistema muy complejo por lo que cualquier alteración del mismo puede desembocar en problemas patológicos a corto, medio o largo plazo. En cuanto a la palabra «disruptor» define a cualquier sustancia capaz de interferir en los sistemas hormonales de animales y humanos, bien a alterando los estrógenos (hormonas básicamente masculinas), bien los andrógenos (hormonas básicamente femeninas) o cualquier otro sistema hormonal como el tiroideo o el neuroendocrino.
–Díganos, doctor, ¿sería exagerado decir que actualmente somos todos toxicómanos ambientales?
-No. En realidad es una buena definición de lo que está ocurriendo; eso sí, involuntarios e inconscientes. Y es que la mayoría de la población tiene una confianza ciega en los sistemas de protección ambiental y de control, en que funcionan razonablemente bien y que, por tanto, el riesgo de tener problemas de salud por tóxicos ambientales es muy bajo cuando la realidad no es ésa: el peligro es alto, real y desgraciadamente no se está actuando adecuadamente para proteger a la población.
–De hecho hemos pasado de estar expuestos a tóxicos acumulables a estarlo a otros no acumulables pero igual de dañinos o más…
-Nosotros empezamos investigando los químicos tóxicos que se van acumulando en el organismo porque se encuentran presentes sobre todo en los alimentos pero a partir de los años noventa empezamos a saber que hay otros muchos que sin necesidad siquiera de acumularse son igualmente peligrosos: el bisfenol, los parabenos, los ftalatos…; compuestos no especialmente persistentes que se disuelven en agua o alcohol y no ya en la grasa y se suelen eliminar por la orina, al menos parcialmente. Y que pueden detectarse rápidamente y de forma sencilla en ella o en la sangre. Los hemos denominado «pseudo-persistentes» ya que aunque no se acumulen siempre están ahí y presentan en sangre niveles parecidos a los tóxicos persistentes que consumimos a diario a lo largo de la vida.
–¿Igual de peligrosos?
-Para los toxicólogos lo que se define como peligroso tiene que ver con la dosis; para ellos hoy nada es bueno o malo porque eso depende de la cantidad. ¿Ingerir una sustancia química -considerada de forma individual- en una concentración baja es peligrosa? Pues quizás sí puesto que esa sustancia va a interaccionar inevitablemente con otras en el organismo que pueden actuar mediante un mecanismo similar. Y hoy sabemos que todos nosotros, sin excepción, estamos contaminados con decenas de tóxicos de origen ambiental. ¿Y en qué cantidades y mezclas son perjudiciales? Pues no se sabe, pero nosotros hemos constatado que muchos podemos llegar a tener hoy en nuestros organismos simultáneamente uno o dos centenares de sustancias tóxicas y aunque sus cantidades individuales sean pequeñas estamos convencidos de que la sinergia entre ellas es a menudo peligrosa
–Lo que sí tenemos entendido es que ustedes han descubierto que buena parte de los productos tóxicos peligrosos son disruptores endocrinos..
-Sí. Y los disruptores endocrinos -EDCs por las siglas en inglés de Endocrine. Disrupting. Cfiemical– son sustancias que alteran el equilibrio hormonal, especialmente en fases críticas del desarrollo embrionario provocando efectos adversos sobre la salud de una persona y, a veces, de su descendencia. Hablamos pues un grupo de sustancias químicas de muy diferente origen y estructura que en su día se sintetizaron para cumplir funciones diversas en muy distintas aplicaciones. Ya en 2002 la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó en un informe de los efectos adversos observados en la fauna y la salud humana atribuidos a la exposición a ellos. Hoy ese conocimiento ha progresado enormemente y ya se relaciona la exposición a los EDCs con afecciones y problemas de salud muy diversos -crónicos, degenerativos, agudos, reproductivos, cáncer…- lo que ha servido para alertar por fin a la comunidad médica. Lamentablemente ni los médicos ni las autoridades sanitarias están afrontando seriamente el problema.
–¿Quiere decir que siguen sin regularse los disruptores endocrinos?
-Aunque a sus lectores les pueda parecer inaudito no se ha regulado aún nada en Europa a pesar de los constatados riesgos de los disruptores endocrinos. Tan solo se ha incluido la información sobre disrupción endocrina en la regulación de pesticidas que, de hecho, incluían la reprotoxicidad (toxicidad para la reproducción) entre los test de obligado cumplimiento. En los dos últimos años ha habido numerosas peticiones del Parlamento Europeo reclamando a la Comisión que cumpla con el compromiso contraído de implementar un plan de actuaciones para proteger a los europeos frente a tales compuestos ¡hace más de doce años!… sin éxito. Y eso que a finales de 2013 el Parlamento aprobó un proyecto de resolución de la Comisión de Medio Ambiente, Salud y Seguridad Alimentaria alertando de los disruptores endocrinos –2012/2066(INI)- y se creó un comité integrado por más de un centenar de científicos y representantes de organizaciones ambientales -el llamado The Endocrine Disrupters Expert Advisory Group– que elaboró un informe científico minucioso sobre ellos… ¡20 años después de la primera alerta sobre su peligrosidad! Sin embargo, antes de que fuera considerado siquiera por la Comisión apareció una carta abierta firmada por 16 editores de revistas sobre Toxicología según los cuales el actual sistema de evaluación sobre riesgos es correcto y no procede modificarse la legislación.
Evidentemente fueron de inmediato contestados, entre otros por P. Grandjean y D. Ozonoff que exigieron a los toxicólogos firmantes de esa carta que dieran a conocer públicamente sus conflictos de intereses, cuál es su relación con la industria que produce esos disruptores y cuáles son sus fuentes de financiación. Bueno, pues como no lo hicieron voluntariamente un grupo medioambiental consiguió los datos, los publicó y resulta que quince de los dieciséis cobran de la industria y a pesar de ello algunos trabajan para la Unión Europea en distintas comisiones como presuntos «científicos independientes». En pocas palabras, los lazos entre los firmantes y la industria son tan estrechos que todas sus afirmaciones y recomendaciones carecen de la más mínima credibilidad.
Así que en pleno escándalo el Parlamento Europeo volvió a instar a la Comisión -en octubre de 2013- ¡a que tomase medidas urgentes pero ésta, presionada por los lobbys y a fin de ganar tiempo, contestó que lo haría esta primavera de 2014. Y es que en mayo hay elecciones y si el actual equipo de Durao Barroso no siguiera la «patata caliente» se la quedarán los próximos que lleguen… que pedirán tiempo para abordar el tema. Con lo que los EDCs seguirían sin regularse en Europa.
VENENOS POR TODAS PARTES
–Realmente es una vergüenza porque la contaminación ambiental es cada vez más preocupante. Los datos del informe publicado en Francia con el título Generation Future que usted menciona en sus ponencias indican que cualquier niño de clase media en una ciudad ingiere a diario unos 128 residuos procedentes de 87 compuestos químicos ¡de los que más del 40% son cancerígenos! ¿Por qué no se informa de esto a la población? ¿Por qué no se le explica por ejemplo que el salmón que compra en el mercado contiene ¡hasta 34 residuos químicos! ¿Cómo es posible tamaño dislate?
-Pues porque nuestras autoridades lo consideran algo «asumible». Es sencillamente escandaloso. Alegan que las cantidades individuales de los residuos químicos presentes en los alimentos están por debajo del límite considerado «peligroso» pero la realidad es que tales límites los han fijado mayoritariamente personas relacionadas con quienes los fabrican y comercializan y además, nadie ha estudiado nunca qué ocurre cuando se combinan entre sí todos ellos. Y eso es lo que hace que el sistema haga aguas. Porque si no se han estudiado nunca los potenciales efectos negativos de tales sustancias de forma combinada, ¿cómo puede negarse su toxicidad?
Cuando hace años se puso en marcha el proceso de regulación de las sustancias químicas utilizadas en los procesos industriales -el conocido Registro, Evaluación y Autorización de Químicos (REACH por sus siglas en inglés)- algunos investigadores avisamos que había que valorar los efectos de combinar tales sustancias y estudiar además sus efectos en los más vulnerables -ancianos, enfermos, niños y fetos en gestación- pero nos ignoraron. El lobby que representaba a la industria no permitió que se hiciera ni una sola mención al respecto. La posterior presión de los investigadores independientes sería sin embargo tal que en 2012 se acordó constituir una comisión para tratar de modificar algunos aspectos del Proyecto REACH y se tomaran en consideración los efectos combinados. Pero, claro, ya lo dijo Napoleón: «Si quieres que algo se haga nombra a un responsable, si quieres que se demore eternamente nombra una comisión«. Es pues evidente que no se quiere afrontar el problema.
–Pues fondos para investigarlo sí ha habido, ¿no?
-Sí. Europa se ha gastado un dineral en investigación sobre los disruptores endocrinos. Yo mismo he sido uno de los beneficiados cada cuatro años -uno más a nivel europeo- y de hecho he liderado proyectos de 450.000 euros que me han servido para mantener a un grupo de 38 personas. Gracias a esos fondos se ha podido desarrollar la carrera de todo el grupo y la publicación de 15 o 16 papers anuales. Y los fondos europeos no han sido los únicos: también los hemos recibido del Instituto Carlos III y de otros organismos nacionales. Así que lo menos que podía esperarse de las autoridades europeas y nacionales es que ya que han pagado la investigación ¡se la lean y la tomen en consideración! Porque nuestra investigación no se ha hecho para decidir algo sobre un futuro lejano, sino para tomar decisiones a corto o medio plazo. Mire: absolutamente todo lo que denuncio en las conferencias que llevo impartidas sobre el impacto de las sustancias químicas en la salud ¡está publicado en revistas científicas de prestigio!